Saber
leer para comunicarse/Enric Roca Casas, coordinador de Edu21 y profesor de Educación de la Universitat Autònoma de Barcelona.
La
Vanguardia |5 de enero de 2014
Hace
unas semanas se dieron a conocer los resultados del estudio de la OCDE
denominado PIAAC (Programa Internacional para la Evaluación de las Competencias
de los Adultos). De los 23 países analizados, España ocupaba la última posición
en matemáticas y la penúltima en comprensión lectora. En julio del 2011 la
Comisión Europea publicó otro estudio donde se afirmaba que uno de cada cinco
europeos de quince años no comprendía bien lo que leía. Por ello, la UE se
propuso como objetivo para el año 2020 reducir el porcentaje de alumnos con
escasas o deficientes competencias lectoras del 20% al 15%.
Deberíamos
preguntarnos por qué hay tanta gente que no entiende lo que lee. Es decir
¿sabemos leer? ¿O lo que sucede es que apenas leemos? Según los datos de la
última evaluación diagnóstica de los alumnos valencianos, un 23% del alumnado
de secundaria no lee nunca. Por ello no debería extrañar que fuese en la
expresión escrita donde los escolares de secundaria valencianos obtuvieron las
puntuaciones más bajas. Existe una evidente correlación entre leer muy poco o
casi nada y los pobres resultados también en expresión escrita. Quien no lee, o
comprende mal lo que lee, a la par suele escribir poco o mal. Por el contrario,
los hábitos lectores tienen efectos positivos puesto que los alumnos que
dijeron que leían todos los días superaron la media en los resultados.
Todo
ello invita a pensar que los pobres resultados de la población adulta estarán
relacionados con el mínimo nivel de lectura de los propios adultos. Países como
Finlandia suelen estar en los primeros puestos de las pruebas educativas porque
sus habitantes tienen en el hábito lector una singularización de su propia
sociedad. Familias enteras suelen acudir varias veces a la semana a las
bibliotecas para leer. Algo impensable en nuestro contexto. Resulta fácil
pontificar que las familias deberían leer más juntos y que sería muy
conveniente que predicaran con el ejemplo. Pero esto supone un profundo cambio
de mentalidad en nuestra sociedad y este tipo de transformaciones requieren
tiempo y políticas de concienciación eficaces. Por ello, los medios de
comunicación y las redes sociales pueden ejercer un papel muy relevante.
Nuestra sociedad está más intercomunicada que nunca; se lee mucho y muy
rápidamente; se escribe más aunque en minimensajes escuetos y empobrecidos. Por
eso, los medios de comunicación deberían fomentar modelos comunicativos ricos y
ejemplificadores que favorecieran la expresión correcta y la afición por la
lectura en diversas lenguas. ¿Cuántos personajes referentes para nuestros niños
y jóvenes son lectores o escritores de calidad, son multilingües o amantes de
la literatura?
Y
la escuela ¿qué puede hacer? Sabemos que la expresión y la comprensión oral
devienen la puerta de entrada imprescindible para, posteriormente, poseer una
buena expresión y comprensión lectora y escrita. Por ello, hay que fomentar la
expresión y producción oral desde la educación infantil y, muy importante, no
abandonarla luego en ninguna otra etapa del sistema educativo. Y también
debería vincularse el aprendizaje de la lengua, de la lectura y de la
comprensión lectora a la función comunicativa puesto que, en definitiva, hablamos,
escuchamos, leemos o escribimos porque queremos comunicarnos. Por ello la
finalidad de las actividades escolares debería ser promover una comunicación de
calidad. Y hay que comunicarse con sentido y desde el sentido. Sin vincular los
aprendizajes a las vivencias, necesidades y anhelos del alumnado la
comunicación perderá su finalidad última y aquellos aprendizajes serán
percibidos de forma meramente instrumental y, como consecuencia, su comprensión
será superficial. Sin remover las emociones de los propios educandos ni la
lectura, ni la comprensión lectora, ni ningún otro aprendizaje fundamental
tendrá lugar de forma significativa.
Otro
aspecto importante es que la escuela debe abordar el aprendizaje de la lectura
y su comprensión desde múltiples planteamientos metodológicos. Hay que combinar
diversos modos de actividad con distintos tiempos, materiales, formas
organizativas y curriculares. Se aprende a comprender un texto desde la lectura
silenciosa, pero también desde los modelos orales correctos y la vivencia
grupal; desde propuestas apoyadas con la tecnología hasta la escucha de cuentos
o historias narradas con emotividad teatral o poética.
En
definitiva, la escuela ha de encontrar tiempos y espacios precisos para aquello
que es fundamental porque ni puede ni debe enseñarlo todo. Pero si debe
ocuparse de algo verdaderamente fundamental lo ha de hacer de la competencia
comunicativa de sus educandos. Esto es, de la capacidad para escuchar al otro y
a los otros, para hacerse escuchar, para expresar por escrito la vida y para
leer todo lo narrado y expresado por los demás.
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