El militar que a hierro
mataba
GLORIA LETICIA DÍAZ
Revista Proceso No.
1851, 22 de abril de 2012
En Guerrero se le recordará
siempre como uno de los instrumentos más abominables de la guerra sucia del
Estado mexicano contra los disidentes. Desde entonces su nombre –Mario Arturo
Acosta Chaparro Escapite– sigue provocando escozor entre los luchadores
sociales de esa entidad, quienes lo consideran responsable de la detención y
tortura de cientos de opositores políticos del régimen priista, y más aún, de
numerosas desapariciones forzadas.
Cuatro días después de que
el Congreso guerrerense instaló la Comisión de la Verdad con el propósito de
indagar los crímenes de la guerra sucia, el viernes 20 fue ejecutado en la
Ciudad de México el general Mario Arturo Acosta Chaparro Escapite. Su nombre
quedó inevitablemente asociado a la tortura, la desaparición forzada de cientos
de luchadores sociales y aun a las muertes no aclaradas de la guerra sucia.
Su accionar en Guerrero
durante los gobiernos de Rubén Figueroa Figueroa (1975-1981) y del hijo de
éste, Rubén Figueroa Alcocer (1993-1999), lo marcaron de manera indeleble. En
el sexenio foxista fue uno de los militares sometidos a indagatoria por la
Fiscalía Especial de Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp), que
integró una averiguación previa contra él, el general Humberto Quirós
Hermosillo y el entonces capitán Francisco Javier Barquín por su participación
en la tortura y asesinato de 143 personas.
El caso fue remitido al
fuero militar y durante las audiencias se citó a declarar en calidad de
testigos a por lo menos 10 militares, entre ellos Gustavo Tarín Chávez, quien
aseguró que entre 1975 y 1979 trabajó como subalterno de Acosta Chaparro.
Durante ese periodo se
realizaron mil 500 detenciones en puestos de control instalados por el Ejército
en caminos y carreteras de Guerrero. Algunos de los detenidos fueron
trasladados a la Base Aérea Militar de Pie de la Cuesta. Barquín se encargaba
de registrar sus nombres en un libro de “pastas negras”, según testigos.
Como parte de ese proceso,
sostienen las versiones, Quirós Hermosillo y Acosta escogían a los detenidos y
los sentaban en una silla para sacarles “la foto del recuerdo”. Luego les
disparaban en la nuca con una pistola calibre .380 a la que Quirós nombró “la
espada justiciera”. Los cadáveres eran metidos en bolsas de lona que se subían
a un avión Arava del entonces Escuadrón 301 para lanzarlos al mar durante
vuelos exprofeso.
Según Tarín Chávez, Acosta
Chaparro ejecutó personalmente a unas 200 personas, “por supuesto con la
autorización del general Quirós Hermosillo” (Proceso 1356). Pese a los
testimonios incriminatorios, tanto él como Quirós Hermosillo fueron exonerados.
En Guerrero, Acosta
Chaparro se forjó una fama de hombre temido tras participar en la liberación
del senador Rubén Figueroa Figueroa el 8 de septiembre de 1974. El político
priista había sido secuestrado por el líder guerrillero Lucio Cabañas.
El 26 de noviembre de 1974,
semanas antes de que Cabañas cayera en un enfrentamiento con tropas del
Ejército, su madre, Rafaela Gervacio Barrientos; su esposa, Isabel Ayala Nava;
su hija Micaela de un mes de nacida y siete familiares más fueron detenidos en
Tixtla en un operativo dirigido por Acosta Chaparro (Proceso 1282).
Ayala Nava, quien concedió
una entrevista a este semanario después del operativo, detalló que el militar
llevó a los detenidos al sótano del palacio de Gobierno de Chilpancingo. Luego,
dice, ordenó que fueran trasladados a la 27 Zona Militar en Acapulco y de ahí
al Campo Militar Número Uno, en la Ciudad de México. Isabel y los familiares de
Lucio permanecieron en la cárcel militar hasta 1976.
Sostuvo que en una de las
tres sesiones de tortura a las que fue sometida durante su cautiverio en la
prisión militar, antes de que Lucio muriera, vio a Acosta Chaparro.
Él, afirma, “estuvo en la
segunda sesión, la más violenta. Le agarró los piecitos a mi niña y le puso la
pistola en la cabeza. Puedo asegurar que es él por las fotografías. En esa
ocasión me jalaron de pies y manos y me violaron. Me zamparon a un tambo de
agua fría y amenazaron con matar a mi hija si no decía dónde estaba Lucio”
(Proceso 1400).
El ascenso del general
Ascendido a mayor como
premio por el rescate de Figueroa, Acosta Chaparro pronto comenzó su ascenso en
Guerrero. Ya como gobernador, Figueroa Figueroa lo puso al frente de la policía
de Acapulco, luego lo nombró jefe policiaco de toda la entidad. Fueron años
difíciles para los guerrerenses.
Entre su colaboradores
estaban los hermanos Herminio Díaz Tumalán, los hermanos Tarín e Isidro
Galeana, a los que se les atribuyen varias de las 600 desapariciones ocurridas
en Guerrero durante la guerra sucia, 400 de ellas en el municipio de Atoyac de
Álvarez, donde nació el Partido de los Pobres (Pdlp), el grupo que comandaba
Lucio Cabañas.
Durante su gestión como
jefe policiaco, Acosta Chaparro mandó construir 16 celdas bajo las
instalaciones que hoy están a cargo de la Dirección de Tránsito de Acapulco.
Pocos de los que entraban a esa cárcel clandestina salían con vida (Proceso
1305).
En 1981, el último año de
gobierno de Figueroa Figueroa, campesinos, viveristas y vecinos del
fraccionamiento Copacabana –donde se ubica la zona residencial Punta Diamante–
denunciaron que durante su gestión como director de la policía estatal Acosta
Chaparro utilizó viviendas abandonadas para torturar a presuntos delincuentes y
guerrilleros, quienes después eran ejecutados y depositados en pozos artesianos
(Proceso 206).
Una vez que el sucesor de
Figueroa Figueroa, Alejandro Cervantes Delgado, asumió el cargo, ordenó que se
limpiaran cinco de esos pozos, de unos 20 metros de profundidad. En uno de
ellos se encontraron 22 cadáveres; en otro 12, mientras que en cada uno de los
otros tres localizaron dos cuerpos. Terminado el operativo, no se volvió a
mencionar el asunto.
En 2002, después de la
creación de la Femospp a partir de la recomendación 26/2001 en la que la
Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) documentó cientos de
desapariciones, Tita Radilla Martínez, vicepresidenta de la Asociación de
Familiares de Detenidos Desaparecidos de México (Afadem), declaró a este
semanario:
“El mayor número de
detenidos y desaparecidos se dio a partir de 1974, después de que fue liberado
Figueroa Figueroa. Los que no fueron desaparecidos estuvieron encarcelados al
menos cinco años en Acapulco y en el Campo Militar Número Uno; luego fueron
liberados sin que les dieran ninguna explicación” (Proceso 1353).
De los 482 casos de
desapariciones forzadas que la CNDH registró en su informe de noviembre último,
casi 40% corresponde a hechos ocurridos en Guerrero durante el gobierno de
Figueroa. Las víctimas no sólo fueron campesinos y presuntos seguidores de
grupos guerrilleros que continuaron los pasos de Lucio Cabañas; también fueron
estudiantes y profesores universitarios.
En la edición 1353 de este
semanario, Miguel Flores Leonardo, miembro de la organización guerrillera
Vanguardia Armada Revolucionaria del Pueblo (VARP), contó que permaneció seis
meses en una cárcel clandestina y fue torturado por órdenes de Acosta Chaparro,
quien finalmente decidió liberarlo.
También afirmó que en ese
periodo fue testigo de por lo menos 37 desapariciones, entre ellas varias de
“mujeres embarazadas y niños” y de miembros de organizaciones guerrilleras de
otros estados.
Testimonios de los
exrectores
En 2001 dos exrectores de
la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), el fallecido Rosalío Wences Reza y
Enrique González Ruiz, narraron a Proceso sus experiencias con el gobernador
Figueroa Figueroa –quien retiró el apoyo económico a la casa de estudios por
considerar que era un criadero de guerrilleros–, y con el propio Acosta
Chaparro, a quien recurrían con frecuencia para pedirle que liberara a jóvenes
universitarios detenidos por los policías.
“Acosta nos citó a Wences y
a mí a las seis de la tarde en el zoológico de Chilpancingo. Le sugerí al rector
que lleváramos a Servando Alanís, que era priista, como protección. Cuando
llegamos estaba Acosta solo, con una bolsa bajo el brazo, de la que se asomaba
la cacha de una pistola 45. Nos invitó a entrar al zoológico y empezamos a
caminar. Nosotros no sabíamos cómo abordar el tema, cómo pedirle a los
estudiantes. Como el zoológico está en una hondonada, pudimos ver movilización
policiaca en las calles. Una vez que oscureció, después de una hora y media de
dar vueltas y de hablar de temas ajenos al estado Acosta nos indicó que era
hora de irse.
“En una calle, mientras
Acosta se despedía de nosotros, apareció de repente un carro negro enorme, un
Grand Marquis tal vez, y de él se bajaron dos judiciales, y con una maniobra
espectacular le abrieron la puerta a Acosta, se subió y en ese instante llegó
una Combi blanca sin placas, se abrió la puerta y aventaron a los muchachos al
suelo”, declaró González Ruiz.
Integrante de la Comisión
de la Verdad que a partir del 17 de abril se encargó de investigar los crímenes
de la guerra sucia en Guerrero de 1969 a 1979, González Ruiz dijo entonces a
esta reportera: “En el gobierno de Figueroa el miedo era tan espeso que se
podía cortar con cuchillo, en buena parte por el sistema de vigilancia de
Acosta Chaparro” (Proceso 1290).
Durante el gobierno de su
hijo Rubén Figueroa Alcocer, Acosta Chaparro estuvo implicado en la matanza de
17 campesinos en el vado de Aguas Blancas, Coyuca de Benítez, el 28 de junio
1995.
Durante las indagatorias
llevadas por el entonces fiscal especial Alejandro Varela Vidales se llamó a
declarar al militar luego de que la defensa de los campesinos asesinados,
dirigida por el fallecido Samuel del Villar, recabó testimonios de personas que
aseguraron haber visto a Acosta Chaparro en el vado de Aguas Blancas minutos
después de la matanza (Proceso 1001).
A petición de Del Villar,
el general, entonces adscrito a la jefatura de Comisión Cinco de la Inspección
y Contraloría General del Ejército y Fuerza Aérea, compareció ante el juez
Adolfo van Meeter Roque. Y aunque admitió que estuvo en Guerrero los días 27 y
28 de junio de 1995, Acosta Chaparro aseguró que se había ido a visitar a sus
amigos de Guerrero, entre ellos al gobernador (Proceso 1009).
Cuando Figueroa Alcocer
dejó el cargo en marzo de 1996, desapareció. Sólo se volvió a saber de él
cuatro años después, cuando fue detenido junto con Quirós Hermosillo por sus
presuntos vínculos con el narcotráfico y por desapariciones forzadas.
En octubre de 2002 el
exgobernador Rubén Figueroa Alcocer se refirió a Acosta Chaparro como “eficaz y
correcto”.
–¿Sigue siendo su amigo?
–se le preguntó.
–Sigue siendo mi amigo. Ha
sido mi amigo durante mucho tiempo. Yo no acostumbro negar a mis amigos cuando
tienen problemas.
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