La
Federal de Seguridad y la CIA colaboraban con Caro Quintero/Jorge Carrasco Araizaga.
Portada: Revista Proceso No 1930, 26 de octubre de 2013
Portada: Revista Proceso No 1930, 26 de octubre de 2013
En
torno al asesinato en 1985 del agente de la DEA Enrique Camarena en México casi
nadie se decide a hablar. Quienes tenían la obligación de saber lo que ocurrió
con el estadunidense en Guadalajara optaron por guardar silencio o alegar
ignorancia. Uno de ellos, Sergio García Ramírez, a la sazón procurador general.
Otro, Manuel Bartlett, entonces titular de la Secretaría de Gobernación. Uno
más: José Antonio Zorrilla, que era director federal de Seguridad. Pero alguien
sí quiso hablar: Jorge Carrillo Olea, subsecretario de Gobernación durante el
sexenio delamadridista. En entrevista con Proceso, el exgobernador de Morelos
confirma que la temida DFS estaba, literalmente, al servicio de la CIA y ambas
colaboraban con el Cártel de Guadalajara. “Bartlett lo sabía perfectamente”,
remata.
Rafael
Caro Quintero guardó silencio durante sus 28 años de encierro. Nunca quiso
hablar sobre el asesinato del agente de la administración antidrogas de Estados
Unidos (DEA), Enrique Camarena, en 1985. El entonces procurador general Sergio
García Ramírez tampoco ha querido decir nada y el exsecretario de Gobernación y
actual senador Manuel Bartlett se lava las manos de lo que pasaba en aquellos
años entre la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y la estadunidense Agencia
Central de Inteligencia (CIA), implicadas en el asesinato.
“Eso
no puede ser… si no era el subsecretario de la Reforma Agraria, era el
secretario de Gobernación”, dice indignado Jorge Carrillo Olea, subsecretario
con Manuel Bartlett durante el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988),
sexenio turbulento en la relación de México con Estados Unidos.
“La
Dirección Federal de Seguridad estaba totalmente al servicio de la CIA”, afirma
quien fue encargado de liquidar aquella institución y fundar el Centro de Investigación
y Seguridad Nacional.
Durante
décadas la DFS operó como policía secreta del régimen priista, pero también
estuvo al servicio de la CIA: espiaba a los países del bloque socialista
acreditados en México, le hacía labores de correo, dedicaba personal a trabajar
en exclusiva para los estadunidenses y hasta destinaba parte de sus recursos a
mantener un coche con placas diplomáticas que usaba la embajada de Estados
Unidos.
De
ahí a que la CIA entrara en contacto con los narcotraficantes protegidos por la
DFS sólo había un paso. “Era un paso absolutamente fácil, cenaban en la misma
mesa”, dice Carrillo Olea en entrevista con este semanario, el martes 22 en
Cuernavaca.
Coronel
retirado y jefe de la Sección de Inteligencia del Estado Mayor Presidencial en
el gobierno de Luis Echeverría, Carrillo Olea fue testigo de la crisis generada
por el secuestro y asesinato de Camarena en una alegada acción de la CIA, la
DFS y el Cártel de Guadalajara como parte de la ilegal operación Irán-Contras
del gobierno de Ronald Reagan (Proceso 1928 y 1929).
Como
Bartlett, García Ramírez o Caro Quintero, el último director de la DFS, José
Antonio Zorrilla Pérez, también ha guardado silencio sobre el homicidio de
Camarena y el papel de la CIA en ese hecho. Desde el pasado septiembre Zorrilla
cumple en su domicilio el resto de su condena de 29 años de prisión.
En
los 24 años de encierro que vivió en distintos penales de la Ciudad de México
por el asesinato del periodista Manuel Buendía, no salió ni una sola palabra de
Zorrilla respecto a la colaboración de la DFS, la CIA y el Cártel de
Guadalajara en la muerte de Camarena, quien habría descubierto que esa relación
formaba parte de la trama del caso Irán-Contras.
Eterno
espionaje
Los
servicios estadunidenses de inteligencia han sido muy activos en México. Una de
sus mejores épocas fue la del gobierno de Felipe Calderón.
Con
el argumento del combate al narcotráfico se diversificaron y entraron a México
incluso agencias del Pentágono y terminaron por espiar al propio Calderón y al
actual presidente Enrique Peña Nieto.
Para
Carrillo Olea esa intromisión no es nueva. Asegura que la DFS trabajaba para la
CIA desde la época en la que estaba bajo el control del capitán Fernando
Gutiérrez Barrios, quien ingresó a la policía secreta del régimen en 1952 como
jefe de control político. En 1958 fue subdirector y en 1964 el presidente
Gustavo Díaz Ordaz lo designó director.
De
1970 a 1982 fue subsecretario de Gobernación, cargo desde el cual controlaba a
la DFS. En el sexenio de Echeverría (1970-1976), Bartlett fue director de
Gobierno de esa secretaría, y Zorrilla, secretario particular del subsecretario
Gutiérrez Barrios. Otro secretario del capitán retirado era el actual diputado
priista Manlio Fabio Beltrones.
Gutiérrez
Barrios ocupó la Subsecretaría de Gobernación durante dos sexenios. Un año
antes de que acabara el gobierno de López Portillo, Zorrilla quedó al frente de
la DFS al suceder a Miguel Nazar Haro, quien se vio obligado a renunciar
después de verse inmiscuido en un escándalo de contrabando de autos robados en
Estados Unidos.
Cuando
Bartlett fue nombrado en 1982 secretario de Gobernación por Miguel de la
Madrid, Zorrilla fue ratificado en la Federal de Seguridad.
“La
relación entre los dos era muy intensa. Se conocían de años. Zorrilla
despachaba directa y constantemente con Bartlett en Gobernación. Para mí era lo
más lógico desde el momento en que Manuel me dijo que él se iba a encargar
directamente de la DFS”, dijo Carrillo Olea en entrevista anterior, el pasado
septiembre (Proceso 1924).
–¿Entre
los encargados del área de seguridad se sabía lo que hacía la inteligencia de
Estados Unidos en México? –se le pregunta en la entrevista del martes 22.
–Sí.
Totalmente. Además Bartlett estaba siguiendo una ruta hacia la Presidencia. Su
plan era seducir a (John) Gavin (embajador de Estados Unidos en México). Tenían
acuerdos constantes en Gobernación, por lo que Bartlett no necesitaba tener una
relación con el jefe de la estación (de la CIA). A mí me tocó llevarla.
“La
relación empezó mal porque, cuando llegamos, Zorrilla ya tenía un año en la
Federal de Seguridad y me encuentro con que el embajador de Estados Unidos
tenía gente de la DFS a su servicio. La embajada disponía de un coche de la
dirección con placas diplomáticas. Se guardaba en sus instalaciones en la Plaza
de la República y se le ponía gasolina de la DFS. A cambio la embajada mandaba
cajas de whisky de regalo ‘para los muchachos’. Yo acabé con todo eso. Los
estadunidenses estaban totalmente metidos.”
–¿De
qué otra manera trabajaba la DFS para la CIA?
–De
varias. Había una casa en la colonia Anzures donde vivían agentes de la DFS al
servicio de la CIA. Los estadunidenses les pagaban, los vestían, les ordenaban.
En total eran 10 elementos asignados al servicio las 24 horas para seguir
órdenes directas de la CIA. Recibían una compensación en dólares.
“Había
otra casa, en Chicontepec y avenida Revolución. En el segundo piso vivía un
matrimonio estadunidense. Él era un agente retirado de la CIA cuya única
función era cambiarle los casetes a una cámara que apuntaba hacia la puerta de
la embajada de la entonces Unión Soviética (ahora legación rusa). El material
se entregaba a la CIA por medio de la DFS.
“La
CIA espiaba y nosotros hacíamos la recolección.”
Otra
cosa eran las grabaciones que hacía personal de la Federal de Seguridad, del
departamento antropométrico, a las embajadas del bloque prosoviético. “De eso
no nos enterábamos de nada, porque hablaban en sus lenguas y se entregaban a la
CIA. No nos enterábamos de nada. Sólo nos pasaban una tarjeta con listas de
teléfonos. No a mí, yo nunca me metí en esos terrenos”.
Asimismo
la agencia de inteligencia pedía a la Federal de Seguridad la identificación
fotográfica y el seguimiento de determinadas personas que llegaban por el
Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. También usaba a los agentes de
la DFS como portadores de información y dinero para sus informantes.
“Esa
fue la situación con la que nos encontramos y la acabamos. Suspendí esos
servicios, incluido lo del embajador. Gavin no me tragaba; me veía y no me
saludaba”, recuerda Carrillo Olea, quien asegura que se mantuvieron las
grabaciones, pero sólo hasta la disolución de la DFS en 1985, en medio del
escándalo por el asesinato de Camarena.
Para
Estados Unidos no fue buena noticia la desaparición de la DFS. “Se le acabaron
los informantes fáciles y eficientes”, dice.
Aunque
en la embajada de Estados Unidos “se alarmaron con la decisión del gobierno de
Miguel de la Madrid de desaparecerla, también veían que eso estaba muy
descompuesto y seguro que tuvieron sus alternativas”.
–¿Cómo
cambió la relación con Estados Unidos?
–Se
abrió un vacío en la cooperación. No hubo relación de ese tipo. Todo eso de las
grabaciones de los países del Este por supuesto que se acabó. De las
grabaciones a la embajada soviética sacamos las manos. De la casa de Anzures
también. Los estadunidenses se habían acomodado a lo fácil y tuvieron que
reconstruir todo, aunque siempre han tenido en México mucha gente dispuesta a
ganarse su simpatía y ayudarles a cambio de dinero. Yo creo que se suplió de
esa manera.
Autor
del libro México en riesgo, Carrillo Olea asegura que Bartlett sabía de esa
relación de la DFS con la CIA y de sus contactos con el Cártel de Guadalajara.
“Bartlett lo sabía y por supuesto que a Gavin le interesaba más hablar con
Manuel que con Bernardo” (Sepúlveda Amor, entonces canciller).
Gavin,
exactor de Hollywood y anunciante de ron en la televisión antes de ser
embajador en México, ha sido un defensor de Bartlett y crítico de Sepúlveda,
actual vicepresidente de la Corte Internacional de Justicia.
En
declaraciones a la periodista Dolia Estévez para el libro El embajador, Gavin
elogia y deslinda de cualquier responsabilidad en el caso Camarena al entonces
secretario de Gobernación y ahora senador por el Partido del Trabajo:
“Era
un soldado del PRI. Bartlett quiso limpiar la Secretaría de Gobernación, pero
enfrentó muchos problemas; incluidos problemas, según las fuentes que teníamos,
con un viejo operador llamado Fernando Gutiérrez Barrios, a quien el presidente
mantuvo en su puesto en Gobernación.”
El
exdiplomático dice que ante el asesinato de Camarena sus principales
interlocutores en el gobierno mexicano fueron el entonces procurador García
Ramírez y Bartlett, a quien define como “el segundo hombre más poderoso en el
gobierno mexicano”, aunque el exsecretario de Gobernación se dice sorprendido
por las recientes revelaciones sobre la presunta participación de la CIA en el
asesinato del agente de la DEA y de su vinculación con el caso Irán-Contras.
Del
exsecretario de Relaciones Exteriores, Gavin asegura: “Para efectos prácticos
eliminamos a Sepúlveda, quien estaba a la vanguardia de los denostadores de la
víctima asesinada”. De acuerdo con Carrillo, Bartlett tampoco quería a
Sepúlveda. “Confiaba en muy pocos. Incluso a mí me seguía y espiaba”.
Gobernador
de Morelos entre 1990 y 1994, cargo al cual renunció dos años antes del término
constitucional en medio de una crisis de seguridad en el estado, Carrillo
asegura que García Ramírez “sabe más que nadie” lo ocurrido en el caso
Camarena.
Pero
el exjuez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y exconsejero del PRI
en el Instituto Federal Electoral ha guardado silencio: “No sé por qué no
quiere decir nada. Él tiene la foto del centro del caso del agente de la DEA.
Lo que yo sé, sólo son anécdotas alrededor”.
La
Contra
La
relación de la CIA, la DFS y el Cártel de Guadalajara fue más allá de las
relaciones entre México y Estados Unidos.
De
acuerdo con el exagente de la DEA Héctor Berrellez, responsable de la Operación
Leyenda (el operativo de esa agencia desplegado en México para investigar el
asesinato de Camarena), se topó con la confabulación de los servicios de
seguridad e inteligencia de México y Estados Unidos para favorecer a la
contrarrevolución nicaragüense, en una operación internacional de compra de
armas y tráfico de drogas que involucró también a Irán e Israel (Proceso 1929).
El
propósito era entregar armas a la Contra para derrocar al régimen sandinista,
pero también se establecieron campos de entrenamiento de los llamados “soldados
de la libertad” en México, financiados con el dinero de la operación
Irán-Contras.
–¿Se
sabía de la presencia de los Contras en México? –se le pregunta a Carrillo.
–Edén
Pastora, el Comandante Cero (exsandinista y uno de los líderes de la Contra),
entraba y salía de México con mucha frecuencia. Hasta que nos dimos cuenta y lo
pescamos un día. Era muy arrogante, muy majadero. Lo llevamos a un hotel y
cuidamos que no se escapara ni le pasara nada. Al siguiente día lo mandamos de
regreso a Panamá, de donde había llegado.
–¿Edén
Pastora estaba operando en México con el apoyo de Estados Unidos?
–Supongo
que sí.
Sobre
la decisión de establecer campos de entrenamiento de la Contra nicaragüense en
territorio mexicano, asegura desconocer cómo se tomó esa decisión y si participó
algún funcionario mexicano.
Pero
añade que el entonces secretario de la Defensa Nacional, Juan Arévalo Gardoqui,
conocía la existencia del rancho El Búfalo, en Chihuahua –propiedad de Caro
Quintero– antes de que ahí se hiciera el mayor decomiso de mariguana de la
historia de México, en 1984, en una operación en la cual intervino la DEA.
“Lo
del Búfalo lo sabía Arévalo perfectamente, lo mismo que el comandante de la
Quinta Zona Militar, en Chihuahua. Pero de ahí a decir, como lo hicieron en
Estados Unidos, que los entonces secretarios de la Defensa y de Gobernación
participaron en el asesinato de Camarena hay una gran distancia. A los dos
trataron de involucrarlos de una manera muy burda, diciendo que habían estado
en una fiesta en la casa donde torturaron a Camarena.
“Pero muy distinto es lo que dice Bartlett, que
desconocía cómo operaba la central de inteligencia estadunidense en México. Por
supuesto sabía que la DFS estaba al servicio de la CIA. Zorrilla le informaba
eso y más. Bartlett lo sabía perfectamente”, asegura
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