20 dic 2009

Foto de un cadáver

Columna Bitácora del director/Pascal Beltrán del Río
Excélsior, 20 de diciembre de 2009;
Fotos de un cadáver: ¿ley o venganza?
Es importante llegar al fondo de quien cubrió con billetes y seguramente también bajó los pantalones al cadáver de quien las autoridades han identificado como el capo Arturo Beltrán Leyva.
Al hacerlo, se despejará cualquier duda —al menos en este caso—de que el Estado mexicano y sus instituciones están dispuestos a brincarse la ley y emplear tácticas propagandísticas del crimen organizado para tratar de bajar la moral al enemigo mediante la ridiculización de un muerto.
Como ciudadano y contribuyente, debo decir que sentí un gran orgullo al ver en acción a un grupo de élite de la Armada de México, deslizándose por una cuerda desde un helicóptero en vuelo.
Me hizo pensar que sí son posibles los golpes a la delincuencia propinados mediante el uso de información de inteligencia, una táctica infinitamente superior –creo, desde mi ignorancia en materia de operaciones militares—al despliegue masivo de soldados.
No dudé de la versión oficial respecto de que los marinos habían usado la fuerza necesaria para someter a Beltrán Leyva y sus sicarios, siempre a reserva de revisar los datos disponibles y los que se pudieran allegar los reporteros de Excélsior.
Sin embargo, ese orgullo y esa confianza se disiparon al día siguiente cuando recibimos en la redacción del diario las fotografías del cadáver del capo, distribuidas por dos agencias internacionales.
En ese momento, algo olió muy mal. Las preguntas fueron obvias: ¿Por qué un diario de la Ciudad de México, cuyo fotógrafo fue uno de los pocos que tuvieron acceso al sitio del combate con los narcos, había vendido o cedido las fotos a las agencias? ¿Por qué tenía el cadáver los pantalones a las rodillas? ¿Por qué, de una misma serie de fotografías del cuerpo, en algunas aparecía cubierto de billetes ensangrentados?
Y más: ¿Quién le había bajado los pantalones, como recientemente ocurrió con uno de los hombres que fueron colgados de un puente en Tijuana? ¿Quién lo había tapizado de billetes y le había colocado encima algunas joyas? ¿Sabía quien lo hizo que el fotógrafo estaba presente? ¿Lo hizo precisamente por eso? ¿El fotógrafo (cuyo nombre me reservo, por su propia seguridad) no se sorprendió por la presencia de los billetes?
En circunstancias normales este diario ha sido siempre cuidadoso con la publicación de fotos que reflejan una extrema violencia. Con el paso del tiempo y mediante varias discusiones sobre ética periodística, hemos desarrollado una postura editorial sobre la cobertura de las acciones del crimen organizado que he comentado varias veces en este espacio, así como en conferencias a las que me han invitado: salvo en circunstancias extraordinarias, no publicamos imágenes de narcomensajes ni de cuerpos mutilados precisamente porque eso es lo que los criminales esperan que hagan los medios de comunicación.
Éstas no eran, desde luego circunstancias normales. No todos los días abaten a uno de los grandes capos del narcotráfico. Justamente por eso, había que ser aún más cuidadosos en el tratamiento de la información, que incluye la decisión de publicar fotografías.
Después de discutirlo con mi compañero Gerardo Galarza, convocamos a un grupo de editores para discutir el tema: ¿Debíamos o no publicar las fotografías del cadáver de Beltrán Leyva? Si sí, ¿cuáles y en qué parte de la edición del viernes? Si no, ¿por qué?
Se escuchó una decena de opiniones, todas con mucho fundamento periodístico. Concluimos que, pese a un interés evidente de la opinión pública por comprobar que Beltrán Leyva realmente había sido muerto —y no andaría por ahí, supongo, libre y provisto de otra identidad—, las fotografías donde aparecía el cadáver sin los billetes sobrepuestos no eran realmente informativas y sí tenían una carga dantesca que poco serviría para que el lector supiera qué pasó. En suma, era material para tabloides sensacionalistas que serviría a un simple interés morboso.
En cuanto a las fotos del cadáver con los billetes, es evidente que ahí hay un interés público: consiste en saber quién y para qué le puso los billetes encima al cuerpo y sólo se puede llegar a una certeza si se responden las preguntas que planteo arriba.
Publicar la foto sin responder dichas preguntas sirve pobremente al interés periodístico, porque el hecho —la manipulación del cadáver—sólo se conoce por la decisión de varios medios de publicar la foto.
Es decir, una cosa es bajarle los pantalones y cubrirlo con billetes —que, para mí, es una táctica propagandística aprendida del narco—y otra es tomar las fotos y otra más es difundirlas mediante dos agencias internacionales y una más es publicarlas.
Los medios que publicaron las fotos, ¿podían responder a las preguntas de arriba al momento de decidir la publicación de la foto? No lo creo, ni ellos ni nosotros. Así que publicarlas no ayudó al conocimiento de la información que podía ser de interés público.
Recuerdo haber escuchado al maestro del periodismo colombiano y especialista en temas de ética Javier Darío Restrepo decir que los periodistas no somos simples intermediarios entre el hecho y el consumidor de la información, sino mediadores. Y que, en momentos de conflicto, los razonamientos sobre ética periodística deben ser más calmados y profundos.
Como conclusión: 1) Quiero a un Estado que procure la justicia mediante la estricta aplicación de la ley, no uno que administre la venganza social. 2) Así como este diario no publica narcomensajes, para no dar publicidad gratuita a los criminales y hacerles el juego, tampoco se prestará a la humillación mediante la manipulación de un cuerpo sin vida, sea de quien sea, y haya sido hecha por quien haya sido hecha y con los fines que sean.

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