El
visitante y sus anfitriones/Roberto Blancarte
Milenio, 5 de enero de 2016,
El
Papa vendrá a México a mediados de febrero, es decir, dentro de poco más de un
mes, para desarrollar un viaje pastoral. Las autoridades mexicanas han hecho
particular énfasis en que será también una visita de Estado. La razón de este
relativo matiz es que más de un funcionario público se muere de ganas de
saludar al Papa y esa es una buena manera de recibirlo, sin que se pueda decir
que se está violando el principio de laicidad de nuestra República.
Lo
anterior significa que de esa manera miembros de los aparatos ejecutivos,
legislativos o judiciales podrán estar en ceremonias civiles en las que se
reciba al Pontífice. Pero no quiere decir que los funcionarios federales,
estatales o municipales puedan asistir con carácter oficial a ceremonias
religiosas de culto público, pues eso está prohibido desde las Leyes de Reforma
hasta el actual artículo 25 de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto
Público.
Será
entonces muy interesante observar el comportamiento de nuestra clase política
en las diversas ocasiones que el Papa será recibido por funcionarios públicos.
En
teoría, el Papa viene a ver a sus feligreses, aunque sus mensajes trasciendan
ese público y se dirijan a otros creyentes e incluso a los no creyentes y a
todos los hombres de buena voluntad. Los funcionarios de un Estado laico,
aunque sean católicos, tienen la obligación de mantenerse al margen de las
ceremonias religiosas, pues de otra manera estarían traicionando el principio
de neutralidad de su gestión y sobre todo el de equidad en el trato hacia el
conjunto de ciudadanos que profesan distintas creencias o no profesan alguna.
Por
lo tanto, el principio rector que debe regir su comportamiento es el de la
separación entre lo público y lo privado. Eso es más o menos lo que hizo el
Presidente José López Portillo cuando recibió al Papa Juan Pablo II, en enero
de 1979. En esa ocasión, el Presidente le dijo al Papa: "Señor [nótese que
no le dijo ´Su Santidad´ o ´Sumo Pontífice´ o algún otro título], sea usted
bienvenido a México; que su misión de paz y concordia y los esfuerzos de
justicia que realiza tengan éxito en sus próximas jornadas. Lo dejo en manos de
la jerarquía y fieles de su Iglesia, y que todo sea para bien de la
humanidad".
En
otras palabras, el entonces Presidente acentuó el carácter de visita pastoral
que estaba haciendo el Papa y la necesaria distinción entre el papel público
del funcionario y sus creencias personales. Habrá que estar muy atentos a los
gestos de nuestra clase política, para ver cómo cumplen con ese principio de
separación entre religión y política, así como entre público y privado.
roberto.blancarte@milenio.com
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