- Llegaron a la Subsecretaría, en el segundo piso de la Sedena. En cuanto entraron a la oficina del general Ángeles, Punaro dijo a éste: “Aquí están los compañeros del EPR que van a platicar contigo”.
- El divisionario se levantó y, vigoroso, les expresó:
- –¡Bienvenidos, compañeros del EPR!
- –Le aclaro que no somos eperristas ni somos intermediarios del EPR. Si alguien le dio esa información, está equivocado –recuerda Canseco haber respondido.
Revista Proceso...No..1984, 7 de noviembre de
2014.
México, en
escenario de convulsión socia&JORGE CARRASCO
ARAIZAGA
Cuatro
exguerrilleros advierten que la no presentación con vida de los normalistas
desparecidos activará en México “un escenario crítico del movimiento social”.
Más aún, refieren, es posible que ante el hartazgo de la población y la
represión que sobrevendría, la actividad guerrillera escale en el país.
Recuerdan al respecto que el Estado mexicano suele aliarse con delincuentes
para hacer el trabajo sucio, como lo han demostrado las matanzas de Aguas
Blancas, Acteal, El Charco, y la desaparición de los 43 normalistas de
Ayotzinapa.
Un día antes de
que el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, diera a conocer
que, según declaraciones de tres detenidos, los cuerpos de los normalistas
desaparecidos fueron calcinados en Cocula, Guerrero, cuatro exguerrilleros
advirtieron que, si los estudiantes no eran presentados vivos, México
ingresaría a “un escenario crítico del movimiento social”, que el hartazgo de
la población incide en las actividades guerrilleras y que ante una escalada de
represión también es posible que escale la guerrilla.
Entrevistados
por Proceso el pasado jueves 6 en la Ciudad de México, los exguerrilleros, que
operaron en el estado de Guerrero, señalaron que, en caso de que los
normalistas fueran encontrados muertos, podría sobrevenir una represión de los
miembros de la Asamblea Nacional Popular (APN), organización que aglutina a los
movimientos sociales de Guerrero que exigen la aparición con vida de los
estudiantes de primer año de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos.
Niegan que
organizaciones armadas estén detrás de la APN, como han registrado informes de
inteligencia de la administración de Enrique Peña Nieto, y que en algún momento
ellos hayan sido intermediarios con el Ejército Popular Revolucionario (EPR),
como los presentó el gobierno de Felipe Calderón (Proceso 1983).
mbas acusaciones
preludian que, después de la movilización social en el país y la presión
internacional por la detención y desaparición de los estudiantes, “pueden venir
por nosotros”, dicen cuatro exintegrantes del Partido Revolucionario Obrero
Clandestino Unión del Pueblo-Partido de los Pobres (PROCUP-Pdlp): Felipe
Edgardo Canseco Ruiz, Ítalo Díaz Díaz, Hermenegildo Torres Cruz y David Cabañas
Barrientos.
Cuando baje la
intensidad del movimiento, se pueden venir contra las organizaciones sociales
que participamos en la exigencia de la presentación con vida de los
normalistas”, manifiesta Cabañas Barrientos, hermano de Lucio Cabañas, maestro
rural de Ayotzinapa que en los años setenta encabezó el movimiento guerrillero
del Partido de los Pobres en la sierra de Guerrero, y que fue abatido por el
Ejército hace casi 40 años, el 2 de diciembre de 1974.
Los informes de
inteligencia que relacionan al movimiento de Ayotzinapa con insurgentes buscan
crear condiciones para inhibir la participación de las organizaciones sociales,
apunta Canseco Ruiz, a quien el sexenio pasado la Sedena pretendió identificar
como “el brazo político del EPR”. A Ítalo Díaz y a Hermenegildo Torres los
ubicó como comandantes del grupo guerrillero surgido en 1994, con la
participación, entre otros movimientos, del PROCUP-Pdlp.
Después de
siete años de prisión, entre 1990 y 1997, en distintos reclusorios y penales
federales, por sus actividades guerrilleras, integraron la Izquierda
Democrática Popular (IDP), una organización con presencia en el oriente del
Valle de México y Oaxaca, cuyas oficinas se localizan en el centro de la Ciudad
de México.
“De ninguna
manera somos o hemos sido parte del EPR. La intención de vincularnos con
movimientos insurgentes es inhibir a las organizaciones sociales que exigen la
aparición con vida de los normalistas”, declara Canseco Ruiz.
“En medio del
clamor por los desaparecidos, estos señalamientos apuntan hacia un incremento
de la guerra sucia contra las luchas sociales –que incluyen las protestas por
lo ocurrido en Tlatlaya– y hacia la generación de condiciones para la
represión”, plantea Ítalo Díaz, y añade que tales propósitos han sido
recurrentes.
“Lo ocurrido a
los normalistas de Ayotzinapa es del tamaño de la campaña de odio que hubo
contra los maestros que se opusieron a la reforma educativa”, dice.
Ante las
versiones oficiosas de que los normalistas pudieron quedar en medio de una
alegada disputa entre los grupos delictivos Guerreros Unidos y Los Rojos, Díaz
replica que el problema de fondo es la relación del Estado con el narcotráfico.
En el caso de Guerrero, asevera, es larga la lista de militares y agentes del
Estado vinculados al narco desde los años sesenta. “Desde entonces se han
valido de mafiosos para reprimir a los movimientos sociales”.
La política del
Estado ha sido combatir a la insurgencia con delincuentes; como en el caso de
Ayotzinapa, la delincuencia ha sido utilizada para hacer el trabajo sucio,
tercia Canseco Ruiz en referencia a la versión de la PGR en el sentido de que
los policías de Iguala y de Cocula entregaron a los estudiantes a miembros de
Guerreros Unidos, agrupación a la que han pertenecido los hermanos de María de
los Ángeles Pineda Villa, esposa del expresidente municipal de Iguala José Luis
Abarca Velázquez.
“El problema no
son sólo los grupos represores oficiales, sino que surgen engendros que
adquieren vida propia”, afirma.
“Hay hartazgo
social”
Sobre la
posibilidad real de que se desencadenen acciones guerrilleras en Guerrero,
Hermenegildo Torres Cruz plantea: “No sé si la guerrilla es fuerte o débil,
pero es un hecho que el hartazgo social incide en su actividad. Hechos como los
de Ayotzinapa y Tlatlaya van cerrando los espacios de participación política
legal. Aunque en Tlatlaya se pudo tratar de un hecho relacionado con la
delincuencia, el caso es que en sectores sociales hay un hartazgo por la
presencia de los militares en las calles, por la decisión de Peña Nieto de
seguir con la política de Felipe Calderón”.
David Cabañas
expone: “Por muchos años la insurgencia armada ha existido en la entidad.
Nosotros nos integramos a una porque no había otra forma de lucha. Como
resultado, los Cabañas tuvimos 150 familiares desaparecidos de 1969 a 1979, más
los dos normalistas de Ayotzinapa que están entre los desaparecidos”.
Hasta ahora “la
guerrilla ha tenido un papel más de contención, de baja intensidad, pero ante
una escalada de represión es posible que sus acciones también escalen”, añade
Irineo Díaz, y recuerda que el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente
(ERPI), surgido tras una escisión del EPR, anunció la creación de una “brigada
de ajusticiamiento” contra el grupo delictivo que participó en la desaparición
de los normalistas.
“El reto de la
sociedad organizada es cerrarle el paso a la guerra, de un lado o de otro, en
todas sus expresiones. Ahorrémonos 50 años de guerrilla y millones de muertos
como los tuvo Colombia”, recomienda Canseco Ruiz.
La desaparición
de los 43 normalistas y la muerte de otros seis en Iguala son “el último
capítulo, más autoritario y terrible, de los que han generado 130 mil muertos y
30 mil desaparecidos en México desde que Calderón inició su ‘guerra contra las
drogas’. Es un escenario inédito en el país. Por eso creemos que estamos en la
última oportunidad para que la sociedad organizada detenga esa ‘guerra sorda’ y
coordine esfuerzos en una mesa nacional para la refundación de la república de
forma pacífica. Pero hasta ahora la respuesta ha sido la de un Estado
desconcertado”.
Para Irineo
Díaz, el planteamiento de Peña Nieto de hacer suyo el dolor de los padres de
los normalistas desaparecidos es sólo “una simulación que responde a la
radicalización del movimiento social”.
Sostiene que
las razones que lo obligaron a hacer ese pronunciamiento fueron una presión
internacional contra México a niveles no experimentados, como lo demuestran el
hecho de que fue sentado en el banquillo de los acusados en la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y las masivas manifestaciones de
descontento popular.
“En la medida
en que los desaparecidos no sean presentados con vida, pese a la detención de
Abarca y su esposa, entraremos en un escenario crítico del movimiento social, y
cuando el Estado sienta que perdió toda posibilidad de contener la
inconformidad social puede venir una respuesta represiva de parte del mismo
Estado, como se ha empezado a ver en Oaxaca, Guerrero y el Valle de México”,
declara Canseco Ruiz.
“Sería entrar
en un tobogán con un Estado dislocado que no garantiza el control de sus
grupos”, sentencia por su parte Irineo Díaz.
En ese
escenario “se pueden venir contra las organizaciones sociales que participamos
en la exigencia de la presentación con vida de los estudiantes de Ayotzinapa”,
indica Cabañas Barrientos en sintonía con lo expresado por uno de los
estudiantes de la normal rural durante la manifestación del martes 4 en el
Zócalo de la Ciudad de México.
Plantea: La
guerra sucia no ha desaparecido. La política de aniquilamiento y agresión ha
sido continua, como lo demuestran las matanzas de Aguas Blancas, Guerrero, en
1996; Acteal, Chiapas, en 1997; El Charco, Guerrero, en 1998, y la desaparición
de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero, en septiembre pasado.
A pesar de
ello, “vamos a seguir participando en el marco legal, pase lo que pase y bajo
los riesgos que implica, porque los organismos de seguridad saben en dónde
estamos. Sabemos de ofertas del Estado para que particulares nos vigilen”,
afirma Hermenegildo Torres.
El acoso
militar
En cuanto a la
versión alimentada por la Sedena de que ellos tienen vínculos con el EPR,
aseguran que fue una pretensión que en 2007 partió del gobierno de Felipe
Calderón y su entonces subsecretario de la Defensa Nacional, el ahora general
retirado Tomás Ángeles Dauahare.
Cuentan que
pocos meses después de la desaparición de los dos integrantes del EPR Edmundo
Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, en mayo de 2007, en la ciudad de
Oaxaca, un oficial del Ejército se presentó en las oficinas de Izquierda
Democrática Popular, que entonces estaba en la calle de Nezahualcóyotl, en el
centro del Distrito Federal.
Lo recibió
Felipe Canseco. Aquel vestía su uniforme y mostró una credencial que lo
acreditaba como elemento en activo. “Quiero decirles algo que sentí necesidad
de darles a conocer. Los dos eperristas están detenidos en el Campo Militar
Número 1, cerca de la puerta uno de la Sedena. Están vivos, pero muy
maltratados. Eso es lo que está pasando y sentí la necesidad de decírselo a
alguien”, refiere Canseco que le confió el militar durante su breve encuentro.
“En el sitio
que nos dijo está Inteligencia Militar, y debajo hay una prisión soterrada”,
detalla.
Días después,
Alejandro Punaro, entonces agente de la Policía Judicial Federal, se presentó
en el mismo lugar acompañado de dos personas de tipo militar. Les dijo: “Vengo
de parte del general Tomás Ángeles Dauahare, subsecretario de la Defensa
Nacional, que quiere hablar con ustedes”.
–No tenemos
nada de qué hablar con nadie de la Sedena –respondieron los exguerrilleros.
–El
subsecretario quiere que ustedes sean intermediarios entre el EPR y la Sedena
dado que ustedes son eperristas –insistió el judicial federal.
La respuesta
fue la misma:
–No lo somos.
Esa información es falsa. No tenemos ninguna posibilidad de mediación entre el
EPR y el Ejército Mexicano.
Otro día,
Punaro llegó de nuevo a las oficinas de la organización, acompañado por dos
militares vestidos de civil. En tono imperativo, que dejó sentir que la reunión
con el general sería por las buenas o por las malas, les dijo: “Nos espera el
subsecretario”. Felipe Canseco, Ítalo Díaz y Hermenegildo Torres decidieron
entonces reunirse con el general de División, pero bajo la advertencia de que
no eran eperristas ni tenían la posibilidad ni el interés de mediar con el EPR.
Llegaron a la
Subsecretaría, en el segundo piso de la Sedena. En cuanto entraron a la oficina
del general Ángeles, Punaro dijo a éste: “Aquí están los compañeros del EPR que
van a platicar contigo”.
El divisionario
se levantó y, vigoroso, les expresó:
–¡Bienvenidos,
compañeros del EPR!
–Le aclaro que
no somos eperristas ni somos intermediarios del EPR. Si alguien le dio esa
información, está equivocado –recuerda Canseco haber respondido.
Le comunicaron
que un militar se había presentado en sus oficinas para decirles que los
eperristas desaparecidos estaban detenidos en el CM1. “Es el área de
Inteligencia, que no depende de mí, sino del general secretario Galván”,
contestó el general Ángeles a botepronto, puntualiza Canseco.
Le insistieron
en que no tenían medios de comunicarse con el EPR ni con alguna otra expresión
de insurgencia en el país.
En el encuentro
les quedó claro que el general Ángeles y el entonces presidente de la República
buscaban que no hubiera más atentados terroristas como los ocurridos contra los
ductos de Pemex por parte del EPR, en represalia por la desaparición de sus dos
compañeros.
Después de ese
diálogo, Punaro llegó otra vez a la oficina de la IDP, enviado por el
divisionario. “Los están esperando el subsecretario de la Defensa y el director
del Cisen” (Centro de Investigación y Seguridad Nacional), entonces Guillermo
Valdés Castellanos.
El encuentro no
fue en la Sedena, sino en un hotel de avenida Reforma. En el salón rentado
también estaba un funcionario de la PGR. Guillermo Valdés les participó que el
presidente Calderón le había encargado hacer lo necesario para que ellos
contribuyeran a la búsqueda de los dos eperristas desaparecidos.
Su respuesta
fue la misma: “No somos eperristas; no tenemos medios de comunicarnos con el
EPR y sólo sabemos de ellos por el militar que fue a nuestras oficinas”.
El mensaje que
les dieron en esa reunión fue: “Díganle al EPR que le baje a sus acciones
terroristas porque la orden presidencial es no dejar títere con cabeza en caso
de que mantuvieran los atentados contra instalaciones estratégicas. Es una
instrucción presidencial”.
Fue “un acoso
permanente a efecto de que hubiera una ‘relación formal’ con el general
Ángeles; así lo hicimos público en su momento, y la CNDH difundió un desplegado
en el que pidió medidas cautelares para garantizar nuestra integridad física y
moral”, relata Ítalo Díaz.
El viernes
posterior a la entrevista con el general Ángeles y Guillermo Valdés,
Hermenegildo Torres fue detenido sin orden de aprehensión por agentes de la PGR
cuando salía de una reunión de la IDP.
Se lo llevaron
a la entonces Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia
Organizada (SIEDO, hoy SEIDO). Le aseguraron que no estaba detenido, sino que
era “invitado”.
Cerca de la
media noche, lo interrogó un agente del Ministerio Público. Le preguntó si era
del EPR. Luego, que si él había ordenado en sus asambleas poner bombas en
embajadas y dependencias del gobierno. “Hay una información anónima de que tú
diste la orden”, lo acusó.
No lo dejaron
irse de la SIEDO hasta las ocho de la mañana del sábado. En cuanto supieron de
su detención, sus compañeros de IDP buscaron al general Ángeles, quien se
comprometió a ver el caso. Ya no volvieron a saber de él.
“Lo peor es que
el EPR ni siquiera hizo un posicionamiento –subraya Canseco–. Sólo cuando vino
la Comisión de Mediación se pidió formalmente al EPR que cesara su
hostigamiento. Nosotros no tuvimos nada que ver, pese a todos los intentos de
vincularnos con la guerrilla”, enfatiza.
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