¡Corre,
Hillary, corre!/Rafael Navarro-Valls, es catedrático, académico y autor del libro Entre dos orillas (Eiunsa 2014).
Publicado en El
País |30 de julio de 2014
La
cantante Katy Perry, número uno de ventas en EEUU, escribe una canción sobre
Hillary Rodham Clinton; dos musicales se estrenan en Broadway sobre la saga
Clinton, con la ex primera dama como protagonista (A Woman on Top); un biopic a
gran escala titulado Rodham se está gestando en Hollywood, probablemente con
Meryl Streep en la figura de Hillary; el libro Hard Choices (Decisiones
difíciles) de la antigua secretaria de Estado ha lanzado una primera edición de
un millón de copias. Si uno lee Ready for Hillary (Listos para Hillary) -web
del macrogrupo que postula su candidatura al Despacho Oval- sólo le «faltaría
andar sobre las aguas para ser perfecta». No lo dice así, pero es lo que se
deduce.
Algo
tiene esta mujer para protagonizar tal explosión mediática. No sólo su
condición de ex primera dama, ex senadora por New York y ex secretaria de
Estado. A eso se suman las expectativas que genera su posible candidatura a la
Casa Blanca. No es que sea «posible», es que a la pregunta ¿se presentará? se
puede contestar «ya se ha presentado». Veamos. Hillary, acaba de concluir una
gira europea por Alemania, Francia y Reino Unido presentando el libro que
recoge los años que ha estado al frente de la diplomacia americana. Ha sido una
reedición de la triunfal tournée europea de 2008 del entonces candidato Obama.
El protocolo y las medidas de seguridad que han acogido a Hillary han sido
dignas de una futura presidenta. Su objetivo era claro: demostrar que en ella
se dan todas las condiciones para ocupar con éxito el Despacho Oval. Aunque
seis de cada diez americanos están decepcionados con Obama, más del 80 % de
demócratas parecen suspirar por Hillary Clinton, la candidata humillada en 2008
por el actual presidente afroamericano.
Tiene
a su favor varios factores. El primero, que el partido demócrata aparece unido
en torno a su candidatura, mientras que el republicano está dividido entre
varios posibles candidatos: Jeb Bush, el más joven de la dinastía Bush; Chris
Christie, moderado gobernador de New Jersey; Marco Rubio, senador cubano
americano; Paul Ryan, antiguo candidato a la vicepresidencia con Romney,
etcétera.
Está
en marcha una gigantesca campaña digital centrada en varios super PAC (órganos
para financiar electoralmente líneas políticas): Friends of Hillary y Ready for
Hillary, que aparte de recoger cientos de miles de dólares están comenzando a
adquirir millones de direcciones de mail, aliados con Priorities Usa, el órgano
de financiación de Obama. La de 2016 será la campaña presidencial más
tecnológica de toda la Historia. Hillary va muy por delante de todos los
posibles candidatos.
Los
millones de dólares entran aceleradamente en sus depósitos. Alice Walton -hija
de una familia real árabe, con un patrimonio cercano a los 20 mil millones de
euros- acaba de anunciar su apoyo, igualmente los grandes de Hollywood, George
Soros (unos 15 mil millones) o el núcleo duro de Wall Street. A eso hay que
añadir sus ingresos propios, en los que accede a chorros el dinero. Por
ejemplo, cobra por un solo discurso cinco veces el salario medio nacional. Lo
cual -todo hay que decirlo – es un preocupante dato para quien aparece como la
heroína de la igualdad. Parece tenerlo todo: gran parte del voto hispano, el afroamericano,
el de las mujeres solteras…
¿Significa
esto que todo está decidido? No exactamente. Cuando en enero de 2007 Hillary
lanzó oficialmente su campaña para las elecciones de 2008, los analistas
políticos auguraron su victoria. No fue así. Acabó ganando Obama.Y aunque en
política, la última elección después de unos meses es «historia remota» y la
elección próxima -casi a tres años vista- en realidad está a la vuelta de la
esquina, ambas acaban entrelazándose.
Hay
un factor importante que preocupa a los analistas políticos. Me refiero al
cansancio que acaba produciendo entre los votantes la continuada presencia en
la vida pública. Hillary está desde los años 80, cuando era la esposa del
gobernador de Arkansas. Luego, durante ocho años, la first lady de la Casa
Blanca se ha asomado a las televisiones americanas más que ninguna otra. En el
2000 se lanzó a la aventura del Senado, y siete años más tarde -sin un momento
de respiro- la senadora Clinton lanza su campaña electoral a la presidencia,
que acaba en fracaso. Acepta enseguida el cargo de Secretaria de Estado y,
cuando cesa en 2012, comienza una «campaña permamente» hacia las elecciones de
2016, aunque formalmente no se haya postulado como candidata. En medio de esta
tormenta mediática la cuestión será superar la sensación de déjà vu, el
cansancio que puede producir la sobreexposición mediática de la «madura dama»,
cercana a los 70 en 2016. ¿De veras podrá postularse como el cambio frente a la
continuidad?
Otro
obstáculo formidable es el alto nivel de toxicidad de las elecciones
presidenciales, que pueden acabar con el equilibrio de cualquiera. El esfuerzo
de las pasadas elecciones se acumula, como se acumula el factor solar tomado en
dosis masiva para la producción del cáncer de piel. Es curioso que Tina Brown
-antigua directora de Vanity Fair y The New Yorker- acabe de aconsejar a
Hillary que no se presente a las elecciones presidenciales. Razón : la dura
presión de la campaña electoral. Las campañas para la presidencia tienden a ser
ejercicios de degeneración progresiva. Los candidatos, conforme pasa el tiempo,
suelen hacerse vulnerables a la presión. Pasan del optimismo al catastrofismo
con excesiva rapidez. El protagonista de Colores primarios (novela que describe
a ritmo trepidante una campaña presidencial), en medio del stress de la carrera
electoral, llega a decir: «tanto camino recorrido para no llegar a ninguna
parte. Siempre acabábamos en el mismo aeropuerto, a la misma hora, para ser
recibidos por la misma caravana que esperaba para llevarnos a los mismos
sitios, en los que ya habíamos estado muchas veces». Esta especie de locura
hace que la campaña pueda acabar estallándole en las narices al aspirante. Y
eso lo sabe bien Hillary, después de vivir de cerca o como protagonista tres
campañas presidenciales. Con cierta sabiduría política el argumento de Tina
Brown es que la única razón para presentar la candidatura al cargo político más
importante del mundo no es la presidencia, sino la post-presidencia. Hillary
conoce la experiencia de su marido y también la de los ex presidentes, que
parecen resucitar una vez dejado el cargo.
Dos
factores conviene tener en cuenta ante el esfuerzo que se le avecina: la edad y
la salud. Sobre la primera baste reseñar que cuando sea elegida tendrá 69 años
y 77 al final de su segundo mandato, si es reelegida. El segundo factor es lo
que se ha llamado el «secreto mortal de Hillary». Lo que el analista Edward
Klein denomina sus «ocultos problemas de salud». Su tendencia a padecer
coágulos en la sangre, con peligro de apoplejía. 30 días pasó en el hospital
cuando padeció en diciembre de 2012 una primera trombosis. La espada de
Damocles sobre la luchadora Hillary.
Los
«fantasmas del pasado» están al acecho. A Hillary la siguen llamando Billary
(Bill & Hillary), apuntando a la sombra omnipresente del ex presidente Bill
Clinton. La posible vuelta a la Casa Blanca del dúo presidencial está
reavivando los escándalos y deficiencias de la era Clinton, desde el Sexgate
(episodio con la becaria Lewinsky) hasta el fracaso de la reforma sanitaria.
Sin embargo, la reciente reaparición de Monica Lewinsky con un artículo en
Vanity Fair puede ser positiva a largo plazo. Algunos analistas la han llamado
una «operación preventiva», que sofoca el problema antes de que comience la
verdadera campaña electoral. Por lo demás, la reacción de Hillary ha sido
serena, al desearle «buena suerte» a su antigua adversaria. Más preocupantes
son la serie de documentos aparecidos en la web conservadora Free Beacon bajo
el título de Los papeles de Hillary, declarados auténticos por la CNN. Una
serie de anotaciones de Diane Blair, amiga personal de Hillary y profesora de
Ciencia Política, que muestran a la primera dama como una mujer ambiciosa, fría
y despótica. En esos papeles Hillary califica de «infernal» su primer año en la
Casa Blanca, describiendo los continuos encontronazos con su marido y los
asesores del Presidente. Desde luego Hillary es todo un carácter, lo que no es
malo en sí, salvo que se dispare en momentos en que se requiere prudencia y
equilibrio. Tampoco ayuda a su candidatura la publicación del libro de Daniel
Halper sobre pasadas y actuales aventuras sentimentales de Bill Clinton.
Tres
cuestiones de su paso por el departamento de Estado se han reavivado por los
adversarios políticos de Hillary: Libia, Boko Haram( grupo terrorista
nigeriano) e Irak. La cloaca libia es el agujero negro de la gestión de Hillary
como Secretaria de Estado. La muerte del embajador y de cuatro paramilitares de
la CIA fue una increíble negligencia por parte del Gobierno Obama, al no
proteger adecuadamente en Bengazhi lo que era en realidad no un consulado sino
un puesto avanzado de la CIA. Por su parte, el grupo terrorista Boko Haram se
ha hecho tristemente célebre por el rapto masivo de chicas de un colegio
nigeriano. Se acusa a Hillary de no haberlo incluido preventivamente entre las
organizaciones terroristas, lo que ha debido hacer su sucesor, John Kerry. El
voto de la senadora Clinton a favor de la intervención del ejército americano
en Irak, vuelve una y otra vez sobre su responsabilidad en esa penosa guerra de
Bush.
Estas
dificultades -y otras que la dura campaña electoral sacará a la luz- explican
lo que comienza a ser el grito de guerra de la precampaña: «Run, Hillary, Run»,
¡Corre, Hillary, corre!
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