Cura de Aguililla, municipio asediado por el narco, dice que el crimen los respeta
Gilberto Vergara García, párroco de Aguililla, Michoacán. Foto: Carlos Arrrieta. El Universal
El Universal, 8/07/2021;
Carlos Arrieta / Corresponsal
Morelia.— Gilberto Vergara García se ha convertido en la voz de la gente de Aguililla desde hace algunos meses, cuando se volvió más cruenta la guerra entre cárteles antagónicos en este municipio michoacano, que dejó a la población aislada a su suerte.
El sacerdote, párroco de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, reconoce que el clero es respetado por el crimen organizado, siempre y cuando no les estorben, y recuerda que ya mataron a tres sacerdotes en la región.
El padre Gilberto, de 38 años de edad, fue ordenado en enero de 2001 y desde entonces ha servido en la Diócesis de Apatzingán.
No es la primera vez que está en un municipio marcado por la violencia del crimen organizado, ya antes estuvo cuatro años en el municipio de Tumbiscatío, en tiempos complicados.
“No hay nada muy interesante; soy un simple cura de pueblo”, bromea el párroco en entrevista telefónica con EL UNIVERSAL.
¿Cómo era antes en Aguililla y cómo es ahora?
—Yo conozco Aguililla de hace tiempo, pero no porque estuviera ahí, sino porque me había tocado ir a visitar alguna comunidad. Era un pueblo pacífico de gente trabajadora, gente de fe, de costumbres buenas, pero por la ubicación siempre ha sido un pueblo con los problemas propios de la región, que es el narcotráfico; antes el cultivo de estupefacientes, después el traslado y luego ya devino todo como en todas partes: el mal ya ves que va mutando, como avanzando.
De haber personas que cultivaban drogas en las serranías luego vinieron otro tipo de expresiones de organizaciones (criminales) ya un poco más complejas.
Yo llego a la comunidad hace dos años y medio ya casi; encuentro ya conflictos graves de inseguridad, de choque de grupos, etcétera. En la misma semana que me designan tomo posesión y hubo una balacera en plena plaza pública con varias víctimas por fuego cruzado y me encuentro con esto desde entonces: una situación complicada que siempre ha requerido la intervención del Estado, que siempre han sabido que se requiere y que ha sido una cosa tan tardada que ha crecido y crecido.
Ante estas situaciones hemos tratado junto con el pueblo de poner un remedio, que no nos toca a nosotros, pero por lo menos poner en la mesa de diálogo que el gobierno haga lo que corresponde, y hemos estado trabajando por eso desde hace tiempo.
Esto que ya vemos ahora es la consecuencia de mucho tiempo de letargo, de abandono del gobierno por diferentes cosas; entonces, esa falta de coordinación de trabajos del gobierno federal, estatal y municipal; esa falta de acuerdos, tal vez, o esas situaciones difíciles han hecho que no llegue hasta ahora la paz.
No digo que tenga la responsabilidad el gobierno municipal de manera directa, pero creo que esta situación afecta a todos los niveles de gobierno, porque han tenido que lidiar con una situación difícil de ingobernabilidad y el gobierno finalmente defiende que no es una tierra de nadie, que no es una tierra de cárteles, un estado fallido, pero a la vez no hace nada y entonces esa situación sí nos ha afectado gravemente.
¿Cómo es la vida religiosa en el pueblo?
—Yo creo que es muy buena. El pueblo se rige por costumbres ligadas a sus fiestas patronales, a la bajada de la Virgen de los Tres Cerritos y a sus danzas tradicionales, muy marcadas. Es un pueblo de fe, por lo tanto es muy bueno. La gente se vuelca y en diferentes momentos ha demostrado su fe y eso le da unidad e identidad. Entonces, no nos ha afectado de manera directa el hecho de que no se pueda vivir la fe por la violencia; sí la hemos vivido a pesar de situaciones difíciles, de que en otros momentos hemos sido precavidos. Por ejemplo: con la cuestión del Covid nos detuvimos para hacer la celebración de manera distinta, pero poco a poco abrimos al igual que otras partes y la participación siempre se ha mantenido. Ahora se ve más mermado porque hay menos gente, pero nosotros confiamos en que la fe nos ha sostenido y prueba de ello es que seguimos ahí.
¿Se ha visto mermada su labor con la presencia de grupos del crimen organizado?
—No. Y no es que los grupos diferentes nos tengan marcado qué decir o qué no decir o qué hacer o qué no hacer. Hasta cierto punto para nosotros los sacerdotes hay muchas cosas que tenemos garantizadas de alguna manera, y es por el respeto a la fe. Nos tienen en un lugar, si no especial y privilegiado, por lo menos de respeto, aunque yo siempre he dicho que nos respetan mientras no les seamos un estorbo, porque en el momento en que les estorbemos, adiós respeto.
En la región de Aguililla somos cinco parroquias. De esas han matado al cura en tres parroquias, por brotes de violencia distintos, no todos debido a lo mismo, pero sí ya te dicen algo.
Así es que eso refleja también el lugar. Yo digo que a nosotros los sacerdotes nos guardan lugar y respeto y confío en que sea así; mientras no les estorbemos de manera fuerte, porque entonces sí, con permiso, se acabó el respeto.
¿Cuál es el momento más difícil que lo haya marcado en lo personal, en lo sacerdotal?
—Hay varios. Primero: mirar a los ojos a una mamá que desesperada busca a su hijo y sospechar por el modus operandi del lugar que su hijo está muerto. Eso es muy difícil, tratar de mantener la esperanza cuando el temor es que ese hijo que buscan ya no vive. Ver cómo desaparecen a algunas personas y a la familia se le niega el derecho a tener un lugar dónde llorar a sus muertos. Eso es muy difícil, es algo muy doloroso.
También a mí me duele mucho el hecho de que personas en todos los ámbitos, tanto laborales como sociales, se han tenido que ir; personas que nos han ayudado, que han estado sirviendo a la comunidad, es doloroso ver cómo se van y cómo no puedes ofrecerles una razón para que se queden.
No me gusta darles una carta de recomendación apoyando que se vayan. A mí me gustaría que juntos buscáramos razones para quedarse, que el gobierno nos diera la seguridad de que quien siembra va a levantar cosecha, que quien engorde un ganado lo va a poder vender, que quien trabaje va a tener para poder invertir o gastar en su familia.
¿Cómo describiría a Aguililla?
—Es como si fuera una persona jovial y con muchas posibilidades, pero que le da cáncer. Tenemos una enfermedad que nos va carcomiendo y necesitamos un tratamiento urgente; necesitamos un rescate, no cositas paliativas. Se necesita algo que extirpe, algo que entre, que corte, pero que al final acabe con una situación que te está matando y ahí es donde nosotros no podemos, porque no podemos curarnos.
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