"Nuevo
Polanco” La ciudad personal de Carlos Slim
MARCELA
TURATI
Revista
Proceso...#
1940, 4 de ene. de 14
Si
bien los permisos para construir lo que se ha dado en llamar “Nuevo Polanco”
empezaron a otorgarse hace casi una década, no es sino hasta ahora cuando los
vecinos de las colonias Granada, Ampliación Granada, Irrigación, Anáhuac y
Anzures empiezan a resentir los efectos de esta ciudad personal del magnate
Carlos Slim: Caos vial, aumento en la inseguridad, empeoramiento de los
servicios de agua y electricidad, y hasta la falta de sol, pues la enorme
colección de torres les robó eso.
A
la anciana Gonzala Guzmán la luz del sol le dura hasta las tres de la tarde. A
partir de esa hora a su casa le llega la noche anticipada y al pasillo de la
cerrada donde vive lo cubre una sombra.
“Ora
sí… harto frío por estos edificios que hicieron bien altos. Parece que va a
oscurecer a las tres de la tarde”, se lamenta afuera de su casa, la M-1 L-2,
clave de la manzana y el lote que hace 60 años marcaron su suegro y los
primeros pobladores de esa calle donde, cada tanto, al piso le da hipo por las
excavaciones de los nuevos edificios, el decorado permanente es color polvo, la
electricidad se esfuma con las explosiones de los transformadores y de las
tuberías sale apenas una brizna de agua.
“Era
pura fábrica aquí, nomás estaba esta tira de casas y todo alrededor era pura
fábrica que quitaron. Dijeron que fue Carlos Slim. ¿Quién más? Es el que está
haciendo edificios y edificios y desde que nos pusieron ese nos falta agua y el
sol no es como antes”, dice la octogenaria. Viste mandil: durante décadas
vendió comida afuera de las fábricas. Ahora se la vende a los albañiles que las
demuelen.
La
cerrada Lago Andrómaco con sus 80 casas parece el traspatio desdeñado de las
torres-búnker con departamentos modernos de grandes ventanales, resguardados
con cámaras de seguridad y vigilancia privada, que han poblado la colonia
Granada.
Doña
Gonzala y los otros 200 vecinos, descendientes de los obreros jubilados de las
fábricas demolidas, hasta hace cinco años eran los únicos pobladores de esta
antigua zona de naves industriales.
De
golpe se vieron rodeados por 4 mil nuevos vecinos que trabajan o viven
encerrados en las grandes torres, a quienes ven de lejos cuando se abren las
puertas de sus edificios y sus autos quedan atrapados en los embotellamientos
de las callecitas aledañas, insuficientes para tal invasión de motores.
A
golpe de excavadoras se convirtieron en pobladores de la zona ahora llamada
Nuevo Polanco, el tercer desarrollo inmobiliario más importante del Distrito
Federal donde se construyen torres de lujo para oficinas o viviendas que cuestan
como mínimo millón y medio de pesos. Es el lugar elegido por Slim para expandir
su emporio.
Detrás
de la inversión de 800 millones de dólares de Grupo Carso, de Slim, llegaron
inversionistas como Lar, Gigante, Modelo, Abilia, Vitro y Elizondo.
A
unos metros de la cerrada donde vive y tras cruzarse con cientos de albañiles
con chalecos de distintas empresas, doña Gonzala llega al corazón del emporio
Slim, donde se alzan los museos Soumaya y Jumex, el Teatro Telcel (“el mejor de
América Latina”, según su publicidad) y la Plaza Carso, con sus salas VIP de
cine, un estacionamiento que se anunció como el más grande del mundo con 8 mil
cajones y tiendas exclusivas como Saks Fifht Avenue, donde una bolsa cuesta 25
mil pesos… o 373 salarios mínimos.
Los
nombres de los desarrollos habitacionales cercanos le parecen impronunciables
pero tienen un efecto hipnótico para quien aspira a la buena vida: Grand
Polanco, Tres Lagos, Grand Tower, Polárea Residences, City Towers, Skyview,
Torre Aura, Privanza, La Quadra, Umbral Polanco, Horizontes Moliere o Uptown
Polanco.
La
publicidad de las inmobiliarias festeja la creación de esta “microciudad” aquí
“donde antes reinaban las fábricas, las naves industriales y las estaciones
ferroviarias hoy mandan los rascacielos, las galerías de arte y las boutiques
glamurosas”; donde existen “edificios pensados como colonias verticales” y es
posible hacer “la vida en un radio de 10 kilómetros”.
La
veloz expansión de este rincón de la delegación Miguel Hidalgo –que abarca las
colonias Granada, Ampliación Granada e Irrigación y partes de la Anáhuac y la
Anzures– llamó la atención de los arquitectos Rodrigo Ducoing y Guillermo Ortiz
y del politólogo Juan Carlos Finck, estudiantes de la maestría Proyectos para
el Desarrollo Urbano Inmobiliario, de la Universidad Iberoamericana (UIA),
quienes han dedicado un año a documentar los efectos de la mala planeación
urbana así como las oportunidades y soluciones para el nuevo desarrollo.
Descubrieron
que en la parte ya desarrollada (sobre todo en 200 hectáreas de las colonias
Granada y Nueva Granada, de Ejército Nacional a Río San Joaquín y de Periférico
a Circuito Interior) se duplicó en tres años el número de habitantes: de 36 mil
126 pasó a 72 mil 218. También se incrementó la población flotante a 122 mil
personas.
Para
2015, cuando estén acabadas las obras faraónicas que levantan miles de
albañiles –entre ellas la embajada de Estados Unidos, que abarcará seis
hectáreas–, se espera que más de 113 mil personas vivan en al menos 30 mil
viviendas.
El
proyecto Nuevo Polanco completo abarca 17 colonias, consta de 445 hectáreas (de
las cuales 336 son de área útil, o sea construibles), aunque a largo plazo su
impacto podría abarcar 650 hectáreas.
“Se
ha convertido poco a poco en zona habitacional y de usos mixtos, con carencia
de espacios públicos, falta de áreas verdes, vías de comunicación mal
planeadas, congestionamiento vehicular, inseguridad, falta de ordenamiento de
transporte público, aumento excesivo del precio de la tierra y diferencias
sociales muy marcadas”, indican los investigadores de la UIA en un resumen
preparado para Proceso.
Y
esbozan soluciones a los problemas que saltan a la vista para salvar la zona de
ser inhabitable, como algunos testimonios ya sugieren.
Rejas
Por
la calle que corre al costado de Plaza Carso hacia la avenida Río San Joaquín,
donde enormes maquinarias cavan hoyos profundos como edificios, hay una caseta
de vigilancia y una barra metálica que regulan el acceso a la colonia
Irrigación.
“Esto
es un caos desde que Slim empezó con Soumaya, Telcel, Sanborns y las
habitacionales. Cerramos para prevenir la invasión”, explica Fernando Rossano,
dueño de Cochitacos, quien como sus vecinos explica que dejaron de usar sus
autos por los embotellamientos afuera de sus casas y porque no podían abrir sus
cocheras, bloqueadas por otros carros. Las banquetas se llenaron de vendedores
de comida y de obreros que dejaban basura. También aumentaron los asaltos.
“Para
2015 viene la embajada americana. Esto va a ser un búnker. Pero no podemos
decir nada, el que manda es el señor Slim, es el que hace y deshace.”
Cuadras
adelante vive Susana López, cofundadora de la Asociación de Residentes y
Propietarios de la Colonia Irrigación, quien recuerda aquellos tiempos cuando
los vecinos lucharon para impedir que la llantera General Popo (ubicada donde
ahora está el Museo Soumaya) arrojara sus desperdicios a la coladera, que la
Vidriera México lanzara sus polvos con sílice al aire porque afectaban los
pulmones, que la Casa de Moneda incinerara los contaminantes billetes y que la
ensambladora de General Motors reubicara su ruta de transporte para que sus
camiones no tiraran los cables de luz y televisión.
De
cada cuadra conserva el recuerdo de alguna lucha contra las fábricas
establecidas a principios del siglo pasado. Donde ahora está Antara Fashion
Mall (el centro comercial al aire libre) antes estaba General Motors; el
complejo de oficinas Terret Polanco era Automex; el edificio Alto Polanco era
la planta de Vitro.
“A
la Palmolive la hicimos que subiera las bardas y pusiera colectores de polvo,
porque cada vez que se tronaban las tolvas nos bañábamos en Fab; y recuperamos
una calle que les vendió Hank como si fuera predio”, recuerda con gesto de
cansancio.
Añora
a sus difuntos compañeros de lucha –entre ellos su marido–. Los otros, dice, se
fueron vendiendo o temen a enfrentarse al “amo del mundo”. Su última lucha fue
unir habitantes de 35 colonias aledañas para protestar contra las obras. Uno de
sus logros fue que Grupo Lar no construyera edificios de 50 pisos, como estaban
por autorizarle, y el cierre de la calle.
Como
ironía dice que por fin quitarán a la Palmolive porque “la vendieron a la
embajada americana”. Apunta: “Quitamos las fábricas y nos pusieron este mundo
de edificios. Hicimos mucha lucha, mucha, y mire en qué acabamos: ahora los
edificios nos roban el aire, la luz, el agua. Nos dieron en toda la torre”.
Microciudad
del futuro
El
ejecutivo de ventas de Polárea Residences ofrece su departamento más barato, de
55 metros cuadrados, en 2 millones de pesos. Con una segunda torre, junto con
319 departamentos compartirá un área de asadores, otra de juegos infantiles,
sala de cine y ludoteca, pista de pádel, salón de usos múltiples y alberca.
Todo dentro del complejo. En la maqueta se ven unos manchones verdes que
parecen árboles; las áreas comunes serán interiores.
Desde
la terraza el vendedor le indica a la reportera que en el hueco de tierra que
ahora excavan en 2015 estará plantada una torre. Alrededor hay edificios tan
cercanos unos de otros que tapan de sol y la vista a las torres vecinas. Es
como una ciudad gótica.
–¿Y
las calles van a quedar tan chicas?– le pregunto. Entonces saca un mapa donde
señala que Grupo Lar cederá varios metros para ampliar la calle, aunque admite
que su esfuerzo alcanzará sólo unas cuadras, pues detrás de Antara Fashion
Mall, antes de desembocar a una avenida los carriles volverán a reducirse. Eso
sí, promete que a las viviendas nunca les faltarán servicios.
Al
caminar por la zona llama la atención que en cuadras enteras no se observan
tiendas, heladerías o peluquerías. Quizás todas estén dentro de los edificios y
la vida de barrio se realice en los centros comerciales.
La
Asociación de Desarrolladores Inmobiliarios (ADI) considera que la zona “se ha
transformado para bien” pues de ser un área de fábricas, centros de
distribución y bodegas en desuso, a partir de la llegada de Antara se convirtió
en un “centro de barrio” –con áreas comerciales, museos, viviendas y oficinas–
donde los inquilinos “viven, trabajan y se mueven”.
“Será
zona ejemplar de todo el cambio (…) la transformación de parques industriales a
residencias, viviendas, oficinas y comercios se ha hecho de manera distinta y
para bien. Queremos seguir trabajando para que sea cada vez más fuerte y se
mejore”, dice entusiasta el presidente entrante de la ADI, Jaime Alverde.
En
contraste con las quejas de los ciudadanos, él menciona las áreas libres que se
han dedicado al esparcimiento, así como los futuros parques a desnivel,
banquetas, iluminación y pavimentación.
Asegura
que se ha venido trabajando “muy bien” con las autoridades para “mejorar
todavía más” esa zona que será modelo en México.
Cuando
se le plantean los problemas menciona que un par de consultoras privadas y el
Centro de Investigación y Docencia Económicas fueron contratados para estudiar
el desarrollo actual y futuro, el costo-beneficio y las soluciones a problemas
como la movilidad.
Proceso
solicitó entrevistas con funcionarios de la Secretaría de Desarrollo Urbano y
Vivienda del Gobierno del DF y de la delegación Miguel Hidalgo. No
respondieron.
El
desplazamiento de los más pobres es una de las preocupaciones de los expertos
de la UIA. También la falta de áreas verdes, las pocas fuentes de empleo para
los pobladores de la zona y la difícil integración entre vecinos de clases
sociales tan dispares.
Cuando
se le pregunta al anciano Hermenegildo Casio Sánchez, con pinta de campesino,
si conoce a alguno de sus nuevos vecinos dice: “Ellos son otra clase de
categoría de gente, ¿qué vamos a conocerlos? Acá estamos más tranquilos porque
ellos están vendidos para toda su vida para pagar esos departamentos. Aparte
¿cuánto pagan de mantenimiento y estacionamiento y para lavar esos vidrios?”
Doña
Gonzala agrega: “Una de mis hijas trabaja como bodeguera y dice que los
cuartitos en los que viven son rechiquitos, hasta los albañiles que comen aquí,
que los ven por dentro, nos dicen que está todo encerrado”.
La
representante vecinal Elvira Téllez dice que tienen problemas: “Nos discriminan,
pero aunque piensan que nos vemos feítos nosotros llegamos primero y si no les
gusta vernos, para qué compraron. A los del Grand Tower se les hace gracioso
aventarnos huevos, cigarros, cosas. Fuimos a hablar con la administración pero
desde el primer filtro de seguridad son prepotentes, no te permiten el acceso,
sólo si vamos con la delegación”.
Vivir
junto a la modernidad acarrea sus costos. Dice que a vecinos que antes pagaban
200 pesos de luz les llegan recibos de consumo por hasta 2 mil 800 pesos.
Agrega que los permisos de construcción se dieron durante la administración del
delegado Fernando Aboitiz (2003-2006).
Con
los tres profesionistas de la UIA y el fotógrafo de Proceso se hace un
recorrido por la zona. El reflejo del sol sobre el Museo Soumaya y la Plaza
Carso hace imposible mantenerse entre ambos edificios, es como estar debajo de
una enorme lupa que magnifica los rayos solares.
Hacia
la esquina hay una torre casi recargada sobre la vecindad de la Cerrada de
Andrómaco. Según el arquitecto Ortiz no parece haberse respetado la distancia
de construcción permitida. Se camina por banquetas pequeñas, tramos de parque
destruidos por tantas pisadas, calles hundidas por tanto camión donde
desembocan las salidas de varios edificios y que sólo tienen un carril de ida y
uno de regreso. Torres saturadas de vivienda fina con el mismo efecto del
hacinamiento de una unidad del Infonavit, pero para ricos.
Lo
moderno, lo de hoy, es vivir en edificios cerrados como guetos. Polvo, tráfico,
ruido.
“En
la zona existe únicamente un 3% de áreas verdes cuando debería contar con un
33% según el mínimo requerido por la Organización Mundial de la Salud. La
mayoría de los espacios públicos son de propiedad individual”, señalan los
expertos en su informe.
Finck
prevé problemas sociales: “No tienen espacios públicos ni equipamiento. No
tienen cerca hospitales públicos, escuelas, deportivos, sólo privados”.
Coinciden
en que en su planeación de desarrollo, la delegación hizo malos cálculos.
Estimaban que para 2013 hubiera sólo 38 mil habitantes en la zona, pero hay más
de 70 mil.
“El
hubiera no existe. Debieron haber pensado que se requería un refuerzo de
infraestructura, principalmente vialidad, que es el talón de Aquiles. (Las
inmobiliarias) debieron haber cedido 15 metros para ampliar la calle”, dice
Ortiz. Si se construye todo lo que el programa de desarrollo urbano permite, la
población podría llegar hasta 150 mil residentes y 800 mil de población
flotante, según su estimación.
“La
solución es que se pongan de acuerdo las inmobiliarias, el gobierno, los
técnicos y las organizaciones vecinales para que generen un proyecto de
bienestar”, agrega Ducoing.
A
partir de que los expertos presentaron sus estudios a los funcionarios de la
delegación y del Gobierno del DF se suspendieron los permisos de construcción.
En octubre Simón Neumann, titular de la Seduvi, anunció que no permitirá nuevas
construcciones en la colonia las Granadas hasta que se elabore un plan maestro
que prevea servicios urbanos, lo que debió hacerse hace varios años.
A
diferencia de los ecologistas Eduardo Farah o Susana López, los tres expertos
de la UIA consideran que la opción no es frenar el desarrollo, sino ordenarlo y
mitigar su impacto.
Por
eso plantean distintas posibilidades, como la creación de un transporte que
retire a la gente de la zona y la acerque al Metro (la estación más cercana
está a dos kilómetros), áreas verdes hasta en las azoteas, terrenos para
esparcimiento, estacionamientos periféricos, restricciones a la movilidad de
foráneos, puentes que conecten colonias y proyectos de movilidad, de
reciclamiento de suelos, de fuentes alternativas de agua y energía. Incluso
cambios de hábitos de consumo.
Para
Elvira Téllez por ahora los beneficios no son notorios para los vecinos como
ella o doña Gonzala y le cuesta trabajo saber que todavía falta tiempo para que
acaben las obras: “Esto supuestamente nos va a traer mejores vialidades, acceso
a la cultura, al teatro. Tenemos todo a la mano pero siempre lo hemos tenido.
Hoy ya son las boutiques más caras. ¿Y cuál es el precio? Te elevan el agua, la
luz, el predial, todo tremendamente, tienes alergias al polvo, a la
contaminación, al ruido y con la altura de los edificios te roban el sol”.
**
Sobre “Nuevo Polanco” / La ciudad personal de Carlos Slim
LA REDACCIÓN
2014-01-11
PALABRA DE LECTOR
Señor director:
En relación con el reportaje titulado “Nuevo Polanco”/ La ciudad personal de Carlos Slim, publicado en Proceso 1940 bajo la firma de Marcela Turati (páginas 38-42), me permito hacer la siguiente precisión:
En la publicación citada se integran declaraciones de la representante vecinal Elvira Téllez, quien hace un señalamiento impreciso al afirmar que durante la administración del licenciado Fernando Aboitiz Saro como delegado en Miguel Hidalgo se dieron los referidos permisos de construcción.
En ese sentido, y en nombre del licenciado Fernando Aboitiz Saro, ahora titular de la Agencia de Gestión Urbana de la Ciudad de México, quiero precisar que durante dicha gestión no se otorgaron tales permisos, por lo que la afirmación mencionada carece de sustento.
Por lo anterior, y a fin de que sus lectores cuenten con la información completa sobre el tema, le ruego publique la presente.
Agradeciendo el espacio brindado, y sin más por el momento, le envío un cordial saludo.
Atentamente
Ignacio Antonio Reyes Tapia
Subdirector de Comunicación Social de la Agencia de Gestión Urbana
de la Ciudad de México
**
Sobre “Nuevo Polanco” / La ciudad personal de Carlos Slim
LA REDACCIÓN
2014-01-11
PALABRA DE LECTOR
Señor director:
En relación con el reportaje titulado “Nuevo Polanco”/ La ciudad personal de Carlos Slim, publicado en Proceso 1940 bajo la firma de Marcela Turati (páginas 38-42), me permito hacer la siguiente precisión:
En la publicación citada se integran declaraciones de la representante vecinal Elvira Téllez, quien hace un señalamiento impreciso al afirmar que durante la administración del licenciado Fernando Aboitiz Saro como delegado en Miguel Hidalgo se dieron los referidos permisos de construcción.
En ese sentido, y en nombre del licenciado Fernando Aboitiz Saro, ahora titular de la Agencia de Gestión Urbana de la Ciudad de México, quiero precisar que durante dicha gestión no se otorgaron tales permisos, por lo que la afirmación mencionada carece de sustento.
Por lo anterior, y a fin de que sus lectores cuenten con la información completa sobre el tema, le ruego publique la presente.
Agradeciendo el espacio brindado, y sin más por el momento, le envío un cordial saludo.
Atentamente
Ignacio Antonio Reyes Tapia
Subdirector de Comunicación Social de la Agencia de Gestión Urbana
de la Ciudad de México
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