Revista
Proceso...No..1984, 7 de noviembre de
2014.
Desprecio
sistemático de México a la ONU/MATHIEU
TOURLIERE
Dos
semanas después de la publicación de un comunicado en el que la Oficina del
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH, por
sus siglas en inglés) expresó su alarma por la desaparición de los 43
normalistas de Ayotzinapa y ofreció su asistencia al gobierno federal, no ha
obtenido respuesta.
En
su planteamiento del 24 de octubre último, esa instancia proponía varias
acciones: asesoría técnica a los tres poderes del Estado mexicano y a la
sociedad civil por medio de su oficina en México y dar seguimiento “de manera
imparcial” a los casos de violaciones a los derechos humanos.
Con
respecto a las desapariciones forzadas en Iguala, la OACNUDH dejó entrever a
los familiares de los 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos la
posibilidad de entregar sus quejas al Comité contra la Desaparición Forzada,
perteneciente al sistema de Naciones Unidas.
En
teoría, ello implica que el comité puede abrir una investigación al término de
la cual emitiría una serie de recomendaciones al gobierno mexicano “que se
convertirían en herramientas para el cumplimiento de los derechos y las reparaciones
correspondientes”.
En
su escrito, la OACNUDH expuso que el gobierno federal se niega desde hace tres
años a reconocer la competencia del Comité contra la Desaparición Forzada para
recibir denuncias por parte de las víctimas, según lo establece el artículo 31
de la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra
las Desapariciones Forzadas.
De
acuerdo con la convención –ratificada por México en marzo de 2008 y publicada
en el Diario Oficial de la Federación el 22 de junio de 2011–, en el Estado
firmante “nadie será sometido a una desaparición forzada”.
Para
la ONU, el concepto de desaparición forzada abarca “el arresto, la detención,
el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sea obra de
agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúan con la
autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado”.
La
convención también alude a la formación de un comité de 10 expertos de gran
integridad moral cuyos miembros “podrán examinar de manera urgente toda
petición presentada por los allegados de una persona desaparecida, sus
representantes legales, sus abogados o las personas autorizadas por ellos, así
como todo aquel que tenga un interés legítimo, a fin de que se busque y
localice a una persona desaparecida”.
Y
en su artículo 26, la convención establece que el Estado firmante –en este caso
México– “se compromete en cooperar con el Comité y a asistir a sus miembros en
el ejercicio de su mandato”.
Al
recibir una denuncia, el comité activa el mecanismo de investigación, que puede
incluir una visita al país y exigir al Estado una respuesta sobre la presunta
violación a los derechos humanos. Asimismo, sus integrantes pueden solicitar al
Estado que adopte medidas cautelares para “evitar daños irreparables a la
víctima”.
Posteriormente,
emiten una decisión de “carácter definitiva e inapelable” en torno a las
investigaciones realizadas, según detalla un informe de la oficina de la
OACNUDH en México publicado en 2012.
El
comité también está facultado para abrir investigaciones por iniciativa propia
cuando conozca algún caso de violaciones sistemáticas a los derechos humanos,
pues éstas son de su competencia. Incluso, si lo estima pertinente, puede
entregarlo al secretario general de la ONU para que éste lo presente ante la
Asamblea General.
“El
comité proseguirá sus esfuerzos para colaborar con el Estado parte mientras la
suerte de la persona desaparecida no haya sido esclarecida”, según el artículo
30 de la convención.
Sin
embargo, a pesar de que ratificó e incluyó los postulados de la convención en
su cuerpo legislativo, México no reconoce el comité, amparado en los márgenes
de discrecionalidad del texto internacional.
Así,
el artículo 31 reserva a los Estados firmantes un plazo indefinido para permitir
que el comité realice entrevistas con víctimas de desaparición forzada u
organizaciones de la sociedad civil.
Estado
reticente
Una
revisión de las recomendaciones de la ONU a México muestra que durante los tres
años trascurridos desde la entrada en vigor de la convención las autoridades
federales se negaron en dos ocasiones a reconocer la competencia del comité, y
en otras tres ignoraron las solicitudes de los integrantes de esa instancia a
visitar el país.
En
diciembre de 2011, la oficina de la OACNUDH en México entregó al Consejo de
Derechos Humanos un informe elaborado por el Grupo de Trabajo sobre las
Desapariciones Forzadas acerca de la situación del país en esta materia. En ese
documento observó que “no existe una política pública integral y marco legal
que se ocupe de los diferentes aspectos de prevención, investigación, sanción y
reparación de las víctimas de desaparición”.
La investigación incluyó las desapariciones forzadas ocurridas durante la guerra
sucia de la década de los setenta, así como las cometidas en la guerra contra
los cárteles que lanzó Felipe Calderón al principio de su sexenio. En ambos
casos Naciones Unidas lamentó la impunidad de la que gozan los perpetradores
del delito.
En
su recomendación número 82, el grupo de trabajo de la ONU planteó la necesidad
de que el gobierno reconozca la competencia del comité. El documento fue
reeditado en septiembre de 2013 y en él los expertos reiteraron sus
observaciones. Y la oficina de la OACNUDH en México se encargó de difundir las
recomendaciones.
El
23 de octubre de 2013 México fue sometido al Examen Periódico Universal (EPU)
por parte del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. En esa ocasión la delegación suiza “expresó
su preocupación por la participación de agentes del Estado en las desapariciones
forzadas”, según consigna el informe que el Grupo de Trabajo del EPU presentó a
la Asamblea General del organismo el 11 de diciembre de ese mismo año.
A
su vez, Francia, España y Uruguay urgieron al gobierno a reconocer la
competencia del comité, lo cual fue plasmado en la recomendación 148.5, que
también se entregó a la Asamblea General.
En
marzo de 2014, el gobierno mexicano respondió de manera formal a las
observaciones del EPU: “Sobre el artículo 31 de la convención, México toma nota
y se encuentra evaluando la posibilidad de aceptar la competencia (del comité)”
Y
añadió: “La gran mayoría de las peticiones individuales relativas a presuntas
violaciones a los derechos humanos son presentadas en el marco del Sistema
Interamericano de Derechos Humanos”.
No
sólo eso. A raíz de investigaciones sobre casos de desapariciones forzadas
recopiladas por cuatro organizaciones civiles entre diciembre de 2012 y abril
de 2013, el comité envió una carta al gobierno mexicano el 14 de mayo
siguiente.
De
acuerdo con el informe anual, el comité informó al gobierno de Enrique Peña
Nieto sobre la posibilidad de que los integrantes de esa instancia visitaran el
país a partir de la información proporcionada por organizaciones de la sociedad
civil y en concordancia con el artículo 33 de la convención.
Asimismo,
en su quinta sesión de noviembre de 2013, el comité envió otra carta al
gobierno mexicano en la que solicitó oficialmente la autorización para realizar
una visita en el país. Nunca obtuvo respuesta.
“Preocupado”
ante el silencio del gobierno de Peña Nieto, el comité envió otra carta el 6 de
enero último en la cual “decidió solicitar una visita de varios de sus
integrantes en el país en noviembre de 2014” y dio como plazo para recibir la
respuesta el 28 de febrero, asevera el informe anual. Tampoco hubo respuesta.
En
su sexta sesión, que se llevó a cabo del 17 al 28 de marzo pasado, el comité
decidió enviar una nueva carta reiterando su solicitud de visitar el país en
2014. El año está por terminarse y los integrantes del Comité no han pisado el
territorio mexicano.
Tres
meses después de esa reunión, el 30 de junio, en el municipio de Tlatlaya,
Estado de México, un grupo de militares ejecutó a 22 civiles. Y el 26 de
septiembre, la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa en Iguala volvió a
enlutar al país.
En
su comunicado del 24 de octubre último, la OACNUDH lamentó que los mecanismos
adoptados por el gobierno para encontrar a los normalistas “no hayan sido
exitosos” y urgió al gobierno a multiplicar sus esfuerzos para localizarlos.
“Exhortamos
a las autoridades mexicanas a conducir investigaciones efectivas, prontas e
imparciales para identificar a las personas cuyos cuerpos estaban en las fosas
colectivas y llevar a la justicia a los responsables”, sentenció.
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