26 mar 2012

Tarcisio Bertone, brindó por México


Es de desear que la libertad religiosa se afiance en México


las 19,30 hora local, al término de las Vísperas celebradas en la catedral de León, el cardenal secretario de Estado vaticano Tarcisio Bertone presidió en el Patio de la Catedral una cena en honor de los obispos mexicanos y de los obispos invitados, con la participación del séquito papal.
En una cena privada con el Presidente Calderón, su esposa Margarita Zavala, y los Secretarios de Gobernación, Relaciones Exteriores y de Economía, Alejandro Poiré, Patricia Espinosa y Bruno Ferrari, el Secretario de Estado de El Vaticano, Tarcisio Bertone, indicó que tanto la Iglesia católica como los Estados tienen la tarea de salvaguardar los derechos humanos, tales como la libertad religiosa.
El funcionario de El Vaticano abordó el tema justo cuando la iniciativa a la reforma al Articulo 24 constitucional sobre la libertad religiosa se encuentra en el Senado, en espera de ser aprobada en el Pleno.
La cena, a la cual asistieron 500 personas, en su mayoría obispos y cardenales del continente americano, tuvo lugar en un anexo de la Catedral de León, después de que se realizó la misa para la celebración de las Vísperas con los jerarcas católicos de América Latina, encabezados por Benedicto XVI.
Por parte del clero mexicano, asistieron los cardenales Norberto Rivera, José Antonio Robles Ortega y Juan Sandoval Íñiguez, así como el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Carlos Aguiar Retes, y el Arzobispo de León, José Martín Rábago.
También estuvo presente el Gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva.
El Secretario brindó por el Papa y por México, así como por los países de Latinoamérica y el Caribe.
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El texto del cardenal papabile:
Señor Presidente,
Distinguidas autoridades,
Señores cardenales,
Señor arzobispo de León,
Señor arzobispo de Tlalnepantla y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano y del Consejo Episcopal Latinoamericano,
Queridos hermanos en el Episcopado:
Doy gracias a Dios que nos ha reunido en torno a esta mesa, para compartir en la cena un momento de amistad. Agradezco vivamente a quienes lo han hecho posible, así como los nobles sentimientos que lo han motivado.
La visita de Su Santidad Benedicto XVI a México es una ocasión de profunda alegría al ver cómo esta querida nación ha abierto una vez más de par en par sus puertas al sucesor de Pedro, manifestando así la grandeza de espíritu de sus hijos, su fina hospitalidad y la recia fe católica arraigada en ellos.
Al conmemorarse este año el vigésimo aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede, la presencia de las distinguidas autoridades que nos honran con su grata compañía pone de relieve que tanto la Iglesia como el Estado tienen la común tarea, cada uno desde su misión específica, de salvaguardar y tutelar los derechos fundamentales de las personas. Entre ellos, destaca la libertad del hombre para buscar la verdad y profesar las propias convicciones religiosas, tanto en privado como en público, lo cual ha de ser reconocido y garantizado por el ordenamiento jurídico. Y es de desear que en México este derecho fundamental se afiance cada vez más, conscientes de que este derecho va mucho más allá de la mera libertad de culto. En efecto, impregna todas las dimensiones de la persona humana, llamada a dar razón de su propia fe, y anunciarla y compartirla con otros, sin imponerla, como el don más preciado recibido de Dios.
 También las funciones diplomáticas deben radicarse en la promoción de esa gran causa común, a la que el cristianismo puede ofrecer una contribución válida, porque es “una religión de libertad y de paz, y está al servicio del auténtico bien de la humanidad” (Benedicto XVI, Discurso al Cuerpo Diplomático ante la Santa Sede, 8 enero 2009). Por ello, la Iglesia no cesa de exhortar a todos, para que la actividad política sea una labor encomiable y abnegada en favor de los ciudadanos y no se convierta en una lucha de poder o una imposición de sistemas ideológicos rígidos, que tantas veces dan como resultado la radicalización de amplios sectores de la población.
 En este sentido, los obispos aquí presentes son exponentes del compromiso de la Iglesia católica en la hermosa labor de trabajar por el hombre, por quien Jesucristo dio la vida. En cada generación, ella ha escrito una página de esta historia de servicio a la humanidad. Unas líneas son obra de los santos, otras de los mártires. No han faltado en esta historia pastores audaces, religiosos ejemplares, jóvenes de voz profética, valerosos testigos de la caridad y fieles laicos que, a veces con gran sencillez, han tendido la mano y abierto su casa al hermano en necesidad. A través de múltiples expresiones, se ha querido desplegar la belleza del cristianismo para abrazar a todo hombre o mujer, sin mirar raza, lengua o clase social. A ello ha concurrido tanto la dimensión de fe hondamente profesada y celebrada, como se percibe en México y en toda Latinoamérica, como los más variados proyectos de solidaridad que han alentado a tantos a salir del egoísmo para ayudar en las necesidades sociales más básicas y urgentes. No podemos olvidar las iniciativas dirigidas a la promoción de los derechos de cada hombre y cada pueblo, la defensa de su libertad y el cultivo del arte y la cultura.
 Si en esta misión ha habido alguna sombra, eso no empaña el esplendor del evangelio, siempre presente para purificar y alumbrar nuestro camino, que hoy pasa por esa revitalización de la fe a la que su santidad Benedicto XVI no se cansa de invitar.
 Con estos deseos, alzo mi copa, y los invito a ustedes a hacer lo mismo, para brindar por el santo padre, a quien Dios conserve y proteja siempre. Brindo asimismo por México, tierra bendecida por Nuestra Señora de Guadalupe, y por sus hijos e hijas, que han sabido ganarse el afecto de Benedicto XVI. Brindo por todos los queridos países hermanos de América Latina y el Caribe. Reitero mi gratitud por las continuas y delicadas atenciones recibidas en estos días y expreso a todos ustedes mi cercanía y reconocimiento por esta espléndida velada.
 Muchas gracias.
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Quién es Tarsicio Bertone?
Es cardenal salesciano, además papabile.
Tiene hoy un doble cargo, es secretario de Estado (número dos en el papado) y también desde 2007 Camarlengo de la Santa Iglesia romana.
Nació en Romano Canavese (Turín) el de 2 diciembre de 1934 y fue ordenado sacerdote el 1 de julio de 1960.
Es licenciado en Teología por la Facultad Teológica Salesiana de Turín, continuando después los estudios en Roma en el Pontificio Ateneo Salesiano, donde obtuvo la Licenciatura y el Doctorado en Derecho Canónico.
Junto a una intensa actividad de enseñanza, colaboró en la última fase de la revisión del Código de Derecho Canónico y dirigió el grupo de trabajo que tradujo el Código al italiano.
El 1 de junio de 1989 fue elegido Rector Magnífico de la Universidad Salesiana.

El 1 de agosto de 1991 Juan Pablo II lo llamó a la guía de la diócesis más antigua de Piamonte, como arzobispo de Vercelli.
El 28 de enero de 1993 fue nombrado por la CEI presidente de la Comisión Eclesial Justicia y Paz y el 13 de junio de 1995 fue nombrado Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe. (Número dos de Benedicto XVI)
Años después, Juan Pablo II lo nombró el 10 de diciembre de 2002 arzobispo de Génova.
Fue creado cardenal en el Consistorio del 21 de octubre de 2003.
Fue ratificado en su puesto por el mismo Benedicto XVI a pesar de haber superado la edad de jubilación para los cardenales que trabajan en la Curia Romana, que es de 75 años.
En 2010 el diario del Vaticano, L'Osservatore Romano, publicó una carta del pontífice al cardenal, con fecha 15 enero, con la que le renueva su confianza como uno de sus colaboradores más cercanos. “Siempre he admirado su 'sensus fidei' (sentido de la fe), su preparación doctrinal y canónica y su 'humanitas' (humanidad)'', escribió el Papa en su misiva. "Por todas esas cualidades tomé la decisión de designarlo secretario de Estado en el verano del 2006 y por esas mismas razones, hoy en día y también en el futuro, no quisiera renunciar a su preciosa colaboración'', escribió el Papa.

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