Los
millones de México con el Papa ¿fueron suficientes?
Vatican Insider, 23/02/2016
ANDRÉS
BELTRAMO ÁLVAREZ
Más
de 10.5 millones de personas vieron en persona al Papa en México. Casi el 10
por ciento de la población. Y otras 53,5 millones siguieron por televisión las
transmisiones de los actos que presidió, durante los casi cinco días que
permaneció en el país. Pero para la arquidiócesis de la capital podrían haber
sido mucho más. A través de su semanario se quejó de fallas logísticas y de organización,
disparando contra el gobierno, pero también contra la Conferencia del
Episcopado.
Según
las cifras oficiales, unos 882 mil 225 fueron los boletos emitidos y
distribuidos a las 93 diócesis de la República. Cada uno de los eventos fue
considerado “nacional” y, por eso, los billetes de ingreso fueron repartidos
entre todos los obispos. Como explicaron los organizadores, “para garantizar la
seguridad y los servicios de hidratación, primeros auxilios y baños se tuvieron
que limitar los cupos a cada evento”.
De
acuerdo al conteo general, fueron exactamente 10 millones 572 mil 272 los
fieles que pudieron ver al líder católico. Unos nueve millones 423 mil lo
hicieron desde las vallas que se formaron en las ciudades que lo recibieron:
México, Ecatepec, Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal de las Casas, Morelia y
Ciudad Juárez. El resto participó en los actos: un millón 149 mil 272. Es decir
267 mil más de los boletos emitidos, fieles que ingresaron a las celebraciones
sin entrada. Lo hicieron, según los organizadores, sin afectar la seguridad del
resto de los asistentes.
Algunos
números del reporte final resultaron sorprendentes. De acuerdo a estos datos en
la misa con indígenas en San Cristóbal de las Casas participaron 140 mil
personas, pero los boletos distribuidos fueron solamente 100 mil. Es decir que
la asistencia superó en 40 por ciento lo esperado. Asimismo fueron muy
variables las cifras de gente en las vallas de la Ciudad de México, con números
que van de los 180 mil hasta los dos millones.
Morelia
fue la localidad que más se volcó a las calles. Las vallas de bienvenida al Papa
fueron impactantes, con varios kilómetros de multitudes. Según los
organizadores fueron unos 700 mil feligreses, más o menos el número de todos
habitantes de la ciudad.
A
todo esto se deben sumar otros números: El tota de voluntarios fue de 242 mil 66,
los periodistas acreditados cuatro mil 77, tres mil 298 de la prensa mexicana y
779 de la extranjera, representantes de 30 países. Los obispos asistentes
fueron 171, unos 134 mexicanos y 37 de otros países.
No
obstante estos números, el semanario “Desde la Fe” de la Arquidiócesis de
México arremetió contra las “inquisitivas medidas de seguridad”, la “feroz
vigilancia que secuestró las ciudades sede”, los “exageradísimos controles de
las autoridades” que “causaron más molestias que beneficios”. Incluso llegó a
sostener como “seguro” que el Papa “jamás hubiera querido retenes y más
retenes, cierres por horas de calles y paralización del transporte público”.
El
editorial de esa publicación disparó no sólo contra el gobierno, también
criticó a los organizadores de la visita, la Conferencia del Episcopado. “La
desorganización tensionó aspectos e incitó más al protagonismo de responsables,
devaluando la eficiencia, demeritando el toque de impecabilidad en el proceso
organizativo, pocas manos concentraron demasiadas funciones poniendo en riesgo
la efectiva preparación y diligente cuidado que debería haber correspondido a
cada una de las diócesis visitadas por el Papa”, lamentó.
Aunque
el artículo no lo mencionó, tal vez se refería al desangelado Zócalo de la Ciudad
de México la mañana del sábado 13 de febrero, cuando Francisco lo recorrió en
papamóvil. Debió haber estado lleno a reventar, pero hasta ahora nadie ha
sabido explicar por qué lució semivacío. En ello seguramente influyó una mala
información y los cambios logísticos. Varias veces cambiaron las instrucciones.
Primero el acceso iba a ser libre, luego se imprimieron y repartieron boletos,
pero finalmente fueron abolidos. ¿Resultado? Confusión.
Pero
lo desangelado se extendió también hasta dentro de la Catedral de la Ciudad de
México, donde –ese día- el pontífice se reunió con los obispos del país. Apenas
un puñado de personas le dieron la bienvenida en el atrio y dentro del templo
había espacio de sobra, incluso para los periodistas. Esto mientras muchos comunicadores
debieron seguir el acto desde la sala de prensa, no muy lejos de allí. Algo
distinto ocurrió en las catedrales de San Cristóbal y Morelia, mucho más
concurridas y animadas.
En
su editorial el semanario escondió una molestia: Que todos los actos del Papa
fueron considerados nacionales y, por lo tanto, no quedaron bajo el control de
cada uno de los obispos locales. Esta determinación no fue impuesta sólo para
la Ciudad de México, sino para todas las demarcaciones eclesiásticas sede. Por
eso, cuando la arquidiócesis guiada por el cardenal Norberto Rivera Carrera
exigió disponer de la totalidad de boletos para la misa en la Basílica de
Guadalupe, debió intervenir directamente el organizador de los viajes papales,
Alberto Gasbarri, para aclarar que aquella celebración era “del Papa con todo
el pueblo mexicano”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario