Acerca
de El caso Neruda sigue abierto
De Mario Casasús
Revista Proceso # 1935, 30 de noviembre de 2013;
PALABRA
DE LECTOR
Señor
director:
El
reportero Francisco Marín cometió un par de errores en la nota El caso Neruda
sigue abierto (Proceso 1934). No corroboró la información al entrevistar a
Luis Ravanal. El forense chileno
aseguró: “se asume la identidad de un resto cadavérico sin haberlo identificado
genéticamente. En este caso, por algún motivo altamente irracional, aún no se
ha hecho el examen de ADN de Neruda”.
Las
pruebas de ADN sí se realizaron. Los sobrinos de Neruda aportaron las muestras.
La identificación del ADN es un protocolo, no se trata de un elemento para
probar la conspiración en el presunto asesinato ordenado por Pinochet. Las
exhumaciones de Neruda fueron vigiladas por la familia –en 1973 por la viuda
Matilde Urrutia, y en 1992 por el sobrino Rodolfo Reyes–; además contamos con
los registros fotográficos del cadáver del poeta (1992). En la última
exhumación los científicos detectaron: el medicamento dipirona, la metástasis
ósea y un tratamiento estrogénico. Sería absurdo pensar que la dictadura de
Pinochet consiguió un cadáver idéntico a Neruda, con metástasis ósea,
proveniente de un paciente con tratamiento estrogénico, al que le inyectaron
dipirona.
El
reportero Francisco Marín imagina una conspiración actual dentro de la presunta
conspiración de 1973: “Las especulaciones continúan y todo indica que las
autoridades de Chile están urgidas por desembarazarse del asunto” (sic). El
corresponsal de Proceso omitió publicar algunos datos: El juez Mario Carroza
aceptó la propuesta de los abogados querellantes de enviar contramuestras a
otros laboratorios de Europa, por definirse entre Suecia, Suiza y Austria; el
juez aceptó la participación de dos peritos propuestos por el abogado
querellante Eduardo Contreras (fueron testigos durante la necropsia de Neruda y
en la discusión con los científicos de Chile, España y Estados Unidos). El
forense Luis Ravanal perdió credibilidad después del veredicto del juez Mario
Carroza en el caso Salvador Allende, al quedar descartada la teoría del
magnicidio. A pesar de la queja de Marín, era predecible que Ravanal no estaría
convocado para participar en la exhumación de Neruda. Marín y Ravanal
escribieron un libro sobre el “asesinato” de Allende (“Yo no me rendiré”,
2013).
La
persistente asesoría de Ravanal en los reportajes de Marín podría generar un
conflicto de intereses. Proceso debería diversificar sus fuentes; de lo
contrario, publicarán la visión unilateral de Ravanal. El peor de los
paradigmas defendido por el forense consiste en negar la existencia de la
metástasis cancerosa: “forzadamente se busca confirmar que las lesiones de
hueso evidenciadas en los exámenes histopatológicos de Neruda son concordantes
con metástasis” (Proceso 1908).
Finalmente,
estoy de acuerdo con Ravanal en un punto: Neruda no padecía caquexia: “Si uno
revisa las imágenes del cadáver de Neruda, se constata que está absolutamente
lejos de ser concordante con una persona con caquexia. Allí se ve una persona
con sobrepeso” (Proceso 1934). Sin embargo, el autor del reportaje eliminó el
crédito de mi hallazgo, pues fui el primer periodista que presentó las
fotografías del cadáver de Neruda como prueba gráfica. Todavía conservo la
edición impresa de la revista The Clinic (12/07/2007). No tenemos la certeza
sobre la causa de muerte de Neruda, pero Ravanal y Marín mienten al construir
una historia basada en “tumores benignos” (adenoma), porque según el reportero:
“Neruda estaba muy vital” (Proceso 1914), y según el forense: “se asume la
identidad de un resto cadavérico sin haberlo identificado genéticamente” (sic).
La conspiración dentro de la conspiración, la exageración y la falsificación,
al parecer es la metodología aplicada en los casos Neruda y Allende.
Atentamente
Mario
Casasús
Periodista
del Clarín de Chile
**
Respuesta
del reportero
Señor
director:
En
relación con la carta enviada por el periodista Mario Casasús, debo señalar:
1.-
En el informe pericial elaborado por la comisión especial abocada al estudio de
los restos de Pablo Neruda, el cual se presentó el pasado 8 de noviembre con
carácter de “definitivo”, no figura el examen de ADN (a pesar de que a los
familiares se les tomaron las muestras). Esto se puede verificar al revisar en
forma íntegra dicho informe:
http://www.poderjudicial.cl/modulos/Home/Noticias/PRE_txtnews.php?cod=5979&opc_menu=&opc_item=
Es
correcto lo señalado por el doctor Luis Ravanal en el sentido de que se debió
asegurar la identificación de los restos y luego avanzar en los exámenes más
complejos. Este proceder forma parte del lex artis médico forense, y en esta
indagatoria debió haberse respetado.
2.-
No imagino conspiración alguna. Sólo me he limitado a exponer antecedentes
concretos y comprobables.
3.-
No señalé en mi nota que el juez Carroza haya cerrado la posibilidad de
realizar otros exámenes. Textualmente expresé que este magistrado sostuvo que
“el caso no se cerraba aún, y (que) para poder descartar definitivamente la
tesis del asesinato ‘era necesario tener todos los antecedentes y en este
momento no sabemos si los tenemos todos’”. No considero que haya incurrido en
omisión por no mencionar diligencias que no se han hecho y que ni siquiera han
sido ordenadas.
4.-
Se me imputa no registrar que el Partido Comunista (PC) pudo incluir a dos de
sus peritos en los análisis forenses de los restos, inclusión que es un derecho
de las partes. Sin embargo, estimé que lo noticioso es que se haya excluido a
los peritos propuestos por la familia de Neruda, máxime si se considera el
nutrido currículum que tenían los profesionales propuestos. Éstos eran médicos
legistas, profesión más indicada para el análisis forense de restos humanos.
Dada la citada e inexplicada exclusión, los querellantes se quedaron sin ningún
profesional de esta especialidad.
5.-
No es efectivo que el doctor Luis Ravanal haya perdido prestigio tras el
veredicto del ministro Carroza en el caso Allende (en el cual se señala que
éste se suicidó), como tampoco el que la justicia chilena haya descartado el
magnicidio. Este caso está abierto y en manos de la Corte Suprema, la que
pronto debe pronunciarse respecto de un recurso de casación presentado por los
querellantes. Por lo mismo, no cabe adjudicar pronunciamientos definitivos de
la justicia en esta materia.
Como
señalamos en el libro Allende. “Yo no me rendiré”. La investigación histórica y
forense que descarta el suicidio, los peritos que participaron en la exhumación
de los restos del expresidente socialista (2011) omitieron pronunciarse sobre
el principal punto de discordia en esta causa: el origen del orificio de salida
de bala existente en la parte posterior del cráneo de Allende, descrito en la
autopsia de 1973. Ravanal y otros expertos forenses –incluido el perito del
SML, Germán Tapia Coppa– han afirmado que este orificio necesariamente tiene un
origen distinto al impacto que provocó estallido de cráneo.
En
dicho libro –que como apunta Casasús coescribimos con el perito Ravanal– dimos
a conocer un informe químico forense desarrollado –en mayo de 2001– por el perito de la Policía de Investigaciones
Leonel Liberona Tobar. Allí se indica que en la frente de Allende fueron
hallados residuos de pólvora “concordantes con un disparo hecho a corta distancia”.
Tal herida es coherente con el disparo descrito en 1973 en la parte posterior
del cráneo.
Aunque
Ravanal es una de las fuentes importantes en nuestros reportes del caso Neruda,
hemos utilizado cientos de otras fuentes, entre las que destacan: el expediente
de la causa; los informes médico-forenses; las entrevistas al chofer de Neruda,
Manuel Araya; al otrora embajador de México en Chile, Gonzalo Martínez Corbalá;
al médico radiólogo que atendió a Neruda en 1973, Guillermo Merino, y a
representantes de la Fundación Neruda y de los querellantes.
Es
incorrecta la apreciación de que Ravanal se encierra en el “paradigma” que
niega que Neruda haya tenido metástasis. Él sólo ha subrayado en este punto que
los exámenes hasta ahora realizados no son lo suficientemente rigurosos como
para establecer que Neruda haya padecido dicho mal.
En
el reportaje Caso Neruda: informes defectuosos denunciamos que los dos peritos
que emitieron en mayo un informe que aseguraba que Neruda tenía cáncer
generalizado en los huesos no formaban parte de la comisión especial del caso
Neruda. Uno de ellos –el radiólogo clínico Jorge Díaz– ni siquiera contaba con
especialidad forense. Dichos peritos no hicieron un diagnóstico diferencial que
explique por qué sostienen que las lesiones verificadas en los huesos de Neruda
corresponden a metástasis, y no, por ejemplo, al efecto del paso del tiempo.
Incluso advertimos que no se refirieron al hecho de que Neruda había sido
sometido a sesiones de radioterapia, lo que es una grave irregularidad puesto
que tal antecedente figura en el expediente médico de la causa, y es sabido que
este tipo de tratamientos ocasiona lesiones en los huesos. Se equivoca Casasús
al pretender atribuir posiciones predefinidas en torno a ésta y otras materias
y al evitar abordar el fondo de los asuntos tratados, como por ejemplo la
pertinencia técnica de los exámenes que determinaron que Neruda tenía
metástasis.
6.-
No es cierto que Casasús haya sido “el primer periodista que presentó las
fotografías del cadáver de Neruda como prueba gráfica”. En septiembre de 1973
el Journal do Brasil difundió las fotos de Evandro Teixeira, quien retrató a
Neruda horas después de muerto. En 2004 este fotógrafo publicó en Brasil el
libro Vou viver. Tributo ao poeta Pablo Neruda. Son decenas o quizás centenares
los medios que han reproducido dichas imágenes. En el reportaje Caso Neruda:
Informes defectuosos (Proceso 1908),
donde tratamos este tema, dimos los créditos a quien correspondía: el fotógrafo
Teixeira, quien se mantiene con vida en su país natal. Desconozco la publicación
a la que se refiere Casasús.
7.-
Finalmente, quiero señalar que en el reportaje El caso Neruda sigue abierto lo
que hicimos fue demostrar que era falso lo propagado por la prensa chilena y
extranjera –a partir de los informes periciales forenses dados a conocer el 8
de noviembre– en el sentido de que Neruda murió de cáncer y de que se
descartaba el asesinato. Revelamos que no se estableció la causal de muerte y
que los informes que asentaban que Neruda tenía cáncer avanzado al morir no
fueron objeto de un control de calidad. Al mismo tiempo, dimos cuenta de que se
dejó a un lado un aspecto básico al que estaban llamados los peritos del caso
Neruda: analizar la veracidad del certificado de defunción elaborado el 24 de
septiembre de 1973 por el médico urólogo Roberto Vargas Salazar, en el cual se
afirmaba que el poeta murió de “caquexia por cáncer metastizado de próstata”.
Creo que al hacer esto hemos contribuido en forma rigurosa a la ampliación del
conocimiento de la verdad sobre esta importante materia. Es motivo de
satisfacción el que nada de lo expuesto haya sido rebatido.
Atentamente
Francisco
Marín
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