- Un líder “vendido” y un movimiento que continúa...
SANTIAGO
IGARTÚA
Revista
Proceso
No. 1926, 28 de septiembre de 2013;
Los
maestros de la Sección 22 de Oaxaca se lanzan contra su dirigente Rubén Núñez
Ginez, a quien acusan de haber traicionado al movimiento. Le reprochan también
el envío de más docentes para reventar el plantón que mantienen en el Monumento
a la Revolución y el intento de dividirlos para que regresen a su estado. Pero
ellos le recuerdan que no se irán con las manos vacías y que las decisiones se
toman desde abajo, desde las bases.
La
noche del jueves 19 de septiembre, secretarios sectoriales disidentes de la
sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE)
comenzaron a avisar en el plantón que mantienen en el Monumento a la Revolución
que al día siguiente iba a haber un repliegue. El movimiento, según las bases,
estaba “vendido”.
El
sector Tlacolula de Matamoros, de educación indígena, improvisó una marcha al
interior del campamento. A sus pasos los acompañaban las consignas: “No al
repliegue, el movimiento no se vende”, se corearon cientos de voces.
Profesores
de distintas regiones les gritaron “Maestros huevones”, estigma con que los ha
marcado la sociedad, los medios de comunicación y el gobierno. Otros los
apoyaban: “Ni un paso atrás, maestros”.
La
protesta no fue gratuita. Tenían información de que ese día, tras seis horas de
negociación en la Secretaría de Gobernación, sus dirigentes encabezados por
Rubén Núñez Ginez, secretario general de la sección de Oaxaca –única que
permanece masivamente plantada en la Ciudad de México para exigir la abrogación
de la reforma educativa– había pactado con el subsecretario de Gobernación,
Luis Enrique Miranda; el gobernador de Oaxaca, Gabino Cué, y en presencia de
Juan Díaz de la Torre, dirigente del SNTE a quien la Coordinadora Nacional de Trabajadores
de la Educación (CNTE) nunca ha reconocido como tal por haber sido impuesto
desde el gobierno.
A
la salida de tal reunión, el director general del Instituto Estatal de
Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), Manuel Antonio Iturribarría, fue el encargado
de difundir lo pactado: el regreso de los docentes a las aulas de Oaxaca estaba
programado para el lunes 23.
A
cambio, según el funcionario estatal, la coordinadora rescataría los pagos
retenidos por el ciclo escolar en curso, la incorporación de mil 500
trabajadores al régimen de contratación del ISSSTE, el mantenimiento a las
escuelas Normales de Oaxaca, ajustar la evaluación para los docentes de ese
estado a sus circunstancias “particulares” y la valoración del Programa para la
Transformación de la Educación de Oaxaca (PTEO), modelo educativo impulsado por
los mentores de la coordinadora.
También
se habló de discutir el papel protagónico que ha cobrado la sección 59 del SNTE
en Oaxaca, dispuesto por el gobierno para sustituir a la 22 en las escuelas
públicas.
La
noticia se expandió como virus por los medios informativos. Iturribarría
aseguró que esto se había plasmado en un documento firmado por el líder de la
CNTE, el gobernador Cué y el subsecretario Miranda, quien, a sabiendas de los
métodos asamblearios de la coordinadora, exigió al docente la capacidad
resolutiva para el acuerdo.
El
viernes 20, el “arreglo” fue portada de
los principales diarios del país. Incendiado el campamento con la furia de las
bases, la dirigencia de los maestros disidentes de sección 22 tachó de “vil
mentira” que en el acuerdo firmado se comprometieran a regresar a su estado y
reivindicó a la asamblea estatal como poder máximo para la toma de decisiones.
Lo
único que pudo documentarse con una minuta firmada por el gobernador Cué, Núñez
Ginez y el propio Iturribarría fue el acuerdo de una partida de 100 millones de
pesos para un programa de fortalecimiento de infraestructura para las escuelas
normales del estado.
No
obstante, desde la dirigencia sindical se propuso realizar una consulta para
decidir si el movimiento debía regresar a su tierra, dejando una comisión
representativa, o permanecer en plantón.
“Se
nota que arriba hay negocios. Están incitando cada vez más para que desconozcan
a los líderes. Inició la fiebre de insurrección”, dice un profesor que
participó en la marcha nocturna, anónimo, al amanecer de una entrevista.
Relato
de una traición
Minutos
después del encuentro entre el gobierno y la dirigencia sindical, la misma
noche del jueves 19, Núñez Ginez llevó a al Comité Ejecutivo Seccional del
magisterio de Oaxaca (CES) la propuesta de que fuera a través de una consulta
entre las bases que se tomara la decisión de desarticular o no al movimiento en
la Ciudad de México.
Las
horas siguientes arribaron al campamento decenas de camiones con maestros
oaxaqueños para nutrir el disminuido contingente.
Entrevistados
por separado, miembros de base de la sección 22, algunos que por prevenir
represalias piden omitir sus nombres, relatan lo que catalogaron como una
traición.
“La
noche del jueves los representantes sectoriales nos informaron que se pretendía
que el viernes (20) hubiera una consulta a las bases para decidir si nos
íbamos. Para estas consultas sólo cuenta el voto de quienes estamos en plantón.
“Casualmente,
un día antes llegaron maestros que no han estado desde que empezamos esta
lucha, hace más de un mes, y siguen llegando para conseguir una mayoría y así
poder desmovilizarnos diciendo que fue de manera representativa”, explica
Cecilia, la maestra de Tlacolula que encabezó la marcha interna en el Monumento
a la Revolución.
Al
tiempo que se hacían las entrevistas, una comisión de maestros repartía
volantes proponiendo regresar a Oaxaca. Dirigido a los integrantes de la
sección 22 adheridos a la CNTE. Con el título “Un paso adelante, dos pasos
atrás”, cita de Lenin, el documento invita a reflexionar sobre la fuerza que ha
perdido el movimiento. Dice que “no siempre es posible obtener todo lo que se
exige” y llama a “continuar la batalla en otros escenarios”.
Los
docentes recriminan que de las más de 10 negociaciones que los líderes de la
CNTE han mantenido con funcionarios del gobierno federal, las bases no tienen
conocimiento alguno.
“Nos
tienen en la incertidumbre. Sólo te dicen: ‘Vamos a la marcha a tal lugar’. Y
qué hubo, quién sabe. A los dirigentes ni siquiera los vemos. No se paran en el
plantón. Les hemos pedido mil veces que se queden a dormir aquí, que lo vivan,
que lo sientan, que no se vayan a un hotel. Eso haría un verdadero líder; pero no
lo hacen. ¡Que se queden acá!”, reclama Cecilia, colérica.
Los
maestros indignados dicen que la traición de la dirigencia se hizo evidente
desde el día que fueron desalojados del Zócalo, el viernes 13.
De
ese día, Cecilia se recuerda a sí misma en el cruce de 5 de Mayo e Isabel la
Católica formando una valla humana con otras mujeres al frente de un grupo de
maestros que se plantó frente a un cuerpo de granaderos. “Como no teníamos tela
blanca, cargábamos papel higiénico blanco en señal de paz. Y mire el
resultado”, dice, al tiempo que enseña una herida que le cubre parte de la
espalda y un brazo, huella de los toletes del Estado que la marcaron segundos
antes de que les dispararan gases lacrimógenos.
Ese
día, Núñez Ginez, dirigente de la sección 22, apareció poco tiempo antes de que
entraran las fuerzas federales. Ahí comenzó la rabia contra los líderes del
magisterio. “Ellos pretendían que nos fuéramos antes de que entraran los
granaderos. Ya nos habían vendido y nos dejaron a nuestra suerte. En medio de
la persecución, mientras algunos compañeros lo estaban resguardando (a Núñez),
hizo una llamada para que le abrieran paso.
“En
menos de lo que canta un gallo llegaron por él y dejó que a los demás se los
madrearan. Yo vi cómo sangraban los compañeros. Como líder tienes que estar al
frente y cuidar a los tuyos. Si tienes que dar la cara la das. Porque para eso
te brindaron la confianza, para que los defiendas. No fue así”, cuenta Cecilia
con los ojos negros encendidos.
Desde
entonces, relatan en las bases, nunca vieron a su líder en el plantón que
improvisaron en el Monumento a la Revolución.
El
siguiente punto de ruptura, según las bases, se dio el miércoles 18. Días
antes, los maestros habían consensado para esa fecha regresar a la Plaza de la
Constitución en una marcha a la que se sumarían organizaciones sociales y
estudiantes de más de 15 escuelas públicas y facultades que pararon actividades
entre 24 y 72 en repudio a la represión contra la CNTE.
Minutos
antes de la hora pactada, blindado el Zócalo por el Estado Mayor Presidencial y
policías federales, Núñez Ginez canceló y anunció el cambio de ruta para
marchar a Tlatelolco. Sin convencer a las bases, la caravana se partió en tres.
“Según
él, fue por nuestra seguridad. No queríamos enfrentarnos a los granaderos, pero
por lo menos esperábamos un acto político contundente a una cuadra de
distancia; que nuestro líder diera un discurso de frente a las fuerzas del
gobierno que nos lastimaron. Muchas universidades pararon para apoyarnos y los
defraudamos. Ir a Tlatelolco no tenía sentido. Por eso nos desviamos, para no
ir con los charros. Su marcha fue una burla.
“El
profesor Núñez llegó dos minutos, dio un discurso y se regresó en su camioneta
sin dar explicaciones de por qué cambió el plan de ir al Zócalo, como se había
decidido en asamblea. Pero ahí se quedaron solos”, cuenta un profesor que
también prefirió omitir su nombre por miedo a represalias “comunes”, como ser
relegados a impartir clases “enclaustrados en la punta de un cerro”.
En
descontento crece
Ante
los señalamientos en su contra, Proceso buscó al profesor Rubén Núñez Ginez
para completar la historia. Se pactó una entrevista el viernes 27 que
finalmente no pudo atender
Finalmente,
la consulta para decidir el rumbo del movimiento se realizó el lunes 23.
Crispado el ambiente, se instaló también una asamblea estatal en la que se
recriminó el proceder de la dirigencia sindical.
La
mañana siguiente se dieron los resultados: 65% de los 10 mil 638 maestros
movilizados decidió permanecer en plantón indefinido en la Ciudad de México.
Cecilia
insiste en que, a partir de la rebelión de los maestros de base, los dirigentes
modificaron el discurso: “Yo creo que se dieron cuenta de que los cachamos. Es
obvio que se habían comprometido a algo y se asustaron de la reacción de las
bases.
“Tuvimos
que hacer una campaña de reflexión entre nosotros. Y dijimos que no nos vamos.
Ahora menos que nunca. Con qué cara les decimos a nuestras familias que
llegamos con las manos vacías y que todo el tiempo que estuvimos acá no sirvió
de nada, que fue una pérdida de tiempo. Yo no podría ver a mis hijos a los
ojos. No podría ver el futuro de todos nosotros con esta reforma. Y si insisten
en que nos vayamos va a haber una gran división”.
La
semana pasada, por vez primera desde que llegaron a la capital del país, los
docentes oaxaqueños determinaron acciones independientes a los deseos de sus
dirigentes, comenzando por una campaña de “brigadeo informativo” en los estados
de Campeche, Durango Sinaloa, Veracruz y Tabasco.
“Los
dirigentes no querían que hiciéramos esa actividad, pero como la base lo dijo y
lo aprobó en la asamblea estatal, no les quedó otra que apoyar. Ahora nosotros
estamos proponiendo y queremos acciones contundentes para conseguir respuestas
reales”, cuenta un profesor de Pochutla.
En
la misma línea, el martes 24, contraviniendo una propuesta de marcha de sus
líderes, de las bases salió la propuesta de bloquear las embajadas de Estados
Unidos, España y Francia.
Al
día siguiente, en su movilización a Los Pinos, los dirigentes de la sección 22
prohibieron que nadie que no fuera de lo que llaman Comisión Única de
Negociadores diera declaraciones a los medios de comunicación, argumentando que
había “infiltrados” que querían perjudicar al movimiento.
Heber
Matus González, profesor en la zona del Istmo de Tehuantepec con 21 años de
servicio, afirma que la “filtración” del pacto entre funcionarios y sus
dirigentes fue sólo parte del desgaste que buscan generarles en los medios,
pues las decisiones las toman “los de abajo”. Explica que, de irse, el mensaje
desmovilizaría a los más de 20 estados donde el magisterio va creciendo en sus
protestas.
“Le
demostramos a los medios que mentían. Nosotros de ninguna manera vamos a dar
marcha atrás contra la reforma de Peña Nieto. Lo que necesitamos es que se
sumen (más maestros). La lucha no la puede dar un solo estado. No alcanza el
dinero, la fuerza”. Lo dice con la mirada baja, sin convicción, como un soldado
en medio de una batalla perdida.
Y
es que, para don Heber, retenidos los salarios a los docentes oaxaqueños y ante
la consigna del secretario de Educación Emilio Chuayffet de comenzar con los
despidos de los maestros movilizados, lanzada el miércoles 25 desde el
Congreso, la apuesta del gobierno es desgastarlos.
Es
el caso de Iván Díaz Casimiro, psicólogo mazateco que el lunes 23 se marchó a
su tierra con el rostro chupado, enfermo de amibas. Entrevistado a unos minutos
de abordar el autobús, explica por qué después de 33 días de “lucha” se va
llorando.
–¿Te
arrepientes?
–No
me voy con lo que vine a pelear. Pero ya debo mucho dinero. Estoy exponiendo mi
vida, y todo para que nos vendan. No es fácil. Lo único que podría detener la
reforma es el paro nacional. El apoyo moral, hoy, no sirve. Esta tendría que
ser una lucha de todos los mexicanos. Si no frenamos la reforma educativa, van
a pasar todas las reformas, una detrás de otra.
Relegado
a la “miseria”, Iván entiende a los últimos gobernantes del país como jinetes
del Apocalipsis. “Si Calderón representó la guerra, Peña Nieto es el hambre”,
dice.
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