Las columnas políticas hoy, 16 de agosto de 2016...
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Confidencial/ El Financiero
El discurso de López Obrador, que nació en Macuspana, donde se hizo evangélico, es teológico y maniqueo, donde el mundo se divide entre buenos y malos, ricos y pobres, puros e impuros. Toda su retórica es religiosa; él, en el lado de los puros, y los otros, los de la mafia del poder y quienes no le profesen lealtad en forma incondicional, en el de los impuros. Es un juego de imágenes que tiene un impacto poderoso porque la realidad del país: pobreza, desigualdad, corrupción e impunidad, está alineada con su palabra.
Al descubierto ha quedado una persona que abandera la honestidad como su gran virtud, y acusa a todos sus adversarios de ser deshonestos o francamente rateros.
La 3de3 le pide el origen de tales recursos, cosa que López Obrador no ha hecho. O mejor dicho, ha mentido.
Dicen los que saben que Andrés Manuel López Obrador se irá a vivir al Estado de México durante la campaña electoral en esa entidad. Con ese ahínco buscará ganar el principal estado del país en número de votantes y será una presión fuerte para los líderes del PAN y el PRI. ¿A poco Ricardo Anaya y Enrique Ochoa se van a ir vivir a territorio mexiquense, para no quedarse atrás? Será, por lo visto, “la madre de todas las batallas” previo al 2018.
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El Trump de Macuspana/Raymundo Riva Palacio
Estrictamente Personal
Andrés Manuel López Obrador está en abierta ofensiva contra todos aquellos que cuestionaron su declaración 3de3 que dijeron que con 50 mil pesos al mes, con un menor como dependiente, no puede vivir. Existe la posibilidad de que López Obrador sea mantenido por su esposa, pero con 40 mil pesos mensuales de salario como investigadora, con créditos, tampoco les cuadra que esos sean los únicos ingresos de los que dispone. La defensa de López Obrador ante las críticas no es, como Barack Obama –que tanto le gusta citar en analogías– cuando cuestionaron la compra de su casa en Chicago y abrió un portal en internet con toda la documentación de la operación inmobiliaria para probar que no había ningún conflicto de interés detrás de esa adquisición. La suya ha sido, como siempre, el ataque político.
En Veracruz este domingo, López Obrador dijo que “los de la derecha, los de la mafia del poder, los del PRIAN no aceptan mi declaración de bienes, que no tiene casas ni cuentas bancarias ni tarjeta de crédito ni vehículo propio, porque ellos tienen mansiones en México y el extranjero”. Maestro en el sofisma, un día antes escribió en su página de Facebook: “Están como enchilados los políticos corruptos, cínicos e hipócritas del PRIAN, socios, achichincles y corifeos... Es sencillo: no soy como ellos”. El discurso es típico del veterano político: el contraataque retórico, virulento y sonoro para provocar a sus adversarios y llevarlos a su terreno, el de la palabra, no el de los hechos. Los arrincona para que rindan cuentas, con artificios verbales para que nadie le pida cuentas a él.
Ese método le es redituable. No hay legiones de seguidores, pagados o espontáneos más agresivos y activos en las redes sociales que los de López Obrador. Son incansables e intimidantes al grado de que en los medios de comunicación muchos de quienes escriben análisis, o se autocensuran o se vacunan expresando que no son 'antipejistas'. Con López Obrador no hay puntos medios, espacios grises ni matices. Es el todo o el nada. Estás conmigo o estás contra mí. Esto no es una casualidad: es la influencia de su mensaje.
Pero que la realidad se acomode al discurso no significa que el discurso sea verdad. Hay componentes en su programa de gobierno que pueden ser discutidos y cuestionados, pero no descartados a priori. En la campaña presidencial se pasarán por ácido sus propuestas. Pero para el ideal en una campaña electoral donde se confronten las ideas y las visiones de país, el entorno no puede estar contaminado por el odio que genera un discurso excluyente y que polariza. Tenemos un ejemplo en las elecciones presidenciales en Estados Unidos, donde hay una sociedad rota por el discurso vago, una agenda políticamente 'fantástica' y tácticas verbales agresivas de 'patio de escuela', como describió Jesse Andreozzi en The Hufftington Post en octubre pasado, el efecto teflón de Donald Trump.
López Obrador también está recubierto de teflón, que lo hace invulnerable a todo señalamiento e impide al elector que lo contraste. Trump vuelve a ser la referencia más cercana. En enero, cuando arrancaban las primarias en Estados Unidos, el entonces aspirante a la candidatura presidencial republicana afirmó que él “podía pararse a la mitad de la 5ª. Avenida, dispararle a cualquiera y no perdería votantes”. López Obrador, se puede argumentar, podría decir lo mismo, con los mismos resultados. La analogía se da en la forma como nadie le hizo caso a Trump en cuanto a su solidez como aspirante a la Casa Blanca, y la laxitud con la que se analiza a López Obrador.
Un estudio del profesor Thomas Patterson de Harvard, publicado por el Centro Shorenstein sobre Medios, Política y Políticas Públicas en junio, sugiere que fue la ligereza con la que trataron los medios a Trump
–mucha cobertura a sus dichos y poco análisis sobre su récord– lo que lo encumbró. Trump es mentiroso y tramposo, violador de leyes y fiasco como empresario; es decir, exactamente todo lo contrario de lo que dice ser, pero su discurso apela a millones de votantes que, como en México, son más pobres, están abandonados y se sienten traicionados.
Los medios en Estados Unidos lamentan haber sido tan superficiales en su cobertura con Trump, y se han vuelto rabiosos contra él, lo que incrementa la polarización. Los medios en México tratan con respeto o miedo a López Obrador y no le exigen nada. Pedirle transparencia ahora es un deber profesional ante un candidato tan poderoso como López Obrador. Conminarlo a que no engañe ni diga mentiras a los electores es un imperativo ético. Si López Obrador da luz a la parte más oscura de su vida, demostrará que es un contendiente serio y honesto. Si mantiene la opacidad, mal haríamos en los medios y la sociedad en dejar que se mueva con impunidad.
Twitter: @rivapa
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A AMLO se le cayó el teatrito/ Pablo Hiriart
Uso De Razón
El Financiero
Resulta inverosímil que una persona con ingresos de 50 mil pesos al mes realice 206 viajes al año, 37 de ellos en avión –París incluido–, mantenga dos familias con gastos de luz, agua, gas, teléfonos, vestuario, pague camionetas, gasolina, comidas y hoteles.
Y que además esa persona no tenga trabajo.
Porque Andrés Manuel López Obrador, quien presentó una declaración 3de3 que ni Pinocho la haría, empezó a trabajar como presidente de Morena el 20 de noviembre de 2015.
Es decir, tuvo ingresos sólo un mes y medio del año pasado, que es el que comprende la declaración 3de3.
Seguramente muchos otros políticos gastan más de lo que ingresan, lo que constituye una violación flagrante a las leyes fiscales.
Pero López Obrador dice que es diferente, y con sus mentiras en la declaración 3de3 nos muestra que es igual a los demás.
O peor, ya que acusa a los otros de ser deshonestos, mafiosos y corruptos, y él no puede justificar sus ingresos y sus gastos.
Durante años, López Obrador se ha erigido como la única autoridad moral del país. Descalifica a sus adversarios y extiende certificados de honorabilidad a los que le son leales.
Se le cayó el teatrito. Miente con respecto a sus ingresos y oculta sus gastos.
¿De qué vive? ¿De 50 mil pesos al mes que alguien desconocido le ha pagado durante una década? Y le alcanza para realizar cada año más de 200 viajes por el interior del país y cuando menos uno a Europa (EL FINANCIERO, lunes, nota de Rivelino Rueda).
Sus leales dicen que eso es creíble y que los viajes alguien se los puede pagar. Obviamente así es. ¿Quién o quiénes se los pagan? Esa es la pregunta que López Obrador no contesta en su 3de3.
Le dan dinero para sus viajes, para llevar una vida sin lujos pero más cómoda que la de 90 por ciento de los mexicanos, viajar en avión, desplazarse en Suburban y dormir en hoteles. Y que su familia no tenga apreturas económicas.
Está bien que así sea, pero esos ingresos se deben declarar al fisco.
El Instituto Mexicano de la Competitividad no es Ministerio Público, sino una institución privada que actúa de buena fe y confía en la honestidad de los declarantes de la 3de3 porque no tiene atribuciones legales para investigar ni mucho menos sancionar.
Pero la población en general puede darse cuenta de la incongruencia entre lo que López Obrador dice en la 3de3 y lo que hace de manera cotidiana a la vista de todos.
Miente con sus ingresos. Miente con sus gastos.
AMLO tiene patrocinadores ocultos que le pagan los gastos, y él no ha dicho quiénes son esos benevolentes y desinteresados benefactores de su causa y de su persona.
'El pueblo', 'la gente', o ricos interesados en tenerlo de su lado pueden ser los que sostienen a López Obrador. No importa, tiene que declararlo ante el fisco y no lo ha hecho.
Con su declaración 3de3 miente peor que otros políticos, pues durante una década ha recorrido el país diciendo que es honesto y que los demás son corruptos y mafiosos.
No, no es honesto y es mentiroso.
Twitter: @PabloHiriart
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Una vez más: ¿de qué vive AMLO?/JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Razones
Excelsior
La resistencia de López Obrador para decirnos lisa y llanamente de qué vive no tiene límites. Su reciente declaración 3de3 ha resultado, sencillamente, una burla. Hoy gana menos que hace quince años, cuando decía que ganaba 60 mil pesos mensuales (ahora sólo 50 mil); a sus 64 años, no tiene cuenta de cheques, tarjeta de crédito, casa, auto, propiedades, menaje de casa, obras de arte. Absolutamente nada de nada, tampoco informa de qué trabajan sus hijos mayores, cuáles son sus propiedades o las de su esposa. No declara las regalías de sus libros ni lo que cobra por sus conferencias (acaba de revelar que le pagaron 20 mil dólares por la que dio en Acapulco, y que antes cobraba tres mil 500 dólares por cada una), tampoco quién financia sus viajes: puedo entender que sus giras las paga su partido, pero ¿quién pagó sus recientes viajes (de los que se tiene constancia) a París, Roma, Florencia, Cuba y al Juego de las Estrellas en San Diego? Me imagino que no puede registrar como actividad partidaria ir a ver un juego de beisbol y tomarse una foto con un pelotero.
He escrito sobre el tema desde 2008. En 2012 volví a insistir en lo mismo y luego una vez más en marzo de 2014, ya que tanto López Obrador como Martí Batres declararon entonces que no cobrarían salario como dirigentes de Morena. Los dos respondieron aireados que vivían de regalías y conferencias; Batres dijo que de dar clases, no especificó dónde. Federico Arreola, director de SDP Noticias, con quien tengo una amistosa relación desde que fue mi director en Milenio, escribió entonces haciendo eco de lo dicho por López Obrador y Batres (Federico tenía entonces, no sé si ahora, una muy buena relación con ellos, ya que fue parte central de los equipos de AMLO en 2006 y 2012) que “si investigara un poco, Jorge se toparía con el dato de que Andrés Manuel es uno de los autores mexicanos que más libros vende. Independientemente de la calidad de sus obras —en lo personal me gusta, decía Federico, lo que escribe el señor López Obrador— decenas de miles y hasta cientos de miles de sus seguidores compran los libros de Andrés Manuel. En México pocos escritores pueden presumir esos números de ventas” y agregaba que “Fernández Menéndez seguramente conoce gente en la editorial Grijalbo. Si pregunta ahí cuánto le pagan a AMLO por sus libros se llevará una sorpresa: le pagan bastante, más que a casi todos los otros autores mexicanos”.
Me asombró que López Obrador ganara tanto por sus libros, tanto como Paco Martín Moreno, Carlos Fuentes u otros. Traté entonces, 2014, de averiguar cuánto le pagaban a López Obrador de regalías en Grijalbo y nunca lo pude saber, son datos confidenciales, me dijeron. Pero tomo por bueno lo que dice Federico: “Le pagan bastante, más que a casi todos los otros autores mexicanos”.
Pues bien, López Obrador, al que le pagaban tan bien por sus libros, en su reciente declaración 3de3 dice que no ganó nada por regalías en 2014, a pesar de que ese año declaró a los medios que esos eran exclusivamente sus ingresos. Es más, mintió doblemente, entonces y ahora, porque cuando aseguró que no cobraba salario en Morena, resultó que percibía 50 mil pesos mensuales, según su reciente 3de3. ¿Mintió en 2014 o miente ahora? ¿O en ambas ocasiones?
En 2008, en este mismo espacio nos preguntábamos cómo “con 60 mil pesos mensuales puede mantener por lo menos cuatro casas (que decía entonces que eran de su propiedad). Porque en una vive con los hijos de su primer matrimonio, en otra, mucho más lujosa, con su nueva esposa y su otro hijo; con las inundaciones (de 2007), hemos sabido que tiene un condominio horizontal de lujo en Villahermosa que estaba en ampliación y remodelación, y posee por lo menos otra propiedad, un rancho, en Macuspana, también en Tabasco (y ahora sabemos que tiene otro en Palenque)”.
“Hace tiempo, agregábamos, que López Obrador no utiliza el famoso Tsuru blanco, se mueven en camionetas, él, su mujer, sus hijos. Sus hijos han tenido la fortuna de ir a buenas escuelas, uno de ellos por lo menos ha estudiado en el extranjero y trabaja en la Procuraduría capitalina, y lo vimos en una marcha utilizando tenis de ocho mil pesos el par. Su ropa, sus trajes, sus corbatas son finas, elegantes, de marca, no es ropa escandalosamente cara, pero distan de ser de saldo y no lo vemos repitiendo constantemente un mismo vestuario”.
Es legítimo preguntarse: ¿de qué vive López Obrador? Y es legítimo porque él lo pregunta a sus adversarios. Asombra que, sin haber aclarado jamás algunos de esos y otros capítulos de su vida, López Obrador se quiera convertir en inquisidor de muchos otros; que acuse, descalifique, se burle y se queje de “la mafia del poder”. Tiene derecho a defender su vida privada, lo que desconcierta es que una y otra vez utilice la vida privada de los otros, de sus adversarios, para justificar sus posiciones políticas, sin responder siquiera una pregunta tan sencilla: ¿de qué vive?
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