Caro
pide a Peña no ceder al ánimo de venganza de Washington/Jorge Carrasco Araizaga
Revista Proceso Portada; # 1935, 30 de noviembre de 2013;
Desde
su puesta en libertad en agosto último, tras pasar casi 29 años en la cárcel,
nadie sabe dónde está Rafael Caro Quintero. Y el excapo, sobre quien se ha
desplegado una nueva búsqueda con miras a extraditarlo a Estados Unidos, se
queja del acoso al que, sostiene, lo tienen sometido. En cartas enviadas a
Enrique Peña Nieto, Miguel Ángel Osorio Chong y Jesús Murillo Karam, así como
en otro escrito enviado a la CNDH, el jefe del desaparecido Cártel de
Guadalajara afirma haber saldado ya sus cuentas con la justicia y dice que
México no debería ceder al ánimo “de venganza” de Washington. En resumen, pide
paz.
Con
la extradición a Estados Unidos como horizonte, Rafael Caro Quintero le pidió
al presidente Enrique Peña Nieto no dejarse presionar por el ánimo de “venganza
y revancha” de Washington a raíz del asesinato del exagente de la DEA Enrique
Kiki Camarena Salazar.
“Lo
que tenía que pagar ya lo saldé”, dice el exjefe del desaparecido Cártel de
Guadalajara en una carta firmada por él y que sus abogados entregaron a la
Secretaría Particular de la Presidencia de la República el pasado 19 de
noviembre, dirigida también al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong,
y a su perseguidor, el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam.
Declarado
prófugo desde el pasado 6 de noviembre, cuando cuatro ministros de la Suprema
Corte de Justicia revirtieron el amparo que tres meses antes lo había liberado,
Caro Quintero le pide también al Poder Judicial que no se someta a “las
presiones y designios” de Washington, luego de haber cedido y anulado su
liberación.
Caro
Quintero –por conducto de sus representantes legales– hizo llegar a Proceso una
copia del escrito dirigido al gobierno mexicano así como la queja que presentó
la semana pasada ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) por
la persecución de la cual, dice, han sido objeto él y su familia por parte de
las autoridades mexicanas “instadas por Estados Unidos”, desde su salida de
prisión el pasado 9 de agosto, en uno de los casos que marcaron el primer año
del gobierno de Peña Nieto.
La
madrugada de ese día el excapo abandonó el penal en compañía de una parte de su
equipo de abogados sin que ningún funcionario de México o representante del
gobierno de Estados Unidos lo impidiera, pese a que las autoridades de los dos
países sabían desde semanas antes que la justicia mexicana lo dejaría en
libertad.
En
ese momento el Ministerio Público pudo haber solicitado su retención si el
propósito era mantenerlo en prisión con el argumento de una nueva investigación
en su contra, como ahora sostiene el gobierno de Estados Unidos, dice su
defensa desplegada en Guadalajara y en el Distrito Federal.
Su
liberación provocó una alegada sorpresa de los dos gobiernos, pero sobre todo
hizo que se revisara y quedara en entredicho la versión oficial de México y
Estados Unidos sobre el asesinato, en febrero de 1985, de Camarena y del piloto
mexicano Alfredo Zavala Avelar, informante pagado por la DEA.
Aprovechando
su condición de piloto de la entonces Secretaría de Agricultura y Recursos
Hidráulicos, Zavala vendía al agente estadunidense información sobre los
cultivos de droga en el país.
La
duda la pusieron los propios excompañeros de Camarena, entre ellos el encargado
de la investigación del doble asesinato, Héctor Berrellez. Éste asegura que el
homicidio se debió a que Camarena se enteró de las relaciones del Cártel de
Guadalajara con la CIA como parte de la trama del Irán-Contras, la ilegal
operación internacional del gobierno estadunidense para financiar a la
contrarrevolución en Nicaragua (Proceso 1928).
Amenaza
de extradición
A
sus 61 años Caro Quintero sabe que de ser extraditado a Estados Unidos pasaría
prácticamente el resto de su vida en prisión, garantizando el silencio que
sobre el caso ha mantenido desde hace casi 29 años. De ser entregado, ese país
no lo juzgaría por el asesinato de Camarena –proceso penal seguido en México–,
sino por narcotráfico y lavado de dinero.
“Son
delitos que no cometí y menos mi familia”, dice el excapo en su carta a Peña
Nieto, recibida también por la Procuraduría General de la República (PGR) el 20
de noviembre y por la Secretaría de Gobernación un día después.
En
la misiva Caro Quintero se pregunta: “¿Cómo es posible que el país capaz de
espiar a presidentes y candidatos presidenciales y saber lo que hacen, durante
los 28 años y cinco meses en que estuve preso no hizo ninguna acusación contra
mi familia? ¿Por qué esperó a que se avizorara mi liberación para iniciar la
cacería en su contra como supuestos narcotraficantes y blanqueadores de
dinero?”.
El
pasado junio Estados Unidos incluyó en su lista de personas y entidades con las
cuales no se puede tener ningún trato económico a cuatro hijos, la esposa y una
nuera de Caro Quintero así como a otras 12 personas relacionadas con ellos.
“A
raíz de mi salida de prisión”, escribe Caro Quintero, resurgió “con gran
notoriedad una absurda persecución en mi contra y contra miembros de mi familia
por los Estados Unidos de Norteamérica”. Presionó de tal forma en la prensa
“que logró que la Suprema Corte de Justicia de la Nación revirtiera la
decisión” del Tercer Tribunal Colegiado en Materia Penal con sede en Jalisco.
El
6 de noviembre, en efecto, la Primera Sala de la Suprema Corte, en una votación
de cuatro a uno, echó abajo la resolución de ese tribunal que lo absolvió de
algunos delitos, dio por cumplidos otros –como los cometidos contra la salud– y
decretó su libertad por el doble homicidio al considerar que esos crímenes
debieron ser juzgados por un tribunal local y no uno federal, como ocurrió.
La
Corte argumentó otra cosa. Le adjudicó a Camarena el carácter de “agente
intergubernamental” y “protegido internacional”, y dijo que el piloto mexicano
murió en funciones, con lo cual justificó la intervención de la justicia
federal. En consecuencia pidió que se emitiera una nueva sentencia contra Caro
Quintero.
La
condena original había sido de 40 años, de acuerdo con la legislación de la
época. Al no pronunciarse sobre las otras resoluciones del Tribunal Colegiado,
las dejó firmes; es decir que al exnarcotraficante sólo se le persigue en
México por los homicidios de Camarena y de Zavala.
Además
debe enfrentar el pedido de extradición de Estados Unidos. En caso de ser
detenido, su proceso de entrega podría demorarse uno o dos años. A diferencia
de lo ocurrido cuando fue capturado en 1985, Washington ahora sí formalizó la
solicitud. En aquella ocasión, una vez que Caro Quintero fue aprehendido, no
hizo nada por llevárselo a su territorio. No calculó que el capo saldría antes
de cumplir la totalidad de su condena.
Aunque
el gobierno de Peña Nieto favorece la extradición, Caro Quintero le pide, como
presidente de todos los mexicanos –“en los que estoy incluido”–, asegurarse de
que los procesos judiciales en su contra se apeguen a derecho, “respetando mis
garantías constitucionales y sobre todo humanas, y que no por llevar tal o cual
apellido la justicia sea distinta para mí”.
Añade:
“Mi única petición… es que mi expediente sea revisado con justicia, una
valoración donde no pesen más los apellidos que la legalidad. Solicito un
juicio justo… Que no se ceda a presiones políticas ni que por esa vía se
resuelva un asunto que compete únicamente al Poder Judicial”.
A
sus interlocutores del gobierno federal les dice: “No es justo, señores, que la
justicia mexicana se someta a los designios que pretende imponer Estados Unidos
sobre un mexicano que lo único que desea es la paz y la tranquilidad de su
persona y la de su familia”.
El
gobierno estadunidense requirió al exjefe del Cártel de Guadalajara en agosto
pasado al gobierno de Peña Nieto a petición de una Corte federal de California,
donde se le acusa de tráfico de drogas y lavado de dinero. “Las conductas que
intentan imputarme son totalmente falsas. Lo único que pretenden es hacer
sentir el peso de su revancha en contra mía, usando a mi familia y
desprestigiando a México, a sus leyes, y pretendiendo avasallar nuestra
soberanía con el único afán de siempre sentirse superiores”, responde.
“Siempre
he dicho… que he tenido alguna deuda con la justicia y la sociedad (y) ya está
saldada.”
“Y
la justicia que reclama Estados Unidos para su connacional ya fue pagada en
México en las condiciones que se me impusieron”, le dice a Peña Nieto en
alusión a los 28 años y cinco meses pasados en la cárcel, 18 de ellos en
penales federales de máxima seguridad.
Como
el derecho internacional impide que alguien sea juzgado dos veces por el mismo
delito, ahora el gobierno estadunidense insiste “en achacarme nuevas conductas
delictivas”. Asegura el excapo: “Increíblemente (se me acusa) no sólo a mí,
sino también a mi madre, a mi esposa y a mis hijos”. Según Caro Quintero,
“ninguno de ellos nunca ha tenido nada que ver con delito alguno, siendo ellos
gente de sobrada probidad y decencia”.
Estados
Unidos “por todos los medios está tratando de hacer válida una extradición con
tintes de venganza”. Incluso, cuenta, a una de mis nietas el gobierno de
Estados Unidos le retiro la visa que tenía para tratarla de cáncer en ese país,
por el hecho de llevar mi sangre y mis apellidos.
Ese
país asevera “vehementemente que sigo dedicado al Narcotráfico” (sic), dice el
sinaloense.
“No
hay que olvidar que 18 años, de los 28 que pasé en prisión, fueron en un penal
federal; en donde 23 horas al día se está dentro de la celda, en donde la
convivencia familiar se agenda una vez cada 15 días, en donde hay vigilancia
con cámaras permanentemente en cada una de las celdas, en donde la familia
tiene que pasar una rigurosa inspección antes de ingresar al penal, en donde no
hay teléfonos, ni libros, ni plumas, ni televisión, y donde estaba cumpliendo
tratamiento penitenciario de reinserción social.”
También
al ómbudsman
En
su queja ante la CNDH apunta que el gobierno mexicano ha actuado en su contra y
de los suyos por presión de Estados Unidos. La PGR, el Ejército, la Marina, la
Interpol y la oficina de la DEA en México, señala, lo han “perseguido y
hostigado” junto a su familia, “que ha recibido agresiones e intimidaciones sin
que exista orden de investigación, presentación o aprehensión”.
Acusa
a esas instituciones de haber agredido físicamente a quienes tienen relación
con él durante cateos en sus domicilios. En particular responsabiliza a la PGR
de “denostarlos social y públicamente” al señalarlos en diversos comunicados de
prensa como responsables de diversos delitos, “como ser operadores financieros
de dinero ilegal”, situación “de la que no hay acusación clara y directa, por lo
que nunca ha sido comprobada”.
Según
el excapo, también se les han cancelado “diversos derechos y beneficios”
mediante “intimidación y amenazas por parte de organismos del Estado”.
“Es
obvia la persecución que se ha hecho contra todo aquel que tenga un nexo de
familia, amistad o laboral con el que suscribe”, dice también en referencia a
su abogado Juvencio Ignacio González Parada, quien logró su liberación.
En
la queja dirigida al presidente de la CNDH, Raúl Plascencia Villanueva, insiste
en que la deuda con el Estado mexicano ya la pagó. “Sin embargo… ha sido el
apellido el que ha hecho que se conjure contra mí una asechanza (sic) incesante
por parte de autoridades mexicanas, instadas por el gobierno norteamericano”.
Como
le escribió a Peña Nieto y sus colaboradores, agrega: “Esta infernal pesadilla
contra mis seres queridos y contra mi persona no deriva de decisiones legales
ni de situaciones apegadas a derecho, sino… del resentimiento y deseo de
venganza de quienes, allende nuestras fronteras, insisten en acusarme de
delitos que no cometí y que en caso de que algo queden (sic) en deuda con la
sociedad debo ser yo y no mi familia… quienes deban pagar por mí”.
Las
autoridades mexicanas, argumenta, pretenden trasladar la imposición de la pena
a “personas inocentes, sin darles la oportunidad de ser oídos y vencidos” en
juicio. Asegura que se trata de violaciones a derechos humanos –como el de
presunción de inocencia–, protegidos nacional e internacionalmente, entre otros
por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y por la Convención
Americana de Derechos Humanos o Pacto de San José.
“Independientemente
de cómo me llame, estas violaciones no pueden quedar impunes ni tomarse como
venganza o revancha contra mí o mi familia, porque si alguna deuda tenía con el
Estado y la sociedad ya la he pagado”, asegura.
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