21 mar 2024

A AMLO no le gusta la crítica, la desprecia: Carlos Bravo Regidor

El valor de la crítica/Carlos Bravo Regidor

 REFORMA, 21 de marzo de 2024

Al obradorismo no le gusta la crítica. No me refiero a que le moleste cuando se exhiben sus contradicciones, sus fiascos o sus excesos. Eso es normal, a cualquier político, partido o movimiento, en el gobierno o en la oposición, le resulta desagradable que se señalen sus defectos. Me refiero, más bien, a que no reconoce su valor. A que no admite que, a pesar de ser incómoda o hasta antipática, la crítica tiene una utilidad pública: le sirve a la ciudadanía como una práctica a través de la cual ejerce su libertad de pensamiento y su derecho a disentir; como un insumo para enterarse de otros puntos de vista, para conocer ideas distintas a las suyas y formarse una opinión más completa, mejor informada; como un recurso de escrutinio y exigencia frente al poder.

Es paradójico, pero lo cierto es que la crítica también puede servirles a quienes están en el poder: como una fuente de información, como un acicate para rectificar, como una interpelación que les brinda la oportunidad de explicarse y rendir cuentas. En 1962, el periodista Sander Vanocur le preguntó al presidente John F. Kennedy, que alguna vez dijo que la leía mucho y la disfrutaba poco, si pese a las críticas en contra suya seguía siendo un ávido lector de la prensa. Kennedy le respondió lo siguiente:

 "Creo que es invaluable. Nunca es agradable leer cosas con las que frecuentemente no estás de acuerdo, pero yo diría que es un instrumento invaluable para la presidencia, un verdadero control sobre lo que pasa en el gobierno, que me hace llegar información y llama mi atención sobre cosas que deben preocuparme. Yo pensaría que el señor Khruschev, operando en un sistema totalitario, tiene muchas ventajas en cuanto a poder hacer cosas en secreto y demás; pero hay una tremenda desventaja en no tener la cualidad abrasiva de la prensa aplicada diariamente sobre tu administración. Aunque nunca nos guste y aunque desearíamos que no lo escribieran, aunque lo desaprobemos, de todos modos no hay duda de que no podríamos hacer bien nuestro trabajo en una sociedad libre sin una prensa muy, muy activa".

El obradorismo no lo ve así. Por un lado asegura que respeta las libertades y tolera la crítica, pero por el otro nunca pierde ocasión para deslegitimar a sus críticos. No los corrige si cometen un error ni da argumentos para refutarlos; no ofrece datos que rebatan sus aseveraciones; no acepta ni aclara la crítica, ataca al crítico. En las conferencias mañaneras de López Obrador abundan ejemplos: "no está con nosotros", "cuánto gana", "de qué medio viene", "no es falso, pero se exagera", "bájenle a su prepotencia", etc. Lo que impera en sus respuestas no son los desmentidos sino las descalificaciones. El crítico, para el obradorismo, no es un ciudadano libre con una opinión propia, no es una voz pública que puede tener algo interesante o importante que decir, no es un interlocutor válido ni atendible. Es un agente de sus adversarios (aunque también los critique), un conservador al que solo lo mueven la hipocresía y la mala fe, es la encarnación del lado incorrecto de la historia. No es que la crítica esté mal (en el sentido de que pueda estar equivocada), es que los críticos son malos (salvo cuando dejan de criticar).

El obradorismo desprecia la crítica, que a fin de cuentas no es otra cosa que una expresión de libertad, de disidencia y pluralidad, porque lo suyo son la obediencia, el respeto y la unidad -valores más propios de la milicia que de la política, por cierto-. Y lo que comunica con ese desprecio es que no quiere ciudadanos autónomos sino soldados de su causa. La crítica supone la posibilidad de buscar la verdad aunque nunca la encontremos; la disciplina, en cambio, supone acatar lo que sea, incluso mentiras, sin cuestionar. "La mentira, aun la del silencio, puede parecer oportuna, como también la perseverancia en la mentira", escribió André Gide. Pero "la verdad, aun dolorosa, no puede herir sino para sanar".

Despedida. Esta es, por decisión de Reforma, mi última columna en estas páginas. Muchas gracias a quienes me acompañaron aquí, con el privilegio de su lectura, durante más de cinco años. Nos seguimos encontrando en mis otros espacios.

@carlosbravoreg


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