El
regreso de Bachelet/Patricio Navia, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Diego Portales de Chile y de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Nueva York.
Traducción: José María Puig de la Bellacasa.
Publiado en La
Vanguardia | 4 de enero de 2014
La
aplastante victoria de Michelle Bachelet en las recientes elecciones
presidenciales de Chile representa un mandato que para muchos líderes políticos
sólo podría ser motivo de envidia. Pero su regreso a la presidencia llega con
una advertencia importante: la abstención récord cuestiona las afirmaciones de
ciertos miembros de su coalición en el sentido de que los votantes quieren un
cambio profundo lejos de las políticas de mercado que han hecho de Chile la
democracia más estable y exitosa de Latinoamérica.
En
el 2010, Bachelet terminó su primer mandato de cuatro años como presidenta con
un índice de aprobación del 80%. Sus políticas económicas fiscalmente
responsables, combinadas con un fuerte acento en los programas sociales de
alivio de la pobreza permitieron a su gobierno capear la crisis financiera
mundial del 2008. Pero su coalición de izquierda Concertación fue derrotada en
las presidenciales de ese año por el candidato de centroderecha, Sebastián
Piñera.
Ahora,
tras un solo mandato de un gobierno económicamente exitoso pero impopular de
Piñera, los chilenos han devuelto a Bachelet al poder. Además de ser la primera
mujer presidenta de Chile, Bachelet es el primer cargo presidencial desde 1938
en ser elegido para un segundo mandato, y su margen de victoria –62% frente a
38%– sobre la candidata de la derecha, Evelyn Matthei, ha establecido un nuevo
récord. Pero el índice de abstención en estas elecciones –las primeras con
inscripción automática y voto no obligatorio– significa también que Bachelet se
convertirá en presidenta con menos votos que cualquiera de sus predecesores
desde que se restauró la democracia en 1990.
Durante
la campaña presidencial, como candidata de la coalición Nueva Mayoría –la
antigua Concertación mas el Partido Comunista y otros pequeños grupos de
izquierda– expresó compromisos específicos que contribuyeron a elevar las
expectativas. Aunque es probable que el programa de gobierno sea menos
ambicioso y limite buena parte de sus promesas de la campaña, los pobres y la
clase media baja esperan que actúe con rapidez.
Bachelet
se ha comprometido a reformar el sistema fiscal para reducir la desigualdad,
fortalecer el papel del Estado en el sistema de pensiones y mejorar la calidad
y cobertura del sistema de salud. Ha prometido incluso una nueva Constitución.
Pero, aunque la coalición de Bachelet tiene clara mayoría en el Congreso, las
condiciones de la supermayoría le obligarán a negociar con la oposición de la
derecha para lograr que se aprueben sus reformas. Además, los tiempos difíciles
entrañarán decisiones difíciles. Después de cuatro años de crecimiento rápido y
casi pleno empleo bajo el Gobierno de Piñera, la economía se está
desacelerando. La caída del precio del cobre, principal producto de exportación
de Chile, indica lo que se avecina. Después de hacer campaña con la promesa de
redistribuir la riqueza, Bachelet habrá de concentrarse en fomentar el
crecimiento y la creación de empleo.
A
medida que el panorama económico empeore, las prioridades de los votantes
abarcarán de la ampliación del acceso a una educación de calidad y la atención
a la salud a la promoción del empleo. El propio compromiso de Bachelet para
sustituir la Constitución rivalizará con otras prioridades. Al fin y al cabo,
aun si usted necesita una nueva casa, no tiene sentido demoler la vieja antes
de una tormenta.
En
su primer mandato, Bachelet adoptó políticas fiscales draconianas pero
responsables, lo que dio lugar a enormes superávits que se destinaron a una
ambiciosa reforma de las pensiones y a un fondo de riqueza soberana en momento
de escasez. Así llevó a cabo reformas graduales y pragmáticas en enseñanza,
pensiones, atención sanitaria y competitividad, pero se esforzó en construir
consensos y promover el diálogo y la participación popular.
Bachelet
habrá de sopesar su promesa de reformas radicales en relación con su
experiencia pasada (con ocasión de su única reforma radical en su primer
mandato –un nuevo sistema de transporte público en la capital, Santiago–, el
tiro salió por la culata). Algunos críticos han advertido que a Chile le espera
un fuerte giro a la izquierda bajo el mandato de Bachelet. Sin embargo, dados
los robustos cimientos neoliberales del país, las sólidas políticas de mercado
y un amplio apoyo en favor de cambios moderados, Bachelet muy probablemente
sólo variará ligeramente el rumbo. Chile seguirá más a la derecha que la
mayoría de los países de América Latina y, de hecho, que los países miembros de
la OCDE.
Chile
sigue siendo uno de los países menos igualitarios de América Latina. En los
últimos años, los movimientos sociales han exigido que el Estado desempeñe un
papel más importante en la redistribución económica y el mandato de Bachelet
consistirá en reducir la desigualdad. Si lo logra mediante reformas moderadas y
graduales, la democracia de Chile crecerá con mayor fortaleza y tendrá un
carácter más integrador. Si señala una preferencia por una senda alternativa,
las instituciones democráticas, la opinión pública y la presión económica le
recordarán que los chilenos no están a favor de cambiar el enfoque que ha hecho
de su país la envidia de América Latina.
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