30 may 2014

¿Qué futuro tiene el horizonte de más Europa?


Cicerón frente a los hombres de negro/José Antich
Publicado en La Vanguardia |30 de mayo de 2014
Basta con recurrir al Breviario de campaña electoral de Quinto Tulio Cicerón para comprender algunas de las claves del pasado domingo. La más llamativa, sin duda, el desprecio absoluto a los electores. Los europeos, aún perplejos y en fase de recuperación ante los errores cometidos durante los últimos años por los diferentes organismos internacionales, entre los que figura en un puesto destacado la Comisión Europea y lo que popularmente se conoce como Bruselas, contemplan el entramado burocrático de la UE como una realidad opaca y muy alejado de la ciudadanía. Algo así como unos despiadados drones de la temida troika. A los electores se les ha pedido un voto de confianza sin antes ni tan siquiera solicitar su perdón. Confianza, ¿para qué?, se preguntan. ¿Por una Europa más cercana a los problemas de lo ciudadanos? O, al revés, para seguir cargando sobre las espaldas de las clases medias y bajas un proyecto europeo que pese a ser imprescindible cada vez aparece más como un problema y no como una solución? 

En el siglo XXI, el de la comunicación y la inmediatez informativa, Europa nunca está presente. Sus reacciones, cuando llegan, siempre son tardías. Tanto da que el problema sea de política exterior, crisis económica, inmigración o política medioambiental. El principal mensaje desde Bruselas sigue siendo recortes y subidas de impuestos. La Europa que hoy conocemos nos evoca la imagen de los inquietantes hombres de negro. ¿Y quien quiere ir de la mano de unos hombres de negro?
 Europa tiene un serio problema que muchos ciudadanos han resuelto de una manera simple: no votando. Otros han expresado su irritación depositando en las urnas votos que eran auténticos aullidos de indignación o, sencillamente, de dolor. El Parlamento Europeo aparece salpicado de un color antes prácticamente simbólico que hoy tiñe 109 escaños eurófobos de ambos extremos. Hasta catorce de los 28 estados han elegido parlamentarios antieuropeos. Francia no se ha recuperado del tsunami del domingo que las encuestas venían alertando y muchos no querían creer. El Frente Nacional ha ganado holgadamente las elecciones. Le Pen se ha impuesto en 71 de los 101 departamentos (equivalentes a las provincias) y en 24.001 communes (ayuntamientos) de las 36.000 existentes. También la Gran Bretaña se aleja, quizás irreversiblemente, del Continente tras unas elecciones que han dado la victoria a los populistas del UKIP. Su líder, Nigel Farage, ha acabado con la tradición de más de un siglo -desde 1910- que reservaba el primer lugar en el apoyo de los ciudadanos a conservadores o laboristas.
¿Qué futuro tiene el horizonte de más Europa? En Francia y Reino Unido los ciudadanos le dan la espalda mientras el miedo se apodera de sus gobernantes. Hollande y Cameron reclaman, por motivos distintos, reformas en la UE. Frente a ellos, Merkel se muestra contraria. Alemania, siempre Alemania. Francia se remueve incómoda en el estatus que le reserva la Europa actual. Las reglas del juego han cambiado a media partida, se repite a media voz pero de manera insistente en París. Son voces que otean un enojoso aroma de trilerismo. Los acuerdos entre De Gaulle y Adenauer de 1963, que sentaron las bases de lo que hoy es la Unión Europea, no se hicieron pensando en una dependencia obligada de las decisiones de Alemania. Claro, Alemania Occidental tenía entonces alrededor de 60 millones de habitantes, cifras muy parecidas a las de Francia y Reino Unido, y muy alejadas de los 82 millones tras la unificación.
¿Quién dijo que eran unas elecciones de segundo orden? Las consecuencias se antojan devastadoras. En España, el Partido Popular ha sentido en el cogote el ponzoñoso aliento de la derrota. Un escalofrío ha sacudido la organización de Génova por primera vez desde el inicio del ciclo electoral ganador que marcaron las gallegas de marzo de 2009.Tan solo la nube de polvo que ha levantado el colapso socialista ha podido camuflar el nefasto resultado electoral de la candidatura de Cañete. Los populares necesitarán mucho más que un simple lifting cosmético si quieren salir bien parados de los próximos compromisos electorales. Toca un cambio de gobierno y la vuelta a la política. Se acabó el vivir de rentas. Por su parte, el PSOE ha perdido en estas elecciones más de dos millones y medio de votos y a su secretario general, Pérez Rubalcaba. Los votantes han mandado un mensaje claro: incapaces de sintonizar con un PSOE sin ideas ni ilusión, han apostado por otra izquierda. En la calle Ferraz surgen de nuevo cantos de sirena. Ya no evocan la voluntad de recuperar el espacio centrista, sino que tientan al viejo aparato socialista con los nuevos movimientos ciudadanos y con una idea mucho más robusta de España. Pobre PSC…
¿Y Catalunya? Habrá que acostumbrarse a leer los resultados con claves nuevas. La efervescencia catalana ofrece instantáneas cada vez más nítidas en las citas electorales, como consecuencia de una participación en las urnas más alta. Ocho puntos más en las autonómicas de 2012 frente a las de 2010 y más de diez puntos el domingo en relación a las europeas de 2009 son ejemplos de una ciudadanía muy movilizada. Ha saltado por los aires el marco con que se ha esquematizado el reparto de votos. La línea ya no aparece entre derecha/izquierda o nacionalista/no nacionalista, sino entre los partidos favorables a la consulta del 9 de noviembre y los contrarios a que esta cita se celebre. Los primeros doblan a los segundos. Mientras el reparto de pesos se mantenga así, los contrarios a la consulta podrán esgrimir su arsenal jurídico pero en términos políticos aparecen condenados a un papel residual. La idea del derecho a decidir demuestra potencia arrolladora, mientras la crítica al proceso es incapaz de construir un relato atractivo.
Los comicios europeos han reforzado el perfil que en su día dejaron las elecciones catalanas y las municipales de dentro de un año lo ampliarán. CiU y Esquerra, muy por delante de PSC y PP, condenados a una posición marginal que dificultará la elaboración de sus listas electorales y confirmará su práctica desaparición de los cargos más importantes del mapa local. Socialistas y populares se resisten a admitir la evidencia que demuestran las urnas y se empecinan en el falso relato de una confrontación civil en Catalunya por el debate soberanista. Y eso en Madrid vende. Siempre ha vendido. Dicen, como gran argumento, que tan solo es cuestión de tiempo que Artur Mas se apee del proceso. Se repiten que hoy está más débil que antes del 25-M. ¡Qué gran error de cálculo! ¿Quién es el merluzo que analiza la información? ¿Nadie vio el rostro del president la noche electoral? Su planteamiento está mucho más cercano al del filósofo y ensayista francés, el católico Charles Péguy para quien “el gran capitán no es aquel al que no han batido nunca, sino aquel que siempre se bate”. Indiferente a los que antes le elogiaban aplica un único remedio: refugiarse en sus convicciones sin hacer ninguna gran concesión.
Las recomendaciones del pequeño de los Cicerón a su hermano Marco Tulio, que se enfrentaba a una difícil campaña para el consulado romano, la magistratura más importante de la república romana, en el año 64 antes de nuestra era, siguen siendo válidas. Una candidatura a un cargo público debe centrarse en el logro de dos objetivos: obtener la adhesión de los amigos y el favor popular. Quinto, con una receta tan simple y directa que en ocasiones resulta descarnada, condujo a su hermano a una victoria histórica. Los derrotados del domingo en toda Europa pueden empezar por preguntarse por qué no les han votado ni los suyos.

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