11 nov 2011

Perdón, sin justicia ¿para qué?/

Perdón, sin justicia ¿para qué?/ Joel Hernández Santiago, es periodista y editor.
Publicado en La Silla Rota, 9-11-2011
Por estos días de introspección nacional se asoma por ahí en los entresijos de nuestras intensidades corrosivas el relato de Juan Rulfo que es, sin proponérselo, una maldición: “Luvina”.

Es un relato que es una tragedia; la de todos nosotros en tierra baldía; la del abandono; la de los silencios que no terminan y que nos dejan sordos por su estruendo; la de no saber por dónde se camina ni saber en dónde se está aunque se esté aquí para siempre; la de las piedras negras que se enterraron en el camino y no nos dejan pasar.  México es, desde hace tiempo, territorio de Juan Rulfo y nosotros vivimos en Luvina…
 “Luvina es un lugar muy triste. Usted que va para allá se dará cuenta. Yo diría que es el lugar donde anida la tristeza. Donde no se conoce la sonrisa, como si a toda la gente le hubieran entablado la cara. Y usted, si quiere puede ver esa tristeza a la hora que quiera. El aire que allí sopla la revuelve, pero no se la lleva nunca. Está allí como si allí hubiera nacido. Y hasta se puede probar y sentir, porque está siempre encima de uno, apretada contra uno, y porque es oprimente como una gran cataplasma sobre la viva carne del corazón” [JR]
 Se lee: “El Estado mexicano reconoció este lunes su responsabilidad y pidió perdón por el asesinato de tres jóvenes mujeres en un campo en Ciudad Juárez en 2001, como parte del cumplimiento de una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos”.
Esta “petición de perdón” de México a las víctimas encontradas en 2001 en los campos de algodón en Ciudad Juárez, tiene como origen la responsabilidad mexicana aceptada ante la Corte Internacional de Derechos Humanos, firmada en Costa Rica en 1998, misma que emitió un larguísimo resolutivo por el que…
…En su apartado 16 señala que “El Estado deberá, en el plazo de un año a partir de la notificación de esta Sentencia, realizar un acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional, en relación con los hechos del presente caso, en honor a la memoria de Laura Berenice Ramos Monárrez, Esmeralda Herrera Monreal y Claudia Ivette González; 17).- El Estado deberá … levantar un monumento en memoria de las mujeres víctimas de homicidio por razones de género en Ciudad Juárez … El monumento se develará en la misma ceremonia en la que el Estado reconozca públicamente su responsabilidad internacional…” (Fred Álvarez]
Todo esto: “Por el incumplimiento a investigar y garantizar el derecho a las víctimas, por violentar su acceso a la  justicia y protección…”
Así, se cumple con el acuerdo internacional. Pero no se cumple con la responsabilidad nacional porque hasta el momento no se conocen las razones, ni motivos, ni actores ni criminales de las tres mujeres muertas en 2001, como de las 500 mujeres brutalmente asesinadas ahí mismo, en Chihuahua (según el mismo resolutivo de la CIDH), ni las del Estado de México, ni las de Sinaloa ni las de Tamaulipas…
Es decir: el gobierno mexicano (y aquí la precisión: no es el Estado mexicano el que debe pedir perdón, si el gobierno mexicano, entidades muy diferentes, a saber –Hermann Heller, dixit-.) ha incumplido su tarea de prevenir, dar protección, cuidado y garantías de seguridad a muchas de estas mujeres que pudieron salvarse o, en caso de desgracia, a las que se debió hacer justicia: “pronta y expedita”.
En 1993 comenzaron a aparecer mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Aparecían en zonas aisladas. La mayoría de ellas trabajadoras humildes de la maquila. “De marzo de 2006 a la fecha, hay 13,468 casos de homicidios dolosos de mujeres [en el país], aunque estos hechos se minimizan (…) porque no se levantan ni se desglosan los datos y tampoco existe un marco legal para clasificar y sancionar los delitos contra las mujeres”, dice Laura Carrera.
Así, hoy el gobierno mexicano está en ‘cero’. Y aunque en Chihuahua se argumenta que se han realizado investigaciones y que muchos de los delitos han sido esclarecidos, lo que no deja dudas es que muchos de estos delitos de género, o feminicidios, siguen siendo una asignatura dilatada del gobierno federal, los estatales y municipales… Atentos como están a tratar de tapar los agujeros que el crimen organizado hace ya a la institucionalidad mexicana, lo de las mujeres, lamentablemente, ha quedado rezagado. 
Bien que la Corte Interamericana de Derechos Humanos exija cumplimientos al gobierno de México; bien que se hagan miles de monumentos en tono de Holocausto por las mujeres muertas en los diferentes estados de la República por delitos de género. Pero  mal, muy mal que siga pendiente el esclarecimiento cierto y detallado de cada una de las mujeres que han muerto allá.
La petición de perdón no tiene sentido si no es acompañado de justicia. Esto es así.
Esto lo tiene que cumplir el gobierno mexicano para reivindicar a las mujeres agraviadas, a sus familiares y a todos nosotros que seguimos esperando que la impunidad en México deje de ser la regla y sí la excepción…
Mientras tanto, el señor Felipe Calderón no puede decir que aquí, en México, todo está en orden y que somos la generación de la “Iniciativa México” en donde todos juntos, felices, comeremos chicharrón. No.
“Pero si nosotros nos vamos, ¿quién se llevará a nuestros muertos? Ellos viven aquí y no podemos dejarlos solos”

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