El del general
Tomás Ángeles, otro caso fabricado/JORGE CARRASCO ARAIZAGA
Revista Proceso No. 1891, 27 de enero de 2013
Lejos
de pacificar al país, lo ensangrentó. En vez de cohesionar a las fuerzas
federales que enfrentan la potencia de fuego y el poder corruptor de la
delincuencia organizada, Felipe Calderón dividió al Ejército y a las
corporaciones policiacas, además de confrontar al Poder Judicial para mantener
impunes a sus incondicionales y hundir a quienes consideraba sus adversarios.
Al seguir el hilo de la fabricación del caso del general Ángeles Dauahare, se
recorre toda esta trama de ilegalidades en que el expresidente basó su guerra
contra el narco.
A
penas ocurrió el cambio de poderes se empezó a evidenciar de manera oficial que
la violación al debido proceso fue una constante en el gobierno de Felipe
Calderón. Horas antes de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación liberara
a la ciudadana francesa Florence Cassez, se empezó a derrumbar otro de los
grandes “éxitos” del sexenio pasado: La detención del general de división en
retiro Tomás Ángeles Dauahare, el militar de más alto rango acusado dentro de
la “guerra al narcotráfico” del expresidente.
A
la Procuraduría General de la República (PGR) de Jesús Murillo Karam le
resultará difícil sostener las acusaciones de delincuencia organizada fincadas
por su antecesora Marisela Morales con el apoyo del entonces subprocurador
Cuitláhuac Salinas y el teniente coronel de infantería y ahora coronel Avigaí
Vargas Tirado, uno de los enclaves que tuvo el Ejército en la PGR durante el
gobierno de Calderón.
Por
sus servicios en la PGR, donde ha hecho parte de su carrera de servidor
público, sobre todo en el sexenio pasado, Calderón ascendió a Vargas Tirado al
grado de coronel del Ejército en la promoción de ascensos en las Fuerzas
Armadas el pasado 20 de noviembre, 10 días antes de que acabara su gobierno.
Requerida
judicialmente por el abogado defensor del divisionario, Ricardo Sánchez Reyes
Retana, la PGR aseguró que no tenía manera de comprobar que el general retirado
fue protector del cártel de los hermanos Beltrán Leyva, cargo por el que el
gobierno de Calderón le enderezó la acusación de delincuencia organizada con la
finalidad de cometer delitos contra la salud.
En
un escrito entregado al juez Tercero de Distrito en Procesos Federales con sede
en el penal del Altiplano, en Toluca, Estado de México, Raúl Valerio Ramírez,
la PGR le respondió al abogado que las declaraciones de los “testigos
protegidos colaboradores” no están corroboradas de manera convincente, salvo el
hecho de que el encausado fue servidor público de la Secretaría de la Defensa
Nacional (Sedena).
Con
el número de oficio DGCPPAMDO/707/2013, difundido inicialmente por el periódico
Reforma el martes 22 de enero, la PGR aludió a los dichos de los testigos
identificados con las claves Jennifer y Mateo, quienes acusaron de oídas a
Tomás Ángeles de aprovechar sus distintos cargos de jefe militar para proteger
a los Beltrán Leyva.
El
abogado Roberto López Nájera, Jennifer, y Sergio Villarreal Barragán, El
Grande, quien se convirtió en colaborador de la PGR con el alias de Mateo,
inculparon al general en retiro sin que la dependencia a cargo de Marisela
Morales corroborara sus acusaciones, además de que sus declaraciones
ministeriales fueron desvirtuadas por el Ministerio Público federal en la
averiguación previa para involucrar aún más a Ángeles Dauahare.
El
deslinde de la PGR sólo favorece al divisionario, quien en 2006 estuvo entre
los considerados a ser secretario de la Defensa Nacional con el propio
Calderón, pero terminó siendo subsecretario en los dos primeros años de ese
gobierno. El juez dio vista a los otros militares acusados para adherirse o no
a ese reconocimiento de la PGR.
Denuncia
anónima
Desacreditados
los dichos de los testigos por la propia PGR, se debilita también la denuncia
anónima del 17 de marzo de 2010, que supuestamente se hizo vía telefónica a la
Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada
(SIEDO, hoy SEIDO). Según esa “prueba” que quiso hacer valer la PGR en tiempos
de Calderón, militares con grados de generales y mayores colaboraban con la
organización de los Beltrán Leyva para realizar actividades de narcotráfico.
Esa
fue la justificación de la PGR para actuar contra los generales Tomás Ángeles,
Roberto Dawe González, Ricardo Escorcia Vargas y Rubén Pérez Ramírez; el mayor
Iván Reyna Muñoz, y el teniente coronel Silvio Isidro de Jesús Hernández Soto.
La
propia procuradora Morales tuvo que desechar públicamente otra denuncia anónima
en la que se acusaba a Ángeles de haber facilitado el narcomenudeo cuando fue
director del Colegio Militar, entre 2000 y 2002.
Además
en esa denuncia lo acusaban de haber apoyado al extinto jefe del Cártel de
Juárez, Amado Carrillo, cuando fue secretario particular del secretario de la
Defensa, Enrique Cervantes Aguirre, durante el gobierno de Ernesto Zedillo. Esa
supuesta denuncia estaba fechada el 17 de mayo, un día después de la detención
del divisionario.
Otra
pieza que se desacomodó en el juego de la PGR fue la declaración ministerial
del 15 de agosto de 2012 de Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, quien negó
conocer y haberse reunido con el exsubsecretario de la Defensa Nacional, como
lo dijo Jennifer, mientras que Mateo no pudo corroborar las fechas en que
supuestamente se reunió y entregó dinero al acusado.
Con
el caso del general Ángeles derrumbándose en la PGR, el jueves 17 de enero el
abogado Ricardo Sánchez solicitó al juez “el cierre de instrucción” a pesar de
que el domingo 6 el propio juez Tercero de Distrito en Materia Penal, en
Toluca, le había dictado auto de formal prisión junto a los coacusados, un hecho
sin precedente en la historia reciente del Ejército.
El
litigante ni siquiera presentó al juez un incidente de desvanecimiento de
datos; además de que, desde el 29 de noviembre de 2012, el propio juzgador
ordenó que se le devolvieran los bienes que le había asegurado la PGR: Una casa
heredada de la esposa del general, Leticia Zepeda; una casa del divisionario
obtenida mediante un crédito de Banjército y las cuentas bancarias de la señora
Zepeda, a pesar de que ella no estaba incluida en la causa penal.
Jennifer
y Mateo, que ahora se encuentran en Estados Unidos –el segundo en calidad de
procesado en una corte del sur de Texas– no fueron los únicos en declarar
contra el militar en retiro. También lo hizo el mayor Iván Reyna Muñoz, quien
en una queja que presentó ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en
junio pasado asegura que fue torturado e intimidado para inculpar al
divisionario.
Tampoco
fue el único en declarar bajo presión. También Gerardo Ortega Maya, quien en su
declaración ministerial responsabilizó al ahora coronel Avigaí Vargas Tirado de
haberlo torturado para que hundiera al general Ángeles.
La
detención del general en retiro el 16 de mayo de 2012, a la que siguieron las
de los otros militares de alto rango, ocurrió en medio de una intensa disputa
por la Sedena y se operó en coordinación de la PGR con el Ejército, entonces al
mando del general Guillermo Galván Galván, quien a esas alturas ya había sido
rebasado por los generales de división aspirantes a sucederlo (Proceso 1864).
Retirado
desde 2008, Ángeles Dauahare fue detenido una semana después de haber
participado en un foro sobre seguridad nacional en la campaña del entonces
candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto, en San Luis Potosí, donde
hizo una severa crítica a la falta de estrategia de Calderón para combatir el
narcotráfico y se fue asimismo contra los militares que violan los derechos
humanos con el pretexto de enfrentar a los narcotraficantes.
Su
acusador en la PGR fue el entonces fiscal Gustavo Adolfo Flores Delgado, quien
según La Barbie, lugarteniente de los Beltrán Leyva actualmente preso, lo buscó
el 21 de mayo y el 13 de julio de 2011 para pedirle que declarara contra
Ángeles a cambio de beneficios como testigo protegido.
El
fiscal, que dependía del entonces subprocurador de Investigación Especializada
en Delincuencia Organizada, Cuitláhuac Salinas, tuvo el apoyo del entonces
teniente coronel Vargas Tirado, hombre cercano al entonces subsecretario de la
Sedena, general de división Carlos Demetrio Gaytán Ochoa, quien por todos los
medios trató de llegar con Peña Nieto a la titularidad de la Sedena.
Incrustado
en la PGR
Vargas
Tirado fue jefe de Estado Mayor de la 13 Zona Militar, en Tepic, a las órdenes
de Gaytán Ochoa, con quien después ocupó distintos cargos en la PGR. El ahora
coronel se mantuvo en la dependencia hasta el sexenio pasado.
En
el año 2000 fue coordinador en el Centro de Planeación para el Control de
Drogas (Cendro).Ya en el gobierno de Calderón, entre 2007 y 2010 fue
coordinador general de Información contra la Delincuencia del Centro Nacional
de Planeación, Análisis e Información para el Combate a la Delincuencia
(Cenapi), sucesor del Cendro. En 2011, primero estuvo en la coordinación de
asesores de Marisela Morales y después fue nombrado director de apoyo
ministerial de la SIEDO.
Calderón
lo ascendió en la promoción militar del 20 de noviembre pasado y lo hizo
coronel del arma de Infantería, con todo y las acusaciones de tortura que hay
en su contra en el expediente del general Ángeles Dauahare.
Según
la Averiguación Previa PGR/SIEDO/UEIDCS/031/2012, Gerardo Ortega Maya, yerno
del exsecretario de Marina Ricardo Ruano Angulo y acusado de ser el
publirrelacionista del Chapo Guzmán en la SIEDO, señaló a Vargas Tirado como
quien lo detuvo y torturó para obligarlo a declarar contra el divisionario,
sobrino nieto del general revolucionario Felipe Ángeles.
En
su declaración ministerial Ortega Maya asegura que Vargas Tirado lo torturó
cuando fue detenido el 3 de mayo del año pasado en Huixquilucan, Estado de
México. Dijo haber identificado su voz porque fue con quien había gestionado
reingresar a la PGR, donde trabajó en 1994.
“Dicho
individuo, con ayuda de otros cinco, me subieron a una mesa de aluminio médica,
envolviéndome con una cobija y, posteriormente, amarrándome a dicha mesa,
ordenó que me taparan el rostro con un trapo”. Ortega Maya declaró también que
le aplicaron agua por la nariz, toques eléctricos en un pie, pegándole en el
pecho y las piernas con un objeto punzocortante para que dijera el nombre de
los coordinadores de la SIEDO coludidos con abogados litigantes.
“Reconozco
la voz de dicho individuo, quien fue quien me torturó para que declarara en
contra del general Tomás Ángeles Dauahare, ya que me hizo mención que el general
secretario Galván le iba a partir su madre”, declaró contra Vargas Tirado,
quien se reincorporó en noviembre pasado al Ejército luego de que Cuitláhuac
Salinas renunciara a la PGR poco antes de que terminara el gobierno de
Calderón.
*****
“Ahora
vive en el infierno; cuando salga, temo por la vida de mi esposo”/ANABEL
HERNÁNDEZ
El
caso del general Tomás Ángeles y de los otros cinco militares acusados de
proteger a los Beltrán Leyva se cuarteó cuando La Barbie, el mayor Iván Reyna y
el abogado Gerardo Ortega Maya denunciaron las presiones y torturas que
recibieron de la PGR para que declararan falsedades contra aquéllos. En
entrevista, Leticia Zepeda, esposa de Ángeles Dauahare, dice que los actuales
mandos de la PGR y la Sedena están “muy interesados” en enderezar los
procedimientos. “Lo que está pasando en la PGR es prueba de su inocencia”,
señala. Sin embargo, dice, teme que su
marido sufra represalias al ser liberado.
La
madrugada del 1 de agosto de 2012, en medio de un fuerte dispositivo de
vigilancia, como si fuera un criminal de alta peligrosidad, el general de
división Tomás Ángeles Dauahare fue trasladado del centro de arraigo de la
Procuraduría General de la República (PGR) al penal de máxima seguridad de El
Altiplano, en el Estado de México, junto con otros cinco militares acusados de
proteger al cártel de los Beltrán Leyva.
Su
bienvenida fue infernal. El exsubsecretario de Defensa y sus coacusados fueron
desnudados y rapados. Y le echaron encima una jauría como parte del ritual de
bienvenida para los presos que cruzan esa puerta.
El
7 de agosto el juez Tercero de distrito en Materia de Procesos Penales
Federales en el Estado de México emitió el auto de formal prisión basándose únicamente
en los dichos del testigo protegido Jennifer y del testigo colaborador Mateo.
Se afirmó entonces que en el expediente de la PGR constaban “indicios
suficientes” para comprobarle al general el delito de delincuencia organizada.
Ocho
meses después –dos los pasó en arraigo y seis en El Altiplano–, a sus 70 años
Ángeles ha bajado considerablemente de peso y se ve desmejorado.
Ya
bajo la nueva administración, la PGR notificó al juzgado que lleva la causa
penal que no encontró ninguna prueba que sustentara los dichos de los testigos
Jennifer y Mateo, quienes acusan a los generales Ángeles Dauahare, Roberto
Dawe, Ricardo Escorcia y Rubén Pérez Ramírez; al teninete coronel Silvio Isidro
de Jesús Hernández Soto y al mayor Iván Reyna de haber recibido sobornos de la
organización criminal de los Beltrán a cambio de información y protección.
“En
unas semanas va a estar libre mi marido porque es inocente”, señala Leticia
Zepeda, esposa de Ángeles Dauahare, en la entrevista que Proceso le hizo el
miércoles 23, su aniversario de bodas y la primera vez que no estuvieron juntos
en esa fecha durante sus 47 años de casados.
“Han
sido meses de mucho dolor, de mucha tristeza y de mucho enojo. Jamás me hubiera
imaginado que nos iba a pasar esto que estamos viviendo. Nos ha afectado a
todos como familia, no sólo a mí, a mis hijas, a sus nietos y amistades.”
Señala
que su esposo está deteriorado físicamente, pero “la formación que él tuvo lo
ha hecho resistir esto; es un hombre de 70 años pero está bien, con mucha
fortaleza. Siempre estuvo seguro de que la verdad iba a salir. Lo que está
pasando ahorita con la PGR es la prueba de su inocencia.
“Cuando
lo detuvieron yo no pedí, exigí a la PGR que investigara, exigí que buscara
hasta debajo de las piedras. Aquí se le está haciendo justicia a mi marido. No
encontraron nada, prueba de que mi marido es inocente.”
–Habrá
quienes puedan decir que si su marido fue encarcelado por consigna ahora será
liberado también por consigna…
–No
dudamos que va a haber ese tipo de declaraciones, pero precisamente por eso en
la PGR están muy interesados, me ha comunicado el abogado que lleva la cuestión
jurídica que se están haciendo las cosas conforme a derecho, respetando la ley
y los tiempos de la ley justamente para que no se diga eso. A mi marido no le
están haciendo un favor, le están haciendo justicia. No hay consigna para
liberarlo, simplemente se está haciendo justicia.
“Con
esto la PGR sienta un precedente para muchas personas… En los pasillos, cuando
uno va a la cárcel, escucha muchas historias. No sé si serán verdaderas o no,
pero me consta. Y también hemos visto a través del tiempo a cuánta gente han
metido a la cárcel siendo inocente.
“La
verdad ese lugar es el infierno, oyendo a los perros que les avientan cuando
llegan como parte de la tortura psicológica. Mi marido, como mucha gente, nunca
debió haber pasado por eso, ¡nunca! La gente que lo consignó y los que dieron
la orden, que se queden ahí un ratito y que los traten como los tratan a todos.
“Él
siempre me dijo que si esto había pasado era la voluntad de Dios, que nunca se
equivoca, y de esto iba a salir algo bueno para el país. Yo creo que sí. Ahora
se va a estudiar el tema de los arraigos y los testigos protegidos.”
Cómo
se armó el caso
“De
altos niveles vino la orden” de detener al general, afirma la señora Zepeda.
“Ha sido una historia de terror, ahora yo entiendo que a mi marido trataron de
perjudicarlo por todos lados”, agrega, al recordar que le congelaron sus
cuentas bancarias y le aseguraron sus propiedades, una de las cuales, en
Cuernavaca, fue saqueada.
El
15 de mayo de 2012 el general fue sorpresivamente detenido por la Policía
Judicial Militar cuando iba llegando a su departamento en Tlalpan acompañado de
su chofer, por una solicitud de localización girada por la PGR. Según
testimonios ministeriales obtenidos por Proceso y que se encuentran en la
averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDS/031/2012, el caso contra Ángeles Dauahare
comenzó a armarse los primeros días de ese mes.
En
una entrevista exclusiva con el mayor Iván Reyna en junio pasado (Proceso
1860), éste denunció que el 2 de mayo José Francisco Rubio Salgado, de la
Unidad Especializada en Investigación de Delitos Contra la Salud de la PGR, lo
visitó en el Centro de Reinserción Social de San Juan del Río, Querétaro, donde
se encontraba por cargos de extorsión.
Ante
la reportera, Reyna acusó –y lo ratificó en el juzgado que lleva la causa penal
de los mandos militares– que fue amenazado y presionado para hacer
declaraciones falsas contra ellos. En los dichos de Jennifer, el mayor Reyna
era quien supuestamente recibió algunos sobornos para entregárselos al general
Ángeles Dauahare.
“Desde
que me sentaron me empezaron a decir ‘ya te cargó la chingada, ya te tenemos
bien empapelado. Más vale que comiences a hablar si la quieres librar en vez de
enfrentar tres años de prisión, si me dices todo lo que sabes de estos
generales: Moisés Augusto García Ochoa, (Cuauhtémoc) Antúnez Pérez, (Juan
Manuel) Rico Gámez, (Luis Rodríguez) Bucio, (Roberto) Aguilera, (Ángeles)
Dauahare y (Ricardo) Escorcia”, señala Reyna.
Afirma
que le dijeron: “Tú no nos importas, queremos a los peces gordos”. Entonces
vino la oferta: “Si yo declaraba contra las personas de la lista que me
leyeron, me iban a conseguir protección en Estados Unidos para mí y mi familia.
Que inclusive ellos (los funcionarios de la SIEDO) eran muy poderosos, que me
podían ayudar con mi caso de aquí; que nada más iba a estar cinco años en la
cárcel”.
De
esa forma la PGR obtuvo un testimonio, además del de Jennifer y Mateo, contra
Ángeles Dauahare y Escorcia, pues Reyna señaló que a mediados de 2007 Escorcia,
como jefe de la 24 Zona Militar con sede en Cuernavaca, le ordenó a Reyna que
se reuniera con unas personas para recoger documentos supuestamente pertenecientes
a la madre de Ángeles Dauahare.
Reyna
declaró que al encontrarse con ellos en un restaurante a las afueras de
Cuernavaca se dio cuenta de que se trataba de narcotraficantes, quienes le
entregaron una bolsa con dinero.
Posteriormente,
al declarar ante el juez de la causa penal, el mayor afirmó que fue presionado
por la PGR para dar esa versión.
Un
día después de la visita de Rubio Salgado a Reyna, fue detenido el abogado
Gerardo Ortega Maya, exasesor del entonces secretario de Marina Francisco
Saynez y hombre cercano al general Ángeles.
Según
la declaración ministerial que rindió el 4 de mayo, Ortega Maya afirma que fue
torturado brutalmente varias horas antes de ser presentado ante el Ministerio
Público. También señaló que durante la tortura quisieron obligarlo a declarar
contra Ángeles Dauahare.
“Ya
te llevó la chingada, porque esto es orden de Galván para chingar a Dauahare…
Acepta que estás con El Chapo y con otros”, le dijo alguien durante la tortura
y le dieron instrucciones para que declarara contra el exsubsecretario de
Defensa.
Ortega
describió el lugar donde fue atormentado como una habitación de azulejos
blancos, donde encendieron un radio a todo volumen para que no se escucharan
sus gritos. Según la víctima el artífice de la tortura fue el teniente Avigaí
Vargas Tirado, entonces director general en la SIEDO y muy cercano al general
Demetrio Gaytán Ochoa, que aspiraba a suceder a Guillermo Galván en la
Secretaría de la Defensa Nacional. No lo consiguió pero es el actual director
de Banjército.
Cuando
Ortega se negó a incriminar al general, los torturadores le advirtieron: “Te
vamos a arruinar la vida”.
En
noviembre de 2012, a días de concluir el gobierno de Calderón, Vargas Tirado
fue recompensado con un ascenso al grado de coronel. Ortega Maya fue enviado al
penal federal de Matamoros, acusado únicamente de una presunta posesión de
armas de fuego de uso exclusivo del Ejército.
Después,
en otro juzgado, le iniciaron un proceso por presuntos vínculos con la
delincuencia organizada con base en acusaciones de un testigo protegido
identificado como X y otro con el nombre clave Libre: Supuestamente había
proporcionado información a Luis Alberto Cabrera Sarabia, de la organización de
los Beltrán Leyva, el grupo criminal con el que la PGR ligó a Ángeles Dauahare.
“Mi
hermano está en la cárcel sufriendo un infierno sólo por no haber declarado
contra el general Ángeles Dauahare. Ya se probó que las armas no eran suyas y
no tenía nada que ver con ellas. Los testigos protegidos no se han presentado a
las audiencias, no los encuentran. Que la PGR cumpla su palabra de que no
mantendrá en la cárcel a inocentes”, señala en entrevista Karina Ortega,
hermana del abogado.
La
denuncia de “La Barbie”
El
26 de septiembre de 2012 Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, declaró ante el
mismo juez Tercero de Distrito en Materia de Procesos Penales Federales en el
Estado de México que el 21 de mayo, tras la detención de los militares en
cuestión, el agente del Ministerio Público Gustavo Flores fue a verlo al penal del
Altiplano.
También
él denunció ante el juez que fue amenazado y hostigado para después ofrecerle
canonjías para que declarara en contra de Ángeles Dauahare y sus coacusados. En
noviembre pasado este semanario reveló su testimonio, que hoy es clave en el
caso (Proceso 1881).
“Querían
que yo declarara en contra de ellos para ayudar a la SIEDO; yo les pregunté en
qué querían que les ayudara si yo no los conocía. Ellos me indicaron que lo
único que tenía que decir era que yo los conocía. Traían como unas 20 hojas
como de oficio y ahí observé el nombre de Roberto López Nájera, con clave
Jennifer”, afirmó Valdez Villarreal ante el juez que lleva la causa penal.
Valdez
Villarreal afirmó que funcionarios de la SIEDO volvieron el 13 de julio –días
antes de que venciera el plazo de arraigo de Ángeles Dauahare, Escorcia y Dawe–
para preguntarle qué había decidido sobre su propuesta, ya que “urgía” que
declarara contra “los generales”. Afirmó: “Y yo les contesté que no me
interesaba”.
Entonces,
declaró, los funcionarios de la SIEDO lo amenazaron con imputarle unos
homicidios si no cooperaba. “Yo les dije que sacaran lo que ellos quisieran,
pues estaba seguro que yo nunca había matado ni mandado matar a nadie”.
Leticia
Zepeda afirma que ella estaba presente en la diligencia donde La Barbie
denunció las presiones de la PGR: “Una prueba muy importante fue el careo con
el señor Édgar Valdez. Yo estuve en el careo cuando él dijo cómo lo fueron a
ver para decirle que declarara en contra de mi marido y que le iban a dar trato
especial. ¡No lo podía creer! Mi primer impulso fue pararme y agarrar a
cachetadas a la gente de la PGR que estaba ahí. Los volteé a ver, estaban muy
serios, impávidos”.
–¿Cuál
fue la causa de esas presiones?
–No
lo entiendo. Mi marido siempre fue un hombre de paz, nunca hizo nada por que le
ganara el odio o una cacería de brujas.
La
señora Zepeda asegura que, a diferencia del sexenio de Calderón, ahora en la
PGR y en la Sedena están “muy interesados” de que se haga justicia en el caso
de su esposo.
“Sobre
todo en la Sedena, porque yo creo que este es un caso que no sólo está
perjudicando a los militares que están en la cárcel, sino se está manchando la
imagen de la institución, que de por sí se deterioró mucho en la administración
pasada.”
–¿En
cuánto tiempo podría salir el general?
–
No lo puede precisar el abogado exactamente, dice que no quiere ilusionarnos.
Ya llevamos ocho meses.
–¿Qué
sigue después para su familia?
–Queremos
tratar de volver a la vida que llevábamos antes, pero ahora que estoy viendo
estas cosas me empezó a surgir otra vez el miedo de que no vuelva a ser igual.
Siento que mi marido no va a poder andar en la calle libremente como antes: iba
por los niños a la escuela, iba al gimnasio, iba al súper, nos íbamos a tomar
un café… Por lo que hemos visto que pasa con otras personas, me da miedo que,
aunque se haga justicia, estando él afuera vaya a sufrir un tipo de represalia…
“Mucha
gente nos ha dicho: Se van a tener que ir del país. ¿Pero adónde y con qué
dinero?”
–¿Teme
por su vida?
–Por
la de mi marido. Si no había ningún motivo para que lo metieran a la cárcel,
¿qué podemos esperar?
–¿Qué
piensa de esta voluntad de hacer justicia en el caso de su marido?
–Habemos
muchas personas resentidas, dolidas. Gracias a Dios mi marido está vivo, pero
cuánta gente perdió a sus seres queridos por estar en el lugar equivocado a la
hora equivocada. ¿Y cómo se justificó el gobierno anterior, diciendo que los
mataron porque eran parte de (la delincuencia organizada)?
“Así
opera la PGR”
En
entrevista, Gabriel Baeza, abogado del mayor Reyna y del coronel Hernández,
afirma que la PGR no ha presentado una prueba para demostrar la solidez de lo
dicho por los testigos protegidos.
“Le
dijimos a Rubio Salgado que el mayor Reyna no era culpable, que se iba a caer
su asunto. El mayor Reyna no es un enemigo del Ejército, es un hombre del
Estado que ha combatido al narcotráfico”, añade.
E
informa que el 24 de enero hubo una nueva diligencia sobre el caso del mayor,
en la que testificaron el general Jesús Pedroza Ayala, actual comandante de
Adiestramiento Militar en Santa Gertrudis, y el brigadier Guillermo Almazán;
ambos fueron superiores de Reyna en Chihuahua y en Querétaro, cuando ocurrieron
los hechos señalados por Jennifer y Mateo.
“El
general Almazán dijo que, hasta donde él sabe, Reyna nunca abandonó el cuartel
de Querétaro. Eso no podía haber ocurrido según lo marcaba la norma y los
registros de entrada y salida. Señaló también que la Segunda Brigada Blindada
de Querétaro no tenía ninguna relación ni dependencia de la Subsecretaría de la
Defensa Nacional de la que Ángeles Dauahare fue titular.
“Tenemos
una diligencia el próximo 30 de enero en la que vamos a solicitar la
declaración de otra persona que refiere que fue solicitado como testigo
colaborador para declarar en contra de Reyna y sus coacusados, y tampoco
aceptó”, adelanta el abogado.
También
está esperando que la Sedena entregue al juzgado una serie de documentos en los
que describa las responsabilidades que el mayor tenía en la Segunda Brigada
Blindada en Querétaro, a fin de aclarar, entre otras cosas, si Reyna podía
establecer, mover o cancelar puestos de control, como señalan Jennifer y Mateo.
El
próximo 20 de febrero se tiene programado un interrogatorio a Jennifer en el
Consulado de México en Nueva York, y el 25 de febrero a Sergio Barragán (el
testigo colaborador Mateo, preso en Houston). “Ahorita tenemos que analizar la
conveniencia de declarar a los testigos colaboradores”, indica Baeza.
Y
comenta que ya ninguno de los funcionarios de la SIEDO que armaron el
expediente contra los seis militares trabaja en la PGR: ni Francisco Rubio ni
el agente del MP Gustavo Flores ni Gerardo Salazar Bolaños, quien era titular
de la Unidad de Delitos Contra la Salud y al que la exprocuradora Marisela
Morales le pidió la renuncia en noviembre pasado.
“El
cambio de gobierno no justifica la súbita salida de los tres funcionarios. Hubo
una manipulación por parte de esa área en el caso y podría haber sanciones
contra los responsables. Esa puede ser la razón por la que se fueron”, dice el
litigante.
Por
ejemplo, señala, Gustavo Flores no trabaja en la PGR desde el 30 de noviembre.
Fue citado a comparecer por tercera ocasión ante el juzgado para el próximo 11
de febrero porque las dos primeras no se presentó y la PGR dice que no sabe
dónde está.
–¿Por
qué implicar a su cliente en el caso?
–Siento
que trataron de buscar un nexo causal entre el mayor Reyna y los generales
Escorcia y (Ángeles) Dauahare para acreditar un hecho inexistente. La PGR quiere
fabricar pruebas y buscar culpables que no lo son en vez de investigar. Ya no
estamos en la época de la inquisición. El caso de los militares no es el único,
es una forma reiterada de operar de la PGR.
Finalmente
Baeza espera que en el caso de Reyna y el coronel Hernández se dicte la
sentencia en abril o mayo, aunque la defensa está interponiendo otros recursos.
“Al final se les va a hacer justicia a todos los militares gracias al estado de
derecho”, confía.
Cuando
se le pregunta a la esposa del general Ángeles si pedirán sanciones para los
presuntos responsables de la fabricación del caso, dice que ella no puede
responder: “Eso le corresponde a mi esposo. En su momento él va a tomar la
decisión. Hay muchas cosas que él ignora. Estando allá dentro hay muchas cosas
que no entiende. Ya que esté libre, creo que tiene que tomar la decisión”.
–¿Qué
le quisiera decir al expresidente Felipe Calderón?
–Nada,
no vale la pena. Allá su
conciencia.
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