El
nuevo partido neopentecostal/Bernardo
Barranco V.
La Jornada, 30 de julio de 2014
La
ambigüedad y el doble discurso acompañan al naciente Partido Encuentro Social
(PES). El mayor señalamiento consiste en ser un partido confesional de corte
neopentecostal. Su presidente, Hugo Eric Flores Cervantes, se dice cristiano,
pero no ministro, y mucho menos pastor. Sin embargo, su trayectoria indica lo
contrario. No es de extrañar que el ascenso en México y en América Latina de
las iglesias pentecostales haya alcanzado a tener brazos políticos que
posicionen sus intereses y agendas en los entramados del poder. Así pasa en
Brasil con la Iglesia Universal del Reino de Dios, la cual desde hace 15 años
tiene una representación robusta en los tres órdenes de poder del país. También
en Colombia y en varios países centroamericanos los grupos evangélicos tienen
expresiones político partidarias que reflejan la pluralización y el alcance que
estas nuevas minorías están desarrollando. En el caso mexicano no es de
extrañar la irrupción evangélica en la vida partidaria y electoral, porque la
Iglesia católica parece afianzar su influencia en el PAN y de manera palpable
en el PRI. Muchos gobernadores y presidentes municipales encomiendan a Dios sus
territorios y mandatos, vapuleando el carácter laico de su desempeño público y
del Estado. Por ello el hecho de que un partido religioso disfrazado
reivindique lo que en los hechos goza la iglesia mayoritaria. Se podría llamar
justicia divina, pero no la justicia secular mexicana, ya que su irrupción
viola el 130 constitucional, el código electoral y la Ley de asociaciones
religiosas y culto público.
En este país, al menos así lo dicen las leyes, no
está permitido un partido confesional. Por ello los partidos están obligados a
actuar y conducirse sin ligas de dependencia o subordinación con ministros de
culto de cualquier religión. Bajo este manto de sospecha, el presidente del
nuevo partido insiste a los cuatro vientos: No somos partido religioso, al
contrario, somos liberales, como si ser liberal lo eximiera de ser religioso.
Flores quiere escamotear y sabe bien que la mayoría de los liderazgos
protestantes en México, al menos, son juaristas, políticamente liberales y
laicos.
Eric
Flores es un personaje de largo linaje evangélico. Nace en el seno de una
familia enlazada a la Iglesia de Dios, agrupación de corte bautista; estudia en
una preparatoria presbiteriana, Instituto Juárez, en el sur del DF, y desde muy
joven milita políticamente. Trabajó con el grupo priísta de Colosio y fue
asesor de Ernesto Zedillo, bajo la dirección de Liébano Sáenz. Encontré en el
libro de Mariano Ávila Arteaga Entre Dios y el césar: líderes evangélicos y
política en México (1992 -2002) una reveladora entrevista en la que el actual
presidente del PES afirma: Queremos el poder para crear un modelo de gobierno
de justicia y de misericordia para que este pueblo voltee a ver a Dios. Eso
será posible con gobernantes íntegros cristianos. Ahí afirma no creer en los
partidos y, con un toque de mesianismo conservador, proclama: El gobierno civil
es bíblico. El federalismo surge de la Biblia. En ello pensaban los que crearon
la constitución estadunidense. Hallaron inspiración en Moisés y su formación de
líderes laicos.
Flores
se alía con Casa sobre la Roca, una Iglesia dirigida por Alejandro y Rosi
Orozco. Se venden ante Felipe Calderón como el leal brazo evangélico de su
campaña presidencial. Igualmente neopentecostal, Casa sobre la Roca navega
también en la ambigüedad, no se reconoce una agrupación religiosa, sino una
comunidad de superación humana con inspiración en los valores bíblicos que se
sustentan en los principios de la teología de la prosperidad. Pero su
concepción de familia, sexualidad, aborto y otros análogos es idéntica a la de
los católicos conservadores. En ese mismo sentido, el PES, expresado por
Daniela Pérez, delegada de Baja California Sur, se pronuncia por el
establecimiento de un matrimonio exclusivamente entre un hombre y una mujer, el
cuidado y protección de la vida desde su concepción hasta su muerte natural y
no inducida, la prohibición al acceso de páginas pornográficas en escuelas,
oficinas de gobierno y en áreas públicas.
El
PES de Eric Flores puede representar un modelo inédito que aglutine corrientes
conservadoras y ultraconservadoras en México. Ante el desgaste político y
simbólico de grupos de derecha radical católica como el Yunque, muchas
asociaciones conservadoras requieren nuevos interlocutores y canales más
modernos de representación con el poder político; en este sentido el PES
apuesta como una conveniente alternativa. Hay que reconocer que la derecha se
ha modernizado; ya no es el actor ultra, iracundo, personificado por Serrano
Limón. El antropólogo Roger Bartra nos recuerda que si algo irrita a los
políticos que viven bajo viejas coordenadas ideológicas es que se esté
constituyendo una derecha moderna y que incluso haya impulsado la transición
democrática en México.
Flores,
el presidente del PES, retoma el proyecto de Casa sobre la Roca fraguado en los
tiempos del calderonismo. La pluralización del campo religioso en América
Latina ha obligado a incorporar nuevos actores evangélicos con diversas
tradiciones, intenciones e intereses específicos. Dicho de otra manera, la
ultraderecha ha dejado de ser sólo católica, tiene una competencia evangélica
que puede bajo ciertas circunstancias convertirse en aliada. Ambas, la derecha
católica y neopentecostal, cuentan con recursos humanos y económicos, con
fuertes vínculos internacionales, especialmente con poderosos grupos afines en
Estados Unidos. En el fondo la presencia del PES plantea la resignificación de
las derechas religiosas del país. Los grupos conservadores quieren salir de sus
catacumbas. No cabe duda de que la secularización de la cultura y la
globalización han tocado las puertas de los nuevos grupos conservadores, los
cuales han logrado mutar, adaptarse e insertar su agenda en la plaza pública.
La irrupción del PES lleva a considerar de forma crítica la tentativa
conservadora de reconquistar el espacio secular. La derecha encapsulada y
conspiradora, como el Yunque, se ha vuelto obsoleta, mientras grupos como el
PES suponen el asedio a los espacios de la sociedad civil urbana, la incidencia
religiosa en políticas públicas y el ascenso político de una nueva generación,
religiosamente conservadora.
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