5 ene 2014

Expolicías mexicanos exhiben a Bartlett y a Arévalo Gardoqui


  • Para un buen guión holywoodense!
  • Un trailer lleno de dólares  4 mil millones de dólares!
  • Reportaje: Testigos protegidos durante el desarrollo de la Operación Leyenda, acusan

Expolicías mexicanos exhiben a Bartlett y a Arévalo Gardoqui/J. JESÚS ESQUIVEL
Revista Proceso...# 1940, 4 de ene. de 14

Tres expolicías mexicanos, acogidos desde finales de los noventa al programa estadunidense de testigos protegidos, dan a Proceso pormenores del secuestro y tortura del agente de la DEA Enrique Camarena en 1985. Pero hay algo más: ellos sostienen que Manuel Bartlett (entonces secretario de Gobernación) y Juan Arévalo Gardoqui (titular de la Secretaría de la Defensa) presenciaron el suplicio del agente antinarcóticos. Del primero incluso aseguran que tenía una relación muy estrecha con los narcotraficantes del Cártel de Guadalajara, tanto que, dice uno de los testigos, los capos le entregaron 4 mil millones de dólares para intentar hacerlo llegar a la Presidencia de la República…
CALIFORNIA, EU.- En colaboración con narcotraficantes y con la CIA, Manuel Bartlett Díaz y el general Juan Arévalo Gardoqui participaron en el interrogatorio al agente de la DEA Enrique Kiki Camarena, quien fue torturado hasta la muerte en febrero de 1985.
Esta versión es sostenida por tres expolicías mexicanos que se encuentran amparados por el Programa Federal de Testigos Protegidos de Estados Unidos (Witsec, por su acrónimo en inglés). Uno de ellos incluso acusa a Bartlett (entonces secretario de Gobernación y ahora senador por el Partido del Trabajo) de haber recibido 4 mil millones de dólares en 1984 para su campaña en pos de la candidatura presidencial de manos de los narcotraficantes Rafael Caro Quintero; Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto; Miguel Ángel Félix Gallardo, y Manuel Salcido Uzeta, El Cochiloco.
 Para los tres expolicías –entrevistados por  Proceso  de manera separada y a los que, por razones de seguridad, los identificamos aquí como José I, José II y José III– no hay duda: la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, el narcotráfico, el Ejército y el gobierno de México planearon el secuestro de Kiki Camarena el 7 de febrero de 1985.
 Dichas afirmaciones son coincidentes con las realizadas a este semanario (números 1928, 1929 y 1932) por tres exagentes federales estadunidenses –Héctor Berrellez, Phil Jordan y Robert Plumlee– quienes insisten en que la CIA es la artífice del asesinato de Camarena, pues el agente antinarcóticos había descubierto un plan secreto de la agencia para armar a la contra nicaragüense con recursos obtenidos del tráfico de drogas.
 Convertidos en testigos protegidos durante el desarrollo de la Operación Leyenda, concebida para investigar el asesinato de Camarena, los tres expolicías mexicanos le hacen a Proceso un detallado recuento del caso, antes y después del secuestro, tortura y asesinato del agente de la administración antidrogas estadunidense (DEA).
 “Como ocho o diez días antes del secuestro de Camarena yo estuve en una junta que se hizo en una casa de Ernesto Fonseca. A la casa se le identificaba como La Bajadita. Está a un costado de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Guadalajara”, dice José I, quien en 1985 trabajaba como policía de investigaciones políticas y sociales en el Escuadrón de Apoyo (antimotines) de Jalisco a las órdenes del comandante de la Policía Judicial Federal (PJF) Sergio Espino Verdín.
 Cuenta que por instrucciones de este último le tocaba ser parte de la escolta de Don Neto.
 “En esa junta estuvieron Don Neto, Caro Quintero, Félix Gallardo, El Cochiloco; un coronel del Ejército de quien desconozco su nombre, pero recuerdo sus características: de unos 55 años de edad, tenía poco pelo y vestía de traje. También estaba un señor a quien le decían Max. A esta persona yo la había visto una o dos ocasiones aparte de esa fecha. Y se me hacía curioso porque no era mexicano”, explica.
 –¿Max no era mexicano?
 –No, no. Este Max se me hizo raro y me dio hasta risa en la forma en que hablaba.
 –¿Era gringo?
 –No. No era gringo. Era de piel morena, como uno. Para mí que era puertorriqueño o cubano… que son los que siempre al decir una palabra omiten una letra –señala José I.
 Según el expolicía, Max “estuvo escuchando todo, se arrimaba con Rafael y con Ernesto. Don Neto ese día casi no se movió de su escritorio. Eran como 20 gentes las que estaban ahí. Y estoy hablando de gente que estaba muy cercana a ellos, al cien por ciento”.
 José I sostiene que en esa junta Fonseca mostró una fotografía en la cual aparecían abrazados Antonio Padilla, un restaurantero local, y otro personaje a quien en ese momento no conocía pero después supo que era Kiki Camarena.
 Don Neto pidió que mataran a Padilla. Los demás se opusieron porque ese restaurantero estaba al servicio del Cochiloco. “Pero Caro Quintero agarró la foto y refiriéndose a Camarena dijo: ‘Este hijo de su chingada madre se va a morir’.
 “Después de eso, delante del coronel que estaba ahí y de ese señor Max, quien en ese tiempo tendría entre unos 35 o 40 años de edad, más o menos, Ernesto me dijo: ‘Ve a mi recámara, sácame un fajo de dinero y tráeme por favor una botella de coñac que está junto a la caja”, apunta.
 Cuando regresé con el dinero,  Don Neto lo tomó y “le dijo al coronel: ‘Tenga. Se lo entrego’. Eran puros billetes de cien dólares (José I calcula que eran unos 20 mil dólares)”.
 “Ernesto le preguntó al coronel: ‘¿Con eso ajusta o necesita más?’ El coronel agarró el dinero y se lo metió al saco”, sigue el expolicía.
 –¿Para qué era ese pago?
 –No se dijo nada, no se explicó si el dinero era como pago para matar a Padilla o a Camarena. Pero a Antonio Padilla nunca lo mataron. De ahí se salieron el coronel y Max. Al momento de irse estos dos empezó la fiesta, para seguir conversando y haciendo arreglos. Ese día Ernesto a mí me regaló un millón de pesos. No tenían droga preparada para consumir y yo les hice la mezcla para un kilo de bazuco.
 José I afirma que en aquellos años no sabía quién era Max. Ahora sostiene que era el cubano Félix Ismael Rodríguez, El Gato, quien participó en la fallida invasión de Bahía de Cochinos y operó para la CIA en México, Centroamérica, Vietnam y Bolivia, donde habría capturado al Che Guevara y ordenado su asesinato el 9 de octubre de 1967 (Proceso 1928 y 1929).
“El Gato”
En 1984 José II pertenecía a la Policía Judicial y estaba adscrito al área de Homicidios en Jalisco. Su jefe era el comandante José María Carlos Ochoa y éste lo puso a trabajar a las órdenes de Don Neto, de quien llegó a ser jefe de seguridad.
En julio de ese año “se presentaron dos personas a la casa de Mar Mármara (otra propiedad de Fonseca) y me preguntaron si estaba don Ernesto. Adentro,  en la sala, estaba Fonseca con Javier Barba Hernández” (abogado al servicio del Cártel de Guadalajara), narra José II y agrega que hizo pasar a los visitantes, quienes se pusieron a platicar con su anfitrión.
“Luego me mandó llamar Ernesto y me dijo: ‘Mira, éstas son personas que nos traen armas y granadas’. Javier Barba me dijo: ‘Les vas a ayudar a llenar con pólvora las granadas de mano’.  Don Neto me dijo que uno de los dos era capitán del Ejército y que el otro era de la CIA.”
–¿Fonseca le dijo cómo se llamaba el de la CIA?
–Al de la CIA me lo identificaron nada más como Félix, pero no me dijeron el nombre completo. Supe que era de la CIA porque Don Neto personalmente me lo dijo. Ese día el capitán y el de la CIA llevaron a la casa cuernos de chivo y bastantes granadas de mano.
También en 1984, recuerda José III, exjudicial de Jalisco, “me llevaron al Club Libanés en Colinas de San Javier. Mi jefe de grupo era Ernesto Piliado Garza y el comandante José María Carlos Ochoa.
“Allí me presentaron a Fonseca Carrillo y a Caro Quintero, que según eran de la Secretaría de Gobernación y mis jefes me indicaron que a partir de ese momento me quedaría con ellos y a sus órdenes.”
José III asegura que en la casa de La Bajadita (en la calle Hidalgo de Colinas de San Javier, Guadalajara) con frecuencia se celebraban reuniones con funcionarios del gobierno y militares de alto rango.
“Y entre estas personas iba siempre una que hablaba tipo cubano”, recuerda. Como los otros dos testigos protegidos, José III puede afirmar en este momento que quien hablaba como cubano y estuvo en La Bajadita es Félix Ismael Rodríguez, El Gato.
“Era un secreto a voces en esos años en Guadalajara, y entre la gente que manejaban Don Neto, Caro Quintero, Félix Gallardo y El Cochiloco, que la CIA llevaba armas a México y a Nicaragua y que metía a México cocaína de Colombia”, refiere.
Las declaraciones a Proceso de los tres testigos protegidos son casi una réplica de lo que dijeron a principios de los noventa del siglo pasado ante la Corte Federal del Distrito Centro, en California.
Los tres expolicías mexicanos y decenas de testigos más participaron en el juicio a Rubén Zuno Arce, Juan Ramón Matta Ballesteros, José Bernabé y Javier Vázquez Velasco, acusados de narcotráfico y de estar implicados en el asesinato de Camarena.
Bartlett y Arévalo Gardoqui
Como jefe de seguridad de Don Neto, José II afirma haber sido testigo de lo ocurrido el 7 de febrero de 1985 en la casa de Zuno Arce en la calle Lope de Vega. Ese día, en colaboración con Espino Verdín, la gente del Cártel de Guadalajara secuestró a Camarena y al piloto de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos Alfredo Zavala Avelar, informante y colaborador del agente de la DEA.
Ambos fueron llevados al cuarto de servicio de esa casa y torturados salvajemente. El piloto murió ese mismo día.
“Llegamos con Ernesto a la casa de Lope de Vega y ahí ya había mucha gente. Me quedé con la escolta afuera y comenzó a salir más gente, El Amadito, El Javier, gente conocida de la escolta de Caro Quintero. Me asomé al cuarto de la casa y ahí efectivamente tenían a Camarena sobre una cama, con los ojos vendados y amarrado de pies y manos.
“Cuando me asomé nada más estaba él pero al poco tiempo, más o menos en un par de horas, llegó Félix Gallardo y su gente con una persona que traían cubierta con una chamarra verde militar. Traía cubierta la cabeza y lo llevaban caminando. Uno de los de la escolta me dijo que era el cabrón piloto de Camarena. Vi que lo metieron al mismo cuarto donde estaba Camarena, el cuarto de servicio”, recuerda José III.
–¿Quiénes estaban dentro de la casa de Lope de Vega con Fonseca Carrillo y Caro Quintero?
–Bueno… en la sala de la casa estaban el general Vinicio Santoyo Feria (comandante de la 15 Zona Militar, con sede en Guadalajara); el general Arévalo Gardoqui (entonces secretario de la Defensa); Manuel Bartlett Díaz; Félix, el cubano, quien iba con otro extranjero al que no identifiqué ni supe su nacionalidad; Miguel Aldana Ibarra (director de la Interpol-México); Manuel Ibarra Herrera (director de la PJF), Espino Verdín y otros más.
 -¿Qué estaban haciendo estás personas?
 –Platicando en la sala. Pero en determinado momento se metieron al cuarto donde tenían a Camarena. Todos salían de la sala para ir a verlo. Bartlett también fue a verlo. Yo no sé si Bartlett lo cuestionó, pero él vio a Camarena en el cuarto de servicio varias veces. Andaban todos nerviosos, espantados, era un ambiente muy pesado, muy tenso. Se sentía el peligro. El peligro de muerte estaba presente.
 –¿A quiénes de las personas que no eran de la gente de los narcos vio usted interrogar a Camarena?
 –Al cubano. El cubano y la otra persona extranjera sí interrogaron a Camarena. O sea, Félix y el otro.
 –¿Qué le preguntaron?
 –Le preguntó de qué información estaba enterado, qué información había pasado, que cuánta gente tenía. Sólo escuché eso.
 –¿Qué respondió Camarena?
 –Camarena no sé si contestó, porque ya estaba muy jodido cuando yo lo vi. Ya lo habían golpeado mucho. Desde el principio Rafael le había dado la orden a su gente que le dieran sus chingadazos para ablandarlo. Estaba vendado de los ojos, pero tenía la boca libre para poder hablar.
 –¿Cuánto tiempo estuvieron Félix y el otro extranjero con Camarena?
 –Unos cinco o diez minutos. Allí fue como una romería, como una visita a una iglesia, de puro político, de puro narcotraficante.
 José III dice que no estuvo en la casa de Lope de Vega el 7 de febrero de 1985, pero sí estaba al lado de Fonseca Carrillo el 7 de abril de ese año en Puerto Vallarta. Ese día Don Neto y su gente fueron detenidos.
 “En esa casa se estaba escuchando el interrogatorio de Camarena. Lo habían grabado todo”, dice el testigo. Al describir para este semanario el cuarto donde tenían a Camarena, José II menciona que sobre un buró había una grabadora con la cual registraron el interrogatorio.
 –¿Usted escuchó las grabaciones en Puerto Vallarta? –se le pregunta a José III.
 –Sí. Don Ernesto ponía a cada rato un casete. Era el casete donde esa voz entrecortada, cubana, le preguntaba a Camarena quiénes más estaban metidos del gobierno, qué más sabía. Y se oían los golpes, los pujidos de Camarena que decía: “Ya déjenme por favor. Ya dije todo”.
 –¿Por qué repetía Fonseca Carrillo esa grabación con la voz del cubano?
 –No lo sé. Lo ponía y lo ponía. Se estaba fumando sus cigarros de base y tomando su coñac. La grabación la escuchó como unas cinco veces. La voz del cubano era muy clara. Esa grabación duraba como unos 30 minutos.
 –¿Qué decía Fonseca Carrillo del cubano?
 –Don Neto, al escuchar la grabación decía: “¡Ya nos llevó la chingada! ¡Ya valió madre!” Don Neto decía que el Max trabajaba para la CIA, que era inteligencia de Estados Unidos. Decía que Samuel Ramírez Razo de la DFS (quien habría participado en el levantón de Camarena) estaba con los de la CIA y está con nosotros. Que eran socios de Manuel Bartlett Díaz.
Para la campaña de Bartlett
En el acuerdo firmado con el gobierno de Estados Unidos para hacerse de testigos protegidos (documento al cual este semanario tuvo acceso), José I, José II y José III se comprometen a decir “toda la verdad de lo que vieron, escucharon e hicieron como policías bajo las órdenes del narcotráfico”.
El acuerdo con el Witsec les advierte que de decir una mentira ante la Corte y en cualquier declaración pública que hagan (como ésta, ante Proceso) perderán los privilegios que les han brindado a ellos y a sus familias, serán acusados de obstrucción de la justicia y sentenciados a varios años de cárcel.
–¿Fue usted testigo de alguna reunión de funcionarios públicos mexicanos con Don Neto o Caro Quintero? –se le pregunta a José I.
–Sí. De Bartlett.
–¿Dónde lo vio reunido?
–En la casa de Lope de Vega.
–¿Con quién, exactamente?
–Con Rafael, con Ernesto, Manuel Salcido, con Miguel Ángel Félix, con el exgobernador de Jalisco Enrique Álvarez del Castillo y con el hondureño Juan Manuel Matta Ballesteros. Y Max.
–¿Vio a Bartlett reunirse con Matta Ballesteros? ¿Está seguro?
–Sí señor. En la casa de Lope de Vega. Esa reunión fue con el fin de entregar un tráiler completamente lleno de dólares que estaban en cajas de huevo de esa marca… Bachoco.
–¿El dinero era para Bartlett?
–Se les iba a entregar a todos ellos, a Arévalo Gardoqui, a Bartlett Díaz, a Aldana, que estaba también ahí, y a José Antonio Zorrilla (director de la Federal de Seguridad). Lo digo y sostengo porque personalmente bajé dos cajas que ellos me ordenaron. Me dijeron: “Súbete al tráiler y aviéntanos dos cajas de ahí”. Aventé dos cajas, las abrieron y estaban llenas de puros billetes de a cien dólares.
 –¿Para qué era ese dinero?
 –El dinero, hasta donde tengo conocimiento porque fue lo que vi y escuché en las conversaciones entre ellos, era para la candidatura como presidente de la República de Manuel Bartlett Díaz.
 –¿De qué año estamos hablando? ¿Cuándo pasó esto?
 –De 1984. A finales de 1984. Fue antes de lo de Kiki Camarena. La casa de Lope de Vega la acababan de adquirir, era nueva.
 –¿Qué dijo Bartlett cuando le entregaron el dinero del tráiler?
 –Preguntó cómo le iban a hacer para llevarse eso. Pero Caro Quintero le dijo: “A mí me vale madre. Nosotros ya cumplimos. Háganle como quieran y muévanle, eso es problema de ustedes”.
 –¿Quién se llevó el tráiler?
 –Yo no supe.
 ¿Cuánto calcula que había en el tráiler?
 –Decían que eran 4 mil millones de dólares. Ernesto una noche antes nos dijo que el dinero lo habían contado 16 gentes en cinco días.
 –¿Fue la única vez que vio a Bartlett con Fonseca Carrillo, Félix Gallardo y Caro Quintero?
 –No. Lo vi una o dos veces más después de esa reunión. Lo vimos en la residencia de Las Fuentes. Era una de las casas más grandes de Ernesto, de dos pisos, con ocho habitaciones, bardeada. Ahí lo vi en una fiesta. Estaban todos reunidos. Había bastantes judiciales del estado.
 –¿Estaba Max cuando se entregó ese dinero?
 –Sí, también.
 –¿Quién más estaba en esa fiesta en Las Fuentes?
 –En esa fiesta estuvo el gobernador Enrique Álvarez del Castillo. Pasó una cosa muy chistosa: el gobernador llegó disfrazado, iba cambiado totalmente, con una gorra, una peluca de mujer y lentes. Así fue como llegó y se metió a la casa.
 –¿Qué se celebraba en la fiesta?
 –El cumpleaños de Ernesto.
 –¿Y en qué otra ocasión vio a Bartlett con los narcos?
 –En La Granja, donde tenían las pipas. Está en Ciudad Granja, yendo por la López Mateos que va para la salida a Morelia. Está como a 500 metros a mano derecha, para adentro, antes de cruzar el Periférico.
 –¿A qué fue Bartlett?
 –A ver el equipo que tenía Ernesto, las pipas, los tráilers y todo lo que había ahí. Era una propiedad bastante grande. De ahí salían los cargamentos (de droga). Bartlett llegaba siempre con una escolta de civiles, era exagerado en su forma de actuar y hablar porque cuando hablaba, cuando explicaba, se daba mucha importancia para hacer ver que él sabía todo.
 –Además de lo del tráiler, ¿le dieron más dinero a Bartlett?
 –No lo supe.
 –¿Qué decía Fonseca Carrillo de Bartlett?
 –Después de la entrega de ese camión con los dólares nos metimos toda la gente a la casa. El tráiler se quedó afuera. Se abrieron unas botellas de coñac, se tomaba mucho Martell, y los jefes empezaron a beber y otros a fumar bazuco. “Ya cumplimos”, dijo Rafael, “ahora hay que ver la respuesta de estos hijos de su chingada madre”. Ernesto dijo: “Yo creo que sí va a funcionar porque se ve que está formal todo. Hemos cumplido y estamos tranquilos”. Cuando salimos de la casa ya no estaba el tráiler.
Los tres expolicías mexicanos, ahora testigos protegidos del gobierno de Estados Unidos, aseguran que nunca estuvieron juntos cuando trabajaron para el Cártel de Guadalajara, aunque no descartan la posibilidad de haberse visto cuando sirvieron a las órdenes de Fonseca.
José I llegó a Estados Unidos el 1 de enero de 1990, cuando el entonces agente de la DEA Héctor Berrellez, director de la Operación Leyenda, investigaba el homicidio de Camarena. A mediados de agosto de 1992 José II llegó a Estados Unidos para convertirse en testigo protegido. En agosto de 1991 José III se integró al Witsec.

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