- Ante el repunte de la violencia, la indefinición/JORGE CARRASCO ARAIZAGA
Revista
Proceso
No. 1901, 7 de abril de 2013
Casi
mil muertos por mes es el promedio que ha dejado la delincuencia organizada en lo
que va del presente sexenio, cifra que iguala los peores momentos del anterior.
Y para combatir este fenómeno de violencia criminal
desbordada, hasta ahora desde Los Pinos sólo hay discursos, planes vagos y la acumulación de responsabilidades en
una sola instancia gubernamental que aún no dispone de una estrategia clara. La
especialista internacional Vanda Felbab-Brown se refiere con escepticismo a las
nuevas funciones de la Secretaría
de Gobernación… Se trata sólo, afirma, de una
reorganización más.
Con
la violencia acotada sólo en el discurso, el
gobierno de Enrique Peña Nieto no termina de
definir cómo va a enfrentar a la
delincuencia organizada. Tomó
la decisión de centralizar la
operación policial en la Secretaría de Gobernación y de crear una Gendarmería Nacional, pero está lejos de aclarar qué hará ante los cárteles de la droga.
Más allá de su propuesta de
promover el desarrollo socioeconómico en las zonas del país más afectadas por la
delincuencia, Peña Nieto “ha sido vago en cómo planea reducir la
violencia, particularmente los homicidios, los secuestros y la extorsión”, asegura en un ensayo
la investigadora Vanda Felbab-Brown.
Integrante
del Centro para la Seguridad e Inteligencia del Siglo 21, de la Brookings
Institution –organización con sede en Washington y
dedicada a la investigación de temas de interés internacional–, el
sexenio pasado Felbab-Brown comenzó a seguir la manera en que el Estado mexicano ha
actuado frente a la delincuencia organizada.
Colaboradora
del exembajador de Estados Unidos en México Carlos Pascual cuando éste presidió dicha organización –antes de su encargo
diplomático–, Felbab-Brown
asegura que después de la fallida estrategia
de Felipe Calderón contra el narcotráfico, que generó más violencia, Peña Nieto no tiene más prioridad que reducirla.
Pero
hasta ahora no ha dicho cómo lo va a hacer, escribió en el texto La piñata de Peña Nieto: La promesa y obstáculos de la nueva política de seguridad de México contra el crimen
organizado, publicado en febrero pasado por la Brookings Institution.
Osorio
Chong, superpolicía
En
marzo pasado el presidente pidió
un año para evaluar sus
propuestas. La medición, inevitable, será el número de muertos. Las
estimaciones periodísticas hablan de casi 4
mil muertos en lo que va de su gobierno, casi mil al mes, cifra similar a las
de su antecesor.
Apenas
el martes 2 se publicó en el Diario Oficial de
la Federación el nuevo reglamento
interno de la Secretaría de Gobernación (Segob) para orientar a
la dependencia hacia sus nuevas funciones policiales, luego de que Peña Nieto promoviera la
desaparición de la Secretaría de Seguridad Pública que tuvieron los
gobiernos del PAN.
Es
“una reorganización más de las dependencias a
cargo de la seguridad y la procuración de justicia en México”, dice con escepticismo Felbab-Brown, quien
antes de concentrarse en este país enfocó su investigación en temas de contrainsurgencia, delincuencia
organizada y economías ilícitas en Birmania e
Indonesia, en el sureste de Asia; Somalia, en el cuerno de África; y la región andina de Sudamérica.
De
acuerdo con la reorganización
de la Segob, vigente desde el mismo martes 2, Osorio Chong dispondrá de un gran aparato burocrático y operativo para
“alcanzar los objetivos de disminución de la violencia, prevención y disuasión del delito, avanzando en
una política de Estado en
seguridad”, informó la dependencia en un
comunicado.
Investido
como jefe máximo de la seguridad en México, Osorio Chong
controlará a la Comisión Nacional de Seguridad
(CNS) –de la que depende la Policía Federal (PF)–, una Subsecretaría de Prevención y Participación Ciudadana, el Sistema
Nacional de Seguridad Pública y el Cisen (Centro
de Investigación y Seguridad Nacional).
Además dispondrá de las bases de datos
policiales y delictivos de Plataforma México y manejará los penales federales y el servicio de protección federal.
Todo
el aparato de seguridad y lo que tenga que ver con la delincuencia estará en manos de un solo
funcionario, que además de su tradicional
control de la política y operación migratoria, manejará el Consejo de Coordinación para la Implementación del Sistema de Justicia
Penal, a cargo de la exfiscal de delitos electorales María de los Ángeles Fromow.
El
gobierno de Peña Nieto parece favorecer
una mayor centralización en el gobierno federal,
pero si la violencia se mantiene alta puede estar “muy tentado” a dejar a los
gobiernos locales lidiar, acomodarse o incluso ceder ante los grupos de la
delincuencia organizada, señala
en su texto la experta internacional especializada en conflictos internos y su
manejo.
Al
anunciar la publicación de su nuevo reglamento,
la Segob confirmó la falta de definición del gobierno de Peña Nieto sobre cómo enfrentará a la delincuencia
organizada.
En
el caso de las labores de inteligencia, ni el comunicado oficial ni el propio
reglamento se refieren a la Agencia Nacional de Inteligencia, cuya existencia
fue dada a conocer por Proceso (1889) y confirmada por Osorio Chong.
El
reglamento sólo señala que la CNS deberá aprobar “el sistema que
permita la obtención, suministro,
intercambio, análisis, procesamiento y
administración de la información que en materia de
seguridad pública se genere en el ámbito federal”.
La
necesidad de una buena labor de inteligencia ha sido permanente en México y los riesgos de
fugas de información que comprometen
seriamente las operaciones tácticas
también han sido constantes, señala Felbab-Brown.
Peña Nieto ha optado por el
silencio en el combate a la delincuencia y ni siquiera ha anunciado la detención o muerte de jefes del
narcotráfico, como lo hacía de forma espectacular su
antecesor.
Aunque
ha mencionado que su estrategia no será la de descabezar a las organizaciones con la
detención de capos, que dio lugar
a más grupos incluso más violentos, tampoco ha
sido explícito en cuanto al combate
a los mandos medios de los cárteles
de la droga, que de acuerdo con la experta es “una forma potencialmente rápida de reducir la
violencia en México”.
Debilitar
los estamentos medios, especialmente si son detenidos en una sola barrida, hace
más difícil a los grupos
delictivos regenerarse, pues limita su capacidad de fuego y de relevo en el
mando, asegura.
Para
la investigadora no queda claro si Peña Nieto optará por actuar contra los grupos más violentos permitiendo la
“distribución pacífica” de la droga por
parte de los grupos menos violentos, como ha ocurrido en otros países.
Sin
embargo advierte que esa estrategia deriva en una “paz narca” insostenible en
el largo plazo porque está sujeta al cambio de
grupos, como ocurre ahora en Tijuana y Ciudad Juárez, ambas plazas con el predominio del Cártel de Sinaloa, de Joaquín El Chapo Guzmán, luego de intensos
enfrentamientos el sexenio pasado.
Sobre
el número de policías, en su reorganización la Segob fue igualmente
vaga. Sólo dijo que tendrá “la fuerza necesaria”
para ver por la seguridad ciudadana. El gobierno de Calderón dejó una fuerza de 36 mil
efectivos de la PF, pero Mondragón y Kalb, propuesto por Peña Nieto para hacerse cargo
de la CNS, no ha precisado qué
pasará con esa corporación, al frente de la cual
fue designado el exsecretario de Seguridad Pública de San Luis Potosí, Enrique Galindo
Ceballos.
Miembros
de la PF aseguran a Proceso que luego de cuatro meses del cambio de gobierno no
han sido informados de nuevos planes. “Algunos mandos han sido ratificados,
pero los elementos estamos a la deriva, seguimos trabajando con las mismas órdenes que teníamos antes”, dice un
agente destacado en la Ciudad de México pero que participó en el Operativo Chihuahua
y estuvo en Monterrey en medio de la confrontación entre Los Zetas y el Cártel del Golfo.
División regional
Sin
ratificación aún por parte del Senado,
Mondragón apenas se ha referido a
su propuesta de dividir el país
en cinco regiones para combatir la delincuencia. “Las regiones que el gobierno
de México ha mencionado
–noroeste, noreste, occidente, centro y sureste– parecen haber sido más por una conveniencia
geográfica que por una política lógica contra el delito,
resultado de un comportamiento diferente de los grupos delictivos y los
diferentes tipos e intensidad de la criminalidad en esas áreas”, dice Felbab-Brown.
No
está claro si estas divisiones
le harán frente a la violencia
desbordada y su desplazamiento de un área a otra y cómo esa política será coordinada a escala nacional para contrarrestar y
mitigar esos efectos de la violencia, añade la experta.
La
imprecisión de Peña Nieto es aún mayor respecto a la
Gendarmería Nacional, el cuerpo con
el que pretende reducir la presencia de militares en el combate a la delincuencia
organizada luego del despliegue masivo ordenado por Calderón tanto al Ejército como a la Marina.
Durante
su campaña presidencial Peña Nieto anunció que ese cuerpo estaría integrado con por lo
menos 50 mil efectivos, pero ya en el poder bajó la cifra a 10 mil. Darse cuenta de que crear una
nueva fuerza de seguridad toma mucho tiempo fue una de las razones por las que
el nuevo gobierno rápidamente redujo el tamaño de la Gendarmería, asegura Felbab-Brown,
quien ha viajado continuamente a México para entrevistarse con investigadores y
funcionarios.
En
una comparecencia ante el Senado, Mondragón aseguró a mediados de febrero que de los 10 mil efectivos
que la integrarán, 8 mil saldrán del Ejército y 2 mil de la
Marina.
Es
el mismo esquema con el que la entonces Policía Federal Preventiva empezó a funcionar durante el
gobierno de Ernesto Zedillo, pero que fue desechado el sexenio anterior y
suplido con lo que hoy es la PF, integrada sólo con civiles. Hasta ahora el gobierno federal no
ha dicho cuándo empezará a operar, si los
militares estarán comisionados o si serán de transición y si se dedicarán a darle preparación castrense a los civiles.
Versiones
extraoficiales mencionan que podría empezar a operar a finales de este año o principios del próximo, que podría utilizar parte de la
infraestructura de la PF y que actuarían por regiones que abarquen más de un estado, pero no se
sabe nada con certeza de sus funciones y atribuciones.
Felbab-Brown
favorece la creación de la Gendarmería pero advierte que de no hacerlo
bien, este gobierno repetirá
el fracaso de Calderón respecto a la utilización de los militares para
enfrentar a los delincuentes.
“Crear
una Gendarmería tiene sentido en un
lugar donde los delincuentes son muy violentos, donde las fuerzas policiales
regulares están rebasadas y las
dependencias de seguridad y justicia han perdido su capacidad disuasiva”,
asegura la investigadora, pero su construcción “tomará mucho tiempo, fácilmente más allá del sexenio de Peña Nieto”.
Aun
bajo las circunstancias más auspiciosas, una reforma
policial robusta podría tomar una década. Esencialmente se
requiere reemplazar a una generación entera de oficiales y habituarla a nuevos
valores y doctrinas. Se requiere un fuerte liderazgo en ese periodo, dice la
autora de El violento mercado de las drogas en México y lecciones de Colombia, texto publicado en
2009 y en el que cuestiona lo que Calderón llamó “estrategia” contra la delincuencia organizada
(Proceso 1693).
A
diferencia de la decisión de Calderón y su secretario de
Seguridad Pública, Genaro García Luna de deshacerse de
los militares en la PF, la experta favorece la integración de la Gendarmería con efectivos
castrenses, pero insiste en que deben ser reentrenados y adoctrinados con una
mentalidad diferente en lo relacionado con el uso letal y preponderante de la
fuerza.
A
menos de que el gobierno quiera apresurar la creación de la nueva corporación, podrá optar por la contratación de sus elementos fuera
de la milicia, “un enfoque de reforma policial que México ha adoptado de forma
incompetente desde los ochenta”. Pero advierte que en tal caso persistirían los problemas asociados
con el patrullaje militar en las calles.
Entre
las definiciones pendientes está
si la Gendarmería tendrá mandato legal para
investigar delitos. Hasta ahora los militares sólo pueden actuar en flagrancia, pero legalmente no
están autorizados para
investigar, aunque es práctica común que los detenidos por
soldados o marinos sean llevados a instalaciones militares para interrogarlos e
incluso torturarlos.
Si
no se le dan esas facultades la Gendarmería dependerá de su relación con otras dependencias de seguridad y justicia,
con lo que tendría las mismas dificultades
y tensiones experimentadas por el Ejército y la Marina, en particular el sexenio pasado.
Para
la investigadora, establecer con claridad las tareas de la Gendarmería Nacional es tan
importante como un entrenamiento apropiado para evitar el fracaso del sexenio
pasado: “Una deficiencia clave en la estrategia de Calderón fue que los militares
fueron sacados a las calles sin un claro mandato y sin un plan operacional
detallado”.
El
factor socioeconómico
Respecto
a la propuesta de Peña Nieto de unificar el
mando policial para que los municipios deleguen las funciones de seguridad pública en un cuerpo de
policías federales y estatales,
dice que eso por sí mismo no garantiza el
cumplimiento de los objetivos de vigilar a las policías locales, regularizar la
investigación de policías más allá de una revisión como se hace ahora y
desarrollar las capacidades policiales. “Si los jefes oficiales son corruptos,
un mando unificado lo que hará
será sólo centralizar la corrupción”.
Además si el mando policial
unificado sólo es desplegado luego de
que ocurra un delito, nunca podrá desarrollar y recibir el conocimiento local y la
cooperación de la comunidad que son
necesarios para combatir de manera efectiva la delincuencia a escala local.
“Es
imperativo que México desarrolle una mejor
radiografía de cómo las comunidades están permeadas e influidas por
la delincuencia organizada”, dice Felbab-Brown, cuya publicación más reciente es Aspiración y ambivalencia:
Estrategias y realidades de la contrainsurgencia y la construcción del Estado en Afganistán.
Asegura
que la falta de una policía que sea aceptada por la
comunidad y las deficiencias del gobierno federal en seguridad pública han dado lugar al
surgimiento de las policías comunitarias “que se
han reproducido como hongos en México y tienen un profundo efecto
desestabilizador”.
Una
policía cercana a la comunidad
permitirá obtener buena información de inteligencia que se
puede trasladar a operaciones tácticas
de larga escala. Ahora, por el contrario, el sentido de que todo el aparato de
seguridad está rebasado y la falta de
conocimiento de las dinámicas de la delincuencia
local han llevado a los delincuentes que están fuera de los grupos delictivos, incluso pequeños, a cometer graves
delitos, incrementando la proliferación de los secuestros, la extorsión y los homicidios.
En
la reorganización de la Segob, Peña Nieto creó la Subsecretaría de Prevención y Participación Ciudadana, al frente de
la cual fue designado Roberto Campa Cifrián, quien al inicio del sexenio pasado fue
secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
El
pasado 12 de febrero Peña Nieto presentó en Aguascalientes el Plan
de Prevención del Delito que se pondrá en marcha en las 57
localidades más violentas e inseguras
del país con la participación de nueve secretarías de Estado y un
presupuesto de 118 mil millones de pesos. Según Campa el programa dará sus primeros resultados
en un año.
“Un
enfoque socioeconómico para combatir el
crimen puede ayudar contra algunas de las raíces de la violencia delictiva y romper la
dependencia de la población hacia la delincuencia
organizada para la obtención
de bienes”, también puede servir para la
obtención de inteligencia
policial, dice Felbab-Brown.
Aunque
cree que “la estrategia de seguridad de Peña Nieto considera las metas correctas y tiene
muchos elementos valiosos”, la manera en que la estrategia será puesta en operación aún está por verse. “Muchas
grandes estrategias han muerto en su implementación”, advierte.
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