El
tenebroso papel de “El Mercurio”/FRANCISCO MARÍN
Revista
Proceso
No. 1901, 7 de abril de 2013
Un
documental del realizador chileno Ignacio Agüero recrea el penoso papel que jugó el diario El Mercurio
–instrumento de la ultraderecha, y con financiamiento de la Casa Blanca– en el
golpe de Estado que en 1973 derrocó a Salvador Allende y su posterior apoyo a la
dictadura de Augusto Pinochet. El problema es que la cinta El diario de Agustín fue adquirida en 2010
por la televisora estatal de Chile con el único propósito de… no transmitirla.
VALPARAÍSO, CHILE.- El papel que
el diario chileno El Mercurio jugó en el golpe militar contra Salvador Allende se
evidencia de nuevo. Contribuye a esto la censura que Televisión Nacional de Chile (TVN)
le aplicó al documental El diario
de Agustín, del realizador Ignacio
Agüero.
Este
filme pone en evidencia el papel clave jugado por el propietario de El
Mercurio, Agustín Edwards Eastman, en el
derrocamiento del presidente Salvador Allende en 1973, así como la complicidad del
diario en crímenes emblemáticos de la dictadura de
Augusto Pinochet (1973-1990).
TVN
–televisora estatal– marginó
este documental de su programación pese a que por contrato se obligaba a emitirlo
tres veces a lo largo de los tres años de duración que tenía el acuerdo, que expira el 31 de mayo de 2013.
Este proceder del canal estatal ha impedido que en Chile se conozca masivamente
la verdadera historia de El Mercurio.
El
diario de Agustín recibió el premio Altazor, que
entrega la crítica especializada chilena
y el premio Especial del Jurado en el concurso Pedro Sienna del Consejo
Nacional de la Cultura y las Artes, además de que ha sido difundido en canales de televisión pública de una decena de países de Iberoamérica.
Después de pedir muchas veces en
que se le diera una explicación,
TVN le notificó a Agüero que su documental sería por fin exhibido el 23
de diciembre de 2012 a las 24:00 horas. Pero esto no ocurrió. Luego TVN emitió un comunicado de prensa
con la lista de 12 documentales de realizadores chilenos que serían exhibidos en los
primeros meses de 2013. El diario de Agustín no figuraba.
Esto
motivó a los realizadores a dar
a conocer lo que sucedía. El 20 de diciembre de
2012 el semanario chileno The Clinic publicó una entrevista con el productor del documental,
el periodista Fernando Villagrán,
en la que sostuvo que “el directorio de TVN le tiene miedo a Agustín Edwards. Es tan simple
como eso. Al final uno piensa que los tipos compraron la película para no mostrarla”.
Estas
declaraciones dieron la excusa a TVN para poner término en forma anticipada al contrato. Mauro Valdés, director ejecutivo de
TVN, escribió a Agüero una carta en la que le
dice: “Resultan francamente desconcertantes las declaraciones de su productor y
coguionista Fernando Villagrán,
quien desconoce por completo la potestad de TVN de definir el mejor espacio
programático de los contenidos que
libremente resuelve emitir”.
Más adelante Valdés señala: “Al hacerlo, Villagrán se ha permitido
descalificar moralmente al directorio de TVN y ha puesto sobre este canal una
presión pública inaceptable e
incomprensible”.
Y
cierra su misiva de esta manera: “Oído el directorio y reafirmando la autonomía de TVN, he resuelto
poner término anticipado al
contrato entre ambas partes”.
Con
la finalidad de difundir la censura, de la que estaba siendo víctima su documental, Agüero promovió –en el contexto de una
retrospectiva de su obra en el Museo de la Memoria entre el 14 y el 17 de marzo
pasados– el foro “¿Por qué El diario de Agustín no puede exhibirse en la
televisión chilena?”.
En
este panel participarían la Premio Nacional de
Periodismo (2007) Faride Zerán,
el exministro del Interior (2008-2009) y de Defensa (2009-2010) Francisco
Vidal; el líder estudiantil Giorgio
Jackson y Fernando Villagrán.
Pero
ese foro tampoco se realizó.
Ricardo Brodsky, director del Museo de la Memoria (institución autónoma con financiamiento
estatal encargada de difundir los crímenes cometidos por la dictadura y de promover la
defensa de los derechos humanos) explicó a Agüero las razones por las que no podía permitir este debate:
“Me
gustaría que el panel fuera más centrado en el conjunto
de tu obra y, por lo tanto, no tener tantas opiniones políticas (…) La segunda
inquietud es que me parece que los panelista vinculados a TVN (Zerán y Vidal fueron miembros
del directorio de ese canal) pueden estar tentados a poner a TVN y a su
director ejecutivo, Mauro Valdés,
en el banquillo de los acusados, cosa que además de injusta no quisiera que ocurriera desde el
museo.”
En
entrevista con Proceso Fernando Agüero señaló
que “Estas censuras son cosas de funcionarios que cuidan la imagen de El
Mercurio. Lo hacen de iniciativa propia, por prudencia excesiva, buscando
defender sus propios cargos de las instituciones que ocupan”.
Agüero ve en este proceder
una amenaza a las libertades fundamentales: “Más que daño a mi obra, con este tipo de cosas le hacen una
enorme publicidad y vuelven a poner la película en la noticia. El verdadero daño es a la libertad de
expresión y al derecho del público de ver una película por la cual un canal
público pagó para emitir”.
A
propósito de lo sucedido con
este documental, la periodista Zerán escribió una columna que fue difundida el pasado 7 de
marzo por Radio Universidad de Chile: “Esto demuestra que en el Chile actual
una obra cinematográfica premiada ampliamente
no puede ser exhibida porque la censura y el miedo al poder existen y operan en
todos los niveles”.
Zerán lamentó que esta restricción a la libertad de expresión funcione “al amparo de
quienes desde organismos públicos
o con financiamiento del Estado deben velar por el pluralismo y la libertad de
expresión”.
En
entrevista con este semanario la presidenta de la Asociación de Documentalistas de
Chile, Maite Alberdi, dice que lo ocurrido con El diario de Agustín no es una excepción sino que forma parte de
una política de los canales que no
dan debida difusión a los documentales: “La
televisión chilena exhibe muy pocos
documentales y la televisión
pública (TVN) no tiene un
compromiso fuerte como el que tienen los canales europeos con el documental,
con la realización independiente”.
Expresa
que “es matar una película, comprarla para no
exhibirla” y asegura que esta es una costumbre habitual de los canales.
Afirma
también que “cuando los canales
chilenos se animan a mostrar documentales lo hacen en horarios de muy baja
audiencia: TVN exhibe sus documentales el domingo a las 0:30 horas y lo hace por
cumplir las horas de programación
cultural exigida por ley y no por otra cosa”.
Alberdi
estima que lo sucedido con El diario de Agustín debe contextualizarse en el que –según su criterio– es el
problema de fondo: “El perfil de televisión pública que tenemos”. La presidenta de los
documentalistas chilenos señala
en este sentido que TVN “es canal público entre comillas porque en realidad opera con
la lógica del mercado”.
Cabe
recordar que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha condenado tres
veces a Chile por la violación
del artículo 13 del Pacto de San
José, que se refiere a la
libertad de expresión.
En
febrero de 2001 lo sancionó
por la censura judicial de la película La última tentación de Cristo (1989), de Martin Scorsese. En julio
de 2005 condenó al Estado de Chile por
haberse negado a entregar información sobre el proyecto de inversión de Forestal Trillium.
Esta empresa intentó explotar a mediados de
los noventa –valiéndose de un sinnúmero de triquiñuelas– los milenarios
bosques de la isla Tierra del Fuego, en el extremo sur chileno.
La
tercera sanción (junio de 2006) fue
motivada por la prohibición que diversos órganos del Estado chileno
ejercieron con el fin de que no se publicara en 1995 el libro Ética y servicios de
inteligencia, del defenestrado oficial de la Armada Humberto Palamara.
El
aliado
El
diario de Agustín sigue los pasos de un
grupo de pasantes de periodismo de la Universidad de Chile que indagan el papel
que jugaron Agustín Edwards y El Mercurio en
la consumación del golpe militar de
1973 y en los crímenes de la dictadura de
Pinochet.
La
película se divide en seis capítulos en los que aborda
temas como la defensa que este medio hizo de la oligarquía opuesta al alzamiento de
estudiantes, obreros y campesinos a finales de los sesenta en pos de cambios
radicales en la organización
del país, proceso que tuvo un
gran hito en la prolongada toma de la casa central de la Universidad Católica (1968). En esa ocasión los estudiantes colgaron
en el frontis un lienzo con la leyenda: “El Mercurio miente”.
También describe detalladamente
la complicidad entre Edwards, la Casa Blanca y la CIA.
Respecto
de lo ocurrido en la dictadura, el documental aborda el montaje de la Dirección de Inteligencia Nacional
(Dina) conocido como Operación
Colombo; el encubrimiento por parte de El Mercurio del asesinato de la
comunista Marta Ugarte, único caso de una persona
arrojada al mar desde un avión
o un helicóptero y cuyo cadáver apareció en una playa.
Finalmente
desmenuza el caso de dos militantes comunistas, Iván Barra y Víctor Jaña, acusados por este
diario de ser responsables de haber organizado “los violentos disturbios” del 4
de abril de 1987 en el parque O’Higgins, de Santiago, mientras el Papa Juan
Pablo II oficiaba una multitudinaria misa “por la reconciliación”.
El
Mercurio los acusó de instigar esos
disturbios valiéndose de información falsa entregada por la
Central Nacional de Informaciones. Fruto de esta acusación, que tenía por finalidad vincular
al Partido Comunista con los incidentes, Jaña y Barra fueron víctimas de salvajes torturas.
Sin
embargo, luego de querellarse y comprobar su inocencia, Edwards fue imputado en
su calidad de autor del delito de injurias y calumnias con publicidad. Su caso
fue sobreseído. El documental muestra
el histórico momento en que un
cabizbajo Edwards, quizás el hombre más poderoso de Chile, era
detenido.
Los
119
Colombo
fue una operación de desinformación orquestada por la Dina
para ocultar su participación
en los secuestros y asesinatos de 119 opositores chilenos, en su mayoría militantes del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Esos crímenes fueron perpetrados
entre el 27 de mayo de 1974 y el 20 de febrero de 1975.
El
régimen de Pinochet buscaba
aliviar la presión internacional que
comenzaba a sentir por las causas de los desaparecidos. Edwards tendió su mano cómplice para ayudar al
dictador en ese propósito.
Como
parte de esta operación, contactos de la Dina en
Argentina publicaron en la primera y única edición de la revista Lea una nota firmada por El
Padrino, fechada en la Ciudad de México el 18 de julio de 1975. Allí se afirmó que “60 extremistas
chilenos habrían sido asesinados en los últimos meses en Argentina,
Colombia, Venezuela, Panamá,
México y Francia por sus
propios compañeros de lucha”. Este
“medio” señaló que dichas muertes
formaban parte de “un vasto e implacable programa de venganza y depuración política”.
Una
semana después, O’Dia, de Curitiba,
Brasil, sostuvo –también en su primera y única edición– que “59 extremistas
chilenos” murieron en enfrentamientos con efectivos policiales de Argentina en
la provincia de Salta. En la nota se daba a conocer la lista de los fallecidos.
El
Mercurio y La Segunda –también
propiedad de Edwards– dieron amplia cobertura a la información. Hicieron esto a pesar
de que estaban advertidos que estos medios no existían previamente. La Segunda
tituló en primera plana el 19 de
julio de 1975: Exterminados como ratones: miristas caen en enfrentamientos en
Argentina.
El
Mercurio editorializó el 25 de julio intentando
dejar zanjado el tema: “Los políticos
y periodistas extranjeros que tantas veces preguntaron por estos miembros del
MIR y culparon al gobierno de la desaparición de muchos de ellos, tienen ahora la explicación que rehusaron aceptar”.
En
las semanas previas estos medios habían ido creando el ambiente que hiciera verosímil el montaje. El 12 de
junio de 1975 La Segunda tituló
en portada Dos mil marxistas reciben instrucción militar en Argentina.
El
documental de Agüero revive, a través de fotos y relatos, las
protestas de familiares de las víctimas en la sede de El Mercurio exigiendo
información. Viviana Díaz narra cómo el entonces director
del diario, Arturo Fontaine las trató despectivamente –en su mayoría eran mujeres– y las echó a la calle con insultos y
con el apoyo de guardias de su empresa y policías.
En
la cinta los egresados de periodismo entrevistan a Fontaine. Lo acorralan.
Intenta justificar lo injustificable. Dice desconocer que su medio haya
recibido dinero de la CIA y niega cualquier participación en los crímenes por los que se le
cuestionaba. Demolido, sin querer más guerra, se pone de pie intentando escapar. Al
hacerlo se golpea con un micrófono
y trastabillando sale de la sala.
El
traidor
El
clan Edwards tiene la particularidad de que todas sus cabezas –desde 1849,
cuando adquirieron El Mercurio– tienen el mismo nombre y primer apellido. Este
clan es dueño del conglomerado periodístico más importante de Chile, con
20 diarios regionales y tres nacionales.
Edwards
Eastman enfrentó el peligro que para él significaba Allende
escapando a Estados Unidos menos de una semana después de las elecciones del 4
de septiembre de 1970, en las que éste derrotó al candidato derechista Jorge Alessandri.
El
excorresponsal del Washington Post en Santiago, John Dinges, sostiene en el
filme que “es notable que el dueño de un diario chileno de esos años haya podido llegar a
tan altas esferas tan rápido”. Alude al hecho que
el 15 de septiembre de 1970, gracias a la mediación de su amigo empresario Donald Kendall
(presidente de la empresa entonces llamada Pepsi-Cola, que financió a Richard Nixon), Edwards
fue recibido en la Casa Blanca por el consejero de Seguridad Nacional Henry
Kissinger, por el secretario de Justicia John Mitchell y por el director de la
CIA Richard Helms.
Según consta en documentos
desclasificados por la CIA, en aquella reunión se acordó aplicar un plan para impedir que Allende asumiera
la presidencia. En las semanas siguientes la CIA envió en valija diplomática armas con las que un
comando ultraderechista chileno asesinó al comandante del ejército René Schneider.
Edwards
solicitó en esa reunión que el gobierno de
Estados Unidos le aportara recursos frescos a su diario. El propio Nixon
aprobaría ese financiamiento.
El
Informe Church del Senado estadunidense (1975), que analizó las acciones encubiertas
de Estados Unidos en Chile entre 1963 y 1973 lo confirma:
“En
1971, la estación (la CIA) estimó que El Mercurio no
sobreviviría a la presión del gobierno de Allende,
incluyendo la intervención en el mercado del papel
de imprenta y el retiro de los avisos del gobierno. El Comité 40 autorizó 700 mil dólares para El Mercurio el
9 de septiembre de 1971 y agregó
otros 965 mil dólares a esa autorización el 11 de abril de 1972.”
Una
posterior evaluación de la CIA concluyó que “El Mercurio y otros
medios apoyados por la agencia habían jugado un importante papel en la configuración del escenario adecuado
para el golpe militar del 11 de septiembre de 1973”.
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