Una
narcoserie distinta/RAFAEL CRODA RAFAEL CRODA
Revista
Proceso...#
1940, 4 de ene. de 14
BOGOTÁ.-
En Alias El Mexicano, la nueva serie “narcorrealista” de la televisión
colombiana, Gonzalo Rodríguez Gacha aparece como un narcotraficante
inescrupuloso que mata, corrompe y acumula cientos de millones de dólares
gracias a sus socios mexicanos, a quienes envía cinco toneladas de cocaína al
mes con su flota de aviones.
Una
escena de la serie, producida por Fox Telecolombia para la cadena RCN, da
cuenta de la fructífera relación:
“¿Cómo
ves? ¿Te gustó mi biblioteca?”, pregunta a Rodríguez Gacha el jefe del Cártel
de Guadalajara, Miguel Ángel Félix Gallardo, interpretado por el actor mexicano
Rodrigo Oviedo.
Ambos
están en una habitación de una hacienda del capo sinaloense en algún lugar de
México. Los fajos de dólares colman una mesa y un enorme librero de madera.
–¿Cuánto
hay aquí? –pregunta el colombiano.
–250
millones de dólares. Son tuyos, cabrón. ¿Cómo te los vas a llevar? –expresa
Félix Gallardo con una gran sonrisa.
Se
trata de un pago por los envíos de cocaína de Rodríguez Gacha, El Mexicano, a
quien da vida en la serie el actor colombiano Sebastián Calero.
El
director de Alias El Mexicano, Diego Mejía, dice a Proceso que esta no es una
serie sobre el narcotráfico sino sobre gente que vivió alrededor de ese
fenómeno, lo sufrió, lo padeció o sacó provecho de él.
“Hay
cantidad de capítulos en que no se ve una muerte”, afirma, “y en que no se
habla de coca. Se habla de las personas, del terror que sienten de vivir en un
mundo así, sometidos al poder del narco. En eso hay mucha diferencia con otras
teleseries de este género.”
El
rating de la serie ha rondado los 11 puntos desde su estreno, el pasado 5 de
noviembre y se ha ubicado entre los 3 programas más vistos de la televisión
colombiana en horario estelar.
El
historiador colombiano Carlos Medina Gallego, experto en temas de seguridad y
defensa, es un crítico de las llamadas “narconovelas” que produce la televisión
colombiana desde 2006, cuando fue lanzada Sin tetas no hay paraíso, a la cual
le han seguido El Cartel de los Sapos, El capo, Las muñecas de la mafia, Los
tres Caínes y El patrón del mal, esta última sobre la vida del extinto jefe del
Cártel de Medellín, Pablo Escobar.
“Los
canales privados de televisión han convertido en un espectáculo la tragedia del
narcotráfico” de Colombia”, dice el académico, “y han propiciado una
narcotización de la cultura. Eso me parece muy grave porque propicia que la
juventud, la niñez y parte de la población que no encuentra oportunidades en la
economía convencional se inclinen hacia prácticas ilegales y criminales”.
Mejía,
quien fue productor ejecutivo de El Capo, acepta: “El gravísimo error de todas
las series de narcotráfico que se han producido es que acaban por hacer, desde
mi punto de vista, apología del delito y de los personajes mafiosos. Los malos
se vuelven agradables para determinados tipos de audiencias”.
Autocrítico,
dice que las narcoseries –productos
estelares de las cadenas colombianas RCN y Caracol– han sido realizadas “con la
finalidad de vender capos cosméticos, agradables, un capo-rating que venda, y
en ese camino se corre el peligro de idealizar el mal, el narcotráfico”.
Acepta
que él mismo pudo haber cometido ese error. “Pero ahora me llegó la oportunidad
de dirigir esta serie sobre la vida de Gonzalo Rodríguez Gacha y tomamos la
decisión de no hacer apología, y creo que lo logramos”.
Para
el realizador –cineasta con estudios en la Universidad de Hamburgo– Alias El
Mexicano logra retratar a Rodríguez Gacha “como un personaje detestable, un
personaje que es una porquería, un corrupto, un mafioso, una mierda, un
narcotraficante asqueroso, un perro que le hizo muchísimo daño a mucha gente, y
la audiencia lo está viendo como eso, como lo que fue, porque además aquí las
víctimas son muy visibles”.
El
Mexicano fue más acaudalado que su principal socio, Pablo Escobar, y llegó a
tener más hombres armados que el jefe Cártel de Medellín, a quien incluso
brindó servicios de seguridad en los momentos de mayor acoso en su contra.
De
acuerdo con el congresista Iván Cepeda, activista por los derechos humanos,
Rodríguez Gacha fue uno de los principales apoyos financieros de los
paramilitares que sembraron el terror en Colombia desde los ochenta.
Como
jefe militar del Cártel de Medellín construyó un ejército privado entrenado por
mercenarios ingleses y por el exteniente coronel israelí Yair Klein. Con miles
de hombres a su servicio combatió a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia cuando decidió dejar de pagar a esa guerrilla un “impuesto” por los
cargamentos de cocaína que enviaba a Estados Unidos, y participó en el
exterminio del izquierdista partido Unión Patriótica, con resultado de más de 3
mil muertos, entre ellos los candidatos presidenciales Jaime Pardo Leal y
Bernardo Jaramillo.
“Cómo
sería de malo que hasta Pablo Escobar le tenía miedo”, dijo al comentar el
lanzamiento de la serie Alias El Mexicano el exdirector de la Policía Nacional
de Colombia (PNC), general Rosso José Serrano.
Para
el periodista Gerardo Reyes, en cuya investigación sobre la vida de Rodríguez
Gacha está basada la teleserie transmitida por RCN en Colombia desde noviembre
pasado, El Mexicano fue más rico que Escobar y tuvo una visión financiera
“mucho menos parroquial” que la de éste.
Obsesión
por México
Según
la teleserie, a finales de los setenta El Mexicano acudió con Verónica Rivera
de Vargas para que lo pusiera en contacto con Félix Gallardo a cambio de un porcentaje
por los envíos de cocaína que negociara con él.
“México
es el futuro”, exclama Rodríguez Gacha en el capítulo cinco de la serie rodada
en locaciones de Colombia, México y Estados Unidos.
En
la negociación entre Rivera de Vargas y El Mexicano, ella le dice que los capos
mexicanos “son bien jodidos (cabrones); me toca llegar allá y presentar al
nuevo socio, y pues esa vaina lleva tiempo, plata y cama… no, no me mire a mí,
a esos tipos no les gustan las mujeres, les gustan las niñas con cara de gringas,
y hay que comprárselas”.
–Pero
no me diga que con el 60 (porcentaje de los envíos) no le va a alcanzar
–plantea el capo.
–Setenta
–propone ella.
–Cuente
con el 70.
Rivera,
quien acabó asesinada por Rodríguez Gacha al cabo de los años, viste en la escena
un entallado overol que trasluce su cuerpo de mujer madura. En la pantorrilla
esconde una pistola calibre .25 amartillada. Ambos sellan el trato cuando
acuerdan que el capo en ciernes le dará un adelanto de 5 millones de dólares y
le repondrá un jarrón chino de la dinastía Ming que hizo caer su ayudante.
Mauricio
Navas Talero, guionista de Alias El Mexicano, define la teleserie como un
“drama de ficción” basado en la acuciosa investigación de Reyes, director de la
Unidad Investigativa de la cadena Univisión y exreportero de asuntos especiales
del Miami Herald.
En
Alias El Mexicano Rodríguez Gacha hace negocios con otros capos además de Félix
Gallardo, entre ellos con El Señor de los Cielos, “los de Sinaloa”, “los del
Golfo” y “los de Baja California”, según se les menciona en la teleserie.
En
la producción de Fox Telecolombia –la cual consta de 80 capítulos y costó cerca
de 20 millones de dólares– abundan las escenas en una gran hacienda mexicana,
supuesta propiedad de Félix Gallardo. Allí el colombiano y su socio del Cártel
de Guadalajara beben tequila, oyen canciones rancheras y departen con hermosas
mujeres. Las grabaciones en México tuvieron lugar en Lagos de Moreno, Jalisco,
y en las inmediaciones de León, Guanajuato.
En
una mesa de cantina en la fronteriza Ojinaga, Chihuahua, Félix Gallardo le
presenta a Rodríguez Gacha al Señor de los Cielos, a quien se refiere como
“Carrillo”. Éste desconfía del colombiano y se lo dice en su cara.
–Lo
que pasa es que yo no soy colombiano –asegura Rodríguez Gacha.
–¿Ah,
no? ¿Entonces? –pregunta “Carrillo”, mal encarado.
–Yo
soy mexicano –sostiene el extranjero con una sonrisa y mucha seguridad.
Ahí
se corta la escena y acto seguido el colombiano aparece en la hacienda de Félix
Gallardo, quien le coloca un sombrero de charro y expresa: “Bienvenido a tu
segunda patria, Mexicano”. Un mariachi interpreta México lindo y querido. Un
charro florea una reata. Todos beben tequila.
Al
regresar a Colombia, Rodríguez Gacha coloca en una pared de su casona de los
Llanos Orientales dos banderas, una mexicana y una colombiana, con un sombrero
de charro en medio.
Mejía
está convencido de que la teleserie nunca se exhibirá en la televisión abierta
mexicana pese a que RCN es aliada de Televisa. Para el realizador la televisión
mexicana “maneja una doble moral absoluta y Televisa se quedó en las
telenovelas de cuentos de hadas”.
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“El Mexicano”, binacional símbolo de una
narcoalianza/RAFAEL CRODA RAFAEL CRODA
Revista
Proceso...#
1940, 4 de ene. de 14
Gonzalo
Rodríguez Gacha, uno de los dirigentes del Cártel de Medellín, veneraba la
cultura popular mexicana: el tequila, la música ranchera, los sombreros y la
ropa norteña. Su historia –contada en la teleserie Alias El Mexicano,
transmitida actualmente en Colombia– va más allá de lo anecdótico: fue él
quien, “con visión empresarial”, estableció las primeras alianzas entre los
narcos colombianos y los de México e ideó las rutas y los circuitos comerciales
de la droga que han marcado “la economía del narcotráfico del siglo XXI”.
BOGOTÁ.-
Todo Colombia lo conoció como El Mexicano por su veneración por la música
ranchera, el tequila y la cultura popular de México. Sus lujosas y extensas
haciendas en su natal Pacho, Cundinamarca, ostentaban nombres como Cuernavaca,
Mi Mazatlán, Sonora y La Chihuahua.
Gonzalo
Rodríguez Gacha llevaba en su corazón a un México idílico anclado en las
películas de Pedro Infante que vio durante su niñez y en la teatralidad mafiosa
de los capos sinaloenses de hebillas de plata y camisas norteñas con los cuales
estableció, desde finales de los setenta, una alianza que sentó las bases de
una nueva economía criminal aún vigente.
“Rodríguez
Gacha fue un narcotraficante pionero. Indiscutiblemente él comenzó la
construcción de una de las sociedades mafiosas más rentables que existen, la de
los cárteles mexicanos y colombianos”, dice a Proceso Carlos Medina Gallego,
historiador de la Universidad Nacional (UN) de Colombia.
Doctor
en historia e investigador del Grupo Seguridad y Defensa de la UN, Medina
sostiene que El Mexicano, integrante de la cúpula del Cártel de Medellín, fue
precursor de las rutas por las cuales se han traficado miles de toneladas de
cocaína colombiana hacia Estados Unidos a través de México.
Él
“hizo posible la creación de estos circuitos comerciales de la droga que son
determinantes en la economía del narcotráfico del siglo XXI y fue él quien
inició este proceso de lo que algunos mexicanos llegaron a llamar la
colombianización de México”, afirma.
Para
el general retirado de la Policía Nacional de Colombia (PNC), Jairo Delgado,
Rodríguez Gacha “entendió antes que otros narcotraficantes la importancia de
ese corredor estratégico (Colombia-México-Estados Unidos) y tuvo la visión y la
capacidad de generar los primeros entendimientos del Cártel de Medellín con los
cárteles mexicanos para dar al tráfico de cocaína mayores alcances. Él vio
claramente esa oportunidad”, dice.
“En
ese sentido”, agrega el oficial que estuvo a cargo de departamento de Análisis
de Inteligencia de la PNC cuando el Estado desató en 1989 una cacería contra
Rodríguez Gacha tras el asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Galán,
“fue un artífice de esa alianza que le abrió al negocio del narcotráfico nuevas
posibilidades al llevarlo cada vez más cerca del principal mercado mundial de
consumo (Estados Unidos)”.
De
acuerdo con Miguel García, quien coordinó en 1991 Los barones de la cocaína, un
amplio libro sobre el fenómeno del narcotráfico en Colombia, El Mexicano fue
quien “abrió de manera amplia las compuertas para el trasiego de cocaína por
los caminos de México”.
Contacto
en Guadalajara
A
mediados de los setenta Rodríguez Gacha era en un incipiente narcotraficante
surgido del violento mundo de las minas de esmeralda del departamento de Boyacá,
donde fue lugarteniente del capo esmeraldero Gilberto Molina, a quien años
después mandaría asesinar.
Con
una pequeña fortuna amasada en la costa caribeña colombiana por el tráfico de
mariguana a Estados Unidos, El Mexicano decidió incursionar en el negocio de la
cocaína, donde según su instinto empresarial las ganancias serían
exponencialmente mayores.
Delgado
recuerda que el narcotraficante –muerto a los 42 años durante un operativo
policiaco el 15 de diciembre de 1989– fue de los primeros en introducir el
cultivo de hoja de coca a Colombia, para lo cual probó con diferentes
variedades de la planta traídas de Bolivia y Perú. Compró grandes extensiones
de tierra en los fértiles Llanos Orientales de Colombia, sobre todo en la
región de Puerto Gaitán (unos 250 kilómetros al sureste de Bogotá), donde creó
un emporio industrial de producción de coca y procesamiento de clorhidrato de
cocaína.
Según
una investigación del periodista colombiano Gerardo Reyes, en la cual está
basada la teleserie transmitida por la cadena RCN Alias El Mexicano, Rodríguez
Gacha se empeñó en hacer de México la gran ruta de la cocaína hacia Estados
Unidos en momentos en los que el Cártel de Medellín privilegiaba el trasiego de
esa droga por el Caribe, en cargamentos por aire y mar hasta Florida.
A
finales de los setenta El Mexicano se acercó a Verónica Rivera de Vargas,
llamada en Colombia la Reina de la Coca, para pedirle que lo presentara con el
capo mexicano Miguel Ángel Félix Gallardo a cambio de un porcentaje por los
envíos de cocaína que lograra negociar con él. La relación de Rodríguez Gacha
con Rivera y Félix Gallardo ha sido ampliamente documentada en informes y
expedientes judiciales de la administración antidrogas de Estados Unidos (DEA)
y de la PNC.
Para
la DEA otro personaje clave en la relación de Rodríguez Gacha con los cárteles
mexicanos fue el hondureño Juan Ramón Matta Ballesteros, quien se inició en el
mundo criminal en la zona esmeraldera de Boyacá, donde conoció al Mexicano a
principios de los setenta. Años después lo ayudaría a consolidar su relación
con Félix Gallardo.
Según
testimonios de exlugartenientes de Rodríguez Gacha recopilados por la PNC, éste
viajó varias veces a México en los ochenta para reunirse con Félix Gallardo, su
principal socio en ese país y a la sazón jefe del Cártel de Guadalajara, a
quien le suministraba cocaína a cambio de una comisión de hasta 50% del precio
de la droga en el mercado al mayoreo en la costa oeste de Estados Unidos, donde
en esos años alcanzaba un valor de entre 12 mil y 14 mil dólares por kilogramo.
La
PNC estima que los embarques de cocaína por las rutas que establecieron los dos
narcotraficantes llegaron a ser de cinco toneladas mensuales, lo cual le habría
dejado ganancias de entre 30 y 35 millones de dólares al mes a cada uno, al
amparo de una descarada tolerancia de las autoridades policiacas y militares de
ambos países, a la mayoría de las cuales lograron cooptar y poner a su
servicio.
El
1984 la DEA tuvo conocimiento de al menos tres reuniones entre El Mexicano y
Félix Gallardo en México, una de ellas en una casa que el jefe del Cártel de
Guadalajara tenía en Altata, Sinaloa, donde también estuvo presente Matta
Ballesteros, según reportó a las autoridades colombianas de la época un oficial
de esa agencia basado en Bogotá.
Reacomodo
Durante
1984 los cárteles de Medellín y Guadalajara recibieron golpes policiacos de
gran envergadura que los obligaron a reconfigurar la organización del negocio
bajo los parámetros previstos por Rodríguez Gacha, quien en esa coyuntura hizo
fama en el mundo del crimen como estratega militar y visionario hombre de
negocios.
El
7 de marzo de ese año agentes de la PNC y la DEA irrumpieron en Tranquilandia,
un megalaboratorio de clorhidrato de cocaína en las surorientales selvas colombianas
del Yarí. El complejo, con capacidad para procesar cuatro toneladas mensuales
de esa droga, fue destruido y los policías decomisaron 13.8 toneladas del
enervante; fue el mayor golpe al Cártel de Medellín hasta ese entonces.
Las
represalias no tardaron. Un mes después fue asesinado en Bogotá el ministro de
Justicia, Rodrigo Lara Bonilla. El episodio dio inicio a una guerra entre
Colombia y ese grupo delictivo en la cual El Mexicano había de jugar un papel
determinante.
Delgado
sostiene que Rodríguez Gacha fue el Mono Jojoy (como se conoció a Jorge
Briseño, jefe militar de la guerrilla de las FARC hasta su muerte en 2010) del
Cártel de Medellín; agrega que era un estratega natural:
“Llegó
a construir en Bogotá una gran red urbana de sicarios y mafiosos a su servicio
con una logística muy sofisticada para la época. Trajo equipos de comunicación
innovadores, como teléfonos inalámbricos, y creó una estructura de antenas
repetidoras de bandas de radio por toda la ciudad. No teníamos tecnología para
rastrearlo. Así logró organizar muchos asesinatos y actividades criminales y
eludir el control de las autoridades.”
Rodrigo
Lara Restrepo, hijo del ministro victimado, considera que Rodríguez Gacha fue
“un asesino despiadado y el socio violento que necesitaba Pablo Escobar para
desatar toda esa etapa de narcoterrorismo que vivió el país en esos años”,
cuando los magnicidios políticos, los atentados con carros-bomba y los
asesinatos de jueces, magistrados y policías eran parte de la cotidianidad de
Colombia.
La
destrucción de Tranquilandia se sumó a la pérdida de la principal base
logística del Cártel de Medellín: Cayo Norman, una isla de las Bahamas a 180
kilómetros de Miami que administraba el narcotraficante Carlos Lehder y era un
centro de acopio de cocaína y reabastecimiento de combustible para los aviones
que transportaban la droga a Florida.
La
DEA presionó durante años al gobierno de Bahamas para desmantelar esa
infraestructura, que incluía un radar y una pista privada de aterrizaje. Lo
logró a principios de 1984 mediante un operativo policiaco del cual Lehder
–quien hoy purga en Estados Unidos una sentencia de 55 años– apenas logró
escapar.
Delgado
indica que la pérdida de Tranquilandia y Cayo Norman fortaleció a Rodríguez
Gacha dentro del Cártel de Medellín, pues el narcotraficante diseminó pequeños
laboratorios artesanales de cocaína en las selvas surorientales gracias a los
cuales pronto recobró los niveles producción.
Luego
ofreció a Escobar, Lehder y los hermanos Ochoa Vásquez –sus socios del Cártel
de Medellín– la ruta mexicana para eludir el cerco que había tendido la DEA en
el Caribe.
Según
Medina Gallegos, “Estados Unidos logró bloquear las rutas del Caribe, tanto
aéreas como marítimas, y entonces la cocaína comenzó a salir por el Pacífico con
destino a Centroamérica y México, donde había y hay una enorme corrupción
policiaca y una frontera mucho más difícil de cuidar. Fue así como Rodríguez
Gacha fue construyendo las rutas comerciales de la moderna economía del
narcotráfico”.
La
lección de “El Búfalo”
En
noviembre de 1984 el Cártel de Guadalajara recibió un fuerte golpe cuando
efectivos del Ejército allanaron el rancho El Búfalo, en Chihuahua, donde
destruyeron mil hectáreas de plantíos de mariguana e incineraron 8 mil
toneladas de esa droga ya empaquetada.
Ernesto
Fonseca, Don Neto y Rafael Caro Quintero, socios de Félix Gallardo, fueron
capturados meses después por el secuestro, tortura y asesinato del agente de la
DEA Enrique Camarena, en febrero de 1985.
El
Cartel de Guadalajara vivió un reacomodo que permitió el ascenso del entonces
joven Joaquín El Chapo Guzmán en la estructura de esa organización, que seguía
al mando de Félix Gallardo.
Para
éste –quien purga condenas que suman 52 años–, El Mexicano representó la
oportunidad de diversificar el negocio, pues durante los setenta sus mayores
ganancias provenían del tráfico de mariguana y heroína. El episodio de El
Búfalo le demostró que el trasiego de cocaína colombiana era menos riesgoso y
más rentable.
Para
Rodríguez Gacha la asociación con el jefe del Cártel de Guadalajara significó
la apertura de una ruta segura para comercializar el alcaloide en el mercado de
droga más voraz del mundo.
Pablo
Reyes, politólogo de la UN, considera que la alianza iniciada por los dos capos
“ha respondido a la alta demanda de droga de Estados Unidos. Ellos han inundado
de cocaína un mercado que pide ese producto, y lo han hecho por tierra, por
mar, por aire, por el subsuelo (a través de túneles que se localizan a lo largo
de la frontera con México), con ‘mulas’, con cocaína camuflada en transportes
de mercancías… es lo que los narcotraficantes conocen como la técnica de
saturación de fronteras. Ellos saturan, envían la droga en varias formas y,
siempre, la mayoría de los cargamentos pasa. Ninguna policía ni política
antidrogas es capaz de detener esto”.
Los
destinos de Rodríguez Gacha y Félix Gallardo se entrecruzaron en 1989 cuando,
luego de años de una rentable sociedad que les reportó decenas de millones de
dólares, las carreras delictivas iniciaron el ocaso.
El
jefe del Cártel de Guadalajara fue detenido en esa ciudad el 8 de abril de ese
año y desde entonces se encuentra en prisión. El Mexicano murió ocho meses
después, el 15 de diciembre, durante un operativo en su contra en una
plantación bananera en la norteña Tolú, a donde huyó tras el asesinato de
Galán, ocurrido tres meses antes y el cual él organizó.
La
policía señaló que Rodríguez Gacha fue abatido de un disparo de metralleta
calibre .50 en el rostro, pero Jorge Velásquez, El Navegante, su lugarteniente
y quien reveló su paradero a cambio de un millón de dólares, sostiene hasta la
fecha que, al ver a su hijo Freddy muerto en el operativo, el capo se suicidó
activando una granada.
Un
año antes de su muerte la revista Forbes estimó la fortuna de El Mexicano en
mil 300 millones de dólares. La policía encontró en sus haciendas Cuernavaca,
Mi Mazatlán y La Chihuahua 26 millones de dólares en efectivo enterrados en
barriles.
Los
habitantes de Pacho creen que parte de la riqueza acumulada en dos décadas de
vida criminal sigue bajo tierra.
1 comentario:
Si se transmitió en México y en Televisión abierta, canal 28
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