5 oct 2013

La Medellín violenta se pacifica


  • El abogado mexicano y doctor en filosofía del derecho Samuel González Ruiz considera que Medellín ubica al municipio como el primer eslabón de una estrategia nacional de seguridad pública y adapta ésta a los desafíos .

La Medellín violenta se pacifica/RAFAEL CRODA 
Revista Proceso No. 1926, 28 de septiembre de 2013;
Cuando el crimen organizado y la violencia se enfrentan con represión policiaca y militar es imposible obtener buenos resultados. La experiencia colombiana, y en particular el caso de Medellín, muestra que la criminalidad no es necesariamente consecuencia de la pobreza. De acuerdo con especialistas, esos fenómenos se deben a la falta de prevención, lo que supone el imperativo de aplicar políticas que promuevan la educación y la cultura para impedir el crecimiento de las mafias.
MEDELLÍN, COLOMBIA.- Si bien no existe una teoría única para explicar cómo esta ciudad colombiana de 3.5 millones de habitantes pasó de ser la más violenta a la más innovadora del mundo, hay consenso en el sentido de que las políticas de prevención social del delito fueron determinantes.

“La inequidad genera violencia, y si queremos reducir ésta debemos combatir aquélla. Este es un componente esencial de nuestra política de seguridad”, dice a Proceso el vicealcalde de Gobernabilidad y Seguridad de Medellín, Luis Fernando Suárez Vélez.
A su vez el alto consejero de la presidencia de Colombia para la Convivencia y Seguridad Ciudadana, Francisco José Lloreda, estima que este país y Medellín entendieron que el eje estratégico de una política de seguridad pública es el de la prevención social, pues pone el acento en la educación. “Así podemos aplicar un antídoto a la violencia y al delito”, afirma.
 En 1991 Medellín llegó a ser la ciudad más violenta del mundo, con una tasa de 380 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes, índice 2.5 veces mayor que el de Ciudad Juárez en la actualidad. En 2012 la tasa cayó a 52 por cada 100 mil habitantes y en los primeros ocho meses de 2013 se redujo 13.4%.
 En marzo pasado la capital del departamento de Antioquia –y segunda urbe en importancia de Colombia, después de Bogotá– fue designada la ciudad más innovadora del mundo en un concurso organizado por el diario estadunidense The Wall Street Journal y la empresa de servicios financieros Citigroup. Medellín se impuso a las otras dos finalistas, Nueva York y Tel Aviv, por su disminución de emisiones de CO2, la creación de espacios culturales y la reducción de la criminalidad.
 De acuerdo con el alcalde de Medellín, Aníbal Gaviria, en las últimas dos décadas esta ciudad vivió “una verdadera metamorfosis al pasar del dolor y el miedo de las épocas del Cártel de Medellín, cuando la marca de la casa eran el narcotráfico y la destrucción, a la esperanza. Le apostamos a la educación y a la cultura como herramientas de transformación. Tenemos aún enormes problemas de violencia, pero ahora también se nos asocia con innovación”.
Contra la desigualdad
El programa de gobierno de Gaviria para el periodo 2012-2015, que da continuidad a las políticas de sus antecesores, se llama “Medellín, un hogar para la vida”. Es una frase sugerente para una ciudad donde la muerte es parte de la cotidianidad y que llegó a registrar 20 homicidios diarios cuando a comienzos de los noventa el jefe del Cártel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria, desató una guerra contra el Estado.
Hoy ocurren casi tres asesinatos por día y la mayoría se concentra en las comunas (barrios marginales) enclavadas en los cerros, donde la depauperada realidad social contrasta con la opulencia y la moderna infraestructura de los barrios residenciales.­
Suárez Vélez explica que “esta exclusión social nos obliga a poner énfasis en las causas del delito, sin descuidar las acciones disuasivas y reactivas”.
Las cifras son elocuentes: este año Medellín gastará 42 millones de dólares en el combate al delito. Para dos programas sociales enfocados a la seguridad alimentaria y el combate a la pobreza extrema se destinaron 84.2 millones de dólares.
De los 7 mil 360 millones de dólares del presupuesto de la alcaldía de Gaviria para sus cuatro años de gobierno, 57% se destinará a educación, salud, infraestructura deportiva en las comunas más pobres, desarrollo de proyectos culturales y un programa de enseñanza del inglés a los jóvenes más vulnerables, entre otros rubros.

Hasta 2010 Medellín era la urbe con mayor desigualdad de Colombia –con un coeficiente de Gini de 0.538, donde 0.0 es la perfecta igualdad y 1.0 la máxima desigualdad en el ingreso– y también la más violenta, con 86 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes.
 El fuerte gasto en prevención social del delito hizo que al año pasado el índice de Gini en Medellín se redujera a 0.500 y la tasa de homicidios dolosos descendiera a 52 por cada 100 mil habitantes.
 En 2012 Cali –la tercera ciudad más grande de Colombia– rebasó a Medellín en falta de equidad, con un coeficiente de Gini de 0.518, y también en homicidios dolosos, con 77 por cada 100 mil habitantes.
 De acuerdo con Suárez Vélez, la violencia y criminalidad no sólo se producen por la precariedad, pues tanto Medellín como Cali se encuentran entre las ciudades con menos pobreza en el país –algo similar a lo que ocurre con Ciudad Juárez en México–. La raíz de estos problemas se encuentra en la concentración del ingreso. “Hay países y ciudades muy pobres donde no se tienen los niveles de violencia prevalecientes en Medellín”, señala.
 Otro elemento que ha contribuido a una lucha más eficiente contra el crimen en esta metrópoli –la cual, como la mexicana Monterrey, es asiento de industrias y grupos económicos de alcance nacional– es su estrategia integral de seguridad y que, junto con la prevención social, tiene en la coordinación interinstitucional uno de sus pilares.
 El Sistema Integrado de Emergencias y Seguridad Metropolitano (SIES-M) es una iniciativa de la alcaldía que articula física y operativamente a todas las institucionales­ implicadas en la seguridad y emergencias ciudadanas: la Policía Metropolitana, la fiscalía, el ejército y las dependencias municipales de bienestar social, salud, derechos humanos y medio ambiente.
 Delegados de cada una de estas instituciones se congregan permanentemente en un salón de alta tecnología, con enormes pantallas de plasma que proyectan imágenes en vivo desde unos 400 puntos estratégicos de la ciudad, con cerca de mil cámaras. La reacción ante los delitos y situaciones de emergencia se produce de manera conjunta y coordinada y todo lo ocurrido en la llamada “torre de control” del SIES-M queda grabado.
 “Esta articulación nos ha permitido potenciar la lucha contra el crimen y ser más efectivos en reacción, prevención situacional e investigación”, afirma el secretario de Seguridad de Medellín, Arnulfo Serna.
 El SIES-M, que incorpora avanzada tecnología en las tareas de seguridad, inteligencia e investigación, es el primer centro en su tipo en Colombia y el Banco Interamericano de Desarrollo lo considera modelo a seguir en América Latina.
 “Cuadra por cuadra”
Medellín se ha convertido en un referente latinoamericano en políticas de prevención social del delito. Su fama de metrópoli hospitalaria, cálida y generosa se la ha ganado a pulso y, como tal, comparte el conocimiento acumulado con otras ciudades del hemisferio.
El abogado mexicano y doctor en filosofía del derecho Samuel González Ruiz considera que Medellín ubica al municipio como el primer eslabón de una estrategia nacional de seguridad pública y adapta ésta a los desafíos específicos de criminalidad de la ciudad. Es así, agrega, como debería funcionar una estrategia de seguridad: del municipio hacia arriba, en diálogo con la comunidad­ y con un gran componente de políticas de prevención social del delito.
“Los municipios están en la primera línea de fuego de la violencia criminal y hay que trabajar a partir de sus realidades. La batalla contra el crimen se gana cuadra por cuadra”, afirma el consultor de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito y extitular de la desaparecida Unidad Especializada en Delincuencia Organizada en México, quien visitó Medellín para participar el jueves 12 y el viernes 13 en el I Foro Internacional de Ciudades en Convivencia para la Prevención Social del Delito, el cual congregó a autoridades, expertos y dirigentes comunitarios de Colombia, México e Italia.

Para el abogado, una de las principales debilidades de la estrategia de seguridad aplicada por Felipe Calderón es que nunca incorporó el componente de la prevención social, sino enfocó todos sus esfuerzos en la represión con un criterio policiaco. Quien fuera titular de la desaparecida Secretaría de Seguridad Pública, Genaro García Luna, se encargó de instrumentar estas acciones hasta sus últimas consecuencias.

El director ejecutivo de la Asociación de Autoridades Locales de México, A.C. (AALMAC), Ricardo Baptista, asistente al foro en Medellín, sostiene que durante la guerra calderonista contra el narcotráfico los municipios mexicanos quedaron en el abandono y a merced del crimen organizado.

“En México los municipios pusimos los muertos y los seguimos poniendo”, afirma el expresidente municipal de Tula, Hidalgo, cuya agrupación, la AALMAC, congrega a los 332 alcaldes y 13 delegados capitalinos del PRD.

Según Baptista, en los últimos siete años han sido asesinados en México 45 alcaldes y exalcaldes, medio centenar de directores locales de seguridad pública y más de mil 600 policías municipales. Apenas la segunda semana de septiembre fueron asesinados en Michoacán el exalcalde de Quiroga, Javier Sagrero Chávez, y el diputado local Osvaldo Esquivel Lucatero, ambos del PRD.

“Desde que Calderón declaró la guerra a la delincuencia organizada y al narcotráfico el país no ha encontrado la salida; nunca hubo una política de prevención, de ataque a las causas del delito, y todo se centró en la represión policiaca y militar. Fue una estrategia fallida”, sostiene el exalcalde.

Además considera que las experiencias exitosas de Medellín pueden aplicarse en México con modelos adaptables a las condiciones del país.

No es que esta urbe haya resuelto sus problemas de seguridad. Le falta un largo trecho. Se mantiene como la segunda ciudad más violenta de Colombia y sus populosas comunas están en manos de los combos (pandillas) afiliados a las estructuras criminales de La Oficina y Los Urabeños, mafias que dictan la vida de los sectores populares del Valle de Aburrá, donde se extiende el casco urbano de Medellín.

Los combos controlan todo en las comunas: el comercio, el tráfico de estupefacientes, el transporte urbano, la prostitución, los bares. Ellos dicen qué marca de arepas (tortillas colombianas de maíz o harina de trigo) se vende en el barrio, surten de mercancía a las tienditas, dirimen los conflictos entre vecinos. Toda actividad económica les produce una comisión, un “derecho de piso”. Son ejércitos de jóvenes que escuchan reggaetón, portan armas largas y a quienes la policía no ha podido desarticular.­

Una tregua entre La Oficina (heredera de las estructuras del Cártel de Medellín) y Los Urabeños (reductos de los grupos paramilitares desmovilizados la década pasada) ha hecho descender los homicidios desde agosto pasado; no obstante, la extorsión, el tráfico de drogas, el control territorial y las desapariciones de jóvenes (cuatro en las últimas dos semanas) siguen en su apogeo.

Manuel, quien pertenecía al poderoso combo de Los Mondongueros, dice que es muy difícil salir del círculo de la violencia en los barrios. Él lo hizo luego de ver morir baleado a su mejor amigo en un enfrentamiento y cuando se cruzó en su camino uno de los proyectos de desarrollo cultural de la alcaldía. Hoy pertenece al colectivo de arte urbano Graffiti de la 5, escucha hip-hop –la música de culto entre los artistas de las comunas– y está rehabilitado del consumo de bazuco, una droga barata y altamente adictiva elaborada con los residuos que deja el procesamiento de cocaína.

Este es un trabajo a largo plazo, dice Silvia Osorio, coordinadora del proyecto municipal de Promoción de la Convivencia y activista de la prevención social, quien aun los fines de semana y días festivos está pendiente de los jóvenes rescatados de los combos en la conflictiva comuna 5.

Y abunda: “La violencia en Colombia y en Medellín es un problema histórico, pero la cultura, el trabajo con los jóvenes, con la comunidad, la inversión social, generan mejores opciones de convivencia. Más que una esperanza, hay una certeza: esto nos puede abrir un mejor camino hacia el futuro”.

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