Para
frenar a Putin, se debe comenzar por Siria/Anne-Marie Slaughter, a former director of policy planning in the US State Department (2009-2011), is President and CEO of the New America Foundation and Professor Emerita of Politics and International Affairs at Princeton University. She is the author of The Idea That Is America: Keeping Faith with Our Values in a Dangerous World.
Project
Syndicate |23 de abril de 2014
La
solución para la crisis en Ucrania radica en parte en Siria. Ya es hora de que
el Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, demuestre que puede ordenar
el uso ofensivo de la fuerza en circunstancias que no sean las de ataques con
aviones teledirigidos u operaciones encubiertas. El resultado cambiará los
cálculos estratégicos no sólo en Damasco, sino también en Moscú, por no hablar
de Beijing y Tokio.
Muchos
sostienen que la marcha atrás de Obama respecto de su amenaza de lanzar ataques
con misiles contra Siria el pasado mes de agosto envalentonó al Presidente de
Rusia, Vladimir Putin, para anexionarse a Crimea, pero es más probable que Putin
actuara por razones internas: para distraer la atención de los rusos de la
debilitada economía de sus país y para atenuar la humillación que fue
contemplar a manifestantes proeuropeos derribar al Gobierno de Ucrania, al que
él respaldaba.
Independientemente
de las motivaciones iniciales de Putin, ahora está funcionando en un ambiente
en el que está muy seguro de los factores en juego. Está sopesando el valor de
un mayor desmembramiento de Ucrania, en el que algunas de las piezas se unieran
a Rusia o pasasen a ser Estados vasallos rusos, frente a la gravedad de unas
sanciones económicas más duras y más amplias. La utilización de la fuerza por
Occidente, aparte de enviar armas a un ejército ucraniano bastante desdichado,
no forma parte de la ecuación.
Ése
es el problema. En el caso de Siria, los EE.UU., la mayor y más flexible
potencia militar del mundo, han optado por negociar con las manos atadas a la
espalda durante más de tres años. Se trata de un error no menor en el caso de
Rusia, con un dirigente como Putin, que se mide a sí mismo y a sus homólogos
con el puro y simple criterio del machismo.
Ya
es hora de cambiar los cálculos de Putin y Siria es el lugar para hacerlo.
Mediante una combinación de morteros que destrozan barrios enteros de ciudades,
hambre, hipotermia y ahora bombas de barril que esparcen clavos y metralla
indiscriminadamente, el Presidente Bashar Al Assad ha obtenido ventaja.
Despacio, pero con seguridad, el Gobierno está recuperando el territorio ganado
por los rebeldes.
Los
analistas “realistas” de la política exterior califican a las claras a Assad de
mal menor en comparación con los miembros de la oposición pertenecientes a
filiales de Al Qaeda; otros ven una ventaja en dejar que todos los bandos se
combatan y queden atados mutuamente durante años. Además, el Gobierno de Siria
parece estar dejando lentamente de usar sus armas químicas, como acordó el
pasado mes de septiembre.
El
problema es que, si Assad continúa creyendo que puede hacer cualquier cosa a su
pueblo, excepto matarlo con armas químicas, exterminará a sus oponentes,
asesinando a todos aquellos a los que capture y castigando a comunidades
enteras, del mismo modo que su padre, Hafez Al Assad, acabó con los habitantes
de Hama en la matanza de 1982. Ha demostrado repetidas veces que está cortado
por el mismo patrón cruel.
Desde
el comienzo del conflicto de Siria, Assad ha avivado los temores de lo que
podrían hacer las fuerzas suníes de oposición a los alawíes, drusos, cristianos
y otras minorías, si vencieran, pero no debemos elucubrar sobre el
comportamiento de Assad. Ya hemos visto bastante.
Un
ataque de los EE.UU. contra el Gobierno de Siria ahora cambiaría toda la
dinámica. Obligaría al régimen a volver a la mesa de negociación con verdadera
intención de llegar a un acuerdo o al menos revelaría claramente que Assad no
tendrá las manos libres para restablecer su dominio.
Es
imposible atacar a Siria legalmente mientras Rusia ocupe un puesto en el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, dada su capacidad para vetar
cualquier resolución que autorice el uso de la fuerza, pero incluso Rusia dio
su asentimiento a la Resolución 2139 del pasado mes de febrero, encaminada a
obligar al Gobierno de Siria a aumentar las corrientes de ayuda humanitaria
destinada a civiles hambrientos y heridos. Entre otras cosas, la Resolución
2139 requiere que “todas las partes cesen inmediatamente todos los ataques
contra civiles, además del empleo discriminado de armas en zonas pobladas,
incluidos los ataques de artillería y los bombardeos aéreos, como, por ejemplo,
el uso de bombas de barril…”
Los
EE.UU., junto con cuantos países deseen cooperar, podrían utilizar la fuerza
para eliminar los aviones de Siria como primer paso para imponer el
cumplimiento de la Resolución 2139. Es probable que los “bombardeos aéreos”
continuaran mediante helicópteros, pero semejante ataque anunciaría
inmediatamente que el juego había cambiado. Después del ataque, los EE.UU.,
Francia y Gran Bretaña deberían pedir la aprobación por el Consejo de Seguridad
de la acción realizada, como lo hicieron después de la intervención de la OTAN
en Belgrado en 1999.
Igualmente
importante será el sonoro resonar en Rusia del fuego lanzado por los EE.UU. en
Siria. La gran ironía es que Putin está intentando ahora hacer en Ucrania
exactamente lo que Assad ha hecho con tanto éxito: retratar a una oposición
política legítima como una banda de matones y terroristas, al tiempo que se
vale de provocaciones y mentiras para convertir una protesta no violenta en
ataques violentos que después justifiquen una reacción armada.
Recuérdese
que la oposición siria se manifestó pacíficamente bajo los disparos durante
seis meses antes de que las primeras unidades del Ejército Sirio Libre
empezaran a formarse de modo vacilante. En Ucrania, Putin estaría encantado de
convertir el derrocamiento de un gobierno corrupto por una oposición pacifica
en una guerra civil.
Putin
puede creer, como las potencias occidentales dijeron repetidas veces a sus
ciudadanos, que las fuerzas de la OTAN nunca arriesgarán la posibilidad de una
guerra nuclear desplegándose en Ucrania. Tal vez no, pero las fuerzas rusas que
desestabilizan la Ucrania oriental no llevan insignias. Los soldados
misteriosos pueden luchar en ambos bandos.
Poner
la fuerza sobre la mesa para resolver la crisis de Ucrania e incluso la fuerza
usada en Siria es particularmente importante, porque la presión económica a
Rusia, pese a lo fundamental que es en la panoplia de reacciones occidentales,
puede crear un incentivo perverso para Putin. A medida que el rublo se deprecie
y se agote la inversión extranjera, la población rusa se inquietará, lo que le
brindará más razones a él para distraerla con espectáculos patrióticos que den
la bienvenida a aún más “rusos” de regreso a la patria.
Obama
ocupó su cargo con el objetivo de acabar con las guerras, no de iniciarlas,
pero, si los EE.UU. afrontan las balas con palabras, los tiranos sacarán sus
propias conclusiones. Lo mismo harán los aliados; el Japón, por ejemplo, está
preguntándose ahora cómo reaccionarán los EE.UU., en caso de que China cree una
crisis por las disputadas islas Sensaku.
Para
dirigir eficazmente, en pro de los intereses tanto nacionales como mundiales,
los EE.UU. deben demostrar su disposición a cargar con todas las
responsabilidades del poder. Atacar a Siria podría no acabar con la guerra en
este país, pero podría prevenir el estallido de otra en Ucrania.
Traducido
del inglés por Carlos Manzano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario