La
sonrisa de Myan y la caricia del Papa
El
momento más conmovedor de la visita en Corea: Francisco abraza a los
discapacitados del centro que fundó el padre John Oh Woong; el Pontífice rezó
frente al jardín que recuerda a los niños abortados
ANDREA
TORNIELL para Vatican Insider, 16 de agosto de 2014
Myan
es una joven inmovilizada en su cama, no puede hablar. Sólo puede sonreír. Cada
vez que se lo piden, ella lo hace. Hoy sonrió para Papa Francisco, que le
acarició el rostro. La visita del Pontífice a Kkottongnae («colina de las
flores»), un centro que cuenta con estructuras para rehabilitación, tanto del
cuerpo como del espíritu, y que fue fundado por el franciscano John Oh Woong,
fue el momento más conmovedor de su tercer día en Corea del Sur. No hubo
discursos, solamente abrazos a los niños, adultos y ancianos con diferentes
discapacidades. Son las citas que prefiere Papa Bergoglio, porque son la
ocasión para tocar «la carne de Cristo» en los marginados por la sociedad, la
ocasión para ofrecer el testimonio de la «ternura de Dios».
Dentro
de este Centro «House of Hope» el Papa fue recibido por alrededor de 150
pacientes, unos 50 niños discapacitados de otro centro cercano, y un grupo de
agentes sanitarios y maestros del Centro. Francisco visitó en primer lugar la
capilla, en donde había algunos enfermos. Después fue a la sala principal. Los
responsables del Centro y la joven monja que traduce para él del coreano al
italiano lo invitan a sentarse, pero Bergoglio prefiere quedarse de pie. Se
convierte en espectador momentáneo de un baile preparado por algunos de los
niños discapacitados, los saluda uno a uno, recibe regalos, un chico en silla
de ruedas le pone al cuello una corona de flores decorada con una cinta.
Francisco
continúa saludando a los huéspedes de la estructura. Hay niños que han sido
abandonados dos veces: por sus padres y por la sociedad. Nadie quiere
adoptarlos. El Papa pone las manos sobre la cabeza de cada uno de ellos, los acaricia
y abraza. Entonces llega Myan, la joven que sufre de una grave patología
cerebral, pero que no ha «perdido la sonrisa», explicó la monja. Es Myan, que
no puede hablar, pero sonríe. También está John, uno de los primeros huéspedes,
que hace muchos años dijo al padre Woong Jin que quería estudiar a pesar de sus
limitaciones. Así comenzaron los primeros programas educativos especializados,
y ahora los que saludan al Papa son chicos que han obtenido su diploma. John,
sentado en su silla de ruedas, se agita y sonríe. Su madre lo abandonó, nunca
ha ido a verlo, pero ahora recibe el abrazo del Papa. También hay niños
pequeños, en sus cunas transparentes. Y los ancianos abandonados.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario