La
crisis siria se desborda hacia Turquía/Hugh Pope es director del proyecto Turquía / Chipre del International Crisis Group.
Ha escrito, entre otros libros, Turkey Unveiled: A History of Modern Turkey.
Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.
El
País, 21 de junio de 2013;
Durante
este mes de junio, el malestar en Turquía no solo han zarandeado la fama de
todopoderoso del primer ministro Tayyip Erdogan sino que también han desviado
la atención de un costoso y en ocasiones violento problema que se cierne sobre
el país: el de su frontera meridional con Siria.
En
el último tramo de la década de 2000, Turquía se pasó el tiempo esperando que
el boom económico, el prestigio de su combativo primer ministro Erdogan y la
oleada de admiración regional que despertaba la exitosa combinación de islam y
democracia le reportaran influencia y beneficios en Oriente Próximo.
En
el centro de esta estrategia estaba una íntima relación con el régimen sirio de
Bachar el Asad, paradigma de la política de “cero problemas” turca. Los dos
países firmaron acuerdos modélicos sobre exención de visados para viajar, libre
comercio e integración de infraestructuras. En las cumbres, sus mandatarios se
presentaban con la mitad de sus Gobiernos. Los Asad llegaron incluso a almorzar
con los Erdogan en vísperas de sus vacaciones de 2008 en la riviera turca.
Ahora
la catástrofe siria ha caído de lleno a la puerta de Turquía: hay 450.000
refugiados y la ONU pronostica que serán el doble al finalizar este año;
atender a esa marea conlleva una factura —creciente— de mil millones de
dólares, de la que solo una décima parte está cubierta por los donantes
extranjeros, y las tensiones en la frontera aumentan. A comienzos de mayo, las
explosiones de coches-bomba en una localidad fronteriza turca, importante por
ser centro de acogida de refugiados sirios y por alojar oficinas de la
oposición del país vecino, causaron 52 muertos. Desde abril, las fuerzas aéreas
de Siria han bombardeado en dos ocasiones posiciones cercanas a un importante
paso fronterizo turco, segando la vida de siete sirios, hiriendo a otras 100
personas y causando daños en un almacén y una base de la oposición. En mayo, en
otro paso fronterizo, los sirios se amotinaron cuando se les impidió el paso,
dispararon y mataron a un policía turco, hirieron a otras once personas y
quemaron edificios y vehículos.
El
incremento de la inestabilidad regional desde 2010 también ha perjudicado a la
posición de Turquía en Oriente Próximo. La guerra en Libia afectó muy
negativamente a los contratos que Turquía había firmado en el país. Para los
mercados regionales, la pérdida de las rutas que utilizaban los camiones en
Siria ha venido a unirse a la inutilización de las rutas iraquíes. El respaldo
de Ankara a los grupos de oposición armada sirios ha alimentado una percepción
negativa: la de un país que no solo actúa como un aspirante a potencia
hegemónica suní sino que también toma partido dentro del mundo árabe no chií.
Para los analistas árabes e iraníes, Ankara, con una actitud soberbia, está
intentando imponer un modelo de dominio regional de cuño otomano.
Está
claro que la culpa principal del embrollo en Oriente Próximo no la tiene
Turquía, aunque algunas de su políticas sí han empeorado las cosas. Cuando sus
esperanzas en la región alcanzaban su punto culminante —acompañadas
verdaderamente de un incremento sustancial del comercio con una zona que
absorbe un cuarto de las exportaciones turcas-, Turquía desairó
sistemáticamente a su mayor inversor y principal socio comercial: la UE, con la
que desde 2005 negocia para poder formar parte de ella. En busca de popularidad
interna y regional, Erdogan lanzó apasionados ataques contra Israel, pero de
camino perdió su valiosa imagen de árbitro regional. Además, la intensidad con
la que cambió de política para pedir en agosto de 2011 la destitución de Asad
dejó a Turquía en un callejón sin salida.
En
la actualidad, Ankara está cambiando de rumbo en algunos aspectos. Al iniciarse
la guerra en Siria, Turquía se apresuró a calmar la inquietud popular aceptando
que sus socios de la OTAN le proporcionaran misiles Patriot. Después de años de
marear la perdiz en sus relaciones con la UE, ahora Erdogan visita con más
frecuencia sus Estados miembros, impulsando suavemente unas negociaciones de
acceso empantanadas desde 2007. Ha dado a entender que ve una “oportunidad” de
avanzar hacia un acuerdo sobre el dividido Chipre y sus ministros han alabado
la posibilidad de que se construya un gasoducto entre Israel, Chipre y Turquía.
En vísperas de su viaje a Washington del 16 de mayo, y bajo presiones
estadounidenses, Erdogan también remendó parcialmente su relación con Israel,
aceptando sus disculpas por el asesinato en 2010 de ocho ciudadanos turcos y
turco-estadounidenses que intentaban llevar ayuda a los palestinos de Gaza.
Sin
embargo, mucho queda por hacer para solucionar el desbordamiento hacia las
fronteras turcas de la crisis siria. Los principales donantes occidentales
deberían ser mucho más generosos con Turquía y colaborar eficazmente con sus
organizaciones humanitarias. Pero Ankara también tiene que racionalizar los
trámites para permitir el trabajo de acreditadas ONG internacionales. Poco
puede quejarse Turquía de falta de apoyo occidental, porque, dos años después
de iniciarse la crisis, solo ha permitido actuar legalmente a tres organizaciones.
También
resulta difícil llegar a los muchos necesitados que hay dentro de Siria cuando
las potencias extranjeras no están dispuestas o no pueden crear una zona de
seguridad. Damasco se niega a permitir la provisión de mercancías que no haya
controlado y ha puesto muchas dificultades burocráticas a las organizaciones
humanitarias. Las zonas controladas por la oposición tampoco son seguras para
los extranjeros, ya que el régimen sirio ataca objetivos civiles.
Hay
iniciativas innovadoras de envío de ayuda al “punto cero” de la frontera
turco-siria que merecen atención y que habría que ampliar. Los expertos en
atención humanitaria destacados en la región informan de que en cierta medida
los sirios se están especializando en documentar y filmar situaciones que
demuestran que la ayuda llega a las manos adecuadas. Sin embargo, el sistema
sigue siendo limitado e insuficiente para por los menos tres millones de sirios
que habitan zonas controladas por los rebeldes.
Otro
de los problemas de Turquía es la insistencia de su Gobierno en la religión. No
cabe duda de que Turquía es un importante Estado suní y también progresista,
pero la pretensión de convertir ese credo en un elemento político esencial es
ahora un factor de tensión y polarización, para la región y para el diez por
ciento de alevíes heterodoxos que incluye la población turca. El miedo que
suscita la amenaza islámica también ha sido un importante catalizador para que
los turcos laicos se lanzaran a las calles durante los incidentes de junio.
Turquía ya tiene una larga experiencia de rivalidad regional con Irán, pero
debería esforzarse por evitar una innecesaria agudización de tensiones, que
podría derivar en enfrentamientos por poderes en Siria o Irak. Los nuevos
campos de refugiados deberían estar bastante alejados de la frontera para no
dar la impresión de que se utilizan como bases en la retaguardia.
Siria
es ya un Estado fallido y Turquía, al margen de los errores que haya cometido
durante los recientes disturbios, es una pujante y próspera democracia que
necesita defender todo lo que podría perder. Puede que el conflicto sirio entre
en una escalada todavía mayor y hasta ahora la crisis ha demostrado que Turquía
no tiene capacidad para imponer una solución, ni diplomática ni militar. Aunque
el mundo haga más por armar a la oposición de Siria, no parece probable que de
ese modo se derroque a Asad. Por eso, Ankara haría bien en abandonar las
ilusiones que alberga sobre una rápida resolución de la catástrofe siria y
pasar a defender sus intereses vitales con una retórica más sosegada, seguir
reconstruyendo sus deshilachadas relaciones con sus aliados occidentales
tradicionales y adoptar una estrategia realista para el medio plazo, que la
sitúe equilibradamente en su posición natural entre el este y el oeste.
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