El show francés/ANNE
MARIE MERGIER
Revista Proceso No. 1891, 27 de enero de 2013
Como
un triunfo de la diplomacia francesa –fuera el agresivo conservadurismo de
Sarkozy o la suavidad insistente de Hollande– fue celebrada en Francia la
liberación de Florence Cassez. En el espectáculo mediático que se armó a la
llegada de la joven a su país y con su familia, las preguntas sobre su
inocencia y sus lazos con Israel Vallarta quedaron sin responder. Todo parece
indicar que allá también el caso se politizó y el análisis jurídico quedó en
segundo plano.
PARÍS.-
Decir que la repentina liberación de Florence Cassez provocó ondas de choque en
Francia es poco. Sorprendió a la principal interesada, a su familia, su
abogado, sus amigos y comités de apoyo. Y provocó efervescencia en los medios,
sobre todo en los canales de información continua.
En
tres días generó polémicas entre políticos de derecha y socialistas, y desató
debates sobre la justicia y la democracia mexicanas, pero sobre todo selló una
nueva etapa en las relaciones diplomáticas francomexicanas.
Fue
por lo menos lo que recalcó François Hollande desde Grenoble, donde estaba
reunido con asociaciones caritativas. Al enterarse de la “liberación absoluta e
inmediata” de la reclusa de Tepepan el presidente francés pidió que se citara a
un canal televisivo y una estación de radio para grabar y difundir a escala
nacional una breve declaración sobre la decisión del máximo tribunal mexicano.
Tras
expresar su “reconocimiento” a las autoridades judiciales, Hollande enfatizó:
“Hoy podemos decir que entre Francia y México tenemos las mejores relaciones
que sea posible establecer”.
Con
esa frase el presidente puso punto final a cuatro años de tensiones entre los
dos países, que culminaron con la cancelación del Año de México en Francia en
2011. Buscó de paso demostrar la superioridad de su “diplomacia discreta”,
radicalmente opuesta a los golpes mediáticos de su antecesor.
La
Unión para un Movimiento Popular (UMP), partido de Sarkozy, hoy en la
oposición, reaccionó de inmediato. Claude Guéant, amigo íntimo del expresidente
y quien siguió de cerca el “caso Cassez” entre 2007 y 2011, primero como
secretario general del Elíseo y luego como ministro del Interior, estimó que
Hollande se atribuía méritos que le corresponden a su antecesor.
Después
de recalcar que el actual presidente no había mencionado los esfuerzos de
Sarkozy para sacar a Cassez de la cárcel, afirmó que “François Hollande
acostumbra callar lo que hicieron sus antecesores”.
Luego
se lanzó en un elogio de la batalla del expresidente para “liberar” a Cassez.
Aludió a la comisión jurídica francomexicana que examinó en 2009 la posibilidad
de trasladar a la detenida a una cárcel francesa. Después de tres meses de
deliberación, Felipe Calderón acabó por rechazar esa solución.
“A
nivel diplomático hubo esfuerzos continuos. Pero el canal de la diplomacia no
fue único. También recurrimos a la vía judicial. Pedimos al procurador Jean
Claude Marin que se reuniera con sus homólogos mexicanos para tratar de
convencerlos en el plano judicial”, explicó.
Según
él, “también hicimos un inmenso trabajo para convencer a líderes de opinión en
México. Nuestra meta era crear en el seno mismo de la opinión pública mexicana
un movimiento poderoso que exigiera el respeto al debido proceso”.
Rindió
homenaje al nuncio apostólico Christophe Pierre, quien apoyó esa iniciativa y
fue enlace entre la presidencia de Francia y la Iglesia mexicana. “Los
comentarios atribuidos a algunos voceros del Elíseo acerca del triunfo de un
método presidencial sobre otro me parecen vilmente politiqueros”, remató.
De
inmediato se armó una agria polémica entre “sarkosyanos” y “hollandistas” que
se agudizó la tarde del jueves 24, cuando Cassez, recién bajada del avión,
declaró en conferencia de prensa, en el salón de honor del aeropuerto Charles
de Gaulle, que Nicolas Sarkozy le había “salvado la vida”. Expresó ese
reconocimiento mientras el canciller socialista Laurent Fabius la tenía
caballerosamente tomada del brazo.
En
todas las entrevistas televisivas que dio a los principales noticieros del país
la noche del jueves 24, la familia Cassez se topó con la misma pregunta
engorrosa: “¿Quién fue más eficiente, Nicolas Sarkozy o François Hollande?”
Esa
pregunta no fue la única difícil de contestar para Florence.
Si
bien la prensa, sobre todo la televisiva y radial, celebró con gran entusiasmo
su regreso a Francia, los periodistas no dejaron de plantearse numerosas
interrogantes incómodas para Cassez.
La
primera concierne a su inocencia y surgió incluso antes de su llegada a
Francia, en el instante en que se dio a conocer la decisión de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación (SCJN) en México. Muchos periodistas preguntaron si,
al invalidar las acusaciones en su contra, la Corte había reconocido que
Florence es inocente.
Estas
discusiones hicieron enojar a Frank Berton, el temperamental abogado francés de
Florence. En la conferencia de prensa del aeropuerto Berton se indignó:
“Acabamos
de pisar Francia y ya oímos que quizás la Suprema Corte no mencionó o no
demostró la inocencia de Florence. Estuvimos en la audiencia y oímos a los
magistrados, a los cinco magistrados, que decían que los testimonios de las
víctimas carecían de credibilidad. Ustedes los oyeron, ¿no es cierto? ¡Basta!
¡La Corte acaba de decir que esa mujer es inocente y lo es!”.
El
exabrupto de Berton prendió aún más el debate.
“Miles
de casos como el mío”
La
personalidad de Israel Vallarta también plantea dudas a los reporteros.
En
sus dos días de encuentros con la prensa francesa, Florence tuvo cuidado de no
mencionar el tema. Pero tarde o temprano tendrá que decir, por ejemplo, si
aceptará testificar cuando lo sometan a juicio.
Asombró
a analistas y juristas el hecho de que Vallarta, acusado de encabezar la banda
de Los Zodiaco, no haya sido enjuiciado después de siete años de prisión
preventiva.
También
los dejó atónitos la difusión en vivo de los debates de la SCJN, porque
semejante transparencia es inimaginable en Francia. Los debates en sí, aunque
arduos, causaron impacto. El rigor con el que los cinco magistrados analizaron
los errores de la justicia mexicana y la fuerza con la que exigieron que se
respetaran los derechos humanos y se luchara contra la corrupción tuvieron un
efecto contrastado.
Por
un lado revelaron los graves problemas que afectan el sistema judicial
mexicano, y por otro fueron percibidos como una clara manifestación de la
independencia de la Corte. Algunos comentaristas entusiastas hablaron de “fecha
histórica para México” o de “revolución judicial”.
Otros,
más prudentes, recordaron que miles de mexicanos condenados a largas penas de
cárcel sin el debido juicio esperaban en vano el reconocimiento de su
inocencia.
A
todos les parece interesante ahora saber qué va a pasar con los responsables de
los graves vicios de forma que invalidaron la condena de Cassez. ¿Los investigarán?
¿Los enjuiciarán? ¿Hasta qué nivel de responsabilidad se llegará?
A
lo largo de los debates televisivos y radiofónicos, varios periodistas
recordaron que la buena noticia de la liberación de Cassez no debía ocultar la
desaparición en Matamoros de Rodolfo Cázares Solís, director de orquesta
francomexicano secuestrado con otros miembros de su familia el 9 de julio de
2011.
Recalcaron
que hasta la fecha no existe mayor información sobre el curso de las
investigaciones judiciales y policiacas en México para encontrar a las
víctimas. Entre los que más insistieron en este caso destacó Ulysse Gosset,
reconocido periodista que dirige la información internacional de la cadena BFM
TV.
En
la edición del viernes 25 del matutino Libération, Emmanuelle Steels, su corresponsal
en México, citó una de las primeras declaraciones de Florence Cassez en la
conferencia de prensa del aeropuerto: “Visto desde aquí puede parecer
inverosímil, pero en México hay miles de casos como el mío”.
Luego
Steels multiplicó ejemplos de condenas arbitrarias que sacudieron a la opinión
pública mexicana en los últimos años. Recordó también que la liberación de
Cassez había tenido antecedentes y que, después de largos años de lucha, la
Corte había acabado por reconocer la inocencia de algunas víctimas.
Recordó
la represión de Atenco, sin olvidar mencionar que 35 mujeres habían sido
violadas por policías y que varios manifestantes fueron torturados, enjuiciados
y condenados a largas penas de cárcel cuando Enrique Peña Nieto gobernaba el
Estado de México.
Otra
polémica, mucho más trivial, se armó sobre los costos del regreso de Cassez, su
abogado y su padre en clase ejecutiva y su hospedaje en una suite de un lujoso
hotel parisino.
Nada
para la reflexión
El
espectáculo televisivo que desató la liberación de la francesa creó un malestar
creciente entre los defensores del “periodismo de reflexión”.
Numerosos
enviados especiales se precipitaron a México para “cubrir en vivo” la decisión
de la SCJN, siguieron a los abogados de Cassez hasta Tepepan, grabaron la
salida de la pequeña comitiva hacia el aeropuerto, viajaron en el mismo avión
para trasmitir imágenes de la pasajera especial platicando con su padre y su
abogado.
La
llegada al aeropuerto fue apoteósica. Dos ministros la fueron a recibir. Más de
cien periodistas apiñados en el salón de honor del aeropuerto Roissy-Charles de
Gaulle asistieron a su conferencia de prensa, que duró casi media hora. Otros
50 la esperaban afuera del salón, muchos en motocicletas para grabar sus
primeras horas en la Ciudad Luz.
Una
comitiva digna de una estrella de rock o de un jefe de Estado –seis coches
escoltados por una nube de reporteros y policías en motocicleta– dejó el salón
de honor de Roissy y cruzó París a toda velocidad.
Florence
y su familia descansaron unas horas en casa de una tía mientras reporteros y
policías montaban guardia al pie del edificio.
Posteriormente
los Cassez se repartieron las entrevistas con los principales canales
televisivos: Florence y su abogado en el de más audiencia, sus hermanos y
cuñada en otro, su padre en un tercero… Finalmente la familia recobró su
intimidad para cenar en un exclusivo restaurante.
El
viernes 25 se inició un nuevo maratón de entrevistas con medios masivos y a las
19:00 horas acudió al Palacio del Elíseo para un encuentro con François
Hollande. El presidente no salió a recibir personalmente a Florence, pero sí lo
hizo la primera dama, Valérie Trierweiler.
Esa
discreción fue inmediatamente comentada por expertos en comunicación y suscitó
comentarios encontrados. Para unos analistas Hollande quiso callar a la UMP,
que lo acusa de querer recuperar políticamente la liberación de Florence. Otros
insistieron en que el presidente no quería herir la susceptibilidad mexicana
con actitudes triunfalistas. Los últimos reactivaron la polémica sobre la
inocencia de Florence e insinuaron que Hollande, el prudente, no quería
retratarse con ella.
Después
de la emoción de su liberación y del vértigo de su celebridad, Florence Cassez
tendrá que aprender a vivir con el peso mediático de su historia mexicana.
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