- En resumen, (Jesús) Murillo no convenció a los principales interesados: los padres de las víctimas y representantes de la dirigencia estudiantil de la Normal de Ayotzinapa rechazaron la postura oficial argumentando que, para ellos, los estudiantes desaparecidos siguen con vida, en tanto las autoridades federales no presenten pruebas científicas que determinen lo contrario.
Revista
Proceso...No..1984,
7 de noviembre de 2014.
Un
simulacro de solución/PATRICIA
DÁVILA
El
procurador Jesús Murillo Karam ofreció el mensaje oficial más importante que se
ha emitido en torno a la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa. Todo
sugiere, afirmó, que los muchachos fueron asesinados e incinerados por el
narco, de modo tal que no se trata de un crimen de Estado. Sin embargo, las
lagunas y las contradicciones abundan: ¿por qué se minimiza la participación de
actores estatales?, ¿por qué el sacerdote Alejandro Solalinde supo lo ocurrido
casi un mes antes que la Procuraduría?, ¿cómo tres sicarios lograron controlar
a 43 jóvenes? Así, los padres de las víctimas rechazaron el mensaje, igual que
Amnistía Internacional.
Entre
contradicciones y lagunas, y bajo la presión internacional, la Procuraduría
General de la República (PGR) se vio obligada a dar a conocer los avances de
sus investigaciones sobre el paradero de los 43 normalistas de Ayotzinapa
desaparecidos el 26 y 27 de septiembre pasados: “Están muertos, pero para el
gobierno federal legalmente siguen desaparecidos”.
En
una conferencia de prensa realizada el viernes 7, el procurador Jesús Murillo
Karam dio detalles de la forma en que presuntamente ocurrieron las ejecuciones,
basado en los testimonios de tres de los supuestos autores materiales del
multihomicidio.
En
líneas generales, el procurador confirmó la versión que el sacerdote Alejandro
Solalinde dio en una entrevista publicada el 19 de octubre en Proceso (edición
1981). Aquella ocasión, el religioso reveló confesiones de hombres que
participaron en la detención de los normalistas: “Hablan de que algunos (de los
estudiantes) estaban heridos, y así como estaban heridos, los quemaron vivos,
les pusieron diésel. Eso se va a saber, dicen que hasta les pusieron madera,
algunos estaban vivos, otros muertos”.
El
procurador –a pesar de tener 74 detenidos, entre agentes, halcones y al
exalcalde José Luis Abarca y su esposa, María de los Ángeles Pineda– esperó 20
días para dar la misma versión.
Ello
reforzó el señalamiento que hizo el propio Solalinde: “A los políticos les es
más útil la conservación de la esperanza, porque así no hay evidencia, todavía,
que exhiba la criminalidad del propio Estado”.
La
versión oficial difundida el viernes 7 enojó a organismos de derechos humanos,
que sostienen que se trató de un crimen de Estado porque autoridades de
diversas instituciones y niveles atacaron concertadamente a los estudiantes. En
un comunicado emitido horas después de la rueda de prensa, Érika Guevara Rosas,
directora para las Américas de Amnistía Internacional, reclamó que el Estado
eluda el hecho de que los responsables de la desaparición fueron policías
municipales de Iguala y Cocula.
Acusó
a Murillo Karam: “El procurador general ha fallado en reconocer que se trata de
un crimen de Estado y no de un hecho aislado. Olvidó mencionar la negligencia y
complicidad del Estado en la investigación de una serie de denuncias contra el
(entonces) alcalde de Iguala –José Luis Abarca– y el hecho de no llevar a la
justicia a los integrantes de la Policía Federal y local involucrados en el
asesinato y la tortura de otros estudiantes de Ayotzinapa en 2011”.
Avances,
según la PGR
“Teníamos
detenidos a quienes privaron de la vida a seis personas en Iguala el 26 de
septiembre y también a los que detuvieron, secuestraron, trasladaron y
entregaron el grupo a la organización criminal Guerreros Unidos. Se detuvo a
Sidronio Casarrubias Salgado, quien es el líder del grupo criminal que
corrompió y se apoderó de las policías municipales de Iguala y Cocula; además
se logró la aprehensión de quien tenía el mando y tomó la decisión que originó
este doloroso evento, el expresidente municipal de Iguala y su esposa”, dijo el
procurador en su conferencia.
Olvidó
mencionar que Casarrubias Salgado, detenido desde el 17 de octubre, fue el
primero en declarar que su grupo había calcinado a personas y arrojado sus
restos al río. El 29 de octubre el periódico Reforma difundió la declaración
del capo: “El 26 de septiembre desaparecieron los normalistas y 17 miembros de
la organización antagónica Los Rojos, ‘infiltrados’ con los estudiantes. El Gil
me dice que los 17 rojos ya se habían ido al agua, o sea, que ya los quemaron y
que las cenizas las tiraron al agua, yo me imagino que es el río Cocula”. El
mencionado río es también conocido en la comunidad como San Juan.
Incluso
el 27 de octubre –dos días antes de la publicación de Reforma– el portal de
internet de este semanario publicó una nota de Ezequiel Flores, corresponsal en
Guerrero, en la que daba a conocer que agentes de la PGR habían encontrado
restos humanos en el basurero municipal de Cocula –sitio donde, según la última
versión de Murillo Karam, fueron quemados los cuerpos de los jóvenes, a quienes
el procurador deslindó de cualquier vínculo con Los Rojos.
El
dato novedoso que el fiscal aportó en la conferencia fue que, hace aproximadamente
ocho días, se logró ubicar a Patricio Reyes Landa El Pato y a Jonathan Osorio
Gómez El Jona, quienes fueron detenidos en el poblado de Apetlaca, municipio de
Cuetzala del Progreso (Guerrero). Estas aprehensiones derivaron en la
localización y detención, en Cocula, de Agustín García Reyes El Chereje.
“Los
detenidos señalan que en ese lugar (el basurero) privaron de la vida a los
sobrevivientes y posteriormente los arrojaron a la parte baja del sitio, donde
quemaron los cuerpos; hicieron guardias y relevos para asegurar que el fuego
durara horas, arrojándole diésel, gasolina, llantas, leña, plástico, entre
otros elementos que se encontraron en el paraje. El fuego, según declaraciones,
duró desde la media noche hasta aproximadamente las 14 horas del día siguiente,
según uno de los detenidos, y otro dice que hasta las 15 horas del 27 de
septiembre”, señaló el procurador.
En
su rueda de prensa –sostenida después de reunirse en Iguala con las familias
afectadas, que no creen en los avances de la investigación– Murillo dijo que
los tres capturados son miembros de la organización criminal Guerreros Unidos
y, al rendir su declaración, confesaron haber recibido y asesinado al grupo de
personas que les entregaron los policías municipales de Iguala y Cocula. Sin
embargo, Murillo nunca aclaró cómo tres personas lograron someter a 43
estudiantes.
La
reconstrucción
De
acuerdo con la versión oficial, el día del ataque los normalistas salieron de
su escuela, en Ayotzinapa, a bordo de dos camiones Estrella de Oro rumbo a la
entrada de Iguala. Se trasladaron a la terminal de autobuses, donde tomaron
otros dos camiones de otra empresa.
José
Luis Abarca, entonces alcalde de Iguala y quien en la comunicación interna de
la policía municipal tenía asignado el código “A-5”, ordenó a los municipales
“contener” a quienes viajaban en esos cuatro autobuses, según declararon el
operador de la central de radio de la policía municipal de Iguala, David
Hernández Cruz, y uno de los halcones de la ciudad.
Llamativamente,
tanto a Abarca como a su esposa se les investiga por el delito de operaciones
con recursos de procedencia ilícita, pero a ninguno se le ha fincado
responsabilidad jurídica por la desaparición de los 43 estudiantes. Abarca, de
hecho, se reservó su derecho a declarar y fue trasladado al penal del
Altiplano, mientras que a Pineda se le dictó un arraigo por 40 días “para
consolidar” su vinculación con los hechos.
Durante
las primeras refriegas de aquel 26 de septiembre, los agentes mataron a tres
normalistas y otras tres personas.
Policías
de Iguala retuvieron con violencia a un grupo de estudiantes y lo llevaron a la
central policiaca. Desde ese punto y con apoyo de la Policía Municipal de
Cocula los trasladaron en patrullas municipales hasta un punto entre Iguala y
Cocula donde se abre una brecha hacia la Loma de Coyote.
Según
el Ministerio Público federal, ha quedado acreditado que, en este punto, los
policías municipales entregaron a los detenidos a integrantes de Guerreros
Unidos. Un presunto delincuente, quien tenía asignada la función de halcón
(informante), declaró haberlos visto pasar por el punto que él vigilaba.
Dos
de los detenidos declararon que alrededor de 15 de los hombres llevados al
basurero de Cocula llegaron ya muertos o inconscientes, y que los otros fueron
interrogados por integrantes del cártel para determinar quiénes eran y las
razones de su llegada a Iguala.
Los
que habían sobrevivido ahí fueron ejecutados. Posteriormente los narcos
arrojaron los cuerpos a la parte baja del basurero, donde quemaron los
cadáveres. “Por el calor que desprendía el área, los delincuentes no pudieron
manipular los restos de los cuerpos, sino hasta cerca de las 5 y media de la
tarde. Cuando los peritos analizaron el lugar, encontraron cenizas y restos
óseos que por las características que tienen, corresponden a fragmentos de
restos humanos”, aseveró Murillo.
El
Pato, El Jona y El Chereje declararon que, cuando regresaron al lugar de la
incineración, recibieron la orden de quien apodan El Terco de fracturar los restos
de los huesos calcinados y meterlos en bolsas de basura negras. Estas bolsas
fueron vaciadas en el río San Juan, salvo dos, que uno de los declarantes dijo
haber arrojado completas.
Fuerzas
federales, investigadores y peritos recorrieron la zona señalada por los
detenidos. Al hacer “una búsqueda exhaustiva” en el río falleció ahogado un
policía federal. Buzos de la Armada de México y peritos tanto mexicanos como
argentinos encontraron restos de las bolsas y su contenido. Una de ellas
permanecía cerrada y contenía restos de huesos humanos.
El
procurador dijo que, a juicio de los peritos, el alto nivel de degradación
causado por el fuego hace muy difícil la extracción de ADN de los restos
hallados. Esto hace “muy difícil” la identificación. Empero, los restos serán
analizados en la Universidad de Innsbruck, en Austria, para intentar recuperar
la información genética de las mitocondrias.
En
los videos que Murillo mostró se ven pedazos de dientes. No obstante, el grado
de temperatura al que fueron sometidos y el tiempo que pasaron en el agua
impide su identificación.
En
resumen, Murillo no convenció a los principales interesados: los padres de las
víctimas y representantes de la dirigencia estudiantil de la Normal de
Ayotzinapa rechazaron la postura oficial argumentando que, para ellos, los
estudiantes desaparecidos siguen con vida, en tanto las autoridades federales
no presenten pruebas científicas que determinen lo contrario.
En
entrevista con Proceso, advirtieron que radicalizarán sus protestas para obligar
al presidente Enrique Peña Nieto a cumplir el compromiso que asumió la semana
pasada en el sentido de intensificar las labores de búsqueda, una labor en la
que han participado 10 mil soldados, marinos, policías federales y peritos,
quienes según el procurador han peinado la zona mediante 100 recorridos por
tierra, 134 sobrevuelos y 40 revisiones en ríos y lagos.
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