Traducción: José María Puig de la Bellacasa
Publicado en La Vanguardia, 15 de abril de 2012
Dice un proverbio que “la marea ascendente eleva todas las embarcaciones”. Esta expresión, atribuida al presidente John F. Kennedy, se ha invocado con frecuencia en relación con la economía: si la situación mejora, todo el mundo se beneficia de ello. No siempre se ha cumplido y ciertamente no ha sido el caso en los últimos veinte años. Las cifras son bien conocidas. En Estados Unidos, los muy ricos han salido ganando con creces en este periodo, pero el resto de la población en menor medida o nada en absoluto. El nivel medio de renta ha disminuido. Europa ha mostrado una tendencia similar, aunque tal vez no tan marcada.
En fin, no ha habido marea ascendente ni prosperidad, si bien a algunos les ha ido muy bien. Se ha hablado mucho del fin del capitalismo que, según se pregonó, era sólo cuestión de tiempo. Y, si el capitalismo ya no rendía, era evidente que había que prepararse para poner a punto otro sistema capaz de producir artículos y mercancías. ¿Qué sistema podía ser este?
Se han celebrado conferencias con nutrida asistencia sobre Marx y el marxismo de Berlín a San Francisco, pero no en Moscú y Pekín. Los editores alemanes de El Capital informan de que actualmente venden el doble de ejemplares que antes, aunque no pasan de los dos mil. Se publican decenas de libros sobre el fin del capitalismo, como sucedía después de 1929. La obra del autor conservador alemán Ferdinand Fried, El fin del capitalismo, de 1931, saboreó las mieles del éxito aunque su idea -el fomento de una política de autosuficiencia económica (autarquía) e independencia- no resultó ser tan genial y nadie la apoyaría en nuestra época.
¿Cuál será la herencia del capitalismo? Las conferencias sobre el marxismo tienen audiencia, pero la mayoría versan sobre temas como Marx y el feminismo, Marx y la ecología o Marx y los medios de comunicación. Sin embargo, Marx no fue un pionero en estudios feministas sino en el campo de la economía y la pregunta sobre qué puede enseñarnos Marx en el año 2012 aún no ha sido contestada a fondo.
Sería mucho más sencillo si el marxismo no hubiera sido ensayado, pero de hecho lo fue y no demostró ser un gran éxito. En la actualidad, incluso las últimas economías de este tipo -como la cubana- se encaminan lentamente hacia el capitalismo.
¿Por qué crecen tan rápidamente las economías china e india? Ninguna de las respuestas es aportada por el marxismo. Los analistas de Asia afirman que en Europa y Estados Unidos hay demasiada libertad (que degenera en anarquía) y que Occidente necesita más autoridad, no más libertad. Son visiones que, ciertamente, no apuntan a una mayor justicia social. Al contrario, si la distancia entre ricos y pobres ha crecido tanto en Occidente, ha crecido aún más en China, Rusia, India y países en vías de desarrollo como Brasil.
Si el neomarxismo no posee soluciones, el sistema actual tampoco funciona satisfactoriamente. La recuperación en Estados Unidos es excesivamente lenta y en Europa aún avanza más lentamente. Según las proyecciones, el crecimiento será de un 2,1% en Estados Unidos en el 2012, pero un 0,6% negativo en la zona euro. El paro ha descendido en Estados Unidos, pero sigue siendo de un 8,3% y de un 10,7% en la zona euro. En su día se pensó que el mercado solucionaría todos los problemas de forma que no había que tocarlo. En la actualidad hay dos escuelas de pensamiento económico en Estados Unidos. Según la mayoría de analistas, los altibajos prosiguen: a largos ciclos de prosperidad siguen recesiones seguidas de recuperación. Y así durante los últimos cien años.
Sin embargo, voces escépticas consideran que hay que contar con nuevos factores. La última recesión ha causado un daño duradero; la mano de obra aumenta muy lentamente, se lia reducido la inversión y, como consecuencia, el índice de crecimiento -que ya disminuía incluso antes de la crisis- es aún más lento. Hubo exceso de confianza y conducta temeraria durante los años boyantes y el capitalismo de casino creó problemas que no pudo solucionar. Es dudoso que vuelvan los años de bonanza.
Parece aflorar un nuevo consenso entre los economistas en el sentido de que el Estado debería jugar un papel más activo y los mercados no deberían ser los amos sino los servidores de la sociedad. En otras palabras, debería haber una mayor regulación, mientras que la tendencia en Estados Unidos, desde los años ochenta, rehuyó precisamente esta senda. Los republicanos, por su parte, afirman que una mayor intervención es la vía a la perdición y la esclavitud. Libran una batalla perdida. Pero su política, en el próximo futuro, puede causar un auténtico daño. Por ahora parece ser que el próximo presidente no será republicano, pero continuarán conservando la mayoría en la Cámara de Representantes y tal vez incluso ganen una mayoría en el Senado ya que los demócratas tienen más que perder que los republicanos en las elecciones en noviembre.
Un resultado de tales características conducirá a una parálisis política e impedirá iniciativas necesarias para mejorar la situación actual. Pero a largo plazo la tendencia no favorece a los republicanos y otros defensores del ilimitado “laissez faire”: los estadounidenses son gente práctica; si un sistema funciona, lo aceptarán. En caso contrario, lo rechazarán. Y lo propio sucederá en otras partes.
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