- Esa versión es distinta a la que Proceso encontró al hablar con el alcalde de Cocula y los trabajadores que usan los tres camiones de basura que dan servicio al municipio.
Versiones
extrañas y contradictorias/MARCELA TURATI
Revista
Proceso...No..1984,
7 de noviembre de 2014.
Desde
los primeros minutos del 27 de septiembre y hasta las tres de la tarde una pira
fúnebre provocada por la combustión de llantas, plásticos, leños, botellas,
latas y basura, y alimentada por diésel y gasolina, redujo a cenizas “a un
amplio número de personas” en el basurero de Cocula. Eso, según la versión del
titular de la PGR, Jesús Murillo Karam.
Los
asesinos –unas 14 personas, tres de ellas confesas– presuntamente quemaron y
requemaron los huesos hasta pulverizarlos. Esperaron a que se enfriaran para
fracturarlos en piezas pequeñas, luego los depositaron en bolsas de plástico
negras y los esparcieron en el río Cocula. Todo un operativo, dijo el
funcionario, para borrar evidencias; el nivel de degradación de los huesos hará
difícil su identificación genética.
Como
muestra, Murillo Karam exhibió fotos de los supuestos hallazgos en el fondo del
basurero conocido como El Hoyo del Papayo (casquillos de bala, pedazos de
tierra quemada, dientes y fragmentos de huesos). Las tomas se hicieron en el
sitio que, el 28 de septiembre, captó el grupo de fotógrafos que él mismo
invitó a conocer: al fondo de un cráter al que los peritos sólo pudieron bajar
a rapel.
La
tortura de los normalistas no fue detectada porque, según indicó, el basurero
está lejos de la población (que seguramente vive atemorizada) y se hizo debajo
de una barranca; no entró más el camión de la basura.
Las
preguntas se multiplican: ¿Acaso no llamó la atención una quema de tal
magnitud? ¿No se detectó el humo o los olores? ¿Realmente El Papayo era un
lugar abandonado? ¿Nadie entró durante un mes a tirar basura? Si los cuerpos
fueron quemados en el fondo del barranco, ¿cómo subieron los supuestos despojos
si el terreno es imposible? ¿Dónde queda el río al que fueron echados?
El
procurador señaló que dos empleados que conducían el camión de la basura 01
fueron interceptados (Murillo Karam no indicó la fecha) por dos de los asesinos
confesos, quienes les impidieron el paso y les ordenaron que regresaran.
“Esta
versión fue en un primer momento narrada por dos de los detenidos y
posteriormente confirmada por los propios empleados del municipio de Cocula,
quienes además reconocieron a los detenidos como los mismos que les impidieron
el paso, señalando que no se habían acercado a declarar motu proprio en razón
de tener temor a represalias; viendo todo esto entiende uno ese temor”, dijo.
Esa
versión es distinta a la que Proceso encontró al hablar con el alcalde de
Cocula y los trabajadores que usan los tres camiones de basura que dan servicio
al municipio.
El
28 de octubre, día que se anunció el operativo en el basurero El Papayo, los
empleados del Departamento de Limpia no se mostraron nerviosos. Dijeron que ese
camino es transitado por bastantes personas que van a sus milpas; uno de ellos
incluso llevó a un grupo de reporteros a las casas de sus colegas. Ninguno
parecía asustado.
Otros
testimonios
El
señor Rosí Millán, quien maneja el camión que sube a El Papayo, manifestó que
el miércoles anterior –el 22 de octubre– tropas del Ejército le cerraron el
paso para que no subiera.
“Ya
la última vez no (subimos). El miércoles de la semana (ante)pasada nos dijeron
que no subiéramos pa’rriba ahorita. Registraron las camionetas…Que si no hemos
topado personas sospechosas –nos preguntaron –. Dijimos que no”, comentó
Millán. Se encontraba en su casa, acompañado por su madre. Se mostraba
tranquilo, aunque sorprendido por la noticia del hallazgo de cuerpos.
“Yo
iba a pasar el día que encontraron los cuerpos. Ellos dijeron que iba a haber
paso hasta que se esclareciera esto”, agrega.
–¿Por
qué cree que le bloquearon el paso –se le pregunta.
–Yo
creo que ya sabían.
No
le permitieron vaciar la basura que llevaba. Le dijeron que se fuera a algún
otro de los basureros que hay en el municipio, y así lo hizo. Los otros dos
camiones recolectores, por ser más nuevos, evitaban subir a El Papayo, un lugar
muy empinado donde fácilmente se ponchan las llantas.
El
señor Millán, quien lleva siete años trabajando en la recolección de basura,
dice que en el cráter que mostraron ese día los noticieros y donde habrían sido
asesinados los estudiantes –según dijo la procuraduría 12 días después de la
entrevista–, es un hoyo donde a veces se tira basura orgánica y donde un
pepenador anciano quema plásticos.
“Nunca
hemos topado nada: gente campesina que va con su burrito y leña. La verdad no
hemos visto nada”, reitera. Y añade que algunos pepenadores entran a juntar
plástico o a quemar su basura. Es un lugar donde existe movimiento.
El
señor Teófilo Quesada, chofer de otro camión, señala que por ese lugar mucha
gente sube con camionetas o camina en busca de leña. Él ya no sube porque el regidor
se enoja si el camión se atasca o sufre una ponchadura.
Wenceslao
Rifas Ochoa, quien acompaña a Rosí
Millán en todos sus viajes, reitera la versión. El día de la entrevista
festejaba con la comunidad a San Judas Tadeo. En el cielo se escuchaban los
sonidos de los cohetones que se entrelazaban con los de los helicópteros que se
estacionaban en un campo deportivo.
En
una de las naves viajaba Tomás Zerón, el director de la Agencia de
Investigación Criminal y encargado del operativo, a quien los fotógrafos
captaron junto al supuesto asesino confeso apodado Chereje, Agustín García
Reyes. Custodiado por un hombre armado, éste condujo a los investigadores a la
orilla del río donde supuestamente fueron tirados los restos.
“Andan
todo alrededor –dice Rosí–, ya tienen días que ya llegaron ahí”.
Proceso
consultó con forenses locales sobre qué tan común es la quema de cadáveres con
diésel y gasolina en la zona de Iguala. El doctor Édgar Lemus Delgado, asesor
de medicina legal y forense en el estado, comenta que en los más de 20 años que
lleva vinculado al Semefo de Chilpancingo no ha recibido restos de personas
ultimadas con esa técnica “de uso de acelerantes” para quemarlos rápido.
El
director de panteones de Iguala, Ernesto Lome Quezada, quien se encarga de dar
sepultura a los restos encontrados en fosas de su municipio y de los
alrededores, se muestra sorprendido por la técnica utilizada por los sicarios:
“Es sorprendente que digan que fueron calcinados. En dos años no he visto nada
así. He visto más de restos óseos pero no que los hubieran quemado”.
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