El miércoles 7, don Julio dejó de respirar en su casa, acompañado de sus familiares. Sus exequias fueron sencillas, lejos de la estridencia y la presencia del poder. Lo acompañó su familia de sangre y su familia de oficio, los que hacemos Proceso.
Scherer, reportero/José Gil Olmos
Agencia APRO, 7 DE ENERO DE 2015
MÉXICO, D.F. (apro).- La
mañana del 3 de abril de 2010, reporteros de la revista Proceso nos reunimos en
la redacción. No dejábamos de mirar la portada del semanario y nos reíamos de
nosotros mismos cuando ese día vimos con asombro que don Julio Scherer nos
había ganado la nota, a sus ochenta y tantos años. “Nos chacaleó”, repetíamos
entre risas de vergüenza.
Pocos minutos después, quizá
al mediodía, entró don Julio y nos abalanzamos en la puerta de entrada de la
casa que ocupa la revista. Hubo aplausos, abrazos y felicitaciones por la nota
que testimoniaba el encuentro con Ismael El Mayo Zambada en algún lugar del
vasto territorio nacional.
“Gracias, gracias”, repetía
don Julio con modestia, aunque en la sonrisa se le veía complacido por las
felicitaciones de los reporteros que lo rodeábamos. “Soy reportero como
ustedes”, dijo en algún momento en el que le reconocimos su trabajo, las
dificultades y los peligros que enfrentó para tener dicho encuentro.
No sé si lo dijo en ese
momento o creí escuchar lo que escribió en el testimonial de la reunión con uno
de los jefes del cartel de Sinaloa. “Si el Diablo me ofrece una entrevista, voy
a los infiernos…”.
Ese era Don Julio Scherer
García para los reporteros que estamos en la casa que él fundo. Don Julio, como
le decíamos con respeto, siempre fue reportero, siempre buscó la noticia,
siempre cuestionó al poder e indagó los acontecimientos diarios… y como tal vivía.
A Don Julio no le gustaban
los homenajes, rehuía a la entrevistas y a los reconocimientos y premios.
Cuando llegaba los lunes a la redacción, saludaba a Karina, la recepcionista,
con un beso en la mano y le decía: “Buenos días Señora”. Luego, al entrar a la
revista, platicaba con Ángel y Damián, los auxiliares de la redacción, sobre
como iba su equipo preferido de béisbol, Los Yankes, y de futbol, el Atlante.
Con nosotros los reporteros
era igual, pero casi siempre nos decía: “Cuénteme algo”, con el afán de saber
en qué asunto o temas estábamos trabajando. Después compartía alguna
experiencia periodística y nos enseñaba cómo enfrentaba al poder en turno.
El miércoles 7, don Julio
dejó de respirar en su casa, acompañado de sus familiares. Sus exequias fueron
sencillas, lejos de la estridencia y la presencia del poder. Lo acompañó su
familia de sangre y su familia de oficio, los que hacemos Proceso. Hubo poca
prensa, y los reporteros y camarógrafos que asistieron para cubrir la nota en
el panteón Francés también lo acompañaron a su última morada. Dijimos adiós al
reportero mexicano más importante de los últimos años.
Por la noche los trabajadores
de la revista nos reunimos en la redacción de la casa de Fresas 13 para
reafirmar nuestro compromiso con un periodismo crítico, independiente del poder
y responsable socialmente.
Y también para recordar al
compañero que nunca dejó de escribir hasta sus últimos días, reafirmando el
ejercicio del oficio más hermoso del mundo: ser reportero.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario