7 abr 2013

Restricción al comercio de armas en la ONU


Restricción al comercio de armas/OLGA PELLICER
 Revista Proceso No. 1901, 7 de abril de 2013
La Asamblea General de la ONU acaba de aprobar un Tratado que puede calificarse de histórico. El comercio de armas convencionales, uno de los más lucrativos del mundo que alcanza los 80 mil millones de dólares al año, no se encontraba regulado. Parte de dicho comercio son compra venta legal de armas necesarias para lo que dirigentes civiles y/o fuerzas armadas consideran indispensable para la seguridad nacional de sus países. Otra parte, son transacciones desviadas por traficantes que sirven para acrecentar el poder de dictadores, consolidar a los cárteles del narcotráfico, armar terroristas, enseñar a combatir a niños en ocasiones reclutados por la fuerza. Este último comercio de la muerte es un aspecto que se intenta atacar con el Tratado

 Cuando hace tres años se iniciaron las negociaciones para elaborarlo aparecieron de inmediato las contradicciones que hicieron muy difícil su negociación y sientan sus alcances y límites. Allí se encuentran los grandes productores de armas, hasta hace poco renuentes  a cualquier medida que interfiera en su comercialización. Los principales productores son Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia; no por casualidad, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.
Los argumentos que mantienen los productores para oponerse a regular la venta de armas son muy variados. Algunos tienen que ver, según ellos, con el peligro que se atropellen libertades constitucionales, como es el caso de la famosa segunda enmienda de la Constitución de Estados Unidos. En otros casos, los argumentos fueron menos elaborados, como es el caso de Rusia, según la cual el Tratado aprobado es desequilibrado pues favorece más a los importadores que a los exportadores e incorpora conceptos difíciles de manejar como el genocidio.

La resistencia también proviene de los importadores, como la India, que temen cortapisas a su necesidad de armarse en vista de la tradicional vulnerabilidad en materia de seguridad que proviene de su enfrentamiento con Pakistán.

Dentro de ese ambiente, no es extraño que en dos ocasiones, cuando estaba a punto de aprobarse el Tratado por unanimidad, saltara una voz que solicitaba más tiempo o expresaba su desacuerdo con el texto. El año pasado fueron los Estados Unidos quienes abortaron la sesión final seguidos rápidamente por Rusia, China, India, Venezuela y otros.

Esta vez, los que impidieron el consenso fueron tres países con poca autoridad moral: Irán, Corea del Norte y Siria. Su oposición no impidió que se decidiera de inmediato llevar el Tratado a la atención de la Asamblea General donde la aprobación sólo requiere mayoría de dos tercios. Su aprobación fue abiertamente mayoritaria: 153 a favor, tres en contra y 23 abstenciones.

El significado real de este Tratado se verá con el tiempo, cuando obtenga las 50 ratificaciones para entrar en vigor, comience sus trabajos el Comité de Seguimiento y se confirme su eficiencia para limitar el comercio de armas convencionales en los ámbitos establecidos allí. Aquí vale insistir que no se trata de un Tratado que busque limitar la exagerada compraventa legal de armas. A pesar que, en opinión de muchos, ésta es desproporcionada y propicia una irracional carrera armamentista, todo razonamiento realista indica que no hay condiciones para intentar un acuerdo internacional que la limite.
 Lo novedoso de este documento, que lo convierte en caso inédito dentro del derecho internacional, es que vincula comercio de armas convencionales con derechos humanos, terrorismo, crimen organizado y genocidio, entre otros aspectos.
 La idea original de establecer esa vinculación provino de grupos de la sociedad civil con sede, principal aunque no únicamente, en el Reino Unido. A ellos se debe gran parte del cabildeo que se llevó a cabo con los gobiernos y a ellos se debe que el tema se haya recuperado después que se había desvanecido en la versión discutida en julio.
 Para México, el tema era de enorme importancia por diversas razones. En primer lugar, por el tráfico de armas proveniente, sobre todo, de Estados Unidos que ha contribuido,  no poco, a fortalecer al crimen organizado. En segundo lugar, porque México tiene una historia muy sólida de buena diplomacia multilateral en asuntos de crimen organizado. Todavía se recuerda el papel tan destacado que desempeñó la delegación mexicana durante las negociaciones de la famosa Convención de Palermo y sus tres protocolos, uno de ellos dedicado a tráfico de armas. En tercer lugar porque se ha mantenido el espíritu de cuerpo que asegura un buen equipo negociador. Las referencias al buen trabajo de Luis Alfonso de Alba, Juan Manuel Gómez Robledo y Roberto Dondisch fueron constantes en la sesión de clausura; se impone una felicitación.
 ¿Qué depara el futuro? está por verse. Por lo pronto, podría afirmarse que quienes se abstuvieron –entre ellos dos grandes productores y un importador– no lo ratificarán: China, Rusia, la India. La ratificación de  Estados Unidos también es dudosa. Cierto que hubo un cambio notorio en el ánimo de la delegación estadunidense una vez que habían pasado las elecciones y Obama tenía mayor libertad de acción. Sin embargo, la actitud tan persistentemente negativa de la Asociación del Rifle, recientemente reiterada por la negativa de los republicanos a apoyar la prohibición de armas de asalto, invita a ser pesimista respecto al ambiente en el Congreso.
 ¿Es válido un Tratado del  que pueden estar ausentes los principales jugadores? Sí. El derecho internacional es un “deber ser” que, salvo contadas excepciones, carece de elementos para hacerlo obligatorio. Contribuye, sin embargo, a mover la historia en la buena dirección.

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