“..Odio, vida: ¡cuánto odio
sólo por amor!...Miguel Hernández
sólo por amor!...Miguel Hernández
Híjole como hace falta que Luciano Benetton –el de la marca textil italiana-, promueva en México una campaña publicitaria con montajes fotográfico donde se expusiera a los cuatro candidatos besándose en los labios; igual como lo hizo con el Papa Benedicto XVI y el imán de la mezquita Al-Azhar en El Cairo, Ahmed Mohamed el-Tayeb.; o el el presidente Obama, y su homólogo chino, Hu Jintao
¡Se imaginan? Besos prohibidos: pero “por prohibidos, verdaderos….”MistralComentarios sobre la visita de Peña Nieto a la UIA
¡Se imaginan? Besos prohibidos: pero “por prohibidos, verdaderos….”MistralComentarios sobre la visita de Peña Nieto a la UIA
Comentarios de la columna Templo Mayor de Reforma, Jesús Silva Herzog, Leo Zuckermann, Roberto Zamarripa, Jorge Fernández y Ricardo Alemán,
Viejo priismo/Templo Mayor
Los usos y costumbres del viejo priismo están asomando de nuevo el copete, luego del viernes negro que padeció Enrique Peña en la Universidad Iberoamericana. Primero fue Pedro Joaquín Coldwell pidiendo que las autoridades universitarias `investiguen` quiénes participaron en las protestas contra el candidato priista. Y luego, a lo largo del fin de semana, las baterías de los gatilleros tricolores se enfocaron sobre una persona: Ronit Guttman. A esta estudiante de Comunicación, los priistas la están culpando de haber orquestado las protestas y las muestras de rechazo contra Peña Nieto en el campus universitario. Lo curioso es que la convocatoria que hizo Guttman no fue, para nada, un plan secreto, toda vez que se llevó a cabo... ¡en Facebook!
Y aunque ella proponía hacerlo `porque podemos y es divertido`, la realidad es que el acoso en su contra está tomando niveles preocupantes. No sólo hay priistas que la señalan como la mala del cuento, sino-que otros la acusan de estar al servicio del PRD e, inclusive, exhiben en Internet los datos de su empleo como para promover que algún acelerado vaya a visitarla. De momento esto ya llevó a Guttman a cancelar sus cuentas en redes sociales. Ojalá que el asunto no pase a mayores. (F. Bartolomé, Templo Mayor, Reforma)
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El grito y el argumento/Jesús Silva-Herzog Márquez
Reforma, 14 May. 12
El grito cabe en la democracia como cabe el aplauso. Sólo los defensores más ilusos de la democracia deliberativa pueden imaginar una ciudadanía que sólo participa en los asuntos públicos escuchando imparcialmente argumentos, ponderando científicamente razones, hilvanando juicios para la persuasión de un auditorio ecuánime. El diálogo democrático no es una conversación con café y galletitas: es un encuentro y muchas veces un encontronazo de valores, ideas, intereses y pasiones. Más que el hallazgo de la conciliación a través del coloquio, es una enemistad a duras penas amaestrada: rivalidad contenida.
Si tachamos las consignas como acto antidemocrático, deberíamos hacer lo mismo con las porras. El repetir alabanzas al candidato es tan democráticamente cuestionable como corearle maldiciones. Ambas cantilenas son vehemencia hermética que se hace oír por los decibeles que alcanza y no por los razonamientos que construye. Repetición irreflexiva e impetuosa de una simpleza. Que las porras y las consignas sean boberías, una violenta agresión al juicio literario no significa que sean irrelevantes o, peor aún, peligrosas. Que no alcancen estatura de argumento, que se satisfagan en la reiteración y en el ruido no quiere decir que sean ajenas a la vida democrática. El debate en democracia nunca será un pulcro intercambio de razones porque la política no es un territorio esterilizado donde rivalizan los silogismos en busca de la verdad. Toda política enciende entusiasmos y remueve abominaciones, genera esperanza y provoca temor. Al lado de los argumentos hay gritos; las razones no suprimen los prejuicios; la reflexión individual y las obsesiones colectivas se entrelazan y se confunden.
Que un acto político encuentre la hostilidad de un grupo organizado es tan preocupante como el escenario contrario: que encuentre el júbilo organizado. Nadie se indigna cuando un candidato es recibido en la plaza con un coro de entusiastas que repiten hasta el cansancio que ha llegado el salvador de la nación. "Anselmo, amigo, el pueblo está contigo", gritan todos en la plaza uniformados con la camiseta del licenciado Anselmo. ¿Son intolerantes los adeptos porque antes de escucharlo ya lo celebran? ¿Son fanáticos porque han sido coordinados por quien reparte carteles y camisetas y porque sus gritos siguen el ritmo de un director de porra? ¿Son borregos manipulados que actúan solamente porque otro mueve los hilos de su voluntad? Lo mismo puede decirse de quienes organizan la hostilidad -con la condición, por supuesto, de que permitan la expresión de los otros, con la condición de que admitan la presencia de aquel a quien abominan. La festividad organizada es parte de la vida política ordinaria, es materia común de una campaña electoral. La protesta organizada lo es también. Evidentemente, no se trata de expresiones espontáneas, de ponderaciones reflexivas, expresiones de ciudadanos meditabundos: son un ruido que expresa, son teatros que algo muestran: actos políticos que nadie, en su sano juicio pensaría reprimir.
La protesta no suele levantar el dedo meñique. Es estruendosa y pendenciera pero no busca ingreso a la cena de gala: quiere hacerse oír -aunque sea a la mala. La protesta es testimonio que valdría escuchar. Ubicar en su sentido y medida, sin sacralizaciones ni demonizaciones. Quiero decir con esto que resulta absurdo pensar que la organización de una protesta ruidosa, vehemente, hostil -pero pacífica, es peligrosa para la vida democrática de México, como se ha escuchado tenuemente en estos días. La protesta es parte de la vitalidad de un sistema abierto donde debe haber sitio para la adhesión y sitio para el reproche. Sitio para el argumento y también (aunque lo rechacen los bienpensantes) sitio para el insulto; sitio para la concordia y sitio para el odio. Si la casa es humana ha de alojar todo lo nuestro. La idea de una democracia desapasionada y sin conflicto, una democracia elegante y armoniosa es el cuadro de una democracia muerta. Si no pedimos certificado de racionalidad, de independencia, de espontaneidad a quien elogia, tampoco lo exijamos a quien censura.
La democracia se alimenta de razones -pero no sólo de razones. Protestar es otra forma de ejercer ciudadanía.
http://www.reforma.com/blogs/silvaherzog/
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¿Odio a Peña Nieto?/ Leo Zuckermann
Excélsior, 14 de mayo de 2012
Me parece lamentable que un grupúsculo de universitarios impida el flujo libre de las ideas usando un discurso de odio
Es lógico: los ataques contra Peña se incrementarán conforme se acerquen las elecciones del primero de julio. El candidato priista se mantiene muy arriba en las encuestas y, por tanto, Vázquez Mota y López Obrador lanzarán sus últimas embestidas para provocar que Peña cometa un error costoso. Como la panista y el izquierdista tienen poco que perder, los ataques serán cada vez más duros.
López Obrador ya dejó a un lado su discurso de la República amorosa y ha regresado a ser el candidato de siempre: el que alza la voz, se queja y condena a los dos partidos principales por ser lacayos de los que “verdaderamente mandan”, que son “los de arriba”. No es el único que ha subido el tono estos últimos días; sus huestes lo están haciendo en las redes sociales donde la grosería ha sustituido a la crítica.
La campaña del PAN, por su parte, continúa con ataques en spots de radio y televisión cada vez más duros contra Peña y el PRI. La candidata presidencial, que había dejado las embestidas al partido, ha comenzado a criticar al priista.
Ante los ataques que recibe, un candidato debe demostrar de qué está hecho. Creo en la necesidad de que se critique, y duro, a alguien que pretende gobernarnos. Como decía el presidente Harry Truman, de Estados Unidos: “Si alguien no aguanta el calor, que se salga de la cocina”. Un presidente, por las decisiones que tiene que tomar, debe soportar un fuego muy intenso. Una campaña sirve, entre otras cosas, para subirles la lumbre a los candidatos a fin de comprobar si la soportan o no. En este sentido, los días que quedan de esta campaña serán definitorios para Peña. Tanto Josefina como AMLO le van a subir cada vez más a la candela. El priista tendrá que enseñar si tiene o no la personalidad para aguantarla.
Ahora bien, si esto es lo normal en una campaña, también debemos decir que resulta triste y preocupante lo que está sucediendo en algunas universidades del país con respecto a los debates políticos. Grupúsculos de universitarios radicales parecen estar empeñados en impedir el libre flujo de las ideas. Una cosa es que Peña vaya a la Universidad Iberoamericana, lo cuestionen duramente y hasta le saquen pancartas críticas, y otra muy diferente es que lo busquen para encararlo, correrlo del lugar y decirle que lo aborrecen. De acuerdo a la prensa, el viernes pasado, a Peña lo insultaron, le trataron de aventar un zapato y le mostraron pancartas donde lo tildaban de “asesino”.
Apareció, incluso, un cartel que decía: “Te odio”. ¿Odio? Uno puede estar en desacuerdo con Peña, le puede fastidiar la idea de que el PRI regrese al poder y pensar que sería un retroceso para el país, pero otra cosa es confesar odio. De acuerdo a la Real Academia de la Lengua, este término se refiere a la “antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”. Puede haber antipatía y aversión por un político, pero, ¿desearle mal? Quizá se ansíe que pierda la elección, pero nada más. No exageremos ni caigamos en la trampa del discurso de odio que acaba por generar acciones de odio: de las palabras se pasa a los hechos; de las pancartas a los golpes, y de los golpes a golpes cada vez más duros.
Lo peor es que el discurso de odio aparezca en una universidad que es, por definición, un espacio abierto al debate libre de las ideas. Una ágora plural donde convergen individuos de todas las ideologías para discutir con rigor, pasión y civilidad todo tipo de temas. Una comunidad universitaria tiene el deber de escuchar las ideas ajenas, cuestionarlas y criticarlas, siempre con respeto. En una universidad no puede haber espacio para la intolerancia. Eso, por desgracia, es lo que sucedió el viernes en la Ibero.
No es la primera vez que ocurren este tipo de situaciones en una universidad. Hace algunos meses, el senador priista Francisco Labastida acudió a la Facultad de Economía de la UNAM a participar en un seminario sobre la reforma hacendaria. Alumnos y trabajadores de la Universidad impidieron su participación. El senador no pudo hablar. Optó por retirarse por una puerta trasera y abandonar su alma máter.
Otro ejemplo ocurrido hace poco fue cuando Luis Felipe Bravo Mena, quien era candidato a gobernador del Estado de México, acudió a la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, perteneciente a la UNAM, a hablar sobre sus propuestas de campaña. Al terminar, una treintena de personas lo trataron de abordar con gritos y empujones. Lo tildaban de fascista. Le escupieron, lanzaron piedras, patearon su camioneta y le arrojaron una botella.
Yo estoy de acuerdo que se critique, y duro, a Peña, y a todos los políticos que pretenden gobernarnos. Que se les cuestione con firmeza y decisión. Pero me parece lamentable que un grupúsculo de universitarios impida el flujo libre de las ideas usando un discurso de odio e incluso amenazando con golpear físicamente al político en cuestión. Qué triste que un espacio civilizatorio, como debería ser una universidad, se convierta en ejemplo de incivilidad.
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Columna TOLVANERA/ Roberto Zamarripa
Salidas para salir
“Afuera hay más salidas para salir?" (sic). EPN
Reforma,14 May. 12
Los estudiantes de la Ibero (y el Tec) han roto la inmovilidad electoral. Su protagonismo va más allá de las encendidas participaciones ante los candidatos presidenciales. Lo suyo, junto con jóvenes de otras escuelas y otras entidades, corre libre por las redes sociales con inteligencia, humor y creatividad.
Hasta el día del debate la elección era presentada como una foto congelada, con un puntero "inalcanzable". La campaña era inútil, el debate inocuo, la liguilla más importante que la Presidencia, los Pequeños Gigantes hacían enanos a los Grandes Candidatos.
Tras la pasarela de Peña por la Ibero, donde tuvo que salir a trote para evadir reclamos de estudiantes, políticos y comentaristas han tronado contra los descarriados. Los medios electrónicos disolvieron el reclamo estudiantil entre informaciones de las cenizas del Popo y los senos de una edecán.
El problema, quizás, es que esos estudiantes incrédulos han amenazado la foto congelada, la inmovilidad impuesta. Qué bueno que los estudiantes están del lado de la participación y la información y no de la despolitización y el abstencionismo. Gritan, sí, pero también argumentan. Que el ejemplo de esos jóvenes obligue a los demás a asumir los compromisos ciudadanos. Se elige Presidente, no Rey o Reina del Carnaval.
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La red del poder multimedia confronta el poder de las redes sociales. Sansón contra Goliat, sin duda, pero al fin y al cabo millones de voluntades que no solo apelan a su libertad de elección y decisión sino que han escalado desde cuentas de Twitter y páginas de Facebook en la exigencia de una regeneración de la política... y de los medios tradicionales.
Para muchos, Peña es el emblema de la red de poder multimedia. Lo ratifican las porras que recibe desde las televisoras y las protecciones dispensadas. Resulta revelador el ocultamiento informativo en los principales noticiarios de medios electrónicos de lo ocurrido en la Iberoamericana. Choca -molesta- la manipulación. Choca el insulto a las audiencias. La apuesta a la desmemoria.
Por eso tanto abucheo en universidades. Porque el discurso de redes sociales, el discurso de los estudiantes, choca con el discurso que entroniza a Peña.
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Trabada la quijada, la figura rígida, y con ojos de rabia así aparece Enrique Peña en uno de esos videos de profusa circulación en redes sociales y de nula difusión en medios electrónicos concesionados. Tomado el pasado viernes 11 por Cecilia Villafuerte, capta a Peña atrapado en las escaleras de un edificio de la Ibero, en medio de la gritería estudiantil que le hostiliza. Como si trazara un escape ante la emboscada, Peña -según se oye en el video- pregunta perspicaz a su jefe de seguridad, el Capitán Cuevas: "¿Afuera hay más salidas para salir?" (sic).
Aunque en la Ibero, Peña reveló algo más que sus dotes de escapismo. En su intervención final, en un arrebato ante reclamos por la represión de Atenco en mayo de 2006 cuando él era gobernador, repelió: "Tomé la decisión de emplear el uso (sic) de la fuerza pública para restablecer el orden y la paz y que en el tema lamentablemente hubo incidentes que fueron debidamente sancionados y que los responsables de los hechos fueron consignados ante el Poder Judicial. Pero reitero, reitero, fue una acción determinada personalmente, que asumo personalmente, para restablecer el orden y la paz en el legítimo derecho que tiene el Estado mexicano de hacer uso de la fuerza pública como además, debo decir, fue validado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación".
El tema no es si "emplea el uso" o si "afuera hay salidas para salir". Eso no pinta a Peña, lo retoca. El sable desenfundado lo define.
¿Quieren saber de Atenco? Pues lo decidí yo y la Corte me puso estrellita en la frente. ¿Que murió el estudiante Alexis Benhumea de un granadazo de gas lanzado a su cabeza por un policía, que violaron a mujeres, que fueron comprobadas torturas y procesos judiciales abusivos? Esos fueron "incidentes" ya sancionados.
Al asumir que lo de Atenco fue "una acción determinada personalmente", Peña cambió los papeles de la historia.
En su sesión del 12 de febrero de 2009, la Corte no fijó responsabilidades a mandos superiores por los hechos represivos -entre ellos a Peña- pues se basó en que la decisión de reprimir fue tomada colectivamente durante una reunión realizada el 3 de mayo del 2006 entre autoridades federales y estatales.
¿Por qué entonces la responsabilidad fue colectiva y ahora en su desplante Peña la asume como personal?
Porque quería mostrar los colmillos y la quijada dura. Vaya auditorio escogido para desnudarse, el estudiantil.
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Intolerantes, les han dicho a los estudiantes. No a Peña que ni un gramo de arrepentimiento tiene por los hechos de Atenco. Tampoco a la televisoras que censuran la información de lo que sucede en la calle. Igual dijeron -e hicieron- en 1968.
Los estudiantes amenazan la foto congelada, por eso los condenan. No vaya a suceder que ellos sí sepan "la salida para salir".
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Columna Razones/Jorge Fernández M.,
Excélsior, 14 de mayo de 2012
Se podrá estar de acuerdo o no con Peña Nieto, pero el viernes, en la controvertida visita a la Universidad Iberoamericana, tuvo toda la razón al decir que en el caso de Atenco lo que había hecho era hacer respetar el Estado de derecho y que si se habían cometido abusos, éstos fueron castigados. Se equivocan López Obrador y otros cuando dicen que Peña respondió como Díaz Ordaz: en ese 1968, el régimen de Díaz Ordaz emboscó a los estudiantes, los masacró, actuó con grupos irregulares para frenar un movimiento de oposición no violento y que no estaba violando la ley. Por cierto, ese acto de represión ilegal e ilegítimo tuvo notables defensores, entre ellos, ahora lopezobradoristas, como un Porfirio Muñoz Ledoque defendió a Díaz Ordaz desde la tribuna del Congreso, y también López Obrador, que era parte de las juventudes del PRI y compuso un bonito himno a su partido, como presidente estatal, en Tabasco.
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Peña y la Ibero/Ricardo Alemán
Columna Itinerario Político en Ecélsior, 13 de mayo de 2012;
No debiera sorprender a nadie que grupos estudiantiles de una universidad como la Iberoamericana cuestionen con severidad a uno, dos o los cuatro candidatos presidenciales.
Resultaría no sólo natural, sino saludable —y ampliamente aplaudible— que la comunidad de una de las más prestigiadas universidades privadas, como la Ibero, sometiera a un riguroso juicio las historias, trayectorias y el desempeño de cada uno de los aspirantes al más relevante puesto de elección popular, como es la Presidencia de la República.
Pero cuando en dos encuentros distintos —con una diferencia de dos semanas— la misma comunidad universitaria recibe calurosa, con ovaciones, con grandes pancartas de apoyo y sin una sola crítica a un candidato, y con un abierto repudio, pancartas de odio, insultos, intentos de agresión física y expresiones de una intolerancia impensable a otro candidato, entonces no podemos más que hablar de “mano negra”.
Y es que si tiene cola de pato, patas de pato y grazna como pato, tenemos derecho a pensar que se trata de un pato. Un montaje en la Ibero, a favor de AMLO y, dos semanas después, un montaje en la Ibero contra Peña Nieto. Y los feligreses de Andrés podrán decir misa, engañar a muchos, pero no podrán engañar a todos todo el tiempo. Y más pronto de lo que se imaginan podrían aparecer las evidencias.
Es decir, que grupos universitarios interesados —sean profesores, directivos o estudiantes— se han dado a la tarea de inducir políticamente a estudiantes a los que instruyen con tácticas de odio, irracionalidad, violencia e intolerancia, propias del otrora porro preferido de López Obrador. Nos referimos, claro, a Gerardo Fernández Noroña, hoy echado del paraíso por impresentable, y cuyos herederos pasaron su primer examen de reventadores en la Ibero.
¡No es la UNAM, es la Ibero!
Pero tampoco debe sorprender a nadie que la Ibero —la universidad de la clase media por excelencia— también haya arrebatado a la UNAM la patente de la intolerancia y la formación de líderes impresentables como Fernández Noroña y René Bejarano, entre muchos otros de la mal llamada izquierda mexicana. ¿Por qué?
Porque empezando por AMLO —cuyos hijos estudian y han estudiado en costosas universidades privadas—, los hijos de los políticos de esa dizque izquierda ya no estudian en la UNAM. No, ahora lo hacen en universidades privadas, viajan en autos costosos, usan ropa de marca, fuman puro y beben vino, a pesar de que sus padres se dicen defensores de las causas populares, viajaban en camión, usaban ropa Milano, portaban morral y huarache, fumaban “faros” y bebían “chelas” y tequila barato.
Pero el fenómeno es de fondo. Con los años se consolidó una migración hormiga de profesores universitarios del Pedregal a Santa Fe; maestros que suben los peldaños sociales pero mantienen sus mismos intereses políticos y prácticas partidistas. Tampoco ahí termina el cuento. Resulta que pequeños, medianos y grandes empresarios han visto en AMLO al moderno mesías para reeditar la vieja y exitosa mancuerna poder político-empresa y, con ello, obtener hoy los beneficios que regaló el PRI de los años 50 y 60 a los capitanes de empresa. Esos hombres de empresa, y sus hijos, también hacen lo suyo en las universidades privadas.
Esa mezcla poco visible para el ciudadano común —y mucho menos entendible— dio origen a células de Morena —el movimiento social y sin regla alguna de AMLO— en universidades como la Ibero y el Tec, entre otras, que se han encargado de espectáculos como los que hemos visto en las visitas de AMLO y Peña Nieto en la Ibero. Lo curioso es que aquellos que antaño eran campus universitarios de excelencia para el debate y ejemplares por su cultura democrática, hogaño son groseras copias de lo peor del sindicalismo, el corporativismo y las tribus de golpeadores por consigna
Antaño la izquierda dura le llamaba a esas masas exaltadas por “charros” y politicastros “la borregada”. Hoy, esas masas exaltadas y lanzadas lo mismo a gritar, golpear o denostar que a aplaudir, ya no sólo están en la UNAM y no sólo son manipuladas por el PRI, sino que están en la Ibero y las mueve la dizque izquierda.
Pero esa mutación en las universidades privadas tampoco debe ser una sorpresa. ¿Por qué? ¡Porque nomás faltaba..!. A quién se le ocurre pensar que los hijos de los que hoy se llaman izquierdistas iban a estudiar en la UNAM, universidades que le han dejado al “pobrerío”, como ellos le llaman. No, los junior “de la izquierda” mexicana estudian en las mejores universidades privadas, en las que ejercitan sus prácticas “porriles”, perfeccionan la integración de sus “tribus” y ensayan el “borreguismo”, “corporativismo” y las“tácticas noroñescas” y de “manipulación de masas”.
AMLO desesperado
¿Por qué un día arropan y vitorean a AMLO en la Ibero, y al otro abuchean, insultan, expulsan, ofenden y lanzan objetos contra Enrique Peña Nieto? ¿Será que estamos viendo a preclaras generaciones de jóvenes que han descubierto al mesías prometido e inventado la pócima de las ideologías más claras y las concepciones limpísimas del futuro?
No. Si queremos ser serios, tenemos que reconocer que están lejos de la espontaneidad el aplauso fácil a AMLO y la carencia de la más elemental crítica a su “chabacana república amorosa” y la virulencia del odio, la intolerancia y la agresión lanzadas contra Peña Nieto. Son montajes de los tiempos electorales
Si en 2006 vimos que la pelea poselectoral contra Calderón y el PAN la dio AMLO en Reforma y en el Zócalo, la pelea de hoy —contra Peña Nieto y el PRI— la da AMLO en la Ibero y en otros espacios de fuerte repercusión.
Si luego de julio de 2006 veíamos a Fernández Noroña persiguiendo a Calderón y a sus secretarios de Estado, hoy vemos a universitarios de la Ibero persiguiendo a Enrique Peña Nieto en un espectáculo que no debe sorprender a nadie, pero que harto daña la imagen de la Ibero. ¿Por qué? Porque de sus aulas están saliendo los nuevos vividores de la política, como Fernández Noroña, Bejarano, Batres…
Pero lo verdaderamente grave es que con espectáculos como el de la Ibero AMLO confirma que no sólo es un candidato desesperado y que se sabe derrotado, sino que es capaz de cualquier cosa. Hoy emplea la táctica que estaba prevista contra Peña Nieto para luego de julio de 2012. Y hoy parece haber perdonado a Calderón, el otrora “Presidente Espurio”, porque sabe que sólo juntos pueden derrotar a Peña Nieto. ¿Y todo eso qué quiere decir?
Que podemos esperar cualquier cosa porque comenzó la verdadera guerra por el poder presidencial. Y claro, será una guerra de dos. La derecha y las izquierdas —juntas— contra el PRI. ¡Ver para creer! Al tiempo.
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