EU y el espionaje/Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París.
La
Vanguardia | 25 de octubre de 2013
El
escándalo de las escuchas de la National Security Agency (NSA) en Francia
suscita una serie de preguntas. ¿Es aceptable espiar a un aliado? ¿Justifica la
lucha contra el terrorismo el utilizar cualquier medio? Se puede apreciar que
bajo la cobertura de combatir al terrorismo, Estados Unidos ha espiado y
conseguido informaciones destinadas a ayudar a sus empresas que compiten en los
mercados internacionales con compañías francesas y europeas. ¿Acaso hemos
entrado en un periodo estratégico diferente desde el final de la guerra fría?,
¿o es que la guerra económica ha desplazado al espionaje estratégico? Los
estados no tienen amigos, solamente tienen intereses. Si espiar a los aliados
no es algo nuevo, no por ello sigue siendo inaceptable.
No
existe en realidad una ruptura verdadera. La información, o –por decirlo de un
modo más crudo, o más auténtico– el espionaje respecto a los aliados siempre ha
existido. No está destinado tan solo a las actividades de potencias enemigas o
rivales. Todo eso ya sucedió durante el periodo de la guerra fría. La alianza
estratégica contra la Unión Soviética no era incompatible con una rivalidad
económica entre Estados Unidos y sus aliados europeos y japonés. Estados Unidos
siempre ha intentado usar su estatus de protector para obtener ventajas
económicas. Y siempre ha tratado de justificar sus actividades de espionaje por
las necesidades de una batalla estratégica, buscando siempre favorecer a su
maquinaria empresarial nacional en detrimento de la de sus aliados.
Existe,
por tanto, una continuidad en su comportamiento. Lo que ha cambiado es la
amplitud de la actividad. Los nuevos medios tecnológicos puestos a su
disposición permiten a Estados Unidos actividades de espionaje de un alcance
muy superior. Cabría preguntarse, en este punto, sobre la eficacia de recoger
tantos datos en relación con la necesidad de luego tener que escogerlos e
interpretarlos. Pero en la guerra contra el terrorismo, como en la guerra fría,
la alianza no puede significar una sumisión. Debemos defendernos contra estas
intrusiones americanas y que cuando meten la mano en el bolso no quede un
sentimiento de impunidad que será tomado por sumisión ni un acatamiento a
seguir por la misma vía.
¿Qué
se habría dicho si se hubiera sabido que los rusos o los chinos habían cometido
las mismas actividades de espionaje respecto a nuestras empresas, a nuestros
conciudadanos o a nuestras embajadas que las que han llevado a cabo los
estadounidenses? La respuesta habría sido mucho más viva. Incluso las protestas
habrían sido más virulentas si estas revelaciones hubieran tenido lugar bajo la
presidencia de George Bush. Barack Obama es un presidente más abierto, más
multilateralista. Sin embargo se mantiene en una gran tradición nacional
norteamericana. Su destino manifiesto les hace pensar que ellos tienen más
derechos que los demás en nombre del interés superior de defensa de las
democracias que ellos encarnan. Y que alegremente confunden con su interés
nacional.
Los
franceses, como los europeos, han reaccionado no en función de la falta
cometida sino de la identidad del culpable.
El
comportamiento estadounidense es sintomático de la visión que tienen de su
papel en el mundo y de la relación que han de mantener con sus aliados.
Consideran que su sistema de valores les otorga derechos superiores a los de
los demás países, incluidos sus socios más cercanos. Sin embargo han admitido
abiertamente que este tipo de actividades no era nuevo. En una mezcla de candor
y de absoluto cinismo, defienden la no gravedad de los hechos.
Por
supuesto no se trata en absoluto de romper la alianza con Estados Unidos. Les
necesitamos, incluyendo los intercambios de información. Pero por lo menos hay
que mostrar que no somos ni cornudos ni apaleados. ¿Por qué Francia no puede
poner en marcha una serie de consultas con otros países europeos que también
han sufrido este comportamiento estadounidense, para analizar qué respuesta
lanzar? ¿Qué líneas rojas hay que marcar?
Sería
un medio excelente para hacer progresar una política europea de seguridad común
que apenas balbucea. Todo ello si los europeos quieren hacerse respetar por
Estados Unidos, pero también por el conjunto de las otras potencias que miran
todo este caso con interés y ansia. Hay que definir una reacción común que vaya
más allá del simple comunicado de protesta.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario