Me hubiese gustado ser únicamente un canto; mi vida así habría podido durar...” Edmond Jabés
Mi hermano Jesús compartió en privado una foto para mí desconocida de mi bisabuela, la señora Ramona Burgos Kamergan (1890-1960), madre de doña Balbaneda Barraza Burgos (1906-2004), y abuela de Ildeliza Palafox Barraza (1931-) mi madre,.
Me entero que la madre de ella se llamó Guadalupe Kamergan, nació en 1861 y se casó en 1889 con Francisco Burgos, mi tatarabuelo...
Doña Ramona nacio en Piedras Verdes - por Nuevo Casadas Grandes-, Chihuahua, y falleció en 1960 en la sierra de Sinaloa, en Choix.
Coloque la foto en lña red y ha generado una serie de comentarios, la mayoría no sabíamos cómo había sido esta hermosa mujer, alta, quien tuvo una gran descendencia, somos muchos.
"Me engendraron padres que nacieron aquí,
de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,
de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también...".
Y por eso, en recuerdo a ella, de mi abuela Babaneda Barraza Burgos quien murió en 2004 y a mi madre Ildeliza Palafox que hoy tiene 93 años y que por cierto votaron las tres por primera vez en 1955; , voy a leer con mucho respeto un fragmento del poema de José Agustín Goytisolo (1928-1999);
Las mujeres de antes, dice:
"En los Paseos junto al mar
en las sillas de mimbre de los bares
reclinadas en suaves chaises-longues de terciopelo
( nosotros conocemos como potrona)
fumando cigarrillos atrevidos y exóticos
vestidas de colores muy decentes
o en lugares cerrados y más íntimos
mirándose al espejo
retocando sus labios y empolvándose
las mujeres de antes parecían irreales
eran como otra cosa algo distinto...
(...)
que ellas eran como nosotros
con sus deseos y melancolías
con sus trabajos y su desengaño...."
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Las mujeres de antes/ José Agustín Goytisolo
En los Paseos junto al mar
en las sillas de mimbre de los bares
reclinadas en suaves chaises-longues de terciopelo
fumando cigarrillos atrevidos y exóticos
vestidas de colores muy decentes
o en lugares cerrados y más íntimos
mirándose al espejo
retocando sus labios y empolvándose
las mujeres de antes parecían irreales
eran como otra cosa algo distinto
pero cuando nos daban caramelos
o las fotografiaban de perfil
todos sabíamos que aquello se acababa
que no podía ser
que la hermosa película no iba a continuar siempre
y que la extraña joya que al parecer tenían
escondida en los pliegues del escote
o quizás entre las piernas
iba a volverse pronto mercancía barata
que ellas eran como nosotros
con sus deseos y melancolías
con sus trabajos y su desengaño.
Y entonces ¿para qué fingirse diosas
si ni ellas lo querían
y para qué tanto suspiro absurdo
tanta mano bellísima frotando en solitario
tanto dedo en saliva
si de la fiesta aquella sólo iban a quedar
algunos viejos cuadros y montones de cajas de sombreros
llenas de fotos ocres junto a discos partidos?
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