En medio de un fuerte operativo de seguridad por temor a posibles atentados terroristas, miles de fieles participaron este viernes 30 de marzo de 2018, del tradicional Vía Crucis en el Coliseo de Roma,.
Reagrupados alrededor del Coliseo, y luego de pasar estrictos controles de seguridad, alrededor de 20 mil personas, muchos con velas en las manos, siguieron en silencio la ceremonia nocturna, que revive las diferentes etapas del calvario de Jesús desde su condena a muerte hasta su crucifixión y sepultura.
Francisco quiso que los jóvenes fueran protagonistas también del emblemático Vía Crucis, por lo que los textos de las meditaciones y oraciones leídas en las catorce estaciones del calvario, fueron escritos por un grupo de jóvenes de entre 16 y 27 años que fueron convocados por Francisco.
Muchos de estos adolescentes, que reflejaron las preocupaciones de su generación, llevaron la cruz en algunas de las estaciones.
Pero esta vez el papa Francisco no participó en la procesión; siguió los hechos de la escenificación de las 14 estaciones desde un podio, ubicado delante de una cruz gigante iluminada con velas. Ahí fue recibido por la alcaldesa de la ciudad, Virginia Raggi, y el lugar estuvo protegido por fuertes medidas de seguridad.
Al final del Vía Crucis Francisco dirigió un mensaje de la celebración -abajo completo-manifestando "vergüenza porque nuestras generaciones están dejando a los jóvenes un mundo fracturado por las divisiones y las guerras, un mundo devorado por el egoísmo donde los jóvenes, los pequeños, los enfermos, los ancianos son marginados”.
El papa expresó "vergüenza por haber perdido la vergüenza (...) ¡Señor Jesús, danos siempre la gracia de la santa vergüenza!...”
Dijo:
"Ante tu amor supremo, la vergüenza nos impregna por haberte dejado sufrir en soledad nuestros pecados...”
La vergüenza de haber elegido a Barrabás y no a ti, el poder y no a ti, la apariencia y no a ti, el dinero y no a ti, la mundanidad y no la eternidad.
La vergüenza por haberte tentado con la boca y con el corazón cada vez que nos hemos encontrado ante una prueba, diciéndote: “si tú eres el Mesías, sálvate y creeremos”.
La vergüenza por tantas personas, incluso algunos de tus ministros, que se han dejado engañar por la ambición y por la vana gloria perdiendo su dignidad y su primer amor.
La vergüenza porque nuestras generaciones están dejando a los jóvenes un mundo fracturado por las divisiones y por las guerras; un mundo devorado por el egoísmo donde los jóvenes, los pequeños, los enfermos, los ancianos son marginados....”
El rito del Vía Crucis fue instaurado en 1741 por orden de Benedicto XIV, aunque su práctica cayó en el olvido con el paso del tiempo, hasta que se retomó en 1925.
Fue hasta el año 1964 cuando el pontífice y beato Pablo VI eligió para acoger esta ceremonia el Coliseo, símbolo de la persecución de los primeros cristianos en época romana.
Es una de las celebraciones más esperadas de la Semana Santa romana, que proseguirá mañana con la Vigilia Pascual y con los actos del Domingo de Pascua o de Resurrección, cuando el papa jesuita impartirá la tradicional bendición "Urbi et Orbi", dirigida a la ciudad y al mundo.
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¿Por qué las fuertes medidas seguridad?
Hubo toda la semana una alerta de terrorismo..
Un día antes del tradicional Vía Crucis cuatro tunecinos, un palestino y un marroquí, sospechosos de integrar redes terroristas de apoyo al ISIS, fueron arrestados en varias ciudades de Italia....(Nota de Julio Algañaraz; Clarin, 29 de marzo de 2018).
El ministro del Interior, Marco Minniti, dijo que “los terroristas apuntan a Roma” y que las medidas de seguridad han sido llevadas al máximo con motivo de la Pascua.
Decenas de policías y carabineros allanaron las viviendas de jóvenes musulmanes residentes en Italia. En particular fue desarticulada la red de apoyo del tunecino Anís Amri, que el 19 de diciembre de 2016 embistió con un camión en Berlín a la gente que visitaba una feria navideña, matando a doce personas.
Recordemos que Amri huyó pero tres día después murió a tiros con dos policías italianos en Sesto San Giovanni, cerca de Milán, mientras ingresaba a Italia para encontrar a sus contactos terroristas...
Imagen facilitada por la Polizia di Stato que muestra un diagrama de la operación policial en la que se ha detenido a cinco personas en Roma y Latina acusados de estar involucrados al tunecino Anis Amri, autor del atentado en el mercado de Navidad en Berlín en 2016, en el que fallecieron 12 personas. ANSA
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El texto completo de la oración:
Señor Jesús, nuestra mirada está dirigida a ti, llena de vergüenza, de arrepentimiento y de esperanza.Ante tu amor supremo, la vergüenza nos impregna por haberte dejado sufrir en soledad nuestros pecados:
La vergüenza de haber huido ante la prueba a pesar de haber dicho miles de veces “incluso si todos te abandonan, yo no te abandonaré jamás”.
La vergüenza de haber elegido a Barrabás y no a ti, el poder y no a ti, la apariencia y no a ti, el dinero y no a ti, la mundanidad y no la eternidad.
La vergüenza por haberte tentado con la boca y con el corazón cada vez que nos hemos encontrado ante una prueba, diciéndote: “si tú eres el Mesías, sálvate y creeremos”.
La vergüenza por tantas personas, incluso algunos de tus ministros, que se han dejado engañar por la ambición y por la vana gloria perdiendo su dignidad y su primer amor.
La vergüenza porque nuestras generaciones están dejando a los jóvenes un mundo fracturado por las divisiones y por las guerras; un mundo devorado por el egoísmo donde los jóvenes, los pequeños, los enfermos, los ancianos son marginados.
La vergüenza de haber perdido la vergüenza.
¡Señor Jesús, danos siempre la gracia de la santa vergüenza!
Nuestra mirada está llena también de un arrepentimiento que, delante de tu silencio elocuente, suplica tu misericordia:
Un arrepentimiento que germina ante la certeza de que sólo tú puedes salvarnos del mal, sólo tú puedes cura nuestra lepra de odio, de egoísmo, de soberbia, de codicia, de venganza, de codicia, de idolatría, sólo tú puedes abrazarnos devolviéndonos la dignidad filiar y alegrarte por nuestro regreso a casa, a la vida.
El arrepentimiento que surge de sentir nuestra pequeñez, nuestra nada, nuestra vanidad y que se deja acariciar por su dulce y poderosa invitación a la conversión.
El arrepentimiento de David que, desde el abismo de su miseria, encuentra en ti su única fuerza.
El arrepentimiento que nace de nuestra vergüenza, que nace de la certeza de que nuestro corazón permanecerá siempre inquieto hasta que no te encuentre y encuentre en ti su única fuente de plenitud y de quietud.
El arrepentimiento de Pedro que, cruzando su mirada con la tuya, llora amargamente por haberte negado delante de los hombres.
Señor Jesús, ¡danos siempre la gracia del santo arrepentimiento!
Ante tu suprema majestad se enciende, en la tenebrosidad de nuestra desesperación, la chispa de la esperanza para que sepamos que tu única medida de amarnos es la de amarnos sin medida.
La esperanza de que tu mensaje continúe a inspirar, todavía hoy, a tantas personas y pueblos a que solo el bien puede derrotar el mal y la maldad, sólo el perdón puede derrotar el rencor y la venganza, sólo el abrazo fraterno puede dispersar la hostilidad y el miedo del otro.
La esperanza de que tu sacrificio continúa, todavía hoy, a emanar el perfume del amor divino que acaricia los corazones de tantos jóvenes que continúan consagrándote sus vidas convirtiéndose en ejemplos vivos de caridad y de gratuidad en este mundo devorado por la lógica del beneficio y de la ganancia fácil.
La esperanza de que tantos misioneros y misioneras continúen hoy a desafiar la adormecida conciencia de la humanidad arriesgando sus vidas para servirte en los pobres, en los descartados, en los inmigrantes, en los invisibles, en los explotados, en los hambrientos en los encarcelados.
La esperanza de que tu Iglesia santa, y constituida por pecadores, continúe, incluso hoy, a pesar de todos los intentos de desacreditarla, a ser una luz que ilumine, anime, alivie y testimonie tu amor ilimitado por la humanidad, un modelo de altruismo, un arca de salvación y una fuente de certeza y de verdad.
La esperanza de que, de tu cruz, fruto de la codicia y de la cobardía de tantos doctores de la Ley y de los hipócritas, surja la Resurrección transformando las tinieblas de la tumba en el resplandor del alba del Domingo sin atardecer, enseñándonos que tu amor es nuestra esperanza.
Señor Jesús, ¡danos siempre la gracia de la santa esperanza!
Ayúdanos, Hijo del Hombre, a despojarnos de la arrogancia del ladrón puesto a tu izquierda, y de los miopes y de los corruptos que han visto en ti una oportunidad de explotar, un condenado al que criticar, un derrotado del que burlarse, otra ocasión para atribuir a los demás, e incluso a Dios, las propias culpas.
Te pedimos, en cambio, Hijo de Dios, que nos identifiquemos con el buen ladrón que te miró con ojos llenos de vergüenza, de arrepentimiento y de esperanza; que con ojos de fe vio en tu aparente derrota la victoria divina, y así, arrodillados delante de tu misericordia, y con honestidad, ganó el paraíso.
Amén.
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El papa Francisco, en el Via Crucis en el Coliseo romano Fuente: Reuters
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