Columnas TOLVANERA / El viaje/Roberto Zamarripa
Reformas, 17 de noviembre de 2014
Una semana en el cielo, un infierno en la
tierra. Dos mundos: el de la diplomacia del negocio en el exterior y el de la
revuelta, el incendio, en el interior.
A China viajó medio gabinete. Cinco
secretarios de Estado, el director de Pemex, los de Bancomext y Banobras, el de
Nafinsa, el de Fonatur, dos subsecretarios de Estado, los jefes de Conaculta y
Conacyt, un jefe de Unidad de Hacienda, staffs y personal del Estado Mayor.
Quien esté libre de culpa que tire los primeros viáticos.
Al maquillista de Televisa que avisó gozoso
que iba a China o lo escondieron o lo regresaron. Nadie lo encontró.
No acudir a APEC o al G20 hubiese sido un gesto
de debilidad. Qué líder internacional no tiene conflictos y sí llegó. Así
razonó el gobierno mexicano.
Incumplir con una visita de Estado en China,
sobre todo tras el conflicto con China Railway, sería ahí sí un tremendo
conflicto diplomático.
Pero también no salir de México sería la
muestra de sensibilidad y de responsabilidad para atemperar y arreglar.
Mientras Peña estuvo fuera, fue quemado el Congreso de Chilpancingo, ultrajadas
oficinas partidistas, incendiados vehículos, asaltada la UNAM.
Se reveló el espinoso tema de la Casa Blanca.
Su probidad quedó cuestionada.
La presencia de Peña en México no hubiera
evitado ninguno de esos acontecimientos; pero su salida fue un bidón de
gasolina para la causa del enojo.
Hay ausencias que triunfan y la de Peña
empañó. O el viaje ratifica el síntoma del extravío o es un punto culminante
para dar paso a decisiones que encaren, aunque sea muy tarde, la crisis y la
ira.
El diario brasileño Folha de Sao Paulo
produjo recientemente un documental titulado "Junio", sobre las
protestas por el alza de transporte en Brasil, en 2013.
El enorme gasto en estadios de futbol para la
Copa Confederaciones y la Copa Mundial catalizó el enojo. La corrupción y el
dispendio, como aquí.
Clovis Rossi, prestigiado periodista de
Folha, comenta en el filme que los políticos "apenas sienten el olor de la
calle y se colocan detrás para tratar de entender y atender lo que la calle
pide a pesar de no estar de acuerdo con nada de lo que se pide. Los políticos
son así". Era, es, Brasil.
Las escenas de "Junio", guardando
todas las proporciones, marcan un espejo mexicano. De cómo crecen las
protestas, de los desmanes que encabezan anarquistas y de la irracional
represión policiaca.
Y de cómo, paradójicamente, tras las
protestas masivas e incendiarias el gobierno no cae sino se reelige, con
erosión de por medio. "Junio" es nuestro noviembre. Duras lecciones.
No se necesita viajar para desentenderse. En
el DF, la ingobernabilidad viaja en catéter.
Según los que saben, la operación cardiaca
del jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, del Día de Muertos era de
filigrana, de exquisitez. La carrera que estaba en riesgo no era la
presidencial sino su próximo maratón. Mancera dedicaba más horas al gimnasio y
al sastre que a la atención ciudadana. Por eso Ayotzinapa no ha aparecido en su
reloj de frecuencia cardiaca.
Mientras Mancera permanecía bajo efectos de
anestesia cristalizó la disputa entre sus amigos (los inexpertos hermanos
Serna) y el oscuro secretario de Gobierno, Héctor Serrano, un político segundón
de mala fama, formado en las filas juveniles priistas, más cercano a los porros
del Poli que a los enojos de los normalistas.
Mancera y los Serna quieren gobernar desde la
caminadora y Serrano con la cachiporra y la ignorancia. Ahora que el DF es caja
de resonancia el desastre está a la vista.
Se abren dos vías: o se administra la crisis
hasta la próxima elección, con golpes e incendios de por medio, o se asume una
cirugía mayor; no como la de Mancera. Ambas duelen. La primera postraría, la
segunda abriría vías de sanamiento.
tolvanera06@yahoo.com.mx
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