El periodista más brillante
de su generación: Carlos Marín
Éticamente, lo más notable de
Julio Scherer fue su honradez y la tenacidad con que trataba de verificar la
información que le parecía poco confiable, resalta el comunicador.
Julio Scherer llevaba el
periodismo en la piel y la entraña: Carlos Marín
“No encuentro quién pueda
competir con él. Es enorme”.
CARLOS MARÍN/ENTREVISTA
REALIZADA POR JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.
Milenio, 08/01/2015
Con Julio Scherer sostuve
conversaciones cotidianas que se prolongaban los fines de semana en su casa de
Gabriel Mancera, durante 16 o 18 años. En su casa platicábamos, almorzábamos o
comíamos lo que preparaba su esposa, Susana Ibarra, con sus hijos —tuvieron
ocho—, que tenían atenciones cuasi familiares conmigo. Los sábados o domingos
solíamos vernos en su casa y en dos o tres ocasiones hasta nos fuimos al cine
o, entre semana, echábamos caminatas en las que teníamos conversaciones
intensas alrededor de una manzana o de 10, según la importancia, la emotividad
o la trascendencia de lo que hablábamos.
Le dije adiós cuando yo tenía
52 años. La nuestra fue una especie de ruptura familiar, lo cual —diría Leñero—
es hasta evangélico. La familia es con quien haces la vida y yo hice 26 años de
mi vida alrededor y con Julio Scherer, en un trato muy intenso.
La ruptura fue dolorosa; sin
embargo, después restablecimos o remendamos como pudimos la relación en varios
encuentros, memorables para mí. Uno de ellos fue en la boda de un amigo común
en la que él y el ingeniero Carlos Slim fueron testigos, ahí estuvimos
platicando él, dos de sus hijos, el ingeniero y yo, aproximadamente durante una
hora u hora y media. La última vez que nos saludamos fue saliendo los dos del
restaurante El Cardenal, en San Ángel. Eran encuentros en los que subyacía una
relación no sé si solo cariñosa o inclusive amorosa.
***
Para mí, Julio Scherer García
es el periodista más brillante de su generación, no encuentro quién pueda
competir con él; es enorme.
Cuando salimos de Excélsior
casi 180 personas en solidaridad con él, después del golpe en su contra que el
gobierno de Luis Echeverría maquinó y ejecutó, Carlos Fuentes publicó en El Sol
de México un artículo titulado: "Julio Scherer, el Zarco del siglo
XX". Recuerdo que me acerqué a don Julio y le pregunté qué le había
parecido el texto, primero se desconcertó y luego me reviró: "¿Qué le
parece a usted?". Le dije que me resultaba desagradable que lo compararan
con un periodista de Estado, porque él era un periodista sin adjetivos. Eran,
me parece, los mejores momentos en la vida profesional de Scherer, un reportero
convulsivo, tenaz, que se supo acompañar de gente brillante entre la que
estuvieron Leñero, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Carlos Monsiváis,
Octavio Paz, Jorge Castañeda, Héctor Aguilar Camín, Ricardo Garibay, Heberto
Castillo, Carlos Castillo Peraza y muchos otros.
Don Julio supo conjuntar
muchas voces, grandes personajes, algunos de ellos inclusive poco afectos entre
sí, pero la pluralidad que consiguió me parece uno de sus grandes aciertos. Él
representaba el periodismo sin adjetivos, por eso no me gustó el texto de
Fuentes, porque Scherer nunca se propuso atacar ni defender al Estado mexicano.
***
Como director, a Julio
Scherer le gustaba escuchar opiniones diversas y nunca, que yo recuerde, impuso
nada que pareciera una orden de trabajo. Apostaba al convencimiento, al grado
que en las juntas editoriales entre los seis que decidíamos los asuntos
medulares de la revista, con uno que estuviera en desacuerdo con un verbo, un
adjetivo, una preposición, seguíamos platicando. De tal manera que las
reuniones podían ser lo mismo de cinco minutos que de dos horas o más, y cuando
salía la revista era una especie de tanque blindado, porque no había ninguna
voz disidente en el cuerpo directivo. Esto se debe a su inteligencia, a su
astucia, al olfato que lo hizo tratar a tirios y troyanos, trabajar sin filias
ni fobias, excepto la que dio origen al semanario: que era todo lo que tuviera
que ver con Luis Echeverría. En este sentido, todos asumíamos que sí había una
causa esencial y que Proceso había surgido para confrontar a los gobiernos
autoritarios y represores como lo fue el de Echeverría y como en algún momento
lo fue el de José López Portillo con Proceso cuando pergeñó la frase "No
pago para que me peguen".
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Éticamente, lo más notable de
Julio Scherer fue su honradez y la tenacidad con que trataba de verificar la
información que le parecía poco confiable. Esa obsesión es, quizá, lo que más
le aprendí, se lo reconozco y agradezco, porque hace que yo sea muy escéptico
de casi cualquier cosa, para empezar de las que se me ocurren a mí. Me gusta
poner en duda lo que dicen los reporteros o los editores, si me parece que no
es muy sólido, aunque después sí lo sea, pero por lo pronto yo camino por el
escepticismo tenaz de Julio Scherer.
***
Como todo deceso de un
personaje ilustre, la de don Julio es una pérdida lamentable. Él estaba
retirado hace meses de cualquier asunto que tuviera que ver con el periodismo,
incluido su santuario, que fue el semanario que fundó.
Su muerte, también, pone en
aprietos a muchos de sus aparentes deudos; para empezar queda expuesta a la
consideración pública esa revista que de algún modo, hasta el domingo reciente,
parecía ser voluntad de un solo hombre: Julio Scherer García, cuando tiene años
que no era así, y ahora ya no tiene la coartada de la leyenda.
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