¿Manifestantes?
Ahora serán “terroristas”/Jesusa Cervantes
Revista Proceso # 1935, 30 de noviembre de 2013
Los
diputados aprobarán esta semana la reforma a las leyes antiterrorismo. Será un
regalo a Estados Unidos que no se corresponde con las necesidades mexicanas,
pero solventa las de aquel país… Apenas fue debatida y amenaza con atropellar
el respeto a los derechos humanos. Destaca un riesgo: el daño a la propiedad
privada en una manifestación podrá ser considerado terrorismo. “Es un espasmo
de fetichismo jurídico”, sentencia el investigador Edgardo Buscaglia.
Una
nueva ley antiterrorista se aprobará esta semana en la Cámara de Diputados con
muy altas probabilidades de que violente los derechos humanos, además de que no
se ha discutido a cabalidad ni atiende los problemas del país, sino que
responde a designios de Estados Unidos.
De
acuerdo con diputados federales del PRD y del PT, además de especialistas en
materia de crimen organizado como Edgardo Buscaglia, se trata de una “vaguedad
legislativa” y hasta “torpe”. La reforma plantea cambios a cinco leyes, con el
objetivo de ampliar el alcance del delito de “terrorismo”: se incluirían nuevos
tipos penales, como “financiamiento al terrorismo” e incluso el “robo de
uranio, torio y demás minerales que puedan producir energía nuclear”.
La
iniciativa no fue confeccionada por la Comisión de Justicia en San Lázaro, que
encabeza el priista y líder sindical Ricardo Pacheco Rodríguez, sino que fue
elaborada desde la Presidencia de la República y enviada al Congreso por
Enrique Peña Nieto el pasado 31 de mayo.
Durante
los seis meses que siguieron a su presentación, la Comisión de Justicia apenas
sesionó dos veces. La primera fue el 20 de noviembre pasado, aunque la reunión
se suspendió a petición del perredista y miembro de la mesa directiva Alejandro
Carbajal González, pues “no había justificación para incluir el robo del uranio
como un acto terrorista”. Para ese día, Proceso ya contaba con el “dictamen”
votado “en sentido positivo por mayoría de los presentes”.
Es
decir: ya todo estaba “planchado”. Bastaban los 13 votos del PRI, los dos del
PVEM y uno más de cualquier partido, pues sólo se requieren 16 para que
cualquier iniciativa sea avalada en esa comisión.
Pasó
como se esperaba: el jueves 28, en una votación con poco debate, la mayoría
aprobó el dictamen. Sólo el perredista Carbajal González insistió en
“encorchetar” el tema del uranio y clarificar la definición de terrorismo. Su
demanda no tuvo respuesta.
Derechos
humanos en riesgo
Entrevistado
vía telefónica desde Beirut, Líbano, el académico Edgardo Buscaglia, presidente
del Instituto Acción Ciudadana, se dice alarmado: “Por la forma en que está
planteado, (el dictamen) viola los derechos humanos”. Asegura que a contrapelo
de la tendencia actual en Estados Unidos o la Unión Europea, los legisladores
mexicanos pretenden “sacar una ley fuerte y punitiva contra el terrorismo, lo
que es un motor para la violación futura de los derechos humanos”.
Detalla
que incluso la ley antiterrorista de la administración Obama busca prevenir la
violación de derechos humanos. Es decir, “para combatir el terrorismo primero
tienes que asegurarte de que los derechos no sean violados en los segmentos de
la población más vulnerable, porque si son violados, los actos de terrorismo
posteriores son más frecuentes y más probables”.
En
México, asevera Buscaglia, se pone la carreta delante de los caballos; “se hace
al revés”.
Y
resume: “Primero tiene que ser una ley antiterrorista que establezca mecanismos
preventivos de protección de derechos humanos –que son de 58 tipos– de la
población más vulnerable, como grupos étnicos desfavorecidos. Después, los
actos terroristas, que no van a surgir de las poblaciones pobres, pero surgen
en un entorno donde grupos criminales se aprovechan de esta situación”.
Tanto
la ley que se pretende aprobar como la vigente, añade, adolecen de esta falla.
Loreta
Ortiz Ahif, abogada y diputada del Partido del Trabajo, advierte que su grupo
votará en contra debido a que la reforma, además de violentar los derechos
humanos, “aunque tipifica el terrorismo no delimita claramente quién lo
comete”, no define la “intencionalidad” y establece como consecuencia de un
acto terrorista “un daño emocional”, cuando en otros países se habla de “daño
psicológico”.
Los
diputados eliminaron la propuesta de que “la manifestación” fuera considerada
como un acto terrorista, pero no “los actos”. Esto significa que el daño a la
propiedad privada podrá ser catalogado como “terrorismo”. Hasta la fecha, esto
sólo aplica cuando se trata de bienes públicos, y en ciertos casos.
Ortiz
Ahif lo explica: Si en una manifestación se daña un banco o una tienda
departamental, el responsable podrá ser acusado de terrorista, el peor delito
internacional. “Se debe castigar a quien comete el delito –admite–, pero no
como terrorista”.
Además,
sostiene, no se define la “intencionalidad” a la hora de cometer un acto así.
“Debiera decir ‘con la intención de desestabilizar un gobierno’, y aún debe de
probarse en razón de la presunción de inocencia, porque si no, otro tipo de
delitos en los cuales se destruya un bien caería en el tipo penal de
terrorismo”.
Otra
falla del dictamen, añade la también exdirectora del Departamento Jurídico de
la Universidad Iberoamericana, es que el terrorismo no se tipifica como se hace
a escala internacional. “Se tiene que delimitar en razón de la seguridad y la
certeza jurídica”.
¿Y
el dinero?
Entre
los ordenamientos a modificar está la Ley Federal contra la Delincuencia
Organizada, donde se adiciona el nuevo tipo penal de “financiamiento del
terrorismo”.
A
Buscaglia dice preocuparle que las actividades terroristas se vinculen con el
blanqueo de capitales. “Nueve de cada 10 casos de terrorismo no están
vinculados con el lavado de dinero, sino con dinero lícito que muchas veces se
filtra a través de contribuciones legales, como asociaciones religiosas o
contribuciones, a sabiendas o no de que se usará en una asociación ligada a
grupos terroristas. Y este patrón en el dinero no está contemplado en la
iniciativa”.
El
también investigador de la Universidad de Columbia alerta sobre la incapacidad
de México para operar esas leyes. “México no tiene hoy la capacidad
institucional para detectar los flujos de dinero que puedan alimentar actos de
terrorismo, ya que no tiene unidades de investigación patrimonial autónomas,
sino que tiene una unidad de inteligencia financiera que está bajo el dedo
pulgar del Ejecutivo federal. Y en los estados no hay unidades de este tipo”.
Advierte:
“Esta iniciativa me parece torpe. Por más que denuncie la necesidad de no
castigar a los movimientos sociales, a las ‘manifestaciones sociales’ como se
dice en el documento, en la realidad se va a seguir haciendo, utilizando esa
ley para combatir con una gran discrecionalidad a grupos que le incomoden al
gobierno, ya que no existen unidades especializadas que puedan determinar si un
grupo es terrorista o no, sobre todo en lo que se refiere a la planificación
del acto.
“En
el ambiente de autoritarismo cada vez más elevado que se vive en México,
preocupa que se aprueben esas iniciativas que no plasman criterios precisos
sobre cómo, dónde y con qué instrumentos se combate y se previenen los actos de
terrorismo.
“No
se define adecuadamente el acto de terrorismo. Entonces hay un problema grave
de concepción en la iniciativa y, segundo, existen enormes vacíos de Estado; no
hay unidades de fiscales especializados que estén impulsando causas penales con
cooperación internacional adecuada. Y en el horizonte no veo nada de eso, por
lo tanto preocupa esta iniciativa que sólo me lleva al recuerdo de que son
espasmos de fetichismo normativista, jurídicos. Y que más bien obedecen a
presión internacional que a las necesidades de seguridad mexicana.”
Designio
del más allá (del Bravo)
Especialista
en crimen organizado, Buscaglia explica que el gobierno de Estados Unidos “ha
tratado de homogeneizar el marco jurídico internacional con sus países vecinos
por un tema de seguridad nacional de ellos.
“Hay
presión para que México adapte una legislación compatible que Estados Unidos
considera que es una mejor práctica. Pero eso no quiere decir que sea una mejor
práctica para México.”
La
ley que hoy tiene México es “ineficiente”, admite, pero aclara que el tipo de
terrorismo es distinto. A diferencia de la diputada Ortiz Ahif, del PT,
Buscaglia sí considera que “mucho del terrorismo que uno ve a lo largo de
México está vinculado con la delincuencia organizada”, como la del
narcotráfico.
“Esto
es diferente a lo que le preocupa a Estados Unidos, que es terrorismo de
vinculación islámica, de Medio Oriente, que puede llegar a atentar contra su
territorio, su gente, cruzando la frontera mexicana o canadiense. A ellos les
interesa prevenir un tipo de terrorismo, pero México no tiene las mismas
prioridades. Y los actos de terrorismo que veo en México no se previenen ni se
combaten en esta iniciativa.”
La
diputada Loreta Ortiz considera que para ella los ataques del crimen organizado
a gasolineras, instalaciones de la Comisión Federal de Electricidad u otras de
seguridad nacional técnicamente no son actos de terrorismo, pero teme que con
esta ley sean tipificados así y sentenciar a la gente por un delito erróneo.
Tanto
Buscaglia como la diputada del PT advierten que el gobierno de Estados Unidos
cuenta con empresas de cabildeo (o lobbying) que ya han intentado impulsar
cambios en el sistema penal mexicano.
Como
ejemplo, la legisladora recuerda que la dependencia estadunidense USAid la
buscó cuando ella estaba al frente de la Dirección Jurídica de la
Iberoamericana, en 2006, para apoyar cambios a la legislación mexicana. “Me
pidieron el aval, y que sostuviera que (la reforma) no violentaba los derechos
humanos. Y nada más alejado de la realidad, porque esos cambios que se hicieron
ese año atentan totalmente contra los derechos.
“Cuando
fue promulgada la ley, estaba en primera fila el director de la USAid en
México.”
Uranio,
nuevo botín
Otra
de las novedades de la citada ley es la inclusión del delito del robo de
uranio, torio o demás sustancias que puedan producir energía o que sean
utilizadas para financiar actos terroristas.
El
dictamen indica: “Se advierte que los planteamientos en las disposiciones
jurídicas del proponente se adecuan con la realidad social actual al contemplar
el uso de nuevas tecnologías desarrolladas por la ciencia y que en algunas
ocasiones han sido utilizadas con fines inadecuados, como en el caso del
terrorismo, violentando la naturaleza propia para la cual fueron creados, en
este sentido se estima adecuado considerar en la disposición legal aquellos
materiales que pueden ser empleados para actos terroristas como materiales
nucleares, combustible nuclear, mineral radioactivo o fuentes de radiación”.
México
tiene en su subsuelo una de las mayores reservas probadas de uranio, sostiene
el diputado federal del PRD Alejandro Carbajal González, pero critica: “Si
tienen indicios de que se está usando para actividades ilícitas, no nos lo
dicen; entonces, tampoco aclaran por qué se incluye”.
Buscaglia
admite que no hay datos de que ya se esté realizando “el tráfico con material
radioactivo”. Añade: “México lo posee en su subsuelo, y dada la penetración de
la delincuencia organizada ligada a la minería sólo es cuestión de tiempo para
que veamos el primer caso de tráfico de material radioactivo. No es cuestión de
si va a ocurrir o no, sino cuándo. De ahí que sea justificada la preocupación
norteamericana, aunque no lo vas a evitar generando instrumentos jurídicos que
se caracterizan por su vaguedad”.
Estados
como Chihuahua, Baja California, la zona de Los Loxichas, en Oaxaca y Chiapas,
tienen grandes reservas de uranio y a tan sólo 120 metros bajo tierra, refiere
Carbajal González.
Antonio
Gershenson, quien durante años formó parte del Sindicato Único de Trabajadores
de la Industria Nuclear, SUTIN, sostiene que es “relativo” hablar de grandes
reservas de uranio en México. “Es difícil saberlo porque cuando México desatendió
y desapareció Uramex, la empresa paraestatal encargada de extraer el uranio
para Laguna Verde en los años ochenta, los estudios estaban a medias. También
se ha dicho que México tiene millones de reservas de gas probadas y no de
petróleo, pero no hay estudios”.
De
plano, califica la ley en cuestión como “producto de un enfermo mental” y
aclara que al obtener uranio se tiene que seguir todo un proceso para que
alcance una pureza de 90 grados y poder usarlo para una bomba.
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