3 jul 2018

La carrera de las cifras

Revista Proceso # 2174, 2 de julio de 2018.
La carrera de las cifras/SANTIAGO IGARTÚA
Andrés Manuel López Obrador llegó al primero de julio con el 99 por ciento de probabilidades de ganar la elección y aun así no bastaba. Costaba creer, a simpatizantes y detractores, que pasaría.
Faltaba la voz del árbitro; el anuncio oficial. La jornada en la sede del Instituto Nacional Electoral (INE) había transcurrido en inusitada tranquilidad, pero toda promesa necesita la palabra.
Con las horas y los rezos de bandos contrarios se cubrió todo de ansiedad. Antes del anochecer, se habían adelantado ya los encuestadores –que habían prometido esperar hasta las ocho de la noche para lanzar encuestas de salida–, los empresarios –que al tabasqueño, hasta hace unas semanas, no lo querían–, los rostros de representantes partidistas y el tuiter de Donald Trump… Se adelantaron también el candidato priista y el candidato panista y el juez no aparecía.
Entonces, al filo de las once de la noche, rebasado, el presidente del INE, Lorenzo Córdova, apareció en un video grabado para toda la nación y dio, por fin, la que por años fue la noticia más (in)esperada:


“Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, obtuvo una votación que se ubica entre el 53 y el 53.8 por ciento. Como puede observarse, de acuerdo con la estimación del conteo rápido, los rangos de votación obtenidos por el candidato puntero no se sobreponen con los de sus contendientes, razón por la cual puede confirmarse una clara tendencia de votación a su favor”.

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La jornada empezó con el sol, rindiendo honores a la bandera en la explanada central del INE.

A partir de ahí, frente al lábaro patrio y más tarde en la instalación de la sesión extraordinaria del Consejo General, autoridades electorales y representantes de partido dieron inicio a la contienda.

Porque los mexicanos se han acostumbrado a eso, pasaron más de una hora llamando a la población a no caer en las mañas de los otros: que no vendiera el voto, que denunciara los actos de violencia y las evidencias que encontrara de los dineros sucios que esos otros sin duda habrían empeñado al final de la campaña.

Pero en México los días atípicos dan licencia hasta a las trampas. En su último informe, el mismo INE que había amanecido en desconfianza celebró que la jornada había sido pacífica, con el 99.79% de las más de 156 mil casillas aprobadas operando en libertad –14, el 0.008%, fueron suspendidas por riesgos de robo, violencia o destrucción de boletas–. Les llamó incidentes aislados.

El INE celebró también la votación masiva, entre el 62.9 y el 63.8% de la lista nominal.

La derrota estaba en otra parte.  Los representantes del candidato de la coalición Por México al Frente, Ricardo Anaya, tenían marcado en el rostro el presagio del 22% que más tarde confirmaría el conteo rápido. Los de la coalición Todos por México, de José Antonio Meade, entre el araño del 16%.

Para la anécdota quedó el 5.4 que promedió el mutilador desactivado al que llaman Bronco, Jaime Rodríguez Calderón.

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“La de hoy ha sido una jornada exitosa, en la que los electores acudieron a votar de manera libre, masiva y en paz. Se trató de una auténtica fiesta ciudadana. Nos toca encarar los desafíos históricos que México enfrenta con pleno respeto a la voluntad soberana que hoy se ha expresado en las urnas”, dijo el presidente del INE para cerrar su mensaje a la nación y dar paso a una celebración que de tanto aguantar se volvió histórica.

La diferencia con la que Andrés Manuel López Obrador se impuso a sus adversarios superó ampliamente los márgenes con los que se impuso Vicente Fox, 18 años atrás, en la primera victoria de la alternancia:

Entonces, el panista venció con el 42.5% de los votos, contra el 36.1 que obtuvo el PRI, su más cercano perseguidor.

En 2006, a la sombra del fraude electoral que frustró el primer intento de López Obrador por dirigir la República, Felipe Calderón lo superó por el 0.56% de los votos.


Y, en 2012, la compra masiva de votos y los pactos de complicidad con poderes fácticos y gubernamentales catapultaron a Enrique Peña Nieto hasta los 19.16 millones de sufragios, más de 3 millones de los que obtuvo entonces el que hasta hace unas semanas y durante años tachó de populista, y quien finalmente será su sucesor.

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