27 oct 2013

Es aceptable espiar a un aliado?


 EU y el espionaje/Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París.
La Vanguardia | 25 de octubre de 2013
El escándalo de las escuchas de la National Security Agency (NSA) en Francia suscita una serie de preguntas. ¿Es aceptable espiar a un aliado? ¿Justifica la lucha contra el terrorismo el utilizar cualquier medio? Se puede apreciar que bajo la cobertura de combatir al terrorismo, Estados Unidos ha espiado y conseguido informaciones destinadas a ayudar a sus empresas que compiten en los mercados internacionales con compañías francesas y europeas. ¿Acaso hemos entrado en un periodo estratégico diferente desde el final de la guerra fría?, ¿o es que la guerra económica ha desplazado al espionaje estratégico? Los estados no tienen amigos, solamente tienen intereses. Si espiar a los aliados no es algo nuevo, no por ello sigue siendo inaceptable.

No existe en realidad una ruptura verdadera. La información, o –por decirlo de un modo más crudo, o más auténtico– el espionaje respecto a los aliados siempre ha existido. No está destinado tan solo a las actividades de potencias enemigas o rivales. Todo eso ya sucedió durante el periodo de la guerra fría. La alianza estratégica contra la Unión Soviética no era incompatible con una rivalidad económica entre Estados Unidos y sus aliados europeos y japonés. Estados Unidos siempre ha intentado usar su estatus de protector para obtener ventajas económicas. Y siempre ha tratado de justificar sus actividades de espionaje por las necesidades de una batalla estratégica, buscando siempre favorecer a su maquinaria empresarial nacional en detrimento de la de sus aliados.
Existe, por tanto, una continuidad en su comportamiento. Lo que ha cambiado es la amplitud de la actividad. Los nuevos medios tecnológicos puestos a su disposición permiten a Estados Unidos actividades de espionaje de un alcance muy superior. Cabría preguntarse, en este punto, sobre la eficacia de recoger tantos datos en relación con la necesidad de luego tener que escogerlos e interpretarlos. Pero en la guerra contra el terrorismo, como en la guerra fría, la alianza no puede significar una sumisión. Debemos defendernos contra estas intrusiones americanas y que cuando meten la mano en el bolso no quede un sentimiento de impunidad que será tomado por sumisión ni un acatamiento a seguir por la misma vía.
¿Qué se habría dicho si se hubiera sabido que los rusos o los chinos habían cometido las mismas actividades de espionaje respecto a nuestras empresas, a nuestros conciudadanos o a nuestras embajadas que las que han llevado a cabo los estadounidenses? La respuesta habría sido mucho más viva. Incluso las protestas habrían sido más virulentas si estas revelaciones hubieran tenido lugar bajo la presidencia de George Bush. Barack Obama es un presidente más abierto, más multilateralista. Sin embargo se mantiene en una gran tradición nacional norteamericana. Su destino manifiesto les hace pensar que ellos tienen más derechos que los demás en nombre del interés superior de defensa de las democracias que ellos encarnan. Y que alegremente confunden con su interés nacional.
Los franceses, como los europeos, han reaccionado no en función de la falta cometida sino de la identidad del culpable.
El comportamiento estadounidense es sintomático de la visión que tienen de su papel en el mundo y de la relación que han de mantener con sus aliados. Consideran que su sistema de valores les otorga derechos superiores a los de los demás países, incluidos sus socios más cercanos. Sin embargo han admitido abiertamente que este tipo de actividades no era nuevo. En una mezcla de candor y de absoluto cinismo, defienden la no gravedad de los hechos.
Por supuesto no se trata en absoluto de romper la alianza con Estados Unidos. Les necesitamos, incluyendo los intercambios de información. Pero por lo menos hay que mostrar que no somos ni cornudos ni apaleados. ¿Por qué Francia no puede poner en marcha una serie de consultas con otros países europeos que también han sufrido este comportamiento estadounidense, para analizar qué respuesta lanzar? ¿Qué líneas rojas hay que marcar?
Sería un medio excelente para hacer progresar una política europea de seguridad común que apenas balbucea. Todo ello si los europeos quieren hacerse respetar por Estados Unidos, pero también por el conjunto de las otras potencias que miran todo este caso con interés y ansia. Hay que definir una reacción común que vaya más allá del simple comunicado de protesta.

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