La
tierra prometida que nunca se alcanzó/CARLOS ACOSTA CÓRDOVA
Revista
Proceso...#
1940, 4 de ene. de 14
Hace
dos décadas Carlos Salinas de Gortari ofrecía un futuro rosa para el país,
gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte: crecimiento
económico, más empleos y mejor pagados, mejores niveles de vida y la inserción
de México al club de las grandes potencias. Nada de eso fue cierto. En resumen,
20 años después hay más pobres, menos trabajo y peor remunerado. Hoy el esquema
se repite con Enrique Peña Nieto, quien promete un futuro brillante gracias a
la reforma energética…
A
20 años de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC)* entre
México, Estados Unidos y Canadá –que se cumplieron el miércoles 1– la sociedad
mexicana se encuentra hoy, como entonces, ante las mismas promesas de
crecimiento económico con más empleos, salarios más altos, precios más bajos,
menor desigualdad y en general una vida cotidiana de mejor calidad.
Hoy
es la reforma energética la que en el discurso gubernamental aparece como
“oportunidad histórica” con la cual el país será “capaz de transformar y elevar
la calidad de vida de todos los mexicanos”.
Hace
más de 20 años el TLC fue: “Oportunidad histórica para la transformación del
país”, fórmula ideal para “no llegar tarde a la cita con el nuevo siglo” y para
“ser parte de una verdadera comunidad global”, afirmaba el entonces presidente
Carlos Salinas de Gortari.
Hoy
el presidente Enrique Peña Nieto se dice convencido de que con la reforma
energética “las familias mexicanas podrán sentir en sus bolsillos los
beneficios de que nuestra economía vuelva a crecer a mayores niveles, como no
ha ocurrido en las últimas décadas. Si aprovechamos esta gran oportunidad se
habrán de crear cientos de miles de nuevos empleos”.
Hace
dos décadas se prometió exactamente lo mismo, en los mismos términos y hasta
con las mismas palabras.
El
1 de enero de 1994 entró en vigor el TLC. Pero los tres años previos fueron
intensos por las complicadas negociaciones entre los tres países (México,
Estados Unidos y Canadá) y también por el abrumador discurso oficial, masivo y
agresivo, el cual buscaba que la población mexicana aceptara las bondades de un
tratado, decía el gobierno, que nos sacaría de la mediocridad económica y
social y nos llevaría a las grandes ligas del primer mundo.
Con
el TLC, aseguraba el gobierno, México no sólo será “potencia exportadora, en el
marco de la globalización económica” sino, por fin, un país moderno, integrante
del mayor bloque comercial del mundo, con suficiente empleo, una industria
dinámica y eficiente usufructuaria de la tecnología de punta, con un crecimiento
explosivo de las exportaciones, mejores niveles de ingreso, una economía
altamente competitiva, sin fugas de mano de obra ni de capitales, el mejor de
los tratos con los colosos del norte.
Según
Salinas el TLC era “el mejor instrumento que hemos ideado para crear empleos y
elevar salarios en México”. También: “Si no damos este paso podríamos quedar
fuera de donde está la dinámica de comercio y la generación de empleos, y somos
81 millones de mexicanos y cada año se suman 1 millón 700 mil adicionales y a
todos hay que responderles”.
En
síntesis, que con el TLC México y los mexicanos prosperarán; sin él “estaremos
condenados al atraso y la marginación”, advertía Salinas de Gortari.
Potencia
exportadora
La
realidad muestra que tanto el TLC como los tres gobiernos que condujeron el
país en ese lapso –los de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Caderón–
quedaron mucho a deber.
Ciertamente
México es hoy una potencia exportadora y muchos mexicanos –no la mayoría–
tienen acceso a productos y servicios de más calidad y mejor precio, aunque no
los básicos: alimentos, vestido, calzado y servicios públicos.
Los
datos de la Secretaría de Economía y del Banco de México dan cuenta de un
brinco espectacular en materia de comercio exterior. En el año uno del TLC,
1994, México hizo exportaciones por 60 mil 882 millones de dólares y tuvo
importaciones por 79 mil 346 millones. Es decir, un comercio total con el mundo
por 140 mil 228 millones de dólares.
Para
2012 –último año con datos al final del periodo– el giro había sido de 180
grados: las exportaciones fueron de 370 mil 706 millones y las importaciones de
370 mil 752 millones. Un comercio exterior total por 741 mil 458 millones de
dólares.
Es
decir que el flujo total de exportaciones e importaciones fue el año pasado 5.3
veces el registrado en 1994. Las exportaciones se multiplicaron por 6.1 y las
importaciones por 4.7.
En
el caso particular de Estados Unidos y Canadá, los socios en el TLC, los
números oficiales dicen que en 1994 se le exportaron al primero 51 mil 619
millones de dólares y se le importaron 54 mil 834.2 millones, para dar un
comercio total con ese país por 106 mil 453 millones de dólares.
En
tanto que en 2012 el comercio total con ese país ascendió a 473 mil 110
millones de dólares, que es la suma de 288 mil millones en exportaciones y 185
mil 110 millones en importaciones.
Es
decir, en el tiempo del TLC el comercio total con Estados Unidos se multiplicó
por 4.4, las exportaciones por 5.6 y las importaciones por 3.4.
En
el caso de Canadá los montos son muy inferiores, pero el salto fue un poco más
grande. En 1994 el comercio total de México con ese país fue de 3 mil 141
millones y en 2012 de 20 mil 827 millones de dólares. Es decir, 6.6 veces el
registrado en 1994.
Si
se expresa de otra forma, con base en las mismas cifras, puede verse con mayor
claridad la magnitud del cambio en el comercio exterior del país en la era del
TLC. Por ejemplo en 1994 México exportó, cada día, bienes y servicios con un
valor promedio de casi 167 millones de dólares. En 2012 las exportaciones
diarias promediaron mil 16 millones de dólares.
En
el mismo sentido a Estados Unidos se le exportaron, en 1994, mercancías por 141
millones 416 mil dólares en promedio al día. En 2012 fueron de 788 millones 615
mil dólares diarios.
A
Canadá se le exportaron 8 millones 605 mil dólares por día en 1994. Para 2012
ya eran de poco más de 57 millones al día.
En
resumen, y con las mismas cifras ya anotadas, se tiene que el comercio total de
México con el mundo aumentó en la era del TLC en 429%; las exportaciones
totales subieron en 509% y las ventas a Estados Unidos crecieron 571%.
Visto
así resulta que, en efecto, México aparece hoy con un comercio exterior
vigoroso, que hace ver al país como una potencia exportadora, como se planteaba
en el TLC.
Letra
muerta
Sin
embargo para la mayoría de los mexicanos todo ese espectacular desempeño del
comercio exterior pasó de largo. La economía no creció como se aseguraba, no se
crearon los empleos suficientes ni los salarios se recuperaron, no se frenó la
migración ilegal a Estados Unidos, no se abatió la desigualdad social ni se
redujo la pobreza.
La
mejor calidad de vida que se auguraba para todos los mexicanos quedó en letra
muerta. Ni por asomo hay en la sociedad, particularmente en sus habitantes de
menos recursos, la percepción de que hoy estamos mejor que en 1994.
La
economía moderna y pujante, la industria fuerte y el potente sector exportador
que se han querido vender como resultado del TLC no han llevado a México al primer
mundo, ni sus frutos han llegado a los bolsillos de la gente, ni se han
traducido en mejores expectativas de vida para la población.
Peor:
México no mejoró su posición en el mundo ni internamente cambió la estructura
de la economía.
Otra
vez, los datos ponen las cosas en su lugar.
Sí.
El comercio exterior creció espectacularmente y más las exportaciones, que
aumentaron a un ritmo anual promedio superior a 10%. Pero la economía apenas
creció a un promedio anual de alrededor de 2.5%.
Sí.
La industria manufacturera quintuplicó sus exportaciones, vende más al exterior
que el resto de América Latina y se convirtió en el motor de la economía
nacional. Pero está igual o peor de concentrada que en 1994.
Lo
dice el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi): para 2012 había
7 mil 13 empresas manufactureras con operaciones de comercio exterior, de las
cuales 17% (mil 92) realizan 82% del total de transacciones. Son las
macroempresas manufactureras de exportación, con más de 500 empleados. El restante
18% de las operaciones lo hacen las otras 5 mil 921 empresas, pequeñas,
medianas y grandes.
Y
si el valor total del comercio exterior alcanzó 616 mil 700 millones de dólares
en 2012, quiere decir que de 7 mil 13 empresas sólo mil 192 –las macro– concentraron
505 mil 694 millones de dólares, 82% del valor total de las operaciones de
comercio exterior de la industria manufacturera del país.
Pero
además de la concentración de la actividad de comercio exterior en pocas
empresas, lo peor es que en su gran mayoría éstas son extranjeras
–estadunidenses las más– y las que les sirven de proveedoras, asentadas en el
país, son sus propias subsidiarias o con matriz también fuera del país.
De
tal suerte que, según datos del Consejo Coordinador Empresarial difundidos el
30 de diciembre pasado, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos llevan 40%
de contenido… estadunidense.
De
hecho, del boom exportador de México en estos años, Estados Unidos ha sido un
gran beneficiario. Carla Hills, la negociadora del TLC por Estados Unidos,
escribe lo siguiente en un artículo que en breve publicará Foreign Affairs:
“Las exportaciones mexicanas en todo el mundo benefician a la economía de
Estados Unidos debido a su alto porcentaje de contenido estadunidense. Y
haciendo la imagen incluso más brillante, por cada dólar que gana México en sus
exportaciones, gasta 50 centavos en productos de Estados Unidos”.
A
la baja
Por
otra parte, ser potencia exportadora no le ha significado a México cambio
alguno en cuanto al tamaño de su economía como proporción de las economías de
Estados Unidos y de Canadá; inclusive a escala mundial ha perdido posiciones.
Estadísticas
del Banco Mundial señalan que en 1994 el tamaño de la economía de Estados
Unidos era 13.7 veces el de la mexicana. Y la de Canadá, 1.01 veces la nuestra.
Para
2012 las cosas seguían igual. Con todo y que el Producto Interno Bruto de
México pasó de 534 mil 119 millones de dólares en 1994 a 1 billón 175 mil 126
millones en 2012, la proporción respecto a la economía de Estados Unidos fue
prácticamente la misma:
La
de ese país, con un PIB de 16 billones 245 mil millones de dólares en 2012, era
13.8 veces el tamaño de la economía mexicana. Y la canadiense, también en 2012,
fue 1.5 veces la mexicana.
Peor:
por el tamaño de su economía México ocupaba en 1994 el lugar número 10 en el
mundo, debajo de Brasil pero arriba de España, según el ranking del Banco
Mundial.
Para
2012 México se fue al lugar 14, una posición debajo de España y seis lugares
abajo de Brasil.
Estados
Unidos, en todo el periodo del TLC, se mantuvo en primer lugar. Canadá pasó de
la posición 7 en 1994 al sitio 11 en 2012.
Tampoco
le ha ido bien a México en un indicador tan importante como el PIB per cápita,
que refleja el estándar de vida de un país y puede interpretarse como la
cantidad de dinero que le tocaría a cada habitante si, hipotéticamente, se
repartiera de manera igualitaria toda la riqueza generada en el país.
En
1994, primer año del TLC, el PIB per cápita de México fue de 5 mil 710 dólares,
y el país ocupaba el lugar 53 en el mundo. Para 2012 cayó al lugar 61, con un
PIB per cápita de 9 mil 749 dólares.
Muy
lejos de Estados Unidos y Canadá. El primero tenía en 1994 un PIB per cápita de
27 mil 776 dólares y ocupaba el lugar nueve. Cayó un peldaño en 2012, aunque su
PIB per cápita subió a 51 mil 749 dólares.
Canadá
fue, de los tres, el único que mejoró sustancialmente: de 19 mil 390 dólares en
1994, y lugar 21, a un PIB per cápita de 52 mil 219 dólares en 2012, con el que
brincó hasta el sitio nueve del ranking mundial.
Informalidad
Otra
de las muchas promesas incumplidas fue aquella de “más y mejores empleos” con
el TLC.
En
1994 había una población ocupada de 28 millones 166 mil personas. De ellas,
sólo 10 millones 71 mil –es decir, casi 36%– estaban aseguradas por el IMSS.
Trabajos formales, pues. El resto, poco más de 18 millones 45 mil eran trabajos
sin seguridad social ni protección laboral, o sea, informales.
Para
2013, con las últimas cifras del Inegi y del IMSS, la población con trabajo era
de cerca de 46 millones 577 mil personas. De ellas sólo 16 millones 773 mil
–33.8%– correspondían a empleos formales; el resto, poco más de 32 millones 800
mil, eran informales.
Es
decir que en 2013 había casi 14 millones 760 mil mexicanos más en la
informalidad que en 1994.
De
otra forma: actualmente sólo hay 6 millones 702 mil empleos formales más que en
1994, lo que da como resultado que apenas se crearon en promedio 353 mil
empleos formales por año, en lo que va del TLC, apenas un tercio de lo que
anualmente se demanda.
En
materia de salarios también hubo pérdida en la era del TLC. El salario mínimo
real, es decir ya descontado el efecto inflacionario, ha perdido 30% de su
valor.
Información
de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos de la Secretaría del Trabajo da
cuenta de que en enero de 1994, en el arranque del TLC, el salario mínimo real
era de 81.26 pesos –en pesos de la segunda quincena de 2010, para hacer
comparables las cifras–, mientras que en noviembre de 2013 era de 56.68 pesos.
Es
decir que el salario de noviembre pasado perdió 24.58 pesos en relación con el
salario de enero de 1994. O de otra forma: con el salario actual se compra 30%
menos de lo que se podía adquirir con el salario de enero de 1994.
Y
para rematar: en la era del TLC se ha incrementado el número de pobres en el
país. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo
Social, en 1992 –cuando las negociaciones del TLC alcanzaban su clímax– había
46 millones de mexicanos en condiciones de pobreza.
En
2012 ese número subió a 53.3 millones, de los cuales 11.5 millones se debaten
en la pobreza extrema. Y eso que tenemos la economía número 14 del mundo y
somos potencia exportadora.
No
hay mucho que festejar en el 20 aniversario del Tratado de Libre Comercio con
Estados Unidos y Canadá.
*En
los textos de esta sección (Libre Comercio) se emplean indistintamente las dos
siglas usuales del Tratado de Libre Comercio de América del Norte: TLCAN y TLC.
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