Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán,
Publicado en El Universal, 11 de abril de 2010
Paulette: el doble crimen
La pregunta está en todas partes
¿Cumplieron o se excedieron los medios?
La pregunta está en todas partes. ¿Han cumplido o se han excedido los medios de comunicación en el caso Paulette? En realidad es viejo el debate sobre el uso y abuso mediático en tragedias familiares como esa.
Y es que el morbo de la llamada “nota roja” nació con los propios medios.
Lo novedoso, en México, es que al llegar la democracia también se replanteó el papel de los medios. Sin darnos cuenta pasamos de los focos rojos que alertaron la defensa de libertades básicas —como la de expresión— a la alarma por el peso de unos medios convertidos en poder totalitario, que gustan de suplantar a los poderes del Estado.
¿Quién duda —hoy— que de tanto en tanto la prensa, la radio, la televisión o las redes sociales usurpan el papel de los investigadores, procuradores de Justicia y jueces? No pocos medios hicieron su propia indagatoria del caso Paulette, formularon hipótesis, juzgaron y decretaron culpables. Esa verdad mediática convenció a miles que ya sentenciaron, sin importar la verdad oficial y menos la verdad a secas. Claro, si es que llegan.
INCOMPETENCIA CRIMINAL
El reporte de la desaparición de Paulette se dio el 22 de marzo. Hasta las 20 horas del sábado 10 de abril —anoche—, nadie sabía si Paulette fue asesinada, si murió en forma accidental o de causas naturales. Pero lo que todos conocen —desde aquel 22 de marzo—, es la incapacidad grotesca y grosera que mostró la autoridad responsable de investigar el caso y de procurar justicia. Está claro que la responsabilidad es del procurador Alberto Bazbaz y de su jefe, el gobernador Enrique Peña Nieto.
Lo curioso del asunto es que frente a la penosa incapacidad oficial y a los palos de ciego del procurador mexiquense y de sus muchachos, los medios no sólo fueron detrás de una apetitosa historia —vendible por donde se le quiera ver—, sino que esos medios llenaron el vacío que dejó la incapacidad oficial.
Así, la especulación suplió a la investigación oficial y periodística, los titulares mediáticos ocuparon el lugar de ministerios públicos, mientras que los enamorados de la comunicación en tiempo real —el Twitter—, se convirtieron en caprichosos jueces listos para dictar sentencia; todo por encima de la verdad legal, la verdad a secas y el propio Estado de derecho.
Pero no fue todo. Con el pretexto de legitimar la expresión ciudadana —fuera a través de las redes sociales Twitter y Facebook, o de su hermano mayor y bastardo, el rating—, muchos ciudadanos terminaron convertidos en rehenes no sólo del nuevo poder mediático, sino de la “chabacana” concepción democrática que no pocos le pretenden acreditar. Es decir, la comunicación no sólo desplazó a la información, sino que resulta que la comunicación —así, a secas—, es más poderosa que los poderes del Estado.
Y es que si el caso Paulette reeditó elementos mediáticos de las tragedias Martí y Vargas —ya que se trata de un suceso que lastima a una familia pudiente—, y si exhibió de cuerpo completo la incapacidad de las autoridades mexiquenses para indagar y hacer justicia, también fue el tema preferido para navegar por las modernas carreteras sociales. De esa manera se alinearon los elementos propios de un culebrón de telenovela; tragedia de ciudadanos pudientes, ineficacia gubernamental y la sensiblería social.
Al final poco importaron la verdad legal y la verdad a secas, como tampoco ha parecido importar que algunos medios alteraron el ciclo virtuoso de la formación de la “opinión pública”.
SALUDABLE OPINIÓN PÚBLICA
A pesar del peso descomunal de los medios, de errores en la investigación y la ineficacia de la Procuraduría mexiquense, lo cierto es que buena parte de los medios cumplieron uno de sus objetivos centrales; el de proveer de información confiable a la llamada opinión pública. ¿Qué quiere decir lo anterior? Que en el caso Paulette no todos los medios se desviaron por la ruta equivocada de suplir a las instituciones del Estado.
Como todos saben, una de las tareas centrales de los medios de comunicación es aportar información confiable y de calidad a los ciudadanos —a través de sus géneros periodísticos—, para construir lo que en democracia se conoce como “opinión pública”. ¿Y qué es la opinión pública? El conjunto de voces ciudadanas que se expresan a través de todos los medios y formas. Como todos saben, la “opinión publica” tiene sus propias leyes; el aplauso o el reproche al ejercicio del poder, sea público, sea privado.
En el caso Paulette, buena parte de los medios exhibieron de manera contundente las carencias, errores, fallas y la incompetencia de la autoridad responsable de investigar y procurar justicia —responsabilidad que recae en el gobierno mexiquense—, al grado que para la misma “opinión pública” quedó claro que el crimen no se ha esclarecido debido a la incompetencia oficial.
DOBLE CRIMEN
Y la mejor prueba de que la opinión pública mexicana goza de cabal salud —a pesar de los excesos de ciertos medios y que otros suplantaron las instituciones del Estado—, es que el caso Paulette se ha convertido en un doble crimen: el que costó la vida a la niña —haya sido por comisión u omisión—, y el crimen de ineptitud, irresponsabilidad e incompetencia mostrado por el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Hasta hoy nadie conoce con precisión la causa de la muerte de Paulette. Y en tanto no exista una verdad oficial, ninguna hipótesis puede ser tomada en serio. Lo único cierto es que buena parte de la opinión pública conoce la incompetencia del gobierno de Peña Nieto, en cuanto a procuración de justicia. Sin duda un “hoyo negro” que puede marcar la caída de Peña Nieto, del pedestal de más aventajado presidenciable. Pero de eso hablaremos mañana.
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