Hillary
Clinton anuncia que será candidata a las elecciones de 2016
La
demócrata, de 67 años, es la primera aspirante del partido a suceder a Obama
Una grabación de 2 minutos y 18 segundos de duración,
YOLANDA
MONGE, reportera
El País, Des Moines (Iowa) 13 ABR 2015 - 13:58 CEST
Hillary
Rodham Clinton apretó este domingo el botón de reinicio, dando paso a Hillary
2.0. Admitiendo por fin lo evidente, que quiere ser presidenta de Estados
Unidos, la ex secretaria de Estado intentará de nuevo lo que no logró en 2008,
cuando un joven senador negro de Illinois le arrebataba la nominación demócrata
a la Casa Blanca.
Todo
aquello que pretende defender Clinton durante la larga campaña que se avecina
podrá hacerlo en los próximos días en Iowa. Primero el martes en Monticello, con profesores y estudiantes.
El miércoles en Norwalk, con dueños de pequeños comercios.
La
gran noticia debía ocurrir este domingo al mediodía de Washington. Y sin
embargo pasaban los minutos, primero y luego hasta tres horas y nada sucedía.
Hasta que el veterano asesor de los Clinton John Podesta anunció en un correo
electrónico lo inevitable. Se acabó la espera, una de las mujeres más famosas
del planeta entraba en campaña.
Lejos
queda la imagen del ‘Hill-A-Copter’, como llamó su campaña entonces al avión en
el que aterrizó Clinton en Iowa en 2008 en su primer intento de alcanzar la
Casa Blanca. “Le faltaba cercanía”, dice Stephanie Highfill, de paso por Des
Moines desde Cedar Rapids para asistir a una boda. “Creo que en esta ocasión
estrechará más manos”, añade Beth Meisner sobre una mujer que lleva viviendo en
el interior de la burbuja del poder desde que en 1979 entró en la mansión del
Gobernador de Arkansas como esposa de Bill Clinton.
Hillary
Clinton intenta un cambio de imagen. Una variación en la narrativa de la
partitura que le permita parecerse más a su marido, un animal social que conquista
votantes, que al único presidente de EE UU que ha dimitido del cargo. “Me
recuerda a Nixon”, declara Pat Buchanan, asesor de Richard Nixon y Ronald
Reagan, a la revista New York. Se acabó el Im In For Win (estoy aquí para
ganar) de 2008. Caducó el aire de grandeza, la sensación de derecho adquirido a
ocupar el 1600 de Pensilvania Avenue.
La
mujer que durante un discurso el año pasado en una convención de vendedores de
coches reconocía no haber conducido uno desde 1996, no quiere ver su nombre junto
a la palabra coronación. Tras el anuncio, la ex senadora se subía a un autobús
y visitará en los próximos días los 99 condados con los que cuenta Iowa.
Participará en pequeños actos, entrará en cafés y se acercará a los votantes,
para escuchar sus preocupaciones y sobre todo explicar por qué quiere ser
presidenta.
¿Qué
piensa Hillary Clinton de…?
Un
repaso a las principales posturas defendidas por la candidata demócrata
CRISTINA
F. PEREDA Washington 13 ABR 2015 - 12:57 CEST
Tras
la salida de Estados Unidos de Irak y los avances de Obama en las relaciones
con Cuba e Irán, Clinton puede enfrentarse durante la campaña -y su potencial
presidencia- a un contexto internacional más complejo que el que encontró su
predecesor. La candidata ha defendido como él que EE UU no puede resolver todos
los problemas a nivel internacional “pero el país no afronta ningún conflicto
que no se pueda resolver sin nosotros”. Estos son algunos de los asuntos
internacionales sobre los que deberá responder Clinton en los próximos meses:
Siria:
“A nadie le gusta perder un debate”
Eso
escribió Clinton en sus memorias, 'Hard Choices', sobre la conversación con el
presidente acerca de si EE UU debía armar a los rebeldes sirios o no. “Era su
decisión y la respeto”. Tres años de conflicto después, Siria ha visto el
avance del Estado Islámico y se ha convertido en un rompecabezas con infinitas
ramificaciones en la región. Clinton hubiera apostado por armar a los rebeldes
moderados a pesar de que EE UU se arriesgaba así a ayudar a los extremistas.
Como
en el caso de la guerra de Irak, Clinton ha compartido abiertamente sus dudas
sobre el plazo de 18 meses que impuso Obama en 2009, coincidiendo con un
aumento de las tropas estadounidenses en el país. El plazo era “más rígido de
lo que yo esperaba y me preocupó que pudiera enviar el mensaje equivocado a
amigos y enemigos por igual”. El pasado verano, la exsecretaria se mostró
abierta a mantener las tropas si así lo requiere Afganistán. “Depende de las
condiciones sobre el terreno y de lo que nos pidan” afirmó en una conferencia
en Nueva York.
Irak:
“Me equivoqué, simple y claramente”
Hillary
Clinton respaldó en 2002 la intervención del Gobierno de Bush en Irak, una
decisión que, entre otros factores, pudo costarle la nominación en 2008 -Obama
todavía no era senador en 2002 pero sí se había pronunciado en contra de la
guerra. La delicada situación del país, afectado por los avances del Estado
Islámico y la incesante violencia, puede servir sin embargo para convertir
aquel voto de Clinton en un argumento electoral contra ella una vez más. La
exsecretaria ha dicho después: “Me equivoqué, simple y claramente”. El tiempo y
los votantes dirán si la rectificación es suficiente.
Lejos
queda aquella escena en la que Clinton y su homólogo ruso apretaron el botón
para ‘resetear’ las relaciones entre los dos países. La exsecretaria ha
descrito a Putin como una amenaza para la región y ha acusado a algunos
miembros de la UE de no querer enfrentarse a él. “Veo a un exagente de la KGB
muy frío y calculador que quiere enriquecerse y a enriquecer a su entorno, pero
también a revivir la influencia de Rusia más allá de sus fronteras”.
Israel:
“Temía que EE UU quedase atrapado en una confrontación innecesaria”
En
'Hard Choices' también compartió sus diferencias con Obama con respecto a los
asentamientos israelíes en territorios palestinos. El presidente quería
negociar un alto en la construcción. La jefa de la diplomacia “temía que EE UU
quedase atrapado en una confrontación innecesaria”.
La
esfera internacional es el punto fuerte de Clinton tras sus cuatro años al
frente de la diplomacia estadounidense y su larga carrera en defensa de los derechos
de las mujeres en todo el mundo. Sin embargo, de cara a los votantes
norteamericanos, la candidata deberá demostrar que sigue estando cerca de los
asuntos que más importan a los ciudadanos. Su postura en temas sociales le
aleja además de cualquier candidato republicano y le puede ayudar a convencer a
los votantes más jóvenes que desconocen el resto de su trayectoria.
Educación:
Sindicatos y escuelas 'charter'
Clinton
defendió en la campaña de 2007 el derecho de los profesores a pertenecer a
sindicatos para negociar sus condiciones laborales y ha criticado duramente los
exámenes que sirven para determinar el nivel de los estudiantes y la calidad
del trabajo de los maestros. La candidata demócrata es partidaria de vincular
el salario de los profesores a los resultados de los estudiantes, a diferencia
de como se hace en la actualidad, así como de promover las escuelas charter
-uno de los argumentos de su posible rival, Jeb Bush.
Aborto:
“Debería ser seguro, legal y poco frecuente”
Este
testimonio de Clinton en 2009 ante un comité del Congreso resume su postura al
respecto: “La planificación familiar es una parte importante de la salud de las
mujeres y esto incluye acceso al aborto, que debería ser seguro, legal y poco
frecuente. He pasado mucho tiempo intentando reducir la tasa de abortos y en mi
experiencia, la planificación familiar y buena atención médica, contribuyen a
lograrlo. Mantener a hombres y mujeres en la ignorancia y negarles atención
médica eleva el número de abortos”.
Mujeres:
“La fuente de talento menos aprovechada del mundo”
La
exsecretaria sostiene que la igualdad de derechos de las mujeres “es el asunto
pendiente del siglo XXI”. En 1995, Clinton sorprendió en la Conferencia sobre
Derechos Humanos de Pekín al afirmar que “los derechos de las mujeres son
derechos humanos y los derechos humanos también son derechos de las mujeres”.
Desde que fuera primera dama ha defendido que “las mujeres son la fuente de
talento menos aprovechada del mundo” y que “cuando las mujeres tienen salud y
educación, sus familias avanzan; si no sufren violencia, sus familias avanzan.
Si las mujeres tienen una oportunidad de trabajar y ganar un salario como
miembros iguales de la sociedad, sus familias también avanzarán”.
Desigualdad:
“La brecha sólo ha empeorado”
En
uno de sus últimos discursos antes de anunciar su candidatura, Clinton denunció
la desigualdad en las ciudades de EE UU. “La brecha sólo ha empeorado. Tienen
algunos de los ciudadanos más dinámicos, mejor educados y más ricos del mundo,
mientras que otros están atascados en una pobreza generacional”.
“Los
derechos de los homosexuales son derechos humanos”
El
Tribunal Supremo declaró en 2013 que la ley que definía el matrimonio como la
unión entre un hombre y una mujer era inconstitucional. Aquella normativa la
aprobó en 1996 Bill Clinton y su esposa nunca se ha pronunciado en su contra.
La primera dama esperó hasta marzo de 2013 para defender el derecho a casarse
de los homosexuales y asegura que éste debe ser establecido por los Estados, no
por el Gobierno federal. Su falta de claridad al respecto puede ser un
obstáculo para algunos votantes demócratas, especialmente entre los jóvenes.
Raza:
“Todos debemos luchar contra algunas verdades difíciles”
Los
disturbios en Ferguson tras la muerte de Michael Brown sirvieron a Clinton para
hablar de racismo como no lo hizo ningún político en ese momento. “Todos
debemos luchar contra algunas verdades difíciles acerca de la raza y la
justicia en EE UU. A pesar de todo el progreso alcanzado, los afroamericanos,
especialmente los hombres, todavía tienen más probabilidades de que les pare y
les investigue la policía, les acusen de delitos y les condenen a penas de
prisión más altas.
Cambio
climático: “La ciencia es implacable”
Así
de claro lo dejó Clinton en un discurso en diciembre del año pasado. La
demócrata, que aún no ha clarificado su postura con respecto a Keystone, el
proyecto para construir un oleoducto desde Canadá hasta el Golfo de México, se
muestra firme sin embargo en la continuación de las políticas ambientales de
Obama. “Las medidas que ha tomado el presidente no tienen precedentes y debemos
protegerlas por encima de todo”.
Inmigración:
respaldo a la reforma de Obama
“Yo
respaldo las medidas del presidente para arreglar nuestro sistema migratorio”,
dijo Clinton en un comunicado después de que Obama anunciara la regularización
de casi cinco millones de indocumentados a través de una orden ejecutiva en
noviembre de 2014. La reforma migratoria puede haber perdido fuerza como uno de
los temas más decisivos de la próxima campaña electoral, pero la importancia
del voto hispano hace que sí sea clave la postura de los candidatos.
Control
de las armas: “Una minoría no puede aterrorizar a la mayoría”
La
candidata demócrata ha ido mucho más lejos que otros políticos al hablar del
control de la posesión y uso de armas de fuego. Según Clinton, EE UU no puede
dejar “que una minoría mantenga una posición que aterrorice a la mayoría”. La
exsecretaria también se declaró “decepcionada” por el #
Cuando
Hillary empezó a ser Hillary
En
Wellesley, la universidad donde dio sus primeros pasos en la política, la
candidata demócrata es una figura venerada: una líder para los libros de
historia
MARC
BASSETS Wellesley (Massachusetts) 13 ABR 2015 - 10:22 CEST
Hillary
apoyaba entonces a los republicanos. Era una de sus primeras campañas
electorales y reclutaba voluntarias en Wellesley College, la universidad donde
estudiaba.
“La
chica que no quiera salir a la calle a estrechar manos puede mecanografiar
cartas o dedicarse al trabajo de oficina”, declaró Hillary Rodham a The
Wellesley News.
La
archivera de la universidad ha colocado en una mesa los volúmenes encuadernados
de los años sesenta del semanario de Wellesley. Entre ellos, el ejemplar del 13
de octubre de 1966, con la noticia sobre la campaña para las elecciones locales
y estatales de aquel año. También carpetas con recortes de periódicos. Y una
copia de la tesis de final de carrera de su alumna más ilustre.
Todo
empezó aquí, en este campus de construcciones góticas en las afueras de Boston
(Massachusetts), unos años antes de conocer a Bill Clinton, su futuro marido y
presidente de Estados Unidos. En Wellesley, Hillary dejó de ser republicana y
se convirtió en demócrata; su nombre salió por primera vez en los papeles; y,
el 31 de mayo 1969, en el acto de graduación de su promoción, pronunció su
primer discurso ante una audiencia de centenares de personas.
Ahora,
profesores, alumnas y administrativos la veneran. Es una figura casi intocable.
La exalumna con más éxito. La que, con su nombre, atrae a nuevos estudiantes y
con la que siempre se asociará a este campus. La que aspira a ser, después de
44 hombres, la primera mujer presidenta de Estados Unidos.
Wellesley,
ahora como hace medio siglo, es un lugar especial, una isla donde las mujeres
pueden educarse y liderar sin la sombra de la discriminación
En
Wellesley, Hillary Clinton ya es presidenta.
“Pese
a nuestras diferencias ideológicas, y pese a que discrepe en algunas cosas, es
una mujer que ha logrado tantas cosas y ha hecho tanto por romper el techo de
cristal que no puedo hacer más que respetarla”.
La
estudiante Lizamaria Arias es miembro de la dirección ejecutiva del Partido
Republicano en Wellesley. En sus primeros años aquí, Hillary Rodham fue la
presidenta de las Young Republicans, la misma organización a la que pertenece
Arias.
En
un campus donde los progresistas son mayoría, Lizamaria, como Hillary en 1966,
es una excepción. Ella dice que es republicana porque cree en la libertad del
individuo para labrarse su propio camino.
¿Votaría
por Hillary Clinton? “No estoy preparada para contestar. Pero sin duda lo
consideraría”, responde. En tiempos de polarización política, encontrar en
Estados Unidos a un republicano dispuesto a votar a Clinton es una anomalía.
Sólo puede ocurrir en Wellesley.
Lizamaria
Arias, nacida en 1995 en el estado de Maryland, es hija de un guatemalteco y
una colombiana. Pertenece a la minoría latina, la más pujante del país con más
de 50 millones en un país de más de 310 millones.
Es
posible que, sin Hillary Clinton, Arias no hubiese estudiado en Wellesley.
Explica que a los 16 o 17 años leyó ‘Historia viva’, sus memorias. Descubrió
que la mujer que fue primera dama de Estados Unidos en los años noventa,
senadora y candidata a la nominación del Partido Demócrata en la década pasada
y secretaria de Estado después, fue alumna de Wellesley y que Wellesley forjó
su carácter.
Para
las alumnas de Wellesley, Hillary Clinton es una personalidad cercana y remota,
un personaje para los libros de historia. Cuando Bill Clinton juró por primera
vez el cargo de presidente, faltaban dos años para que Lizamaria Arias naciese.
Cuando Bill y Hillary abandonaron la Casa Blanca al final del segundo mandato,
tenía seis años. El drama por las relaciones de Bill con la becaria Monica
Lewinsky, la guerra de Irak, la derrota ante Barack Obama en la nominación
demócrata en 2008, son recuerdos lejanos o episodios que ha conocido por los
libros o por personas mayores.
Clinton
es pasado. Y es futuro: la esperanza de que sea ella quien rompa el techo de
cristal de la presidencia, este límite que a simple vista parece inexistente
pero que ninguna mujer ha franqueado en este país. Sus años en Wellesley forman
parte de la memoria de la institución.
¿Publicar
fotos de la tesis de Hillary Clinton? No sin permiso. “Le advierto de que la
señora Clinton posee el ‘copyright’ de este material”, dice la archivera.
Como
estudiante de ciencias políticas creo que una cosa es la política y otra la
vida personal. Son cosas distintas”
¿El
escándalo Lewinsky? Una representante del campus que supervisa una entrevista a
dos alumnas tercia: “Creo que esto no entra en el ámbito de su papel como mujer
afiliada a Wellesley”. Una alumna responde: “Como estudiante de ciencias
políticas creo que una cosa es la política y otra la vida personal. Son cosas
distintas”.
Wellesley,
ahora como hace medio siglo, es un lugar especial, una isla donde las mujeres
pueden educarse y liderar sin la sombra de la discriminación y la competición
masculina. Es una de las ‘seven sisters’, o siete hermanas, la versión
exclusivamente femenina de la Ivy League, la élite de la élite en la educación
superior estadounidenses.
Sin
Wellesley, Hillary nunca habría sido lo que es.
“El
increíble aplomo y confianza en sí mismas es algo que no deja de impresionarme
de las estudiantes de 18 o 19 años en Wellesley. En otros campus esto no
existe”, dice Arias. “Aquí las mujeres son mujeres. No las describiría como
chicas”.
Cuando
Hillary Rodham, nacida en 1947, llegó al campus en 1965, era una muchacha de
los barrios de clase media en el norte de Chicago, y Wellesley, una institución
tradicional que formaba a buenas esposas y madres.
“La
mayoría de mujeres que se graduaron en 1969, como la mayoría de mujeres que
aquel año iba a la universidad, preveían trabajar sólo hasta que se casasen o
tuviesen el primer hijo. Pocas se graduaron con objetivos y planes
profesionales. La mayoría aún creía que es mejor que los hombres se ganen el
pan y las mujeres sean esposas”, escribió, tres décadas después, la periodista
Miriam Horn en ‘Rebels with white gloves’ (Rebeldes con guantes blancos), un
libro sobre las mujeres de la promoción de Hillary Clinton.
Alan
Schechter las conoce. Con Hillary Clinton se cartea y habla esporádicamente.
Conversar
con Schechter, profesor emérito de ciencias políticas, es una inmersión en el
Wellesley de los años sesenta, un momento de explosión social y política. “En
1962, el colegio no me habría contratado si yo no hubiera estado casado. Les
preocupaban mucho los hombres solteros”, dice.
Wellesley
era una burbuja. Este campus no era Berkeley: los ecos de las protestas
estudiantiles, de Vietnam y del movimiento por los derechos civiles llegaban
amortiguados.
“En
la primavera de 1968, Hillary todavía era republicana, aunque moderada”,
recuerda Schechter, que vio en ella “habilidades de liderazgo en pleno
desarrollo”. El profesor le consiguió una beca para trabajar durante el verano
con el grupo republicano en el Congreso, en Washington, con el congresista
Melvin Laird.
Estados
Unidos era un país en metamorfosis. Como Hillary. Las leyes sobre los derechos
civiles, la incipiente lucha por la igualdad de las mujeres y las dudas sobre
la guerra de Vietnam —miles de muchachos coetáneos suyos morían en la jungla
del sureste asiático— contribuyeron a su transformación.
“Regresó
en otoño de 1968 y me dijo: ‘Quiero escribir una tesis de final de carrera
sobre la pobreza’”, dice Schechter. “Esto era un signo de que su ideología
había cambiado”.
La
tesis, de 88 páginas, lleva por título 'Sólo existe la lucha… Un análisis del
modelo Alinsky'. Se trata de un estudio sobre el izquierdista Saul Alinsky, el
activista de Chicago que años después inspiraría al joven Obama.
Hillary
Rodham se había vuelto demócrata, pero no revolucionaria ni hippy. Cuando hubo
que cambiar las normas que regulaban la entrada de chicos en Wellesley,
prefirió el diálogo con las autoridades universitarias a la confrontación.
“Algunos
estudiantes querían tomar el edificio de la administración. La visión de
Hillary era: ‘Veamos cómo les convencemos de que nosotros tenemos razón y ellos
no’. Es un enfoque pragmático”, dice el profesor. Pura triangulación, por usar
la palabra que designaría los equilibrismos ideológicos del matrimonio Clinton
en los años de la Casa Blanca.
Cuando
hubo que cambiar las normas que regulaban la entrada de chicos en Wellesley,
prefirió el diálogo con las autoridades universitarias a la confrontación
El
paso de Hillary por Wellesley concluyó con el discurso de graduación. Por
primera vez hablaba una estudiante, además del invitado de honor, que aquel año
fue Ed Brooke, senador republicano (y negro) por Massachusetts. Brooke criticó
en su discurso las “protestas coercitivas” de las nuevas generaciones. Hillary
reaccionó improvisando y criticando al senador. Causó un pequeño escándalo.
“Ella
se veía como una igual con Ed Brooke”, dice Schechter. El diario The Boston
Globe y la revista Life se hicieron eco de sus palabras.
“Habla
en nombre de su generación”, decían unos. “¿Pero quién se ha creído?”, se
indignaban otros. “Los elogios y los ataques”, escribió Hillary Clinton en sus
memorias, “anticiparon lo que vendría más tarde”.Hillary ya era Hillary. Tras
graduarse en Wellesley, ingresó en la escuela de leyes de Yale. Allí conoció a
Bill.
El
Wellesley de 2015 es un lugar tan idílico y aislado como entonces. Sigue siendo
sólo para mujeres (Vassar, otra de las ‘siete hermanas’, es mixta desde 1969).
Pero Estados Unidos no ha dejado de transformarse. Como el campus.
“Wellesley
aceptará peticiones de ingreso de mujeres trans”, se lee en la primera plana
del número del pasado 11 de marzo de ‘The Wellesley College’. Las aulas se
abrirán a cualquier persona que se identifique como mujer, aunque haya nacido
hombre.
¿Una
mujer presidenta? En 1969 habría sido casi tan difícil de imaginar como la admisión
de transexuales.
¿Y
una latina presidenta?
“Quien
sabe lo que traerá el futuro”, responde la latina (y republicana) Lizamaria
Arias a la pregunta sobre si se ve algún día en el cargo. “No puedo contestar
en este momento. Si el país lo necesita, nunca voy a decir no a mi país. Pero
tampoco es lo que me propongo ahora. Están bien lejos ahorita. Esto es lo bueno
de este colegio. Ser presidente no es algo que esté muy fuera del alcance. Me
encanta el mensaje de Wellesley”.
—¿Cuál
es el mensaje? ¿Que todo es posible?
—Básicamente,
sí. Con mucho trabajo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario