Paolo Mastrolilli
Nueva York
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«Es una persona que no tiene miedo de decir la verdad e indicar los sectores de la Iglesia que tienen que ser reformados». Este juicio sobre el nuncio en Estados Unidos Carlo Maria Viganò, dado el pasado mes de febrero al New York Times por el recién nombrado cardenal Timothy Dolan, ayuda a entender de que manera la crisis que está teniendo lugar en el Vaticano se ve fuera de las fronteras italianas, y quizás también los sentimientos del ex secretario general del Gobernatorado la está viviendo. Para los americanos, de hecho, Viganò es un reformador con el mérito de afrontar los problemas nada más que se presentan. Por lo tanto puede sentirse aliviado, pero no feliz, por la evolución de los acontecimientos en las últimas semanas y no necesita añadir otra cosa porque los acontecimientos parecen ir en su dirección.
A principios del pasado año Viganó, encargado sobre todo de la gestión económica de la Ciudad del Vaticano, había escrito dos cartas al Papa en las que denunciaba situaciones de corrupción. En octubre fue sustituido y enviado como nuncio a los Estados Unidos. Cuando sus cartas fueron publicadas, la dirección del Gobernatorado emitió una declaración para desmentir sus denuncias.
En su nueva sede de Massachusetts Avenue, Viganó ha querido mantener un perfil bastante reservado. Pero tras alguna duda inicial, ha tomado confianza con su nuevo cargo, que tiene que ver con la gestión de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede con los Estados Unidos, las del episcopado americano con Roma, además de la delicadísima función de indicar los candidatos para ocupar las sedes episcopales.
La confianza nace sobre todo de la buena relación que ha construido con los obispos americanos, a los que en diversas ocasiones ha exhortado a convertirse en líderes de la renovación mundial de la Iglesia. Viganó mantiene una estrecha relación de manera particular con Dolan, que no solo es arzobispo de New York, sino también presidente de la Conferencia Episcopal americana, a menudo indicado como un potencial «papable». También en febrero, Dolan había contestado de este modo a John Allen, que durante una entrevista para el National Catholic Reporter le había preguntado si el nuncio todavía podía ser eficaz: «Si, si, si, por una serie de razones. En el corto tiempo que lleva en Estados Unidos, hemos aprendido a amarlo. Lo digo sinceramente. En noviembre, cuando ya circulaban las habladurías, intervino en nuestra reunión de obispos y dijo: hermanos, es un honor para mí estar aquí. Yo personalmente, y he hablado con otros muchos colegas, pienso que lo que ha vivido refuerza su papel. Consolida su credibilidad de persona que no mira el funcionamiento interno de la Santa Sede con una lente de color, sino que se da cuenta de las dificultades. Quiere mantener la Iglesia en los estándares más altos de fidelidad al Evangelio, y cuando esto no sucede no tiene miedo de medirse, incluso con sacrificios personales». Dolan había hablado de ello con su colega de Chicago George, confirmando la capacidad del nuncio para representar correctamente la situación americana a Roma, y añadió que había preguntado a Viganò si veía su misión diplomática como un premio de consolación. Él le había respondido de este modo: «¿Quién puede considerar un cargo en Estados Unidos una retrocesión?».
Los obispos americanos lo necesitan, mientras en el plano político, desafían a Obama en cuanto a la contracepción y los temas sociales durante un año electoral, y en el plano económico tratan de reparar sus cuentas tras la crisis de las molestias. Él ve en su apoyo el apoyo de un nuevo liderazgo que quiere cambiar las cosas. Sus cartas, cuando fueron publicadas, tenían el sello de la Secretaría de Estado, donde habían sido enviadas por el Papa. Esto demostraría que el enfrentamiento está teniendo lugar dentro de la Secretaría misma: Viganò las ha escrito, pensando que estaba haciendo una denuncia reservada, y otros las han usado para provocar la crisis que amenaza el gobierno de la Santa Sede. Él no añade nada más, porque los hechos demuestran que tenía razón por lo menos en cuanto a la descripción del clima, si no en los detalles de las acusaciones.
Una nueva ocasión de confrontación pública podría llegar a mitad de junio, cuando la Conferencia Episcopal Americana celebre su cumbre de primavera en Atlanta, la primera reunión al más alto nivel después de que el escándalo de los documentos estallara con toda su fuerza. En esa cita seguramente estará presente Dolan, que es el presidente de la institución, con todos los otros líderes americanos. Y desde la Conferencia episcopal confirman el apoyo: «Su excelencia el arzobispo Viganò está obviamente invitado, y esperamos que pueda participar»
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