- Boston y después/Walter Laqueur, consejero del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington
La
Vanguardia | 18 de abril de 2013
Hace
unos quince años, las fuerzas de seguridad israelíes detuvieron a un grupo
palestino terrorista e interrogaron a sus miembros. Les preguntaron:
“¿Colocarían un explosivo en una sinagoga?”. Respondieron: “Sí, ¿por qué no?” A
continuación, se les preguntó: “¿Lo colocarían en el lugar de un acontecimiento
deportivo?”. “No, eso es distinto”, contestaron.
En
efecto, se produjeron los conocidos ataques en los Juegos Olímpicos de Munich y
un intento en Atlanta. Pero fueron excepciones. En los antiguos Juegos
Olímpicos se abría un armisticio durante su desarrollo, por encarnizadas que
fueran las hostilidades reinantes. A los mulás ortodoxos, tanto suníes como
chiíes, les molestan los deportes y sobre todo el fútbol, porque desvían a la
gente de sus obligaciones religiosas tales como la plegaria. Sin embargo, saben
también que el deporte es tan popular que su prohibición les pondría a malas
con la juventud.
Pero
los tiempos han cambiado. Hace un siglo, los terroristas rusos no atacarían a
un general o a un gran duque en caso de hallarse acompañados de su esposa e
hijos. Hoy día, estas consideraciones ya no están en boga; aun la esposa y los
hijos son enemigos potenciales y los actos deportivos no brindan protección. No
debería caerse más en el falso sentimentalismo.
Entre
los círculos gubernamentales en Estados Unidos y también entre algunos
expertos, ha ido ganando terreno estos años la opinión de que, como no ha
ocurrido un atentado importante en Estados Unidos durante un tiempo, este
factor tiende a indicar que el movimiento Al Qaeda se halla debilitado y ya no
puede lanzar ataques de magnitud. Por esta razón, el atentado de Boston ha
resultado ser una sorpresa. Además, ante la crisis económica, durante estos
años, la cuestión del terrorismo no ha ocupado un lugar prominente en la
conciencia pública; y por razones obvias: la economía afecta a todo el mundo o
a casi todo el mundo, y el terrorismo sólo a algunas personas.
Sin
embargo, el terrorismo no ha desaparecido por más que el alto mando de Al Qaeda
en la zona fronteriza de Pakistán y Afganistán ya no controle la situación y
sus comandantes hayan sido abatidos en Pakistán, Yemen y otros lugares. De
todos modos, Al Qaeda siempre ha sido una organización poco rígida. Sus
diversas ramas han poseído siempre un notable grado de autonomía. Aunque el
grupo se ha debilitado en ciertos países, se ha fortalecido en otros lugares,
sobre todo en África. Además, hay jóvenes en Estados Unidos y en Europa que,
incitados por predicadores radicales, quieren pasar a la acción sin necesidad
de desplazarse a Siria o a Pakistán. Ha habido atentados (o intentos) durante
los últimos años en Rusia, Alemania, Francia, el Reino Unido y otros lugares.
Al
Qaeda tampoco tiene el monopolio de los atentados. Los iraníes se han mostrado
activos en América Latina y en algunos países de Europa occidental. Los
terroristas de ultraderecha han actuado en varios países, incluso en Alemania,
e individuos aislados se han implicado en actos terroristas, un fenómeno
frecuentemente pasado por alto hasta la espectacular matanza en Oslo en el 2011
o la de Toulouse… En Estados Unidos ya es numerosa la gente enfadada porque ha
de pagar impuestos (además, el atentado de Boston ha coincido con la fecha de
pago); otros, por la inmigración y por otras razones. Una parte de la población
enfadada es patológicamente agresiva y eventualmente puede tener acceso a
explosivos y a su fabricación. Los de Boston eran rudimentarios y contenían
clavos y metralla que afectó sobre todo a la parte baja del cuerpo.
De
los dos principales periódicos de Boston, uno tituló “Un hermoso día y, de
súbito, algo tan inesperado” y el otro “Hemos de hacer frente y derrotar los
actos de maldad”. Otros periódicos hablaban de un choque psicológico para
Estados Unidos. No obstante, no debería haber sido así, porque la mayoría de
los países han de contar con atentados terroristas. Si este ha sido tan
inesperado en Estados Unidos, se debe a que no se había producido un gran
atentado desde hacía tiempo.
¿Cómo
combatir la maldad si el atentado ha sido planeado por una persona o un grupo
reducido? ¿Instalando más cámaras en la calle? La verdad es que mucha gente
grababa en ese momento las escenas del final de la maratón y puede ser que
quienes depositaron los explosivos puedan ser identificados. Pero si el
terrorista, como parece probable, actuó de forma individual o como miembro de
un pequeño grupo, ¿se le podrá encontrar si no es por una casualidad o hecho
fortuito?
La
revista Time se ha preguntado si el hecho tendrá consecuencias en la economía
estadounidense y ha pronosticado que las tendrá y graves. Pero esto no es
seguro en absoluto. Tras el 11-S, el índice Dow Jones cayó unos 15.000 puntos.
Fue un acontecimiento a una escala mucho mayor, y sin embargo, la economía se
había recuperado al cabo de dos meses.
A
menos que el atentado de Boston vaya seguido de como mínimo varios atentados
más, su efecto será muy limitado. Después de algunas semanas, otros
acontecimientos lo habrán reemplazado en los titulares. Aunque esto sólo aporta
un consuelo temporal. Porque, desgraciadamente, es sólo cuestión de tiempo, un
año tal vez –diez o veinte, con suerte–, que determinados terroristas dispongan
de armas mucho más eficaces que las empleadas en la maratón de Boston.
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