Empero, el Tribunal Constitucional de Turquía ha dictaminado que el bloqueo de Twitter que el primer ministro Recep Tayyip Erdogan impuso es ilegal. Según el veredicto, la prohibición, que cosechó un amplio rechazo social y la condena internacional, viola la libertad de expresión y los derechos individuales de los ciudadanos.
La Autoridad de Telecomunicaciones de Turquía (TIB) bloqueó el acceso a Twitter el pasado 21 de marzo, después de que Erdogan prometiera "erradicar" la red social
*
Regular
Twitter y otras formas de censura/Juan Luis Manfredi es periodista y profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha.
El
Mundo | 29 de mayo de 2014
Cuando
un gobierno sugiere que es necesario regular la actividad de Twitter y los
nuevos medios, en realidad, lo que quiere decir es que es preceptivo establecer
unas normas de comportamiento, registrar a los usuarios, autorizar o
desautorizar comentarios y proponer una lista de temas de los que se puede o no
se puede hablar. En una palabra, censura.
En
Turquía, Erdogan ha pretendido reducir la actividad de los medios sociales, en
especial Twitter. Su argumento es de manual: esos instrumentos se emplean para
minusvalorar la acción del gobierno, da espacio a grupos radicales y sólo
contiene mentiras. Por eso, ha aprobado una legislación que dota a las
autoridades de nuevos poderes para vigilar y fiscalizar internet. Cuba crea
trabas artificiales para la creación de nuevos periódicos digitales. Siria,
directamente, elimina la disidencia digital. La primera medida de Mubarak para
sofocar las revueltas de la plaza Tahir fue cortocircuitar el acceso
convencional a las redes.
En
Rusia, Putin la ha tomado con los blogueros, quienes por su condición de
informadores y agentes de la opinión pública han de ser identificados y
aquellos con más de 3.000 seguidores se convierten automáticamente en
responsables editoriales en las mismas condiciones que una empresa. Si la
información es «inexacta», puede cerrarse la web. El gobierno ruso ha calificado
internet como «el gran proyecto de la CIA» y sugiere la creación de cortafuegos
que aíslen la Red rusa de la conexión global. Un proyecto parecido ilumina
China. No es imposible conectarse a los grandes operadores (Twitter, Facebook o
Yahoo!), pero resulta más sencillo operar dentro del sistema chino. Weibo,
WeChat o AliBaba son webs de alta calidad y diseño, al tiempo que cuentan con
la accesibilidad lingüística de inicio. Ese control suave se completa con otro
duro y más complejo: bloquear las informaciones sobre el incremento patrimonial
de determinados dirigentes comunistas o el aniversario de Tian’anmen. En la
práctica, el desiderátum chino o ruso es la segregación de internet y la
creación de un entorno digital propio.
Tampoco
EEUU escapa a esta tendencia de control y regulación. La promoción de internet
a dos o más velocidades y la eliminación de la neutralidad de la Red es una
mala noticia para la industria tecnológica, el periodismo y los derechos
individuales. En buena analogía con las ideas de Piketty, si permitimos o
toleramos que quienes controlan el mercado de las telecomunicaciones y cuentan
con una posición dominante puedan pagar por un servicio premium, los nuevos
proyectos están abocados al fracaso. Sería la muerte de la innovación en las
redes, ya que no podrían competir nunca con las grandes corporaciones. La
decisión de la FCC (Comisión Federal de Comunicaciones) va camino de alumbrar
el juicio del siglo en materia de derechos civiles.
El
derecho a la información no es una prebenda ni una concesión. Corresponde a los
ciudadanos, mientras que las empresas periodísticas actúan como palancas o
actores privilegiados de la conversación en la arena pública. Claro que sabemos
que las redes no son perfectas. Las revelaciones sobre las actividades de la
NSA han confirmado que el espionaje masivo mediante el uso de tecnologías pone
en peligro las libertades individuales. También habría que considerar el
compromiso con la libertad de expresión de las grandes corporaciones. En Egipto
o en Turquía, estas mismas compañías han demostrado que pueden saltarse las
normas impuestas por regímenes autoritarios en beneficio de la ciudadanía.
Las
redes sociales son parte de nuestra de vida imperfecta. No requieren especial
tutela ni nada parecido. Pero la censura sobrevuela este entorno emergente y
cuando una modificación en el ecosistema de libertades disminuye la acción de
la libertad de prensa, el primer perjudicado es el periodismo y, tras él, todas
las libertades individuales. No dejemos que bajo el manto de la urbanidad y las
buenas maneras se regule específicamente Twitter. Hagamos caso a las palabras
de Saramago en La Balsa de Piedra: «Siempre es buena la libertad, hasta cuando
vamos hacia lo desconocido».
No hay comentarios.:
Publicar un comentario